Ortega y Gasset: Objetivismo y Raciovitalismo

Primera Etapa: El Objetivismo (1902-1914)

Esta etapa está marcada por el primer artículo que publicó, «Glosas» (1902), y por su primer libro, Meditaciones del Quijote. Entre 1902 y 1914, toma contacto con el quehacer científico y filosófico de Alemania, y se plantea el problema de España y el de su incardinación intelectual a Europa. Esta relación con el problema de la inadecuación de España a Europa va a seguir la doctrina objetivista orteguiana.

¿Por qué se hace necesaria en España la disciplina mental de la objetividad?

Ortega parte de la convicción de que España se encontraba desfasada con respecto a Europa social, política, teórica y culturalmente. Ante esto cabían tres posturas básicas:

  1. A) Aceptar que ese desfase era negativo para España importando la técnica que Europa proporcionaba, pero sin aclimatar aquí la ciencia que lo había hecho posible.
  2. B) Reconocer tal desfase, pero mantener que el balance negativo lo era para Europa y no para España.
  3. C) Intentar que en España echasen raíces las actitudes intelectuales que habían llevado al desfase entre Europa y España. Estas actitudes eran las que habían hecho posible la ciencia europea, de modo que la «decadencia española consiste en falta de ciencia, en privación de teoría». Y lo que hay que conseguir que eche raíces, es aquello que constituye la diferencia de Europa con respecto a España y al resto de la humanidad: la ciencia y la teoría.

Esta tercera opción es la de Ortega, implantar en España la ciencia.

La Tercera Etapa: El Raciovitalismo

La doctrina de madurez de Ortega se conoce con el nombre de raciovitalismo.

El raciovitalismo es el intento filosófico orteguiano de superar el irracionalismo al que lleva el vitalismo, y también de corregir la miopía intelectual que significa el racionalismo. Para situarse en la perspectiva filosófica del raciovitalismo, Ortega primero tiene que hacer la crítica del vitalismo y del racionalismo (Nudo Gordiano: dificultad insoluble que se solventa por medios expeditivos que obra con eficacia y rapidez) y luego, asumir lo que de valioso haya en ambas posturas, para proponer una síntesis superior.

La Crítica al Vitalismo y al Racionalismo

Para exponer sus distancias respecto al vitalismo y al racionalismo publicó su artículo «Ni vitalismo ni racionalismo». A la vez que resume las tesis claves de ambas corrientes filosóficas, expone los puntos claves de su propia doctrina.

Lo primero, según Ortega, que llama la atención del término vitalismo es su ambigüedad, pues este se aplica tanto a doctrinas relacionadas con las ciencias biológicas que con la filosofía. Pero el término vitalismo no es extrapolable a la filosofía. Ortega distingue tres posiciones vitalistas distintas. Vitalismo filosófico que Ortega asume es aquel que defiende la primacía absoluta del método racional de conocimiento y sitúa en el centro de la reflexión filosófica el problema de la vida, por ser el que más afecta al sujeto pensante. Aquí se trata de hacer patente que lo racional es «breve isla rodeada de irracionalidad por todas partes».

El vitalismo, una doctrina filosófica que insistirá en que hay límites a la razón, pero significará una descalificación de los excesos del racionalismo. La crítica de la razón solo es posible desde la primacía de la razón.

Ortega critica el racionalismo, en nombre de la razón. Comienza su crítica con una confesión pública de fe en la razón. La acusación de que Ortega minusvalore la razón, va contra su propia doctrina. Y justamente porque él quiere mantener la primacía de lo racional es por lo que se ve obligado a pensar la vida desde la razón y a criticar los excesos teóricos del racionalismo.

Razonar es ir de un objeto, cosa o pensamiento a su principio. «Dar razón» de algo es hacer una averiguación sobre los fundamentos o sobre los principios últimos de ese algo. Definir es desentrañar los elementos últimos de algo que se nos aparece como compuesto.

Frente a esos elementos, el análisis que frenar al encontrarse con algo que ya no es racionalizable. Ante esto, cabe establecer que esos objetos no puedan ser conocidos por el sujeto o, si los conoce, son por un medio irracional. En la segunda alternativa, llegamos a reconocer la insularidad de la razón. En cualquier caso, la propia razón nos lleva ante lo irracional. Y este es el último paso de la razón: el reconocimiento de que la razón tiene unos límites más allá de los cuales no puede avanzar porque le vienen impuestos por la propia realidad. Esto, según Ortega, lleva a ir más allá del «justo papel de la razón», cayendo en el racionalismo; este obedece a la creencia filosófica de que no hay límite alguno.

El defecto de los racionalistas está en que no admiten la existencia de zonas de irracionalidad, sino que están convencidos de que la realidad puede ser aprendida completamente.

La Solución Raciovitalista

Para denominar la razón, Ortega utiliza expresiones como razón vital o razón histórica o el término raciovitalismo.

La primera tesis del raciovitalismo orteguiano afirma que la realidad, y, dentro de la realidad, la vida como su faceta más significativa, estaba ahí con primacía ontológica anterior a que ningún filósofo diese cuenta de ella. El pensamiento viene después y debe abordar esa realidad y esa vida que le son preexistentes. La tarea de la razón es la de «dar razón» de aquello que lo precede. El aceptar esta tesis como una tesis racional supone para la razón someterse a una cura de humildad, pues la razón se sitúa en un segundo plano.

El aspecto que más interesa a Ortega investigar es la vida; reconoce que la vida es la radicalidad para el hombre y, a la vez, mantiene que sobre ella hay que teorizar. La vida es la que cumple con una serie de condiciones determinadas. Son:

  1. Que la vida humana es la de cada cual, es la vida personal.
  2. Que, por ser personal, lleva al hombre a hacer siempre algo en una determinada circunstancia.
  3. Que la circunstancia nos presenta diversas posibilidades de hacer y de ser que añaden al concepto de vida la nota de la libertad.
  4. Que la vida es intransferible, es una ineludible responsabilidad mía que no puede ser transferida a ningún otro hombre.

Con ello Ortega introduce el tema de la circunstancialidad en el raciovitalismo, pues la vida está en relación directa con las circunstancias en las que está implantada. Son las circunstancias de la vida humana las que permiten entenderla como realidad radical de la que debe partir toda reflexión filosófica. Así que la vida vegetal son tan vidas como la vida humana.

A esta razón vital también la llamó a veces Ortega razón histórica. Señala que a cada generación sus predecesores le han transmitido un conjunto de ideas y creencias; así, el hombre de cada época parte de que se encuentra con un haber legado por sus antecesores. Esto permite a Ortega definir al hombre como «heredero». Porque somos herederos de un capital de creencias acumulado durante milenios es por lo que se hace imprescindible alcanzar una conciencia histórica y perfeccionarla.

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