SI EL TEXTO DEL COMENTARIO ES DEL LIBRO VI:Este fragmento pertenece a “La República”, diálogo del periodo de madurez de Platón que se centra en la descripción del Estado ideal. Tras buscar una definición de la justicia en los primeros libros, Platón trata de establecer en los siguientes cómo es posible constituir un Estado ideal en el que reine absolutamente la justicia. Platón llegará a la conclusión de que sólo es posible un Estado justo si gobiernan los más sabios, es decir, los filósofos. A continuación, Platón describe las cualidades que deben tener esos filósofos-gobernantes y el tipo de educación apropiado para su desarrollo.
El libro VI, que es al que pertenece el fragmento del comentario, tiene como asunto central el símil de la línea, alegoría con la que Platón explica los grados de ser y las correspondientes clases de conocimiento.
Propone que se tome una línea y se divida en dos segmentos: uno de ellos representa el mundo visible, y el otro el mundo inteligible, que son los dos ámbitos de realidad que se establecen en la ontología dualista de Platón:
– El mundo inteligible: en el que se hallan ordenadas jerárquicamente las ideas, que son realidades universales, simples, incorruptibles, eternas e invisibles. Las Ideas platónicas no son las ideas mentales, son entidades objetivas que existen de una forma independiente de nuestra mente: son modelos universales y perfectos de todo lo que existe. Sólo sabemos de su existencia no a través de los sentidos sino a través de la razón.
– El mundo sensible: en el que habitan las cosas particulares, compuestas, corruptibles, perecederas y visibles. Las entidades que lo integran se encuentran en el tiempo y en el espacio, es decir, poseen una extensión, y además se encuentran sometidas a un perpetuo cambio por el cual dejan de ser lo que son y pasan a ser otra cosa. Es el mundo que podemos percibir por los sentidos.
Las múltiples cosas sensibles son “imágenes” de las respectivas ideas, y estas, causas o principios de aquellas; por ejemplo, la belleza de una cosa concreta es una “imagen” de la idea de lo bello en sí, que, a su vez, es causa de la belleza de esa cosa.
Las cosas sensibles particulares de este mundo y las ideas están por completo separadas. Las ideas son trascendentes a este mundo, mientras que las cosas sensibles, “imágenes” correlativas de aquellas, son inmanentes.
Para explicar esta relación Platón hace aparecer un ser de carácter mítico, el Demiurgo, que realiza la labor de ser intermediario entre los dos mundos. El Demiurgo transporta el orden jerarquizado del mundo de las Ideas al mundo sensible. Para hacer esto capta con la mente el mundo de las Ideas, tras lo cual traslada la perfección y el orden de ese mundo al mundo sensible haciendo imágenes en el espacio de las Ideas del mundo inteligible. No es un dios creador, sino un dios ordenador, que, contemplando las ideas, conduce lo visible del desorden al orden. El Demiurgo tiene un cierto parecido con el nous de Anaxágoras.
Platón no es claro al explicar cómo se produce ese proceso, a veces usa la palabra “copia”, otras dice que lo sensible “participa” del mundo de las Ideas. La diferencia entre ambas alternativas es que en la participación, algo del mundo de las Ideas estaría en las cosas que participarían de ella; en el caso de la copia no habría parte del mundo de las Ideas en las cosas sensibles.
La doctrina de las ideas de Platón es su respuesta a la idea de Heráclito del flujo continuo y eterno de la realidad y al relativismo moral de los sofistas:
– Ante la filosofía heraclítea, Platón postula la existencia de las ideas por razones epistemológicas: si todas las cosas sensibles cambian continuamente, entonces resulta imposible la ciencia (episteme) acerca de ellas.
– En el ámbito moral, la existencia de un solo mundo sensible y cambiante conduce al relativismo de los sofistas, para quienes cada hombre es la medida de todas las cosas. Como consecuencia, lo moralmente bueno para uno puede resultar malo para otro, y viceversa. Platón combatirá el convencionalismo de los sofistas con la doctrina de las ideas.
En el símil de la línea, cada uno de esos dos segmentos se divide a su vez en otros dos, con lo que la línea queda dividida en cuatro subsegmentos, que se corresponden con las distintas clases de conocimiento:
1. Mundo visible o sensible: al conocimiento del mundo sensible lo llama en conjunto “opinión”: a) El primer subsegmento comprende todas las imágenes: sombras y figuras que se forman sobre la superficie del agua o de objetos brillantes. El conocimiento derivado de imágenes se llama “imaginación”. b) El segundo subsegmento está conformado por las cosas que proyectan o producen las imágenes: animales, plantas y toda manufactura. El conocimiento de estos objetos se llama “creencia”.
2. Mundo inteligible: al conocimiento del mundo inteligible lo llama en conjunto “intelección”: a) El primer subsegmento incluye los objetos de la matemática y de la geometría, cuyo conocimiento requiere necesariamente el auxilio de figuras visibles o imágenes y de hipótesis que funcionan como principios. El conocimiento alcanzado con las matemáticas y la geometría se llama “pensamiento discursivo racional”. b) En el segundo subsegmento reside la Idea de Bien, cuyo conocimiento no necesita de hipótesis. Este conocimiento supremo y verdadero se llama “inteligencia”. Es el saber absolutamente verdadero sobre la verdad suprema.
Este conocimiento supremo y verdadero sólo se alcanza a través de la dialéctica, que implica “recorrer” completamente un camino hacia arriba y un camino hacia abajo: de lo particular a lo universal y necesario, y vuelta de lo universal y necesario a lo particular. Estos dos movimientos son lo que hoy denominamos, respectivamente, “inducción” y “deducción”.
La dialéctica toma las hipótesis como peldaños que conducen a lo no hipotético: el principio de todo, las Ideas. Después de aprehender las “Ideas en sí”, debe volverse atrás, y descender, de una idea a otra sin auxilio de lo sensible. El fin de este descenso es la aprehensión, diríamos, de las “Ideas en las cosas”, es decir, la captación del aspecto inteligible de las cosas sensibles.
Para explicar este proceso gradual de adquisición del conocimiento Platon utiliza otro mito que es el de la caverna, con el que mediante imágenes cómo es la naturaleza humana respecto de la posesion de conocimiento proporcionado por una educación integral.
Esta concepción del conocimiento se justifica desde su antropología dualista.
El ser humano es un compuesto separable de cuerpo y alma. Pero esta composición es pasajera, pues el alma, que tiene una parte inmortal, tras la muerte se libera del cuerpo, cuyo destino es la corrupción.
El cuerpo y el alma participan, respectivamente, de las características de los dos tipos de realidad distinguidos por Platón, el mundo sensible y el mundo inteligible. El alma tiende hacia lo que más se asemeja a ella y es divino, las ideas; y el cuerpo hacia lo propio, lo material y corruptible, el mundo sensible. Por tanto, el alma humana sólo podrá “contemplar” o “percibir” aquello a lo que se asemeja (las ideas) mediante el poder de razonamiento del pensamiento; en cambio, el cuerpo lo hará a través de la vista, el oído, el tacto, el gusto y el olfato.
Una vez que el alma se encarna en un cuerpo, no será extraño, pues, que debido a su indeseable relación con los sentidos, cuando deba considerar cualquier cosa, se vea arrastrada por aquel hacia lo compuesto, alterable, particular y visible. Entonces, el alma se extravía.
El hombre, según Platón, fue ensamblado y modelado con dos géneros de alma: inmortal y mortal. El alma inmortal, cuya actividad es la razón (alma racional), está localizada en la cabeza. Sólo con esta parte inmortal del alma podemos aspirar a contemplar lo divino y eterno, las ideas.
El género mortal tiene una parte mejor y otra peor. La parte mejor o ánimo (alma irascible) participa de la valentía y el coraje. La parte peor (alma concupiscible) se caracteriza por el apetito de comidas, bebidas y todo lo que necesita la naturaleza del cuerpo.
La parte mejor del alma mortal, el ánimo, escucha al alma racional (inmortal) para doblegar violentamente a la parte apetitiva cuando esta pretende desoír la orden y la razón que procede del alma inmortal. Platón compara las tres partes del alma de los seres humanos con un conjunto de un carro alado tirado por dos caballos y dirigido por un auriga. Uno de los caballos, blanco, es hermoso y bueno (irascible); el otro, negro, es feo y desobediente (concupiscible). El auriga (razón), por tanto, en muchas ocasiones tendrá grandes dificultades para conducir el carro rectamente.
Platón sostiene que el alma existe antes que el cuerpo. Para probar la preexistencia del alma, propone la doctrina de la anamnesis o reminiscencia: aprender es recordar lo que el alma conocía antes de encarnarse en el cuerpo, momento en el que lo olvida. Ahora bien, esto sólo es posible si el alma de cada uno de nosotros existía ya en alguna parte con anterioridad a su coexistencia con nuestro cuerpo.
SI EL TEXTO DEL COMENTARIO ES DEL LIBRO VII:Este fragmento pertenece a “La República”, diálogo del periodo de madurez de Platón que se centra en la descripción del Estado ideal. Tras buscar una definición de la justicia en los primeros libros, Platón trata de establecer en los siguientes cómo es posible constituir un Estado ideal en el que reine absolutamente la justicia. Platón llegará a la conclusión de que sólo es posible un Estado justo si gobiernan los más sabios, es decir, los filósofos. A continuación, Platón describe las cualidades que deben tener esos filósofos-gobernantes y el tipo de educación apropiado para su desarrollo.
El libro VII, que es al que pertenece el fragmento del comentario, tiene como asunto central el mito de la caverna, alegoría con la que Platón explica cómo es la naturaleza humana respecto de la posesión de conocimiento proporcionado por una educación integral o su carencia.
En el mito se relata que en el fondo de una gruta unos esclavos permanecen encadenados desde niños de tal manera que sólo pueden mirar a la pared que tienen enfrente.
A la espalda de estos esclavos, ascendiendo hacia el exterior, y tras un muro, pasan en fila unos hombres portando sobre sus cabezas objetos de todo tipo. Y más arriba, arde un fuego, que proyecta las sombras de los objetos que llevan los porteadores sobre la pared de la que los esclavos no pueden apartar la mirada.
La liberación de uno de los esclavos supone el inicio de un difícil ascenso hacia el exterior de la gruta. Al salir descubrirá los objetos que proyectaban las sombras que tomaba por la realidad, aunque todavía considerará estas más verdaderas que los objetos mismos.
Por último, ya en el exterior de la caverna, la luz del Sol le producirá un dolor instantáneo en los ojos que lo obligará a acostumbrar su mirada poco a poco, primero a ver las imágenes de las cosas reflejadas en las aguas, luego las cosas mismas, después los astros del cielo y la noche. Finalmente, contemplará directamente el Sol.
Pero el esclavo no puede quedarse contemplando el Sol. Debe iniciar el descenso junto con sus compañeros, y tratar de compartir la iluminación de su conocimiento. Pero lo tomarán por loco, se mofarán de él, y tratarán de asesinarlo cuando intente convencerlos de que el conocimiento que poseen es falso.
Para interpretar este mito es necesario leerlo a la luz del dualismo platónico tanto ontológico como antropológico.
– La doctrina de las ideas de Platón instaura una ontología dualista que diferencia dos mundos o realidades separadas: · El mundo inteligible: en el que se hallan ordenadas jerárquicamente las ideas, que son realidades universales, simples, incorruptibles, eternas e invisibles. Las Ideas platónicas no son las ideas mentales, son entidades objetivas que existen de una forma independiente de nuestra mente: son modelos universales y perfectos de todo lo que existe. Sólo sabemos de su existencia no a través de los sentidos sino a través de la razón. · El mundo sensible: en el que habitan las cosas particulares, compuestas, corruptibles, perecederas y visibles. Las entidades que lo integran se encuentran en el tiempo y en el espacio, es decir, poseen una extensión, y además se encuentran sometidas a un perpetuo cambio por el cual dejan de ser lo que son y pasan a ser otra cosa. Es el mundo que podemos percibir por los sentidos.
Las múltiples cosas sensibles son “imágenes” de las respectivas ideas, y estas, causas o principios de aquellas; por ejemplo, la belleza de una cosa concreta es una “imagen” de la idea de lo bello en sí, que, a su vez, es causa de la belleza de esa cosa.
– Su antropología es igualmente dualista, el ser humano es un compuesto separable de cuerpo y alma. Pero esta composición es pasajera, pues el alma, que tiene una parte inmortal, tras la muerte se libera del cuerpo, cuyo destino es la corrupción.
El hombre, según Platón, fue ensamblado y modelado con dos géneros de alma: inmortal y mortal. El alma inmortal, cuya actividad es la razón (alma racional), está localizada en la cabeza. Sólo con esta parte inmortal del alma podemos aspirar a contemplar lo divino y eterno, las ideas.
El género mortal tiene una parte mejor y otra peor. La parte mejor o ánimo (alma irascible) participa de la valentía y el coraje. La parte peor (alma concupiscible) se caracteriza por el apetito de comidas, bebidas y todo lo que necesita la naturaleza del cuerpo. La parte mejor del alma mortal, el ánimo, escucha al alma racional (inmortal) para doblegar violentamente a la parte apetitiva cuando esta pretende desoír la orden y la razón que procede del alma inmortal.
En correspondencia con esta estructura tripartita del alma, Platón, al diseñar su ciudad ideal, establece una organización social dividida en tres clases:
– Productores: son los encargados de poner a disposición de los demás lo necesario para la supervivencia (agricultores, cazadores, pescadores, comerciantes) y una vez garantizada esta, procuran el bienestar (músicos, poetas, ayas, bailarines).
– Guardianes: su función es defender la ciudad de invasores y controlar los conflictos internos que pudieran darse dentro de la ciudad. Son los individuos más rápidos, valientes, fuertes, y, aunque suene extraño, los mayores amantes de la verdad. Su educación incluirá básicamente matemáticas, aritmética, geometría, armonía y astronomía.
– Gobernantes: Los mejores de la clase de los guardianes seguirán una educación complementaria en dialéctica que les prepara para ser gobernantes filósofos tras acceder al conocimiento de la Idea de Bien. Platón los llamará “guardianes perfectos” para diferenciarlos del resto de los guardianes, denominados “guardianes auxiliares”. Tras ascender hasta la contemplación de la Idea de Bien, los “guardianes perfectos” están obligados a descender al mundo sensible, y “mancharse las manos” con las cosas de éste.
La relación entre las partes del alma y las clases de la ciudad sería la siguiente: los gobernantes filósofos serían como la razón de la ciudad, y la razón sería como los gobernantes filósofos del alma; los guardianes serían como el ánimo de la ciudad, y el ánimo sería como los guardianes del alma; los productores serían como el apetito de la ciudad, y el apetito sería como la clase productiva del alma
La ciudad utópica que Platón funda será buena si en ella se dan una serie de virtudes que son la sabiduría práctica o prudencia, la valentía, la templanza y la justicia.
– La sabiduría práctica o prudencia reside en la clase de los guardianes perfectos. Y si ellos son prudentes, la ciudad entera será prudente.
– La valentía reside en la clase de los guardianes auxiliares o militares. Del mismo modo, si los auxiliares son valientes, la ciudad entera será valiente.
– Y la templanza, que es un orden y control o mando sobre los placeres y los apetitos, no reside en ninguna clase en concreto sino que se extiende por toda la ciudad. Impera la templanza si existe armonía entre lo inferior y lo superior respecto de quiénes deben ser gobernantes y quienes deben ser gobernados.
Ahora bien, una ciudad sabia, valiente y templada será virtuosa, si además es justa. ¿En qué consiste? La respuesta de Platón es que cada uno haga aquello para lo que está preparado. Dicho de otro modo, la justicia es el ajuste perfecto de las partes desempeñando la función que propiamente les corresponde.
Respecto a la forma de gobierno más recomendable para su ciudad ideal, Platón considera que han existido hasta la fecha cinco formas distintas de gobierno, originándose unas a partir de la degeneración de otras:
La mejor de todas es la monarquía o la aristocracia (gobierno de los mejores) que es la forma más perfecta e ideal de gobierno. La decadencia de este régimen da lugar a la timocracia (gobierno de los que tienen honor), en la que predomina la clase militar. Este régimen no es aún malo, pero da paso a la oligarquía (gobierno de los pocos), en la que una pequeña minoría ambiciosa ostenta el poder y oprime a sus conciudadanos, los cuales, cansados del continuo abuso, terminan por acabar con los explotadores y se hacen con el poder dando lugar a la democracia. En la democracia (gobierno del pueblo) la masa no está preparada para gobernar, por lo que se produce tal desorden que el más violento de todos termina por erigirse en tirano, dando lugar a la tiranía y suprimiendo la libertad. La tiranía es el gobierno más injusto de todos y el grado más bajo y degenerado que puede darse entre las formas de gobierno.