TenPanorama de la Filosofía del siglo XIX
El siglo XIX ha sido un siglo enormemente agitado. En poco más de cien años se han sucedido el idealismo alemán (Hegel), el marxismo, el positivismo cientificista (filosofía que recoge el ideal mecanicista de la ciencia, llevándolo a sus últimas consecuencias filosóficas: la ciencia es capaz de conocer la realidad tal y como es en sí misma, por lo tanto, sólo la ciencia puede convertirse en guía del hombre e instrumento para transformar la sociedad) y los intentos de superación del positivismo (vitalismo de Nietzsche, historicismo, etc.).
A finales del siglo se tiene conciencia de que una violenta crisis sacude Europa.
El Idealismo Absoluto hegeliano constituye el último «gran sistema» filosófico en el que confluyen todas las filosofías anteriores. Su finalidad fue elaborar una teoría unitaria, total y cerrada sobre la realidad en su totalidad. A través de una reflexión filosófica tremendamente hermética y complicada reduce ontológicamente el ser al pensar (en la línea de interpretar el ser como idea o razón) y como el sujeto es, en última instancia, pensamiento, razón, idea, tal reducción convierte al sistema hegeliano en Idealismo Absoluto: todo lo real es racional y todo lo racional es real. Así, según Hegel, sólo es real lo espiritual = totalidad, lo Absoluto, que no es sino un proceso de autorreflexión (la realidad llega a conocerse a sí misma y lo hace en y a través del espíritu humano: Dios se conoce a sí mismo por lo finito); y deviene en la historia siendo su punto omega la moralidad burguesa, el Estado burgués.
Hegel dejó la fuente del idealismo «seca». Además la afirmación de que el estado burgués encarnaba el ideal absoluto de la cultura, podía entenderse como una justificación ideológica de un poder autoritario; o bien como una disolución definitiva de la religión y de Dios. Aparecen la derecha y la izquierda hegelianas. En esta última se fractura definitivamente el idealismo y aparece el materialismo (se niega que el verdadero ser = idea transcendente, será, por tanto, materia o naturaleza). Desde entonces aparecen las Filosofías de la Sospecha que justamente “sospechan”:
– que la interpretación idealista de la realidad (identificación de ser con idea) es una mentira, un lamentable error;
– que no hay ningún mundo ni mental ni real más allá del físico. Que, definitivamente, no existe el Mundo de las Ideas.
Feuerbach, discípulo de Hegel, izquierda hegeliana, en Teología. Marx, en la interpretación de la Historia. Nietzsche, el más radical, en Metafísica y Ética y Freud, en Psicología, son los cuatro “filósofos de la sospecha”.
Ludwig Feuerbach disecciona la Idea de Dios. No se trata de decir “Dios no existe”, sino de preguntarse “¿qué es ese Dios en el que cree la mayoría?”Y de responder: una ficción, una creación de los hombres, una invención que obedece a leyes particulares, en este caso, a la proyección y la hipóstasis: los hombres crean a Dios a su imagen inversa.
Mortales, finitos, limitados, dolidos por esas constricciones, los humanos, inventan una potencia dotada precisamente de las cualidades opuestas: con sus defectos dados vuelta como los dedos de un par de guantes, fabrican las cualidades ante las cuales se arrodillan para luego postrarse y adorarlas en la imagen de Dios. ¿Soy mortal? Dios es inmortal. ¿Soy finito? Dios es infinito. ¿Soy limitado? Dios es ilimitado. ¿No lo sé todo? Dios es omnisciente. ¿No lo puedo todo? Dios es omnipotente. ¿No tengo el don de la ubicuidad? Dios es omnipresente. ¿Fui creado? Dios es increado. ¿Soy débil? Dios encarna la omnipotencia. ¿Estoy en la tierra? Dios está en el cielo. ¿Soy imperfecto? Dios es perfecto. ¿No soy nada? Dios es todo, etc.
Por lo tanto, la religión se convierte en la práctica por excelencia de la alienación; supone la ruptura del hombre consigo mismo y la creación de un mundo imaginario en el cual la verdad se encuentra investida imaginariamente. La teología, afirma Feuerbach, es una «patología psíquica», a la que opone su antropología basada en una especie de «química analítica». No sin humor, propone una «hidroterapia neumática»: utilizar el agua fría de la razón natural contra los calores y vapores religiosos, en especial, los cristianos…
El materialismo marxista luchará contra la alienación en todas sus formas, especialmente la económica.
Nietzsche afirmará la naturaleza metafórica del concepto que pone los fundamentos del perspectivismo epistemológico.
El siglo XX
La 1ª guerra mundial aparecerá como una consecuencia inevitable, iniciándose el siglo XX bajo el signo de esta catástrofe. La tendencia expansionista de EEUU, el recelo de Inglaterra ante el crecimiento económico de Alemania. La propia situación de Alemania (reforma política que desemboca en una república constitucional; vigorosa clase empresarial; reforma del sistema educativo; la social-democracia inspirada en Berstein que da cauce político a la tensión social…) desembocaron en la Guerra del 14 que termina con la paz de Versalles que hunde a Alemania a todos los niveles.
La 1ª posguerra
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En el primer cuarto de siglo Europa se transforma: revolución rusa (1917), hundimiento del Reich alemán, disolución del imperio austro-húngaro. Una crisis generalizada sacude el mundo, crisis que desembocará en la 2ª guerra mundial:
1.- Crisis política: afecta, sobre todo, a la democracia liberal. El miedo de las clases dirigentes burguesas y la falta de entendimiento entre los partidos de izquierda, facilita la reacción conservadora y nacionalista con el consiguiente ascenso del fascismo.
2.- Crisis económica: se produce la “depresión” de 1929
3.- Crisis social: la guerra empobrece a la mayoría de la población, tras el 29 el paro alcanza cifras alarmantes, la inflación se dispara, etc. Se produce un auge espectacular del movimiento obrero, etc.
4.- Crisis cultural: Freud diagnosticó en 1930 el “malestar de la cultura”. El nihilismo pronosticado por Nietzsche parece extenderse. Pero la situación es mucho más ambigua: los “felices años 20” traen un enorme deseo de gozar de la vida. La búsqueda del placer y la necesidad de indagar en el destino trágico del hombre explican el éxito de autores como Gide, Marcel Proust, James Joyce, Huxley, etc. Ciencia y racionalidad ya no permiten explicar el mundo. Se busca lo irracional y apasiona Freud. El arte busca nuevos caminos: expresionismo, dadaísmo, surrealismo, cubismo. La música se transforma y triunfa el jazz. Aparece el séptimo arte, etc. Después del 29, se extienden el relativismo, el pesimismo, el sentido de lo absurdo de la vida: surge el escritor comprometido y existencialista.
Sin embargo, la ciencia y la técnica no dejan de hacer progresos: mecánica cuántica (Heisenberg, Bohr), mecánica ondulatoria (De Broglie), radiactividad (Curie), teoría del gen (Morgan), penicilina (Fleming), fisión nuclear (Hann, Strassmann). El aeroplano revoluciona los transportes y la radio los medios de comunicación.
De la 2ª posguerra a la actualidad
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Después de la 2ª guerra mundial se produce una profunda transformación del mundo. Triunfan las democracias, se funda la ONU, surge la “guerra fría” y el “Telón de acero”, Europa comienza a superar los viejos nacionalismos creándose la CEE, triunfa el comunismo en China (1949) y Cuba (1959), crece el poder económico de Japón, despierta Asia, aparece el Tercer Mundo, etc.
En las últimas décadas, la amenaza de una guerra nuclear parece difuminarse con la caída del Muro de Berlín (1989), pero proliferan las guerras locales y surgen movimientos nacionalistas y fundamentalistas. Y es la Naturaleza la que se ve amenazada de destrucción. El siglo termina con un alarmante desequilibrio “norte-sur”, pero incluso en Occidente el Estado Social de Derecho (el mal llamado “Estado del Bienestar”) está en crisis.
Sociológicamente hablando, se está produciendo una inversión de la pirámide de la vida, se está modificando el status tradicional de la mujer y la juventud. La influencia de los medios de comunicación es inmensa, hay una creciente separación entre vida privada y pública, las democracias cada vez son más elitistas y burocratizadas. La sociedad está cayendo en un absurdo y deplorable consumismo, la informatización e industrialización de la cultura, el anonimato, etc., generan un alarmante y creciente estado de anomía social (ausencia de normas) de consecuencias imprevisibles: ya no se investiga para saber la verdad sino para incrementar el poder. La pregunta ¿es esto verdad? Es sustituida por ¿para qué sirve?, ¿se puede vender?, ¿es eficaz?…
Panorama de la Filosofía contemporánea
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Este panorama es complejo. En las primeras décadas se encuentra muy determinada por la crisis de la concepción positivista de la ciencia, y por los efectos traumáticos de las dos guerras mundiales. Posteriormente se busca un nuevo modo de filosofar y se intenta resituar a la Filosofía frente a las ciencias sociales. Así podemos, agruparla en tres apartados:
1.- La Fenomenología, y las corrientes más o menos ligadas a ella:
Existencialismo y Hermeneútica.
Son las corrientes más estrictamente filosóficas del siglo. Se puede incluir también el Raciovitalismo de Ortega y Gasset.
2.- Corrientes que tienen en común su interés por el lenguaje y la metodología científica:
Filosofía analítica, Filosofía de la ciencia (Popper, Kuhn, Feyerabend) y Estructuralismo.
3.- Corrientes más inclinadas al estudio de problemas sociales y crítica de las ideologías:
Personalismo y Escuela de Francfort.
La cosmovisión de la Física relativista
«Supongamos que un observador está colocado dentro de un proyectil o una nave espacial que se mueve con cierta velocidad aproximada a la velocidad de la luz lejos de la Tierra; supongamos que la velocidad es solamente 1/20000 inferior a la velocidad de la luz; supongamos que este movimiento continúa durante un año y que en este momento se invierte la dirección del movimiento y el observador de la nave espacial comienza a regresar a la Tierra. La duración total del viaje de ida y vuelta será así de dos años para el observador de la nave. Pero en la Tierra habrán pasado dos siglos, de modo que este intervalo de tiempo superará, ciertamente, el lapso de vida de cualquier persona que presenciase la partida del viajero».
Resumen de «Voyage au boulet» de P. Langevin en «L’Evolution de l’espace et du temps», Revue de Méthaphysique et de Morale, vol.XIX (1911), pp. 465-466.
La unión de la geometría de Bernhard Riemann (en donde la recta es la distancia más larga entre dos puntos, y el resultado de la suma de los ángulos de un triángulo mide más de dos rectos), y las doctrinas de Einstein nos ofrecen la imagen de un espacio–
Tiempo tetradimensional (se incluye el tiempo, pero no como una dimensión más, sino alterando las otras), finito pero ilimitado (igual que no habría límites para el habitante bidimensional de una superficie esférica), y no uniforme: el espacio -y su curvatura- varía según las masas que lo constituyen.
La idea de este espacio protuberante, tetradimensional, curvo y finito en volumen (sin centro), pero ilimitado, resulta sumamente extraña para la mentalidad tradicional y nos obligará a cambiar nuestras creencias sobre el Cosmos, llegando hasta un grado apenas conjeturable.
El nuevo concepto de espacio
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La teoría de la relatividad elimina la distinción entre espacio y materia. La materia y el espacio se fusionan en el continuum no euclidiano con curvatura que varía de lugar a lugar y de un momento a otro (la curvatura no es cero en ninguna parte; sólo en las regiones muy distantes de los cuerpos materiales es despreciable). Así, la diferencia fundamental entre la mecánica de Newton y la mecánica relativista es que, en la primera, todas las desviaciones respecto del reposo o de los movimientos uniformes rectilíneos se deben a algún material, materia o fuerza, presente en el espacio pero diferente de él. En la segunda, todo movimiento es natural. La ley de inercia es un caso especial de la ley de gravitación. Es decir, la materia y la curvatura local del espacio son una e idéntica realidad.
Así nos encontramos con que la interdependencia que se da entre masa y curvatura espacial supone que:
1.- Se relacionen matemáticamente mediante la ley de gravitación universal
2.- Desaparezca el concepto de espacio clásico
3.- Estos conceptos se encuentren co-implicados con el concepto de movimiento
4.- La materia consista en un «arrugamiento» local del tiempo-espacio
El nuevo concepto de tiempo
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En la teoría de la relatividad el tiempo deja de ser uniforme, homogéneo y pasivo. Es decir, el tiempo se dilata:
1.- El curso del tiempo se alarga (ralentiza):
A) por la acción del campo gravitatorio (curvatura del espacio-tiempo);
B) por el movimiento acelerado: la aceleración es equivalente a la acción de un campo gravitatorio
2.- Las apariencias (sobre la ralentización del tiempo) no son recíprocas entre dos sistemas de referencia diferentes: la dilatación del tiempo no es una distorsión de perspectiva sino que es una auténtica modificación del propio tiempo respectivo en un sistema solo, o sea, sin su réplica simétrica en otro sistema: el tiempo no transcurre con proporción uniforme. Sin embargo, las series temporales discordantes siguen siendo contemporáneas (no co-instantáneas) unas con otras: en la teoría de la relatividad los extremos coinciden. El viajero espacial y el que queda en la Tierra se encuentran en el mismo momento de tiempo tanto al comenzar el viaje como al regreso.
La transformación del concepto de movimiento
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La diferencia más evidente entre los conceptos clásico y relativista está en que, para el primero, movimiento sólo es sinónimo de desplazamiento; mientras que para la relatividad el movimiento no es igual a cosa que se desplaza ya que, en primer lugar, una «cosa individual» es una condensación del campo gravitatorio y, por tanto, lo que nuestra percepción registra como movimientos relativos de cuerpos no son más que desplazamientos mutuos de las modificaciones espaciotemporales locales.
Así, movimiento es en realidad transformación, cambio. No hay duda de que la fórmula de Einstein que hace depender la masa de la velocidad acaba con la distinción clásica entre materia y movimiento; entre sustancia y cambio; entre ser y transformación.
La nueva idea de saber físico
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Con la teoría de la relatividad entra en crisis lo que denominábamos «carácter pictórico» de la realidad física. En la nueva física es imposible representarse imaginativamente las cosas.
A la luz de la teoría general deben ser abandonadas las propiedades clásicas del espacio: su homogeneidad, su carácter euclidiano, etc. Por el contrario, el espacio es dinámico y, consecuentemente, se fusiona con el tiempo.
El tiempo, en vez de fluir uniformemente, se hace heterogéneo y polirrítmico: la dilatación del tiempo por efecto de los campos gravitatorios es real.
Igualmente se transforman los conceptos de materia y movimiento. La fusión de masa y energía oscurece la distinción entre cuerpo material y espacio circundante. A su vez, el movimiento se convierte ahora en cambio del tiempo-espacio; así la categoría de cambio sustituye a la de desplazamiento.
Sin embargo, hay dos conceptos de la física clásica con los que, sorprendentemente, Einstein parece estar de acuerdo. Y son, el ideal descriptivo de la naturaleza propio de la mentalidad racionalista; y la concepción determinista que se deriva del mecanicismo.
Einstein y la fisica cuántica
Como ya queda dicho, la evolución crítica constituida por la teoría de la relatividad consiste en el hecho de que, en esta teoría, es indispensable la consideración de las condiciones que hacen posible el procedimiento de la observación. Este punto hallaba una ulterior confirmación en el desarrollo de la física atómica que tiene por objeto el estudio de las partículas resultantes de la disolución del átomo. En efecto, en la escala atómica se ha demostrado que la observación de un fenómeno modifica el fenómeno mismo de modo imprevisible. La energía empleada en la observación (por ejemplo, la luz) no puede descender por debajo de una cantidad mínima (el quantum de energía o constante de Planck -1910); y ésta basta ya para modificar el fenómeno observado. De ello resulta que toda observación que tienda a determinar la posición de una partícula atómica modifica su velocidad o, viceversa, toda determinación de velocidad modifica la posición: de tal manera que no es posible determinar al mismo tiempo la velocidad y la posición de una partícula cualquiera. Este es el principio de indeterminación propuesto por Werner Heisenberg en 1927. La consecuencia de todo ello es que, en el comportamiento futuro de un partícula atómica sometida a observación, sólo se pueden hacer observaciones probables basadas en estadísticas oportunamente determinadas, pero no previsiones seguras. Con lo cual el determinismo queda expulsado de la ciencia; y el mismo principio de causalidad que había sido considerado como el fundamento de la explicación científica de toda la ciencia y filosofía del siglo XIX, quedaba en entredicho: en efecto, la posibilidad de la previsión infalible de los acontecimientos futuros ya no es posible.
Ahora bien, el fin del determinismo no significa la victoria del «indeterminismo», lo que hay que abandonar no es tanto el principio de causalidad como la idea de necesidad. Todo suceso presente es indudablemente causado, aunque no necesitado por su propio pasado. Así, todo momento presente es, por su propia naturaleza, un acto de selección que termina con la vacilación de la realidad entre varias posibilidades.
En conclusión podemos decir, con Einstein, que la causalidad clásica y la incertidumbre cuántica son dos aspectos complementarios e insustituibles de un mismo suceso físico. El reino de la física es el de la causalidad cuantificada: no se busca la causa de un cambio sino el coeficiente cuantitativo que lo acompaña.
La crisis del ideal descriptivo de la naturaleza de la física clásica
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A la crisis del principio de causalidad (o de su forma clásica) acompaña, en la física cuántica, la crisis del mismo ideal científico que la ciencia ha perseguido desde sus primeros pasos en la edad moderna: el ideal de la descripción de la naturaleza.
El concepto de descripción servía a la ciencia clásica, de un lado, para evitar caer en superestructuras metafísicas de corte idealista; de otro, para acentuar el carácter experimental o de observación de la misma. Sin embargo, la mecánica cuántica, al negar dicho ideal, parece apoyarse peligrosamente en un idealismo de nuevo cuño. Con otras palabras, la mecánica cuántica termina de barrer de modo definitivo y absoluto la «imagen» de la física. La materia no es ya partícula ni onda, ni ninguna otra cosa describible, sino aquello que cumple un puro esquema matemático. Es evidente que desde esta nueva visión, el concepto de realidad física entra en crisis: debe ampliarse, debe incluir las condiciones que hacen posible la observación de la realidad misma; desde este punto de vista, la influencia que ejerce la observación sobre el comportamiento futuro de un sistema físico forma parte del mismo sistema físico.
Sin embargo, es sintomático que el propio Einstein se mantuviese fiel al concepto tradicional de realidad física como conjunto de entidades individuales cuyos caracteres son independientes de la observación, y que se opusiera con todas sus fuerzas a los nuevos derroteros: siglos de lucha por el objetivismo parecían entregarse ahora a un desaforado subjetivismo. Sin embargo, un cambio conceptual que lleve a la ciencia física al ideal descriptivo clásico o a su determinismo, por ahora no es previsible.
En conclusión, podemos resumir los resultados fundamentales de la evolución de la física en los últimos decenios, en los siguientes puntos:
1.- La consideración de los procedimientos de investigación y de las condiciones de su empleo, ha entrado a formar parte integrante de la investigación misma.
2.- La objetividad de la física no consiste en su referencia a uniformidades percibidas o perceptibles (de las cosas), sino en su referencia a uniformidades conceptuales, que son resultados constructos o leyes matemáticas.
3.- El lenguaje de la física no debe ser necesariamente convalidado por el lenguaje común, ni tampoco es una sustitución o corrección de este lenguaje.
4.- Las explicaciones de que se vale la física no tienen naturaleza determinista sino probabilista, es decir, son explicaciones condicionales.