¿Por qué para Marx sólo la mercancía fuerza de trabajo puede generar plusvalía?

VALOR

En la introducción al El Capital, se plantea el estudio de la mercancía por ser ésta la forma elemental de riqueza en el sistema capitalista.
Y el dinero es el equivalente general, la mercancía, donde el resto de las mercancías expresan su valor, el espejo donde todas las mercancías reflejan su igualdad y su proporcionalidad cuantitativa.

Así, en toda mercancía, Marx distingue su valor de uso y su valor de cambio.
El valor de uso es el valor que un objeto tiene para satisfacer una necesidad. Este concepto se refiere a los rasgos de las cosas gracias a los cuales nos son útiles para la satisfacción de cualquier tipo de necesidad, desde las más biológicas como comer, hasta las más espirituales como las que se refieren al ocio y el mundo de la cultura. El valor de uso es la utilidad que, en virtud de sus propiedades, tiene una mercancía, para satisfacer determinadas necesidades.

El valor de cambio de esa misma mercancía es la proporción cuantitativa por la que se cambia. Es el valor que un objeto tiene en el mercado, y se expresa en términos cuantitativos, medidos por el dinero. Este valor de cambio no atiende a la naturaleza misma de la mercancía, sino al valor que ésta tiene en el mercado; es el valor monetario de la mercancía, el cual depende de muchas circunstancias exteriores, principalmente de la escasez o abundancia de la mercancía. Es decir, el valor de cambio está sujeto a la ley de la oferta y la demanda y, por tanto, fluctúa constantemente.


Marx, además, plantea como rasgo peculiar de la sociedad capitalista el que en ella la fuerza de trabajo es también una mercancía: dado que el productor (trabajador) no dispone de otro recurso para obtener bienes y medios para su subsistencia,  debe poner la fuerza de su trabajo en el mercado. Del mismo modo que en el mercado las mercancías están sometidas a las fluctuaciones del mercado, básicamente por las leyes de la oferta y la demanda, la fuerza de trabajo tiene también un precio determinado por las mismas leyes.

La fuerza de trabajo tiene un valor de cambio (el sueldo que recibe el trabajador) y un valor de uso (su valor para producir otras mercancías). A su vez, estas mercancías creadas por dicho trabajo tienen, claro está, valor de uso y valor de cambio, pero el valor de cambio que éstas tienen siempre es superior al valor de cambio que tiene la fuerza productiva que las ha creado (al salario).

Marx experaba que las propias contradicciones del capitalismo llevaran a este modo de producción a su final, pues, como cualquier otro modo de producción, también el capitalismo tiene una existencia transitoria. La desigualdad, la caída de los salarios y la miseria obrera aumentarán y, con ellas, las tensiones sociales.


Plusvalía

Toda la filosofía de Marx estuvo orientada a analizar la situación de la sociedad que le tocó vivir para influir en su transformación. Este objetivo pasa necesariamente por la crítica de la economía política, verdadera anatomía de las sociedades burguesas. Así que llevado por su afán de devolver al hombre su dignidad, Marx se ve en la necesidad de hacer un profundo estudio de la ciencia económica; dicho estudio no es ni más ni menos que su gran obra: El Capital.

Marx considera que el valor de cambio se presenta como un valor relativo y exterior a las mercancías, que supera al valor de uso. Pero, ¿a qué se debe este hecho? ¿qué es lo que determina que el valor de cambio sea superior al valor de uso? Este hecho, piensa Marx, sólo aparece en el sistema capitalista, sistema que supone una transformación del esquema de producción preindustrial. En el esquema preindustrial, el ciclo de la forma de intercambio tiene como punto de partida una mercancía y como punto de llegada otra mercancía. Responde a la fórmula M-D-M. Aquí el dinero es sólo un signo de intercambio universal. Por el contrario, en el esquema capitalista, el dinero, que no era más que un simple medio, pasa a ser fin en sí mismo.

Para obtener esta plusvalía, el capitalista compra, por un lado, maquinas y materias primas y, por otro lado, la fuerza de trabajo. ¿Cómo es posible que el capitalismo obtenga esa plusvalía? Siendo los costes de las materias primas y de las maquinas, así como su mantenimiento, más o menos constantes, la clave para la obtención de la plusvalía está en el trabajo del obrero. El capitalista descubre que este trabajo se puede comprar a un precio inferior al de la mercancía, pudiendo así obtener mayores beneficios. El trabajo se convierte de este modo en una mercancía más sujeta a la ley de la oferta y la demanda.


Marx denuncia esta situación poniendo de manifiesto como la sociedad capitalista, reduce al trabajador a costes, a mercancía, a medio para conseguir ganancia: el capitalismo degrada al hombre hasta convertirlo en un mero factor de producción y por ello hay que terminar con aquel sistema de producción que hace de lo humano un engranaje más de la maquinaria industrial.

La propuesta del marxismo es la desaparición de la plusvalía, es la idea de que el valor del objeto producido por el productor vuelva a éste; bien sea porque los beneficios se reparten directamente entre todos los obreros, como ocurre en la interpretación cooperativista del socialismo, bien sea porque el Estado los restituye indirectamente al productor en la forma de otros bienes de los que puede disfrutar (carreteras, educación y sanidad gratuitas, subsidios de desempleo, o de vejez, …), como es el caso de la interpretación más estatalista.


TRABAJO

El punto central de la teoría marxiana es la consideración del trabajo como la fuente principal de riqueza, pero rechaza el trabajo tal y como lo presenta la sociedad capitalista, que con la propiedad privada arrebata al trabajador la riqueza que su propio trabajo genera. Como consecuencia, Marx reivindica que el único propietario de esta riqueza debe ser el trabajador.

Así, Marx ve en la propiedad privada la fuente principal de todos los males al permitir al empresario disponer de los medios de producción de forma que al obrero sólo le queda su fuerza de trabajo, expropiada del mismo fruto que produce. Pero también lo son las leyes del mercado, la oferta y la demanda, que obligan a abaratar los costos de producción para poder competir.

Es preciso darse cuenta de que para Marx la noción de trabajo va más allá de su dimensión puramente económica y se convierte en una categoría antropológica: «Podemos distinguir al hombre de los animales por la conciencia, por la religión o por lo que se quiera.

Marx caracteriza al hombre como un ser dotado de un “principio de movimiento”, principio que determina su impulso para la creación, para la transformación de la realidad. El hombre no es un ser pasivo sino activo, y el trabajo o la actividad personal la expresión de sus capacidades físicas y mentales, el lugar en donde el hombre se desarrolla y perfecciona (más exactamente, donde se debería desarrollar y perfeccionar); de ahí que el trabajo no sea un mero medio para la producción de mercancías sino un fin en sí mismo y que pueda ser buscado por sí mismo y gozado.


ducir con su propias manos su medios de subsistencia. La raíz última de la vida humana está en el trabajo.

Con esta afirmación Marx se enfrenta a la visión tradicional de la filosofía occidental, según la cual, la fuerza fundamental del hombre es la razón. Marx piensa, en cambio, que lo que realmente distingue al hombre es su capacidad de producir, el trabajo.

Dada esta comprensión de la naturaleza humana como la de un ser que sólo puede encontrar su perfección en el trabajo, no es extraño que el tema central de la filosofía marxiana sea la transformación del trabajo sin sentido, enajenado, del trabajo como un mero medio, en un trabajo enriquecedor, en un trabajo libre.

Es en la revolución industrial donde cambia la forma de entender el trabajo. La revolución industrial concentró los medios de producción hasta entonces dispersos y transformó las bases técnicas de la producción, acabó con el feudalismo y abríó paso al capitalismo. Y como la esencial o propio del sistema capitalista es el intercambio.

Así pues, a diferencia de las anteriores formas de explotación –esclavista y feudal–, la explotación capitalista aparece disfrazada. La transacción mediante la cual el obrero asalariado vende su fuerza de trabajo al capitalista es, a primera vista, un contrato entre personas jurídicamente iguales. Sin embargo, la operación de compraventa de fuerza de trabajo no es más que la forma externa que esconde la apropiación por el empresario del trabajo no retribuido del obrero. La fuerza-trabajo, productora de las mercancías, se cambia y se compra como otra mercancía cualquiera y obedece a las mismas leyes del mercado, olvidando que detrás de ellas hay un hombre, con su familia: el proletario.


CAPITAL

En la sociedad capitalista (así comienza el volumen) la mercancía no cuenta por su valoración social: se ha convertido en un objeto abstracto, un fetiche. De modo particular, el dinero «que refleja sobre una mercancía sus relaciones con todas las demás» se apodera del alma humana y la tiraniza como un demonio. El dinero es el que compra a los hombres y el trabajo de éstos.

Para el capitalista, el dinero debe multiplicar dinero. También el dinero invertido en los salarios se multiplica, o sea, que la fuerza humana adquirida produce al capitalista una plusvalía, además del valor con que la paga. En manos del capitalista la plusvalía se convierte en nuevo capital:
Así se obtiene la acumulación. Ésta, por un proceso cuyas varias fases analiza Marx en la obra, conduce a la concentración de los capitales y a la centralización, hasta que el capitalismo cae en un círculo vicioso. He aquí cómo se sintetiza en el pensamiento de Marx el círculo cerrado del sistema capitalista: en la competencia de la producción vence el precio más bajo; el precio más bajo es el resultado de un alto rendimiento de trabajo, y éste se resuelve en máquinas más poderosas y en talleres más perfeccionados, y por tanto en un capital mayor; de aquí la necesidad de acumular a ritmo creciente;

En tanto, crece la masa de obreros desocupados, de manera que las posibilidades de consumo decrecen, mientras por otra parte aumentan las mercancías en el mercado. Entonces es menester, para que los parados vuelvan a consumir, ocuparlos en nuevas ramas de la industria, o desarrollar las que ya existen.


El círculo vicioso queda cerrado. De cuando en cuando el círculo se interrumpe; con los almacenes repletos, y las salidas cerradas, el mercado ya no acepta nada; quiebras, obreros sin trabajo, revueltas de los hambrientos: crisis. Tal es el círculo vicioso del sistema capitalista; pero éste, como el sistema de que es expresión, ha tenido también su punto de partida. Al origen del capitalismo corresponde el origen de la acumulación, pecado original de la economía política.

El proceso alcanza tales extremos que, en un momento dado, el número de los capitalistas es muy pequeño y se vuelve amenazadora para ellos la masa de la miseria que, en el polo opuesto, se organiza, se une y se subleva. Es el propio desarrollo del mecanismo capitalista el que anima esta masa; en efecto, el monopolio del capital se torna un impedimento hasta para los métodos de producción surgidos del mismo capitalismo.

El segundo volumen describe minuciosamente el funcionamiento del mercado, del cual son esclavos los capitalistas; pero éstos, para disminuir los riesgos de los caprichos del mercado, se ayudan recíprocamente, fundan las bancas y adoptan medidas de seguridad. Así los fenómenos caóticos acaban por regularizarse, y el capitalista consigue vivir más seguro en su propio edificio. Pero mientras tanto el mecanismo se ha complicado, y el capitalista, a pesar de seguir obteniendo la plusvalía sólo de su actividad de industrial, asume nuevas funciones: se convierte en comerciante, mediador, banquero, latifundista. Aunque la sociedad clasista ha sido una constante en toda la historia de la humanidad, vemos como para Marx, es en el capitalismo moderno donde adquiere un refinamiento más sofisticado, traducido en la acentuación de las desigualdades entre la superabundancia de unos y la pobreza más absoluta de otros.


Karl Heinrich Marx nacíó el 5 de Mayo de 1818 en Tréveris, ciudad de la Prusia renana (a la que también pertenecían Bonn y Colonia) .Marx terminaría sus estudios en 1841, con una tesis doctoral sobre la filosofía de Epicuro. En Berlín entró en contacto con los llamados «Jóvenes hegelianos», haciéndose socio del Club de Doctores (Doktorklub). De esa época data su amistad con Bruno Bauer, uno de los miembros destacados del club.

En 1842 comenzó su colaboración con la revista «Rheinische Zeitung», (Gaceta Renana), dedicada cuestiones de «política, comercio e industria», que destacó por su carácter crítico, y de la que posteriormente sería redactor jefe, en Colonia, actividad que le puso en contacto directo con los problemas políticos y sociales de la época en Alemania. Consecuencia de tal contacto, y del análisis de la realidad social y política, fue el giro dado por Marx en su pensamiento, que le llevó a adoptar una actitud crítica ante la teoría del Estado de Hegel.

El tema de la obra es como Marx critica a una sociedad capitalista.

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