David Hume
David Hume (1711-1776) es uno de los filósofos más importantes, ya que llevó a su conclusión lógica la filosofía empírica de Locke y Berkeley; también es uno de los principales filósofos de la Ilustración inglesa, y en general, europea. Nacíó en Escocia, pero fue en Francia donde escribíó su primera obra, el Tratado de la Naturaleza Humana, cuya mala acogida le supuso una gran decepción.
El Empirismo es una corriente filosófica que se desarrolló principalmente en las Islas Británicas y estuvo muy influida por la física de Newton. Esta doctrina rechaza las especulaciones de los racionalistas para buscar en la experiencia sensible la base del conocimiento y, por tanto, el fundamento de la ciencia, pero coincide con ellos en afirmar que las ideas son el objeto inmediato de conocimiento, el cual, para los empiristas, empieza y concluye en la experiencia. Los rasgos fundamentales de esta corriente son: la experiencia como criterio de validez, el rechazo de las ideas innatas y el interés por la observación y experimentación.
Hume se propuso introducir el método de investigación experimental en la ciencia del hombre. El objeto de nuestra experiencia son los contenidos de la conciencia, a los que llama percepciones, que pueden ser: impresiones (de sensación o de reflexión) e ideas, que provienen de las impresiones y pueden ser: simples (proceden mediata o inmediatamente de sus correspondientes impresiones) o complejas (son el resultado de la actividad de la memoria o de la imaginación). Las percepciones que se presentan con mayor fuerza o viveza son las impresiones; las de sensación son impresiones externas, las de reflexión son las pasiones y emociones. Para conectar ideas, la mente humana dispone de un mecanismo psicológico: la asociación; tres son las leyes de asociación. Semejanza, contigüidad y causalidad. También distingue dos tipos de conocimiento: relaciones de ideas, cuyos conocimientos obtenidos son independientes de los hechos, y cuestiones de hecho, cuyos conocimientos solo pueden justificarse mediante las correspondientes impresiones.
En la filosofía cartesiana, como en la escolástica, la relación causa-efecto se supónía que era necesaria, como son necesarias las relaciones lógicas. La primera oposición seria a este criterio vino de Hume, con quien empieza la filosofía moderna de la causalidad. Sostiene que la conexión entre dos hechos no es un dato de la experiencia: es más el resultado de una creencia después de advertir repetitivamente la conjunción de dos acontecimientos. La causalidad, pues, tiene un origen psicológico y es fruto de una asociación de ideas.
Para este filósofo, aquello que denominamos sustancia no es más que una colección de percepciones. Someterá a crítica la concepción racionalista y sustancialista (metafísica) de la realidad: yo, mundo y Dios. Idea del yo: Hume mantiene que todos los argumentos metafísicos son falaces y que la identidad personal es una presunción invalida, esta idea surge cuando la imaginación confunde la sucesión con la identidad: Idea del mundo: la creencia de la existencia de un mundo exterior y permanente no puede ser deducida de la experiencia, esta crítica dará lugar a una posición conocida como fenomenismo; Idea de Dios: carecemos de impresión alguna que justifique dicha idea, no es posible deducir su existencia a partir de su concepto ni tampoco podemos atribuirle la creación del mundo a partir de la mera observación de los hechos de la experiencia, por consiguiente, esta idea queda científicamente invalidada.
El fenomenismo, mencionado en la crítica de la Idea del mundo, es una doctrina que reduce la realidad a fenómenos (aquello que aparece o se manifiesta). Hume adoptó esta posición en su teoría del conocimiento, que podemos resumir en tres afirmaciones: lo que aparece a la mente es siempre una percepción, la mente sólo tiene certeza de las percepciones propias y los únicos objetos o contenidos de conocimiento son las percepciones. El fenomenismo lleva al escepticismo, no al tradicional, sino a un escepticismo moderado, que pretende ser una defensa de la vida contra las vamas especulaciones metafísicas.
El interés prioritario de Hume por las cuestiones morales es propio de un filósofo ilustrado. Plantea su investigación sobre los principio de la moral a partir de una observación cuidada de la vida humana, así pues, la experiencia sigue siendo ,también en lo concerniente a la moral, la base de la reflexión. Lo carácterístico de la moral consiste en la valoración de las acciones mediante juicios correctamente formulados, a su vez, estamos obligados a preguntarnos por el fundamento de tales juicios. Ya que todas nuestras ideas provienen de impresiones, lo primero que hay que preguntarse es si valoramos los actos, si los consideramos buenos o malos, mediante ideas o impresiones. Para Hume, el juicio moral está fundado en el sentimiento, a la razón le corresponde una función auxiliar al servicio de las pasiones. Hume afirma que la moralidad se funda en el acuerdo sobre lo que es beneficioso o perjudicial para los hombres; en este sentido, el sentimiento universal es la simpatía, que constituye una especie de instinto o gusto natural que distingue lo bueno de lo malo. Lo útil produce espontáneamente la alabanza o simpatía de los demás, lo perjudicial se entiende como vicio, conducta reprobable; Hume establece un vínculo moral entre individuo y comunidad. Esta concepción emotivista de la moral fue influida por la obra de Shaftesbury y Hutcheson, a su vez, las investigaciones de Hume ejercerán gran influencia en la filosofía posterior.
La filosofía de este autor es una crítica en contra del fanatismo y, de acuerdo con los ideales ilustrados una defensa de la razón y de la tolerancia. En la Historia Natural de la Religión afirma que la religión nace ante el temor que suscita a los seres humanos lo desconocido e incontrolable. Los efectos de la religión en la sociedad son la infelicidad, a causa de los fanatismos; la tristeza, por causa del miedo y la superstición; la sumisión, que recurre a todos los medios para calmar los poderes de los dioses. La religión, además, es un peligro para la moral, ya que la corrompe. En cuanto a las pruebas para la demostración de la existencia de Dios, la respuesta de Hume es clara y ya tuvimos ocasión de exponerla; rechazará cualquier procedimiento al respecto.