Pensamiento Filosófico: San Agustín, Santo Tomás, Descartes y Hume

Política en San Agustín

San Agustín de Hipona (354-430) desarrolló una visión de la política influenciada por su teología e interpretación de la historia. Su obra “La Ciudad de Dios” es central en su pensamiento político, abordando las relaciones entre lo divino y lo terrenal, el papel del poder político y la misión de la Iglesia. Para San Agustín, la política no es un fin en sí mismo, sino un medio que debe orientarse hacia la justicia y el orden según los principios divinos.

San Agustín distingue entre dos ciudades: la Ciudad de Dios (Civitas Dei) y la Ciudad Terrena (Civitas Terrena). La Ciudad de Dios representa a los fieles que viven según los preceptos de Dios y buscan la salvación eterna, mientras que la Ciudad Terrena es el conjunto de aquellos que viven guiados por el amor desordenado a sí mismos y a los bienes materiales. Ambas ciudades coexisten en la historia, pero están en constante tensión.

San Agustín entiende la política como una realidad necesaria pero imperfecta. Debido al pecado original, la humanidad está inclinada al egoísmo. El poder político tiene la función de contener el mal y garantizar un mínimo de justicia y paz. Sin embargo, el poder humano nunca será plenamente justo, dadas las imperfecciones humanas.

San Agustín no rechaza la autoridad política ni las leyes, pero enfatiza que deben estar subordinadas a la ley divina. La verdadera justicia solo puede lograrse si las leyes humanas se inspiran en el cristianismo. Reconoce la importancia de la Iglesia como guía moral.

San Agustín vivió la crisis del Imperio Romano, reflexionando sobre el carácter transitorio de los reinos terrenales. La historia humana es parte de un plan divino que culminará en el juicio final. Los creyentes no deben depositar su esperanza en los gobiernos de este mundo, sino en la Ciudad de Dios.

En conclusión, la política para San Agustín es un medio imperfecto para promover la paz y la justicia bajo los principios de Dios. Su pensamiento influyó en la filosofía política medieval y sentó las bases para entender las relaciones entre Iglesia y Estado. El verdadero destino del ser humano está en la Ciudad de Dios, invitando a trascender las realidades terrenales.

Ética en San Agustín

San Agustín de Hipona (354-430) desarrolló una ética influenciada por el cristianismo y el pensamiento de Platón y los estoicos. Su ética gira en torno al amor como principio fundamental, orientado hacia Dios como el bien supremo. El comportamiento humano debe estar guiado por la búsqueda de la felicidad verdadera, que sólo puede encontrarse en la comunión con Dios. Su ética es una reflexión sobre cómo ordenar los deseos y actos humanos conforme al plan divino.

El eje central es el amor. San Agustín distingue entre el amor ordenado (amor a Dios y al prójimo) y el amor desordenado (amor a los bienes materiales y al egoísmo). El primero conduce a la virtud y la salvación, el segundo al pecado. La ética no es solo cuestión de acciones correctas o incorrectas, sino de orientar el corazón y la voluntad hacia el bien supremo.

San Agustín afirma que el ser humano está marcado por el pecado original, generando una inclinación al mal. La gracia de Dios permite redirigir la voluntad hacia el bien. Las virtudes (prudencia, justicia, fortaleza y templanza) no tienen valor por sí mismas si no están subordinadas al amor a Dios. La ética agustiniana se centra en la transformación interior del alma.

La búsqueda de la felicidad (beatitudo) es clave. Para San Agustín, la felicidad no radica en los placeres sensoriales ni en el éxito terrenal, sino en el conocimiento y amor de Dios. Este ideal ético implica introspección y autoconocimiento.

San Agustín destaca la importancia del libre albedrío en la elección moral. Aunque inclinados al mal, se posee la capacidad de optar por el bien con la gracia divina. Este enfoque subraya la responsabilidad individual.

En conclusión, la ética de San Agustín es un llamado a ordenar la vida humana en torno al amor a Dios, como camino a la felicidad plena. Propone una ética espiritual que trasciende lo terrenal y busca transformar al ser humano desde su interior. Reconoce las limitaciones humanas por el pecado, pero destaca el poder de la gracia divina. Su ética invita a vivir en comunión con Dios como meta suprema.

Antropología en Santo Tomás de Aquino

Santo Tomás de Aquino, máximo representante de la Escolástica, fue un gran pensador que dedicó su vida a cohesionar el aristotelismo con el cristianismo. Desarrolló temas como la metafísica, ética y política.

Entre los seres finitos y creados se encuentra el hombre. La concepción del ser humano para Santo Tomás se basa en Aristóteles, conciliándolo con los dogmas cristianos de la inmortalidad del alma y la creación. El ser humano es un compuesto de alma y cuerpo; el alma es la forma y el cuerpo la materia. Afirma la unión hilemórfica.

El término “hombre” no debe aplicarse ni al alma ni al cuerpo por separado, sino a la unión de ambas sustancias. El ser humano es el que vive, conoce, razona y entiende, algo imposible sin el cuerpo.

La unión entre cuerpo y alma no puede ser algo no natural como pensaba Platón, la cárcel del alma. El alma humana tiene la facultad de intelección, pero no posee ideas innatas, y ha de formar sus ideas con la experiencia sensible, necesitando el cuerpo.

El alma se concibe como principio vital y de conocimiento. Es inmortal y, respecto a su origen, Santo Tomás defiende el creacionismo: el alma es creada de la nada por Dios.

Para explicar la inmortalidad del alma, Santo Tomás afirma que en ella existirán facultades que le pertenecen como tal, y que no dependen del cuerpo. Otras pertenecen al compuesto hombre y no pueden ser ejercidas sin el cuerpo. La intelección es una facultad del alma incluso en su separación del cuerpo. Las facultades del alma pueden clasificarse en: vegetativas, sensitivas y racionales. En sus funciones racionales distingue como facultades propias del alma el entendimiento y la voluntad. La racionalidad humana posee dos dimensiones: la cognoscitiva (entendimiento de la realidad) y la apetitiva (libre albedrío).

En conclusión, la antropología de Santo Tomás de Aquino concibe al ser humano como una unidad de cuerpo y alma, orientada hacia Dios. Reconoce la dignidad de la persona en su capacidad racional y libre albedrío, destacando la armonía entre fe y razón para comprender la naturaleza humana y su propósito trascendente.

La Existencia de Dios (Teología) en Descartes

Tras establecer el cogito, ergo sum como primera certeza, René Descartes busca demostrar la existencia de Dios. Esto es clave para superar la duda metódica y validar el conocimiento. Su argumentación parte de la existencia de ideas innatas, entre ellas la idea de infinitud y perfección, que no pueden provenir de un ser finito.

Descartes presenta tres demostraciones:

  1. Parte de la idea de perfección: si el ser humano es imperfecto pero concibe la idea de un ser infinito y perfecto, esta idea no puede haber sido creada por él mismo, sino que debe haber sido puesta en su mente por un ser realmente perfecto, es decir, Dios.
  2. Se basa en la contingencia: si el yo existiera por sí mismo, se habría dado todas las perfecciones. Pero como el ser humano es imperfecto y contingente, debe haber sido creado por otro ser. No puede haber una cadena infinita de seres contingentes, por lo que debe existir un ser necesario, Dios.
  3. Variante del argumento ontológico de San Anselmo: si tenemos la idea de un ser infinitamente perfecto, dicha perfección implica su existencia.

La existencia de Dios es fundamental en el sistema cartesiano porque permite superar la hipótesis del “genio maligno”. Si Dios existe y es bueno, no permitiría el error constante. Nuestras facultades racionales son confiables, y el conocimiento basado en la razón y en principios matemáticos es verdadero. Descartes recupera la realidad del mundo.

En conclusión, las pruebas de Descartes sobre la existencia de Dios garantizan la validez del conocimiento y superan la duda radical. Dios, al ser perfecto y veraz, garantiza que la razón humana puede alcanzar verdades objetivas. Descartes establece las bases del racionalismo y refuerza su proyecto filosófico, donde la razón es la única fuente legítima de conocimiento.

Teoría del Conocimiento en Hume

El empirismo es una corriente filosófica desarrollada en Gran Bretaña en los siglos XVII y XVIII. Su máximo exponente, David Hume, busca construir una ciencia de la naturaleza humana basada en la experiencia y el método inductivo. En su obra Investigación sobre el entendimiento humano, lleva el empirismo hasta sus últimas consecuencias, eliminando restos de racionalismo y metafísica.

Para Hume, el conocimiento proviene de la experiencia, y todo lo que la mente percibe son impresiones e ideas. Las impresiones son percepciones directas y vívidas de los sentidos, mientras que las ideas son copias debilitadas. Rechaza las ideas innatas y establece que una idea sólo será verdadera si tiene su origen en una impresión. La mente organiza las ideas con tres leyes de asociación: contigüidad (proximidad en espacio y tiempo), semejanza (parecido) y causalidad (asociamos un evento con otro que lo precede).

Hume distingue dos tipos de conocimiento: relaciones de ideas (proposiciones necesarias como las de la lógica y las matemáticas) y cuestiones de hecho (dependen de la experiencia y nunca son absolutamente ciertas). Critica el principio de causalidad, ya que no se puede demostrar racionalmente que un evento cause otro. No es una relación de ideas porque la conexión entre causa y efecto no es lógica, ni es una cuestión de hecho, pues no tenemos impresión directa de la conexión. La causalidad es una costumbre mental, basada en la repetición. El conocimiento científico no es absoluto, sino probable.

Hume critica los métodos tradicionales del conocimiento. Rechaza el método deductivo, ya que solo es válido en las relaciones de ideas y no en el conocimiento de la realidad. Cuestiona el método inductivo, pues no hay justificación racional para asumir que el futuro será como el pasado; confiamos en ello por hábito. Esta visión escéptica tiene consecuencias metafísicas: Hume niega la posibilidad de conocer sustancias como Dios, el alma o el mundo, ya que no tenemos impresiones directas. Rechaza la idea de sustancia.

En el ámbito religioso, refuta los intentos de demostrar la existencia de Dios. Critica los argumentos a priori, como el ontológico de San Anselmo, porque la existencia no puede deducirse del pensamiento. Rechaza los argumentos a posteriori, como las pruebas de Santo Tomás, porque la causalidad no es un fundamento válido. Si Dios fuera perfecto, el mundo no debería presentar imperfecciones. Hume niega la posibilidad de un conocimiento racional de Dios, inclinándose hacia el ateísmo o agnosticismo.

En definitiva, Hume lleva el empirismo a su límite y establece que el conocimiento humano se basa en la experiencia. Su crítica a la causalidad desafía la idea de ciencia como conocimiento seguro, pero su propuesta del hábito y la probabilidad permite un enfoque práctico. Su rechazo a la metafísica y a la religión lo convierten en un pensador revolucionario, influyendo en el escepticismo moderno y el positivismo.

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