Principios Éticos Clave: Kant y Rousseau sobre la Moralidad y la Voluntad General

La Acción Ética: ¿Qué Debo Hacer?

Kant aborda el análisis del uso práctico de la razón en La fundamentación de la metafísica de las costumbres y en La crítica de la razón práctica. Advierte que el único criterio que permite determinar el valor moral de una acción es la buena voluntad, aquella voluntad que al actuar se inspira en el deber y no en el interés personal. Para saber si un acto es bueno no hay que atender a las consecuencias de la acción, sino a la intención. Una acción realizada por el deber se contrapone a una acción «contraria al deber» y se distingue de una acción «solo conforme al deber», que persigue una intención distinta del puro cumplimiento del deber mismo.

Ahora bien, los éticos anteriores han formulado imperativos hipotéticos, que tienen una validez condicionada a la consecución de algún fin exterior al sujeto (Dios, la felicidad, el placer, la utilidad…). Frente a ellos, Kant propone una ética formal única que, a su entender, puede fundamentar la idea del deber. Esta ética descubre en la razón del sujeto una ley moral abstracta y universalmente válida, el imperativo categórico: «Usa la humanidad, tanto en uno mismo como en el resto, siempre y al mismo tiempo como un fin y nunca meramente como un medio», lo que manifiesta la necesidad de no instrumentalizar o cosificar ni a los demás ni a uno mismo. Resalta la diferencia fundamental entre el ser humano y el resto de la naturaleza: su dignidad. La dignidad es la cualidad fundamental de toda persona y es entendida como un fin en sí misma; no puede ser utilizada como medio para conseguir otras cosas. «Obra de tal modo que quieras que tu máxima se convierta en ley universal», esta formulación indica la forma que han de tener los principios morales universales: lo que vale para todos, también vale para mí y lo que no, tampoco para mí.

El imperativo categórico es el máximo exponente de la libertad o autonomía moral; presupone la libertad del sujeto porque solo un ser dotado de voluntad libre puede darse a sí mismo una ley moral. El individuo es libre en el ámbito moral (no en el fenoménico), porque solo se obedece a sí mismo, a su razón (autonomía). La ética de Kant es formal, categórica, a priori, pura y autónoma. La virtud es la voluntad de actuar siempre por deber. Una conducta virtuosa exige respetar a todas las personas porque se trata de seres racionales, es decir, morales y libres. Estos forman parte del reino de los fines (concepto clave de su ética formal). Pueden distinguirse dos tipos de reinos: el reino de la naturaleza, formado por las cosas sometidas a las leyes naturales, y el reino de los fines, que es el reino de las personas, de los seres racionales, en tanto en cuanto están obligados a actuar de conformidad con la ley moral.

Su ética culmina en la formulación de los tres postulados de la razón práctica:

  1. La libertad del sujeto, gracias a la cual podemos considerar que las acciones por deber son moralmente buenas, las conforme al deber son correctas, legales, pero carentes de valor moral, y las contrarias al deber, moralmente malas.
  2. La inmortalidad del alma, dado que la coincidencia ser-deber ser es imposible en una existencia limitada.
  3. La existencia de Dios, que es la exigencia de que en un ser siempre coincidan ser y deber ser.

Tales postulados se entienden como algo no demostrable; con respecto a ellos no podemos decir «yo sé», porque no hay conocimiento seguro, pero podemos decir «yo deseo…» Estos tres postulados muestran la tercera cuestión: ¿qué me cabe esperar?

La Voluntad General

Rousseau considera que el Estado es necesario, pero que solo tiene legitimidad cuando es capaz de restaurar la libertad y la igualdad que existía en el Estado de naturaleza. La intención de Rousseau es, en parte, paradójica, porque aspira a que el ser humano goce, viviendo en sociedad, de la misma libertad que tenía cuando era un ser aislado y autónomo. El contrato social es un acuerdo entre voluntades libres, y el conjunto de voluntades constituye la voluntad general. La voluntad general emana directamente del pueblo. Se identifica con el interés común, con las leyes y actos políticos que promueven la igualdad entre los individuos y hace a cada uno de ellos libre.

La noción de voluntad general se opone a la democracia representativa. El poder político tiene que ser ejercido por todos los ciudadanos, que se convierten al mismo tiempo en soberanos y en súbditos. El concepto de voluntad general se contradice con la división de poderes propuesta por el pensamiento liberal. El poder emana del pueblo y es sustentado por el propio pueblo. La voluntad general se opone a la tesis iusnaturalista y liberal que define la existencia de unos derechos naturales e inalienables. Solo la voluntad general puede determinar y establecer los derechos de los individuos, por lo que no puede haber derechos antes de que se establezca un Estado. Entre estos derechos, no puede encontrarse el derecho a la propiedad privada, como defendía Locke, dado que es la raíz de la desigualdad.

La voluntad general supone que, para lograr la auténtica libertad, hay que renunciar y prescindir de todos los derechos individuales en beneficio de la comunidad y del interés general. Como la voluntad general busca el mayor beneficio para cada persona, la mejor alternativa para el individuo será obedecer dicha voluntad. La libertad social significa obedecer las leyes impulsadas por la voluntad general y que, por tanto, cada uno de los ciudadanos ha aprobado. La democracia perfecta se da cuando ambas voluntades coinciden, aunque Rousseau considera que un gobierno estrictamente democrático es más propio de dioses que de hombres.

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