Periodo gnoseologico filosofia

Separación de la vía revelada y de la vía racional


 En el mundo cristiano, por tanto, se va llegando a la conclusión de que no se puede confundir los asuntos, intereses y modos de investigación de la fe con los de la razón. Ambas, razón y fe conducen a resultados diferentes y contrapuestos y, por consiguiente, el empeño de síntesis parece insostenible.En este sentido se hicieron dos propuestas:1.AVERROISMO LATINO: la razón y la fe no son incompatibles, se trata de fuentes diferentes de conocimiento y pueden llegar a resultados dispares, pero esto no importa porque también se ocupan de asuntos diferentes (orden natural/orden sobrenatural respectivamente). También se conoce como teoría de la doble verdad.2.STO. TOMÁS: la razón tiene un papel autónomo en algunos temas y es capaz de estudiarlos adecuadamente, pero en otros, como el conocimiento de Dios, sus atributos, etc., posee limitaciones insuperables. Es decir, partiendo de los sentidos y usando la razón no podemos llegar a conocer las verdades de la fe. Para ir más allá de esos límites, para saber sobre la naturaleza de Dios y el destino humano hay que creer, sólo se puede tener un conocimiento adecuado de todo ello a través de la revelación divina. La razón, en todo caso, sirve para defender, ordenar y esclarecer los contenidos de la fe (Teología natural), pero si la razón llegase a alguna conclusión contraria a la fe, ésta actuaría de norma externa y predominaría su dictamen.

Autonomía de la religión y de la Teología


Las denuncias constantes acerca del peligro para la fe de ser racionalizada y de que la Teología estaba siendo contaminada de metafísica griega e islámica, con el reto de la filosofía aristotélica y la constatación de incompatibilidades, cobran nueva fuerza. Y así se producirá un resurgimiento del misticismo, como le pasó a Algacel. Ockham era un teólogo y, al defender la autonomía fe-razón, su propósito principal era salvaguardar la omnipotencia divina y la pureza de la fe. Pero, aún sin pretenderlo, al hacer hincapié en la autonomía de la fe, el resultado paralelo fue que se deja el campo abierto a la investigación racional.

Autonomía de la razón: de la filosofía y la ciencia


Reconocida la relativa autonomía de la razón y la relativa legitimidad de sus investigaciones, era natural que, con el tiempo, ésta acabara haciendo su propio camino y se resistiese a ser sólo una «sirvienta» de la teología. Lo mismo sucedió con la investigación de la naturaleza. La naturaleza ya no es un mero «vestigio de Dios», del que no vale la pena estudiar sus leyes y regularidades. De modo que se deja campo libre a la razón y a la investigación natural. En este sentido el nominalismo de Ockham (del que diremos algo a continuación) favoreció el ambiente adecuado en el que surgirá la nueva ciencia de Kepler y Galileo. Ahora, la verdad no será un reflejo de Dios, sino que será el producto de la relación entre el hombre y las cosas, mediante la investigación de éstas últimas. Ahora, también, tiene sentido la experimentación, puesto que una hipótesis será falsa si se comprueba empíricamente que lo es, y no si está de acuerdo con los dictados de la fe. Por ejemplo,  que «la tierra se mueve».El nominalismo que decíamos, constituye el ambiente filosófico emergente del s. XIV, que reivindicaba el valor de lo empírico, lo concreto y lo individual. Para Ockham hay conceptos universales pero sin fundamento real. Lo que existe son los individuos: cada individuo tiene una esencia individual y única; lo que ocurre es que algunos seres individuales se parecen entre sí y por eso la mente tiende a formar conceptos. Es famosa la llamada «Navaja de Ockham«: «no hay que multiplicar los entes sin necesidad». No hace falta echar mano de potencias, principios, como el principio de causalidad que sólo podemos suponer, ni esencias que sólo podemos postular, etc., basta con la observación de los individuos concretos. Comprenderéis, de este modo, que suela decirse con frecuencia, como hemos dicho, que el nominalismo propicia el caldo de cultivo favorable al nacimiento de la CIENCIA MODERNA: lo que tiene importancia para el conocimiento es lo particular, lo observable, y por otro lado, como el universo no responde a esencias universales, sino que tiene una naturaleza fáctica, sólo nos queda investigarlo, y en principio, cualquier hipótesis es válida. Ninguna autoridad lo impide.

RENACIMIENTO| La búsqueda de la claridad y simplicidad
 Estos son los ideales que se van imponiendo. En definitiva, se trata del ideal de la precisión, que está en la base de la ciencia y la técnica modernas pero que irradiaba toda la nueva cultura que empezaba. «Del mundo del «poco más o menos», (se pasa) al universo de la precisión» (A. Koyré). En la baja Edad media bastaba una aproximación cualitativa a los fenómenos, pero ahora, frente a la ambigüedad de lo cualitativo que no puede calibrarse con exactitud matemática, aparece la obsesión por lo preciso. Sin precisión, sin claridad numérica no hay ciencia que valga. Por otro lado, como ocurre en una demostración matemática o lógica, cuanto más simple es una explicación, más bella y más cierta es. Si se quiere entender correctamente los fenómenos naturales, hay que saber matemáticas, porque en este tipo de caracteres está escrito el libro de la naturaleza, dirá GALILEO. Y esa era también la razón, que era una descripción más simple del sistema planetario  que las anteriores, por la cual supuso COPERNICO que la Tierra giraba en torno al Sol. ¡Fuera «discusiones bizantinas», fuera construcciones abstractas! (así lo mandaba ya la recomendación incluida en la famosa «navaja de Ockham»). Ver claro y simple, aunque sea reduciéndolo casi todo a matemática, es la salida a la ofuscación y la perplejidad, en que se encuentra sumido el hombre europeo en el final de una cultura medieval que agoniza. Ya veréis como esta exigencia se convierte en regla para el conocimiento cierto en DESCARTES.Estos mismos ideales son los que se perseguían también en el terreno de la praxis. Es más, los primeros experimentadores no son letrados sino gente dedicada a tareas prácticas: arquitectos, artistas, comerciantes (¡quién no recuerda a LEONARDO DA VINCI!). Los primeros que utilizan las matemáticas para aplicarlas a lo real son ellos: así, en las operaciones mercantiles sólo interesa el aspecto cuantitativo de los objetos; de la mima manera, en los talleres artesanos y artísticos se empezó a utilizar el cálculo matemático de manera generalizada, incluso antes que en la ciencia. Por lo que el resurgimiento que se produce en esta época del platonismo y del pitagorismo sólo vino a ofrecer una base teórica a aquello que ya se venía practicando; y lo mismo ocurrió respecto a la ciencia física. La revolución científica estuvo precedida por la revolución económica y mercantil de la burguesía naciente (en la que predominaba la mentalidad del trabajo, la contabilidad racional, el ahorro…). En gran medida, la ciencia vino a desarrollarse en función de su capacidad para resolver problemas técnicos. Problemas como el de calcular la trayectoria de un proyectil para acertar en el blanco, están en la génesis de la mecánica clásica. De la misma manera, el orden en las operaciones que necesita establecer el contable para cuadrar un balance, no es muy diferente del orden que exige otra de las reglas del método de DESCARTES.

La vuelta a los «clásicos»


De este modo se entiende habitualmente, como decíamos, el humanismo renacentista, como un movimiento artístico, cultural, literario, que se autoimpone la vuelta a los «verdaderos» clásicos. Por ellos sustituyen la autoridad de la Biblia y la Iglesia. Se declaran antiescolásticos y antimedievales. Se traducen filósofos y científicos clásicos (Euclides, Pitágoras, Arquímedes) con el objetivo de rescatar en sus textos todo aquello que había sido ocultado, viciado, deformado por las interpretaciones oficiales de la Iglesia. La caída de Constantinopla facilitó precisamente este conocimiento de los filósofos «originarios», el «verdadero» Platón, el «verdadero» Aristóteles, a través de los sabios bizantinos asentados en Florencia.

Las consecuencias de la revolución científica para la racionalidad humana


 Si analizamos las consecuencias del desarrollo de la Nueva Ciencia a la luz de la historia de la filosofía podemos decir, EN PRIMER LUGAR, que significó un extraordinario impulso del racionalismo (de la actitud racionalista en sentido genérico), es decir, aquella doctrina que se caracteriza por subrayar la importancia de lo racional frente a lo emotivo y la preponderancia de la razón frente a los sentidos a la hora de conocer el mundo. De manera que, ya en la filosofía griega habría habido filosofías racionalistas, y casi podría decirse que este sería un rasgo peculiar de la filosofía occidental, como mencionamos en otro momento. En la Modernidad, sin embargo, la capacidad de la razón humana posee un uso propio y es entendida de una manera peculiar y genuina. Por un lado, destaca lo que en filosofía llamamos  idealismo gnoseológico, que estudiaremos a continuación. Y por otro lado, destaca no menos, la autosuficiencia y autonomía teórica y práctica de la razón: ésta se desliga de toda autoridad, ya sea la tradición, la Iglesia, como hemos visto, o incluso puede llegar a desechar los datos de los sentidos cuando no sean acordes con la razón (como GALILEO hará en más de una ocasión). Leed si no este texto suyo:»Si la experiencia muestra que las propiedades que hemos deducido encuentran confirmación en la caída libre de los cuerpos, podemos afirmar, sin riesgo de error, que el movimiento concreto de caída es idéntico a éste que nosotros hemos definido y supuesto; si no es éste el caso, nuestras demostraciones, que se aplicaban a nuestra sola hipótesis, nada pierden de su fuerza y su valor, del mismo modo que las proposiciones de Arquímedes sobre la espiral no tienen menos valor porque en la naturaleza no exista un cuerpo al que poder atribuir un movimiento en espiral». 

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