Santo Tomás de Aquino
1. PROBLEMA DE Dios
Para Tomás de Aquino la filosofía y el resto de las ciencias descansan solamente en la luz natural de la razón.
El filósofo utiliza principios conocidos por la razón humana y saca conclusiones que son fruto del razonamiento. El teólogo, por el contrario, aunque utiliza su razón, acepta sus principios de la autoridad, de la fe en la Revelación.
Algunas verdades son propias de la teología, puesto que no pueden ser conocidas por la razón y son conocidas sólo por la Revelación (los artículos de fe, como el dogma de la Trinidad), mientras que otras son propias sólo de la filosofía o de la ciencia, en el sentido de que no han sido reveladas (las verdades de razón, como los teoremas de la geometría). Pero hay verdades comunes a la teología y a la filosofía (como la existencia de Dios) que han sido reveladas, aunque al mismo tiempo pueden ser demostradas por la razón. Estas verdades comunes se las denomina Santo Tomás preámbulos de la fe.
Existe cinco vías tomistas que permiten a la mente humana demostrar la existencia de Dios a partir de la experiencia sensible. Todas ellas recurren al principio de causalidad, que enlaza los hechos empíricos con una realidad suprema que trasciende la experiencia.
1. La primera de las cinco pruebas presentadas por Santo Tomás es la del movimiento, que se encuentra en Aristóteles. Sabemos por la percepción sensible que algunas cosas del mundo se mueven. “Todo lo que se mueve es movido por otro”. Si ese otro es a su vez movido, debe ser movido a su vez por otro agente; y como una serie infinita es imposible, llegamos al fin a un primer motor, Dios.
2. La segunda prueba trata de las causas eficientes y concluye que debe haber una primera causa eficiente
3. La tercera prueba se basa en la existencia de los seres contingentes. Santo Tomás argumenta que debe haber un ser necesario, el cual es la razón de que los seres contingentes lleguen a existir. Si no hubiera ningún ser necesario, no existiría nada en absoluto, pues nada habría podido salir de la pura potencialidad ni llegar a estar en acto, pero es evidente que existen seres en lugar de no existir nada, luego tiene que haber algún ser que no sea contingente, es decir, debe existir un ser necesario que sea pura actualidad.
4. La cuarta vía parte de los grados de perfección, de bondad, verdad, etc., en las cosas de este mundo. Tales grados de perfección implican necesariamente la existencia de un ser perfectísimo. Este argumento es de origen platónico y presupone la idea de participación.
5. En la quinta vía Santo Tomás argumenta que observamos objetos que operan por un fin, y como eso ocurre siempre, no puede deberse al azar, sino que debe ser el resultado de una intención. Pero los objetos carentes de conocimiento no pueden tender hacia un fin a menos que sean dirigidos por alguien inteligente. Así pues, existe un Ser inteligente, por el cual las cosas naturales son dirigidas a un fin.
Una vez demostrada la existencia de Dios se plantea la dificultad de que no podemos conocer la naturaleza (esencia) de Dios (lo que Dios es), ya que nuestro conocimiento depende de la percepción sensible. No podemos conocer lo que Dios es, pero tenemos alguna noción de la naturaleza divina al reconocer lo que no es. Esta es la vía negativa, procedente del neoplatonismo. Consiste en excluir de Dios las imperfecciones observadas en los seres creados. Así podemos decir de Dios que es el Ser Necesario, Acto Puro, infinito, inmutable y eterno.
También podemos hablar de Dios por la vía afirmativa o positiva y podemos atribuir a Dios inteligencia, sabiduría, bondad, pues si se dan en los seres creados tales perfecciones, no puede el creador carecer de ellas. Sin embargo, la distancia entre las criaturas y Dios es infinita, y todas estas perfecciones no pueden afirmarse de Dios del mismo modo que de las criaturas. Por tanto, los conceptos derivados de nuestra experiencia de las criaturas se predican de forma no unívoca sino analógica cuando se aplican a Dios.
2. PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO. PROBLEMA DE LA REALIDAD
Para Tomás de Aquino la filosofía y el resto de las ciencias descansan solamente en la luz natural de la razón. El filósofo utiliza principios conocidos por la razón humana y saca conclusiones fruto del razonamiento. El teólogo, por el contrario, acepta sus principios de la autoridad, de la fe en la Revelación.
Algunas verdades son propias de la teología, puesto que no pueden ser demostradas racionalmente y son conocidas sólo por la Revelación (los artículos de fe, como el dogma de la Trinidad), mientras que otras son propias sólo de la filosofía o de la ciencia, en el sentido de que no han sido reveladas (las verdades de razón, como los teoremas de la geometría). Pero hay también algunas verdades que son comunes a la teología y a la filosofía, puesto que han sido reveladas, aunque al mismo tiempo pueden ser establecidas por la razón. Estas verdades comunes se las denomina Santo Tomás preámbulos de la fe (la existencia de Dios).
La teoría del conocimiento de Santo Tomás está tomada de Aristóteles. El hombre, para conocer las cosas, usa los sentidos y también el entendimiento. Los sentidos captan las cosas individuales (compuestas de materia y forma). La percepción sensible deja impresa en la memoria una imagen o fantasma del objeto. El entendimiento activo o agente despoja a la imagen de sus elementos individuales y abstrae la especie o esencia universal.
Santo Tomás adopta la distinción aristotélica entre la sustancia y los accidentes, la doctrina de las categorías. Acepta también la doctrina aristotélica de la composición hilemórfica (los seres físicos son compuestos de materia y forma). Pero la composición hilemórfica es limitada por santo
Tomás al mundo corpóreo. No se extiende a la creación incorpórea, a los ángeles, por lo que debemos hacer una distinción más fundamental para expresar la composición de los seres creados. Tal distinción es la de esencia (potencia) y existencia (acto). En los ángeles no hay materia, pero no por ello deja de haber potencialidad. La esencia de un ser corpóreo es la sustancia compuesta de materia y forma, mientras que la esencia de un ser finito inmaterial (ángeles) es la forma sola.
En todos los seres creados (seres finitos) se da una cierta inestabilidad, una contingencia o falta de necesidad. Su existencia les viene dada desde fuera por alguna causa exterior. La existencia es el acto, distinto de la potencialidad a la que actualiza. Solamente en Dios son idénticas la esencia y la existencia.
3. PROBLEMA DEL HOMBRE. EL ALMA. PSICOLOGÍA
Según Santo Tomás, la naturaleza del hombre está constituida por alma y cuerpo. Santo Tomás sigue a Aristóteles al afirmar la unidad de la sustancia humana: El alma es el acto (forma sustancial) del cuerpo, aquello que le da a éste la perfección: del mismo modo que el ojo tiene en potencia la capacidad de ver y el ver es su acto o perfección, ciertos cuerpos tienen en potencia la vida, tienden a realizar actividades vitales –crecer, percibir, sentir– y el alma es lo que les permite actualizar o hacer reales dichas capacidades.
Siguiendo a Aristóteles, Santo Tomás considerará que hay tantos tipos de almas como tipos generales de actividades vitales. Cada función superior incluye siempre las inferiores, y hay una escala o jerarquía en los seres vivientes de acuerdo con la realización de esas funciones. Las plantas tienen sólo alma vegetativa, que permite las actividades vitales más básicas : la reproducción, el crecimiento y la nutrición; los animales, alma sensitiva, que permite el conocimiento inferior o sensible (la percepción) y el apetito inferior (los deseos y apetitos relacionados con el cuerpo) y el movimiento local; los seres humanos poseen alma intelectiva cuyas actividades vitales propias son la voluntad (apetito superior) y el intelecto o entendimiento (conocimiento superior).
En cuanto a la inmortalidad del alma humana, Santo Tomás presenta varias pruebas, aunque la más comprensible se refiere al deseo: todas las cosas desean naturalmente mantenerse en el ser, seguir existiendo. En el caso de los seres dotados de conocimiento, el deseo proviene del conocimiento; los seres dotados de conocimiento sensible no conocen más que lo actualmente existente y presente ante sus sentidos; sin embargo los que tienen conocimiento intelectual conocen la existencia sin la limitación del tiempo y del espacio, de ahí que deseen de forma natural existir siempre. Mas la naturaleza no da ningún deseo vano, no da ningún deseo que no se pueda cumplir de ninguna manera. Luego toda substancia intelectual es incorruptible.
4. PROBLEMA DE LA VIRTUD. ÉTICA Y POLÍTICA
La ética tomista adopta un punto de vista eudemonista (considera la felicidad «eudaimonía» como el bien más elevado) y teleológico (todas las acciones tienden a un fin) similar a la ética aristotélica. Sin embargo, Aristóteles habla según Santo Tomás de una felicidad imperfecta, pues la felicidad perfecta sólo puede conseguirse en la vida futura y consiste en la visión de Dios.
El bien para el hombre es aquello que conviene a su naturaleza, aquello a lo que tiene inclinación natural como ser racional, por lo que la ley moral no es otra cosa que la ley natural, es decir, aquella que emana de nuestra naturaleza. Puesto que deriva de las tendencias de la naturaleza humana, su contenido es evidente, universal e inmutable
El hombre tiene, en común con todas las otras sustancias, una inclinación natural a la preservación de la vida. Y con los demás animales, una inclinación natural a propagar la especie y a criar hijos, y como ser racional, tiene una inclinación natural a buscar la verdad (especialmente la referente a Dios) y a vivir en sociedad.
Dado que Dios es el Creador y el responsable del gobierno del mundo existe una ley eterna que es el origen y la fuente de la ley natural. Esta ley eterna es la razón que gobierna todo el universo y que existe en la mente divina. Esta ordenación general del Universo no regula del mismo modo el comportamiento humano y el de los otros seres naturales. El comportamiento de estos otros seres es regulado a través de leyes físicas a cuyo cumplimiento no pueden sustraerse, ya que carecen de libertad. El hombre, por el contrario, es un ser libre, por lo que su conducta no es ordenada por leyes físicas, sino por una ley moral. Según Santo Tomás, la ley natural (ley moral) es aquella parte de la ley eterna que se refiere específicamente a la conducta humana.
La ley del Estado (ley positiva) debe definir y hacer explícita la ley natural; por tal razón, el legislador no tiene derecho a promulgar leyes que vayan contra la ley natural o sean incompatibles con la misma; su poder legislativo deriva en última instancia de Dios, ya que toda autoridad procede de Dios.
Santo Tomás afirma que el fin de la sociedad es la vida buena, y que la vida buena es una vida según la virtud, de modo que el fin de la sociedad es la vida virtuosa. Pero añade que el fin “último” del hombre es vivir virtuosamente para llegar a gozar de Dios. Conducir al hombre a ese fin no corresponde a la ley humana sino a la divina. La conducción se confía a Cristo y su Iglesia, de modo que el poder temporal del Estado debe estar sometido al poder de la Iglesia.
El poder de la Iglesia sobre el Estado no es un poder directo, ya que es al Estado y no a la Iglesia al que le corresponde administrar la economía y preservar la paz, pero debe atender estos asuntos con la mirada puesta en el fin sobrenatural del hombre. Así, aunque el Estado tiene su propia esfera no deja de estar subordinado a la Iglesia.