Orden Moral: Virtud, Ley y la Voluntad Humana

El Orden Moral: Una Exploración Profunda

El orden moral se centra en la actividad de la voluntad, rigiendo los actos voluntarios donde actúa el libre albedrío. Para que un acto sea voluntario, debe ser consciente y libre. La voluntad se define como aquello que procede de un principio intrínseco al ente que actúa en función de su fin.

La Voluntad y sus Fines

La voluntad tiene como fin último el bien, que puede ser en sí mismo o por otro. Cuando los actos voluntarios se dirigen a un bien en sí mismo como fin, las facultades involucradas son: la volición, la intención y la fruición. Cuando se dirigen a un bien por otro como medio, encontramos: el consentimiento, la elección y una acción activa.

Dios es el único fin en sí mismo. Los fines están jerarquizados, y el fin último de la voluntad es Dios, el bien último del cual participan todos los demás bienes. El fin último de la voluntad es la visión de Dios, un acto del entendimiento intuitivo, concreto y perfecto, guiado por una intención de la voluntad que lleva a la fruición más perfecta, la beatitud.

Esto es posible porque Dios, al crear al hombre, le dota de dones naturales (razón e inclinación al bien) y dones sobrenaturales (gracia y filiación divina). Para unir estos dones, Dios otorga al hombre dones praeter naturales: inmortalidad, impasibilidad, integridad, ciencia y dominio de sí mismo. El pecado elimina los dones praeter naturales y los sobrenaturales, aunque los naturales se mantienen, pero desorientados. La voluntad pierde cooperatividad debido a las consecuencias del pecado: ignorancia, concupiscencia, miedo y violencia.

Reordenando la Voluntad: Virtud y Ley

¿Cómo se reordena la voluntad? A través de la virtud y la ley.

La Virtud

La búsqueda de la virtud manifiesta la conservación de la inclinación natural al bien y de los dones naturales a pesar del pecado. Como el pecado destruye los dones sobrenaturales y praeter naturales, nos queda la naturaleza, que se prepara para recibir la sobrenaturaleza a través de la ley y la virtud. La voluntad se reorienta practicando las virtudes, que podemos conocer a través de la razón natural, que nos indica cómo practicar la virtud entendiéndola como el hábito de la voluntad y sus facultades asociadas de obrar correctamente hasta el fin supremo, el bien. La voluntad antepone a los cuatro vicios las cuatro virtudes cardinales: justicia, fortaleza, templanza e intuidencia.

El hábito de las virtudes cardinales repara al hombre y lo prepara para volver a recibir la gracia en forma de virtudes teologales, que dependen de la gracia. Las virtudes teologales son: fe, esperanza y caridad. Se vuelve a recibir la filiación divina a través de la identificación con Jesucristo a través del bautismo. El hombre caído por el pecado deja de ser hijo de Dios.

La Ley

La ley es la coordinación de la razón promulgada por la autoridad para el bien común. Distinguimos tres tipos de ley:

  • Ley Eterna: Reside en Dios y es promulgada por Dios. A través de ella, Dios gobierna el mundo.
  • Ley Natural: Reside en el hombre a través de la razón humana. Encontramos que hay una parte de la ley eterna que afecta al hombre y sus acciones.
  • Ley Positiva: Son las leyes que el gobernante promulga, concretando la convivencia y el bien común de una sociedad concreta.

Comparación con Guillermo de Ockham

Tomás de Aquino organiza su moral en torno a la ley natural: la moral es lo que se ajusta a los preceptos de la ley natural. Guillermo de Ockham concluye que no hay una ley natural que la razón práctica pueda deducir del análisis de las tendencias naturales del ser humano. La ley natural va en contra del primer precepto de la fe: la omnipotencia de Dios, pues limitaría la libertad divina.

La moral no estará sujeta a preceptos deducidos de la naturaleza humana; los mandatos divinos deberían acomodarse a esa naturaleza, y Dios dejaría de ser omnipotente. Lo bueno ya no sería lo que Dios establece como bueno, sino lo que se deduce de la naturaleza humana. Guillermo niega la existencia de esa naturaleza humana universal, argumentando que no puede existir una sustancia que sea a la vez universal y singular. Las esencias de las sustancias primeras no pueden ser sustancias segundas; solo hay sustancias singulares puramente contingentes, y no existe una naturaleza humana de la cual derivar la ley natural. El principio de la omnipotencia divina y el nominalismo conducen a Ockham a buscar una nueva fundamentación de la moral alejada de la ley natural.

El voluntarismo moral de Ockham sostiene que la moral depende de la voluntad divina. No es que Dios mande el bien y prohíba el mal, sino que el bien es lo que Dios prescribe y el mal lo que Dios prohíbe. Así pues, solo podemos encontrar un criterio que justifique nuestra moral: los mandatos divinos.

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