Principales oradores de la Edad Media

Aplicó el sentido práctico a la política. La política nada tenía que ver con la moral o la religión.
Huye del utopismo, no propone las leyes que deben regir una sociedad ideal exenta de conflictos. El Estado no se rige por la religión o por la moral, sino por la necesidad de perpetuarse.
El príncipe o el gobernante tendrá que recurrir a la astucia, al engaño y, si es necesario, a la crueldad. El gobernante debe poseer habilidad para sortear obstáculos, y «moverse según soplan los vientos». El político debe manipular en su beneficio la voluntad de los que le rodean. El gobernante no debe tener escrúpulos éticos.
Política y moral son dos ámbitos distintos e incluso contradictorios. Aunque él era republicano y aspiraba a convertir a Florencia en un Estado fuerte, en El Príncipe acepta, como mal menor, que en ciertos momentos de corrupción y desorden es mas útil la acción de un solo personaje, adornado de cualidades excepcionales. Italia, que ha alcanzado gran importancia en todas las artes, debe destacar también en la de la guerra. No es, por tanto, necesario a un príncipe poseer todas la cualidades anteriormente mencionadas, pero es muy necesario que parezca tenerlas.
Y si se ha de tener en cuenta que un príncipe, y especialmente un príncipe nuevo, no puede observar todas aquellas cosas por las cuales los hombres son tenidos por buenos pues a menudo se ve obligado, para conservar su Estado, a actuar contra la fe, contra la caridad, contra la humanidad, contra la religión. El progreso en la historia depende de la acción del hombre y no de la intervención divina. Para pensadores como Pico y Campanella el hombre es capaz de construir racionalmente una sociedad de seres libres e iguales. Maquiavelo, se opone por completo la ética y la política que propusieron Platón, Aristóteles y los escolásticos, un hombre moral y honrado no puede ser un buen político.
La virtud puede ser perjudicial para el político, por ejemplo la generosidad. El maquiavelismo, con su doctrina de la doble moral, tiene un paralelo en la doctrina de la doble verdad, que escindíó la cultura de la Edad Media y dio paso al Renacimiento. Durante siglos el Papado estuvo convencido del predominio divino sobre el poder temporal, el político, hecho que no admitía el último.


Aplicó el sentido práctico a la política. La política nada tenía que ver con la moral o la religión. Huye del utopismo, no propone las leyes que deben regir una sociedad ideal exenta de conflictos. El Estado no se rige por la religión o por la moral, sino por la necesidad de perpetuarse.
El príncipe o el gobernante tendrá que recurrir a la astucia, al engaño y, si es necesario, a la crueldad. El gobernante debe poseer habilidad para sortear obstáculos, y «moverse según soplan los vientos». El político debe manipular en su beneficio la voluntad de los que le rodean. El gobernante no debe tener escrúpulos éticos.
Política y moral son dos ámbitos distintos e incluso contradictorios. Aunque él era republicano y aspiraba a convertir a Florencia en un Estado fuerte, en El Príncipe acepta, como mal menor, que en ciertos momentos de corrupción y desorden es mas útil la acción de un solo personaje, adornado de cualidades excepcionales. Italia, que ha alcanzado gran importancia en todas las artes, debe destacar también en la de la guerra. No es, por tanto, necesario a un príncipe poseer todas la cualidades anteriormente mencionadas, pero es muy necesario que parezca tenerlas.
Y si se ha de tener en cuenta que un príncipe, y especialmente un príncipe nuevo, no puede observar todas aquellas cosas por las cuales los hombres son tenidos por buenos pues a menudo se ve obligado, para conservar su Estado, a actuar contra la fe, contra la caridad, contra la humanidad, contra la religión. El progreso en la historia depende de la acción del hombre y no de la intervención divina. Para pensadores como Pico y Campanella el hombre es capaz de construir racionalmente una sociedad de seres libres e iguales. Maquiavelo, se opone por completo la ética y la política que propusieron Platón, Aristóteles y los escolásticos, un hombre moral y honrado no puede ser un buen político.
La virtud puede ser perjudicial para el político, por ejemplo la generosidad. El maquiavelismo, con su doctrina de la doble moral, tiene un paralelo en la doctrina de la doble verdad, que escindíó la cultura de la Edad Media y dio paso al Renacimiento. Durante siglos el Papado estuvo convencido del predominio divino sobre el poder temporal, el político, hecho que no admitía el último.


Aplicó el sentido práctico a la política. La política nada tenía que ver con la moral o la religión. Huye del utopismo, no propone las leyes que deben regir una sociedad ideal exenta de conflictos. El Estado no se rige por la religión o por la moral, sino por la necesidad de perpetuarse.
El príncipe o el gobernante tendrá que recurrir a la astucia, al engaño y, si es necesario, a la crueldad. El gobernante debe poseer habilidad para sortear obstáculos, y «moverse según soplan los vientos». El político debe manipular en su beneficio la voluntad de los que le rodean. El gobernante no debe tener escrúpulos éticos.
Política y moral son dos ámbitos distintos e incluso contradictorios. Aunque él era republicano y aspiraba a convertir a Florencia en un Estado fuerte, en El Príncipe acepta, como mal menor, que en ciertos momentos de corrupción y desorden es mas útil la acción de un solo personaje, adornado de cualidades excepcionales. Italia, que ha alcanzado gran importancia en todas las artes, debe destacar también en la de la guerra. No es, por tanto, necesario a un príncipe poseer todas la cualidades anteriormente mencionadas, pero es muy necesario que parezca tenerlas.
Y si se ha de tener en cuenta que un príncipe, y especialmente un príncipe nuevo, no puede observar todas aquellas cosas por las cuales los hombres son tenidos por buenos pues a menudo se ve obligado, para conservar su Estado, a actuar contra la fe, contra la caridad, contra la humanidad, contra la religión. El progreso en la historia depende de la acción del hombre y no de la intervención divina. Para pensadores como Pico y Campanella el hombre es capaz de construir racionalmente una sociedad de seres libres e iguales. Maquiavelo, se opone por completo la ética y la política que propusieron Platón, Aristóteles y los escolásticos, un hombre moral y honrado no puede ser un buen político.
La virtud puede ser perjudicial para el político, por ejemplo la generosidad. El maquiavelismo, con su doctrina de la doble moral, tiene un paralelo en la doctrina de la doble verdad, que escindíó la cultura de la Edad Media y dio paso al Renacimiento. Durante siglos el Papado estuvo convencido del predominio divino sobre el poder temporal, el político, hecho que no admitía el último.


Aplicó el sentido práctico a la política. La política nada tenía que ver con la moral o la religión. Huye del utopismo, no propone las leyes que deben regir una sociedad ideal exenta de conflictos. El Estado no se rige por la religión o por la moral, sino por la necesidad de perpetuarse.
El príncipe o el gobernante tendrá que recurrir a la astucia, al engaño y, si es necesario, a la crueldad. El gobernante debe poseer habilidad para sortear obstáculos, y «moverse según soplan los vientos». El político debe manipular en su beneficio la voluntad de los que le rodean. El gobernante no debe tener escrúpulos éticos.
Política y moral son dos ámbitos distintos e incluso contradictorios. Aunque él era republicano y aspiraba a convertir a Florencia en un Estado fuerte, en El Príncipe acepta, como mal menor, que en ciertos momentos de corrupción y desorden es mas útil la acción de un solo personaje, adornado de cualidades excepcionales. Italia, que ha alcanzado gran importancia en todas las artes, debe destacar también en la de la guerra. No es, por tanto, necesario a un príncipe poseer todas la cualidades anteriormente mencionadas, pero es muy necesario que parezca tenerlas.
Y si se ha de tener en cuenta que un príncipe, y especialmente un príncipe nuevo, no puede observar todas aquellas cosas por las cuales los hombres son tenidos por buenos pues a menudo se ve obligado, para conservar su Estado, a actuar contra la fe, contra la caridad, contra la humanidad, contra la religión. El progreso en la historia depende de la acción del hombre y no de la intervención divina. Para pensadores como Pico y Campanella el hombre es capaz de construir racionalmente una sociedad de seres libres e iguales. Maquiavelo, se opone por completo la ética y la política que propusieron Platón, Aristóteles y los escolásticos, un hombre moral y honrado no puede ser un buen político.
La virtud puede ser perjudicial para el político, por ejemplo la generosidad. El maquiavelismo, con su doctrina de la doble moral, tiene un paralelo en la doctrina de la doble verdad, que escindíó la cultura de la Edad Media y dio paso al Renacimiento. Durante siglos el Papado estuvo convencido del predominio divino sobre el poder temporal, el político, hecho que no admitía el último.


Aplicó el sentido práctico a la política. La política nada tenía que ver con la moral o la religión. Huye del utopismo, no propone las leyes que deben regir una sociedad ideal exenta de conflictos. El Estado no se rige por la religión o por la moral, sino por la necesidad de perpetuarse.
El príncipe o el gobernante tendrá que recurrir a la astucia, al engaño y, si es necesario, a la crueldad. El gobernante debe poseer habilidad para sortear obstáculos, y «moverse según soplan los vientos». El político debe manipular en su beneficio la voluntad de los que le rodean. El gobernante no debe tener escrúpulos éticos.
Política y moral son dos ámbitos distintos e incluso contradictorios. Aunque él era republicano y aspiraba a convertir a Florencia en un Estado fuerte, en El Príncipe acepta, como mal menor, que en ciertos momentos de corrupción y desorden es mas útil la acción de un solo personaje, adornado de cualidades excepcionales. Italia, que ha alcanzado gran importancia en todas las artes, debe destacar también en la de la guerra. No es, por tanto, necesario a un príncipe poseer todas la cualidades anteriormente mencionadas, pero es muy necesario que parezca tenerlas.
Y si se ha de tener en cuenta que un príncipe, y especialmente un príncipe nuevo, no puede observar todas aquellas cosas por las cuales los hombres son tenidos por buenos pues a menudo se ve obligado, para conservar su Estado, a actuar contra la fe, contra la caridad, contra la humanidad, contra la religión. El progreso en la historia depende de la acción del hombre y no de la intervención divina. Para pensadores como Pico y Campanella el hombre es capaz de construir racionalmente una sociedad de seres libres e iguales. Maquiavelo, se opone por completo la ética y la política que propusieron Platón, Aristóteles y los escolásticos, un hombre moral y honrado no puede ser un buen político.
La virtud puede ser perjudicial para el político, por ejemplo la generosidad. El maquiavelismo, con su doctrina de la doble moral, tiene un paralelo en la doctrina de la doble verdad, que escindíó la cultura de la Edad Media y dio paso al Renacimiento. Durante siglos el Papado estuvo convencido del predominio divino sobre el poder temporal, el político, hecho que no admitía el último.


Aplicó el sentido práctico a la política. La política nada tenía que ver con la moral o la religión. Huye del utopismo, no propone las leyes que deben regir una sociedad ideal exenta de conflictos. El Estado no se rige por la religión o por la moral, sino por la necesidad de perpetuarse.
El príncipe o el gobernante tendrá que recurrir a la astucia, al engaño y, si es necesario, a la crueldad. El gobernante debe poseer habilidad para sortear obstáculos, y «moverse según soplan los vientos». El político debe manipular en su beneficio la voluntad de los que le rodean. El gobernante no debe tener escrúpulos éticos.
Política y moral son dos ámbitos distintos e incluso contradictorios. Aunque él era republicano y aspiraba a convertir a Florencia en un Estado fuerte, en El Príncipe acepta, como mal menor, que en ciertos momentos de corrupción y desorden es mas útil la acción de un solo personaje, adornado de cualidades excepcionales. Italia, que ha alcanzado gran importancia en todas las artes, debe destacar también en la de la guerra. No es, por tanto, necesario a un príncipe poseer todas la cualidades anteriormente mencionadas, pero es muy necesario que parezca tenerlas.
Y si se ha de tener en cuenta que un príncipe, y especialmente un príncipe nuevo, no puede observar todas aquellas cosas por las cuales los hombres son tenidos por buenos pues a menudo se ve obligado, para conservar su Estado, a actuar contra la fe, contra la caridad, contra la humanidad, contra la religión. El progreso en la historia depende de la acción del hombre y no de la intervención divina. Para pensadores como Pico y Campanella el hombre es capaz de construir racionalmente una sociedad de seres libres e iguales. Maquiavelo, se opone por completo la ética y la política que propusieron Platón, Aristóteles y los escolásticos, un hombre moral y honrado no puede ser un buen político.
La virtud puede ser perjudicial para el político, por ejemplo la generosidad. El maquiavelismo, con su doctrina de la doble moral, tiene un paralelo en la doctrina de la doble verdad, que escindíó la cultura de la Edad Media y dio paso al Renacimiento. Durante siglos el Papado estuvo convencido del predominio divino sobre el poder temporal, el político, hecho que no admitía el último.

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