La Filosofía como Reflexión sobre la Vida según Ortega y Gasset
Para **Ortega y Gasset**, la filosofía aspira al conocimiento del “todo”, de todo cuanto hay, de lo que, de un modo u otro, es. Su objetivo es averiguar qué es la realidad como conjunto, qué es el universo (pantononomía). Esto lo debe hacer sin presuponer absolutamente nada: ni qué es lo que hay, lo que es, ni si lo que es, es cognoscible, ni si el hombre posee una facultad adecuada para conocerlo (**autonomía**). Ahora bien, ¿cuál es esa realidad radical sobre la que debe reflexionar la filosofía?
Para contestar a esta pregunta, Ortega reflexiona sobre las principales respuestas que han dado los pensadores del pasado. Los filósofos anteriores al Renacimiento mantuvieron que lo que realmente existe era el mundo cósmico compuesto de cosas, una de las cuales es el hombre. Esta sería la posición natural, espontánea del hombre. Los filósofos modernos sostuvieron que la realidad radical era el pensamiento, la conciencia. Ortega piensa que ambas posturas son incompletas. El mundo no existe sin una conciencia que lo piense, lo mismo que el pensamiento no existe si no es pensamiento de algo. El hecho de existir el pensamiento implica, por una parte, que existe el yo que piensa y, por otra, que existe el mundo en el que se piensa, y que existen el uno con el otro sin posible separación.
La Vida como Dato Radical
El dato radical del universo no es, pues, la existencia del mundo ni la existencia del yo, sino la **coexistencia del yo con el mundo** y este coexistir el yo con el mundo y en el mundo, la vida, la vida de cada cual. La filosofía ha de convertirse, pues, en reflexión sobre la vida. Pero no sobre la vida entendida en sentido general o abstracto, sino entendida de forma personal, como reflexión sobre mi propia vida.
Categorías Fundamentales de la Vida
Las principales categorías con las que Ortega va a caracterizar esta vida son:
- La conciencia: la vida de cada hombre está constituida por lo que le hace y por lo que le pasa, pero nada de esto sería su vida si no se diera cuenta de ello. El verse a sí mismo, el existir para sí misma es el atributo esencial y primero de la vida.
- Estar ocupado con algo del mundo: al vivir, el hombre se encuentra a sí mismo en el mundo ocupado con las cosas y los seres de este. El hombre se pone en contacto con el mundo mediante lo que Ortega llama circunstancia: todas las realidades con las que se encuentra y todos los problemas que estas le plantean.
- La circunstancia forma parte del hombre: la circunstancia no es solo el mundo que rodea al hombre, sino que constituye un ingrediente esencial de su vida. Este es el sentido de su famosa frase “yo soy yo y mi circunstancia”. El yo no puede ser reducido a una entidad ontológicamente independiente.
- La vida es imposición, fatalidad: al hombre se le impone la vida, el mundo, la circunstancia que forma parte de su persona. Vivir no es entrar por gusto en un lugar previamente elegido, sino encontrarse de pronto, sin saber cómo, caído, sumergido en un mundo que no se puede cambiar por ningún otro.
- La vida es libertad: la vida le es dada al hombre, pero eso que se le da es un problema que necesita resolver él. A cada ser humano se le impone la vida y una circunstancia concreta, pero lo que no se le impone, sino que tiene que decidir él, es cómo va a vivir esa vida que se encuentra en esa circunstancia determinada. La vida no está prefijada, sino que en todo instante el hombre se ve forzado a elegir entre varias posibilidades.
- La vida es futurición, proyecto: vivir es un constante decidir lo que se va a ser, y por lo mismo, al haber en la raíz misma de la vida un atributo temporal, la vida es lo que aún no es.
La Vida como Historia y Perspectiva
La vida consiste en decidir el hombre lo que va a ser y, por tanto, en ser lo que aún no se es, en empezar por ser futuro, proyecto. La vida es historia: la vida del hombre es una ecuación entre el pasado y el porvenir. Este no tiene naturaleza, sino historia, y en consecuencia no tenemos otra solución que inventar e inventar en todos los órdenes.
El mundo se ofrece para su conocimiento desde la perspectiva que establecen las circunstancias. Al defender este **perspectivismo**, Ortega se está oponiendo al escepticismo y al dogmatismo. Al primero, porque, ateniéndose a la historia en la que la verdad ha ido cambiando en las distintas épocas, renuncia a la idea de que la verdad pueda ser conocida por el hombre; al segundo, porque, con el fin de salvar la verdad, una verdad abstracta e invariable, renuncia a la vida, a la historia. Rechaza el escepticismo porque la vida pide la verdad, y rechaza el dogmatismo porque escinde a la persona en dos, colocando por un lado todo lo vital y renunciando a ello, y por otro lado, lo racional, que capacita al hombre para encontrar la verdad, pero que no vive.
La Doble Función del Pensamiento y la Verdad como Perspectiva
Según Ortega, el pensamiento tiene una doble función: una función propia de encontrar la verdad, y una función vital que está al servicio de los fines biológicos del individuo, y ambas son inseparables. Esta doble instancia del pensamiento obliga a reunir en una fórmula dinámica la relatividad de la verdad, a la que empuja el carácter de función vital que posee el pensamiento, y la verdad como valor absoluto, a la que empuja su necesidad de reflejar la realidad tal como es. Esto se consigue cuando se entiende la **verdad como perspectiva**.
La verdad que el hombre puede conseguir solo reflejará la realidad desde un punto de vista determinado, desde una distancia, o lo que es lo mismo, desde una perspectiva. Esta verdad, por lo tanto, nunca será una verdad plena, completa. La realidad tiene infinitas perspectivas, todas ellas verídicas y auténticas, y por ello, complementarias. El perspectivismo, por tanto, tiene un fundamento ontológico, objetivo, en la manera de ser de la realidad, en su estructura, y no sólo subjetivo, en el modo de conocer del hombre. La verdad absoluta no es sino la suma de perspectivas individuales verdaderas parcialmente, y por eso mismo, no está al alcance humano.
La Razón Vital o Histórica
La verdad como perspectiva es vista por Ortega como una función de la vida, de ahí que más allá de la razón pura (propia del racionalismo), proponga su entendimiento mediante la **razón vital o histórica**, esto es, una razón que deja de lado la abstracción y que busca comprender todo lo humano, racional o irracional, en su complejidad histórica.
El Raciovitalismo
El **raciovitalismo** consiste, pues, en afirmar que el conocimiento es de naturaleza racional (frente al irracionalismo del vitalismo) y que la vida constituye su tema central. La vida humana necesita la razón, ya que no puede existir sin justificarse continuamente a sí misma. Tal justificación equivale a dar cuenta de lo hecho y de lo vivido, y no siempre es de índole intelectual. El principio cartesiano “pienso, luego existo” se convierte en Ortega en “pienso porque vivo”. La razón vital sintetiza pensamiento y mundo, es la razón encarnada en el propio vivir, que, como proyecto inacabado, es siempre un quehacer, correcto o no.
Ideas y Creencias
Ortega advertirá de que la vida auténtica consiste en hacer lo que hay que hacer y evitar cualquier cosa, la vida auténtica no puede ser la del capricho, la de la no justificación. Esto supone que tenemos que hallar la trayectoria de nuestra vida. Cada uno se encuentra con un mundo ya dado y consigo mismo, pero ambos le aparecen bajo una especie de interpretación. De ahí que Ortega distinga entre **ideas y creencias**. Las creencias son ese fondo común, no siempre explícito, que constituye la cultura en la que hacemos nuestra vida. En ellas vivimos, nos movemos y somos. De ahí la importancia capital de la historia. Olvidar el pasado conduce a la rebarbarización del hombre.
«La Rebelión de las Masas» y la Crisis del Siglo XX
Eso llevará a Ortega a que, en *La rebelión de las masas*, analice la situación del hombre europeo a principios del siglo XX, desde una concepción aristocrática de la historia. Allí sostiene que las sociedades humanas siempre se han podido dividir en dos clases de hombres: las **minorías selectas** -la nobleza en sentido estricto-, directoras, y la **masa**, dirigida. La nobleza de la que habla es la de los hombres esforzados y egregios, que han ido construyendo la historia. Masa, por el contrario, es todo aquel que no se valora a sí mismo, sino que se siente como todo el mundo y esto no le angustia, se siente a gusto al ser idéntico a los demás.
En el siglo XX, según Ortega, se constata que la vida humana en su totalidad ha ascendido, jamás tanta gente gozó de tantos beneficios y bienestar. En este sentido, estar a la altura de los tiempos supondría asumir tal situación y construir la vida europea a partir de ella. Pero no es así. De hecho, lo que ocurre es que las masas han alcanzado el pleno poderío social, que las minorías selectas han desertado, que no hay proyecto. La razón de ello es histórica. Los siglos XVIII y XIX constituyen el esfuerzo por alcanzar el progreso moral y científico que se vive en el siglo XX. Pero el hombre europeo del siglo XX se comporta simplemente como un heredero malcriado que usa y goza de lo que tiene sin esfuerzo alguno. Tal situación, alerta Ortega, puede conducirnos a la barbarie. Aparece por primera vez en Europa un tipo de hombre que no quiere dar razones ni quiere tener razón, sino que se muestra resuelto a imponer sus opiniones. Evitar la barbarie exige que el hombre europeo esté a la altura de su tiempo, que conozca la historia, que valore el esfuerzo de quienes pelearon en el pasado para conseguir lo que tiene y goza.