PROBLEMA ÉTICA AGUSTÍN
San Agustín aborda 3 cuestiones fundamentales respecto a la ética: el problema del mal, el libre albedrío y la libertad.
En lo que se refiere al problema del mal, es comprensible que los pensadores cristianos le dedicarán buena parte de sus esfuerzos filosóficos, puesto que si no hay más causa creadora que Dios, y Dios es infinitamente bueno, ¿Cómo se explica el origen del mal? La solución que propone San Agustín pasa por negar de entidad al mal, es decir, el mal en sí mismo no es nada, únicamente es ausencia de bien. De esta manera, nadie es responsable de su existencia. Dios crea el bien, pero no es la causa directa de la “ausencia de bien”.
Sin embargo, aún como ausencia de bien, lo cierto es que existe ¿por qué? Es en este punto donde San Agustín introduce la idea de libre albedrío. Dios crea al hombre a su imagen y semejanza, dotándole de libre albedrío, en consecuencia, hacer el mal es preferir un bien inferior a un bien superior, o lo que es lo mismo, hacer un mal uso del libre albedrío. Pero ¿Por qué Dios nos otorgaría una capacidad que potencialmente puede convertirse en causa indirecta del mal ?¿No sería preferible privarnos de libre albedrío si con ello se libra el mundo del mal? Para San Agustín es evidente que no. Privado de libre albedrío, el hombre no sería un ser autónomo, no sería responsable de sus actos y carecería de sentido el premio o castigo tras el juicio final.
Llegados a este punto, San Agustín hará hincapié en la necesidad de no confundir libre albedrío con libertad. La libertad, en el contexto de la filosofía agustiniana, se identifica con la obediencia a Dios, dado que nuestra alma, a la ver sido creada a su imagen y semejanza, tiende a Dios, la verdadera libertad será actuar conforme a los designios de nuestra naturaleza.
En conclusión el su ética tendrá una prioridad: ofrecer una explicación que sirva para descargar a Dios de la responsabilidad de haber sido la causa directa del mal en el mundo.
PROBLEMA DIOS TOMÁS
Santo Tomás asume las novedades que aporta el cristianismo respecto a la idea de Dios (recogidos en el credo de Nicea-Constantinopla), dichas novedades son:
- Dios único (Monoteísmo)
- Dios padre (Fraternidad universal)
- Dios creador (Concepto de creación)
Santo Tomás considera que la idea de Dios es un preámbulo de fe ,es decir, una cuestión de fe que se puede demostrar racionalmente. Sin embargo, rechazará los argumentos “a priori” (aquellos que van de la causa al efecto), como el celebrado “argumento ontológico” de San Aselmo de Canterbury, según el cual, la idea de Dios implica necesariamente su existencia. Sí, se puede demostrar la existencia de Dios, pero únicamente por medio de sus efectos, es decir, defenderá una demostración “a posteriori”. Así propone en su “Suma teológica” su argumento “a posteriori” las cinco vías, cada una de las cuales partirá de un hecho observable de la experiencia (efecto), para elevarse a la causa que los ha producido (Dios). Estas comparten una estructura común que conlleva: la observación de la experiencia, a continuación aplicar el principio escolástico de la causalidad, para terminar concluyendo la existencia de Dios. La explicación resumida de cada una de ellas es:
- La primera vía: se basará en el movimiento. Todo lo que se mueve es movido por otro, pero la serie de objetos movibles no puede ser infinita, por lo que debe existir un primer motivo inmóvil: Dios.
- La segunda vía: se centra en la causalidad eficiente. Un ser contingente no puede ser la causa de sí mismo, por lo que tiene que existir una primera causa no causada: Dios.
- La tercera vía: observa la contingencia del mundo. Necesariamente tiene que existir un ser necesario (Dios) que soporte la existencia de los seres contingentes.
- La cuarta vía: parte de los distintos grados de perfección que presentan los seres creados, las cuales solo se explican como participación de lo que es máximo en cada orden, por lo que tiene que existir un ser perfecto que justifique la existencia de los distintos grados de perfección.
- La quinta vía: se basa en el gobierno del mundo, ya que si todo lo que presenta un orden es ordenado por una inteligencia, necesariamente debe existir un ser inteligente que dirija todos los seres naturales hacia un fin, y ese ser es Dios.
Podemos concluir que Santo Tomás tiene un objetivo prioritario qué es demostrar que la existencia de Dios se puede demostrar racionalmente.
PROBLEMA DIOS DESCARTES
La idea de Dios adquiere tal importancia que necesita demostrar su existencia para que todo su método resulte efectivo. Cuando Descartes llega a la primera certeza clara y distinta, el cógito (pienso, luego existo), consigue encontrar una evidencia que escapa a toda duda: del hecho de que pienso se sigue necesariamente que tiene que existir un sujeto que piense. Pero esto no demuestra que el contenido de mi pensamiento sea evidente, se mantiene la hipótesis del genio maligno.
Para garantizar la verdad de las ideas innatas, de entre las cuales destaca la idea de sustancia infinita (Dios), Descartes se ve obligado a demostrar la existencia de Dios.
Para demostrarla recurre a dos argumentos:
- El argumento causal: siendo criaturas imperfectas, ¿Cómo podemos albergar la idea de perfección? Solo un ser perfecto (DIOS), ha podido poner en nosotros la idea de perfección.
- El argumento ontológico de San Anselmo: la idea de Dios incluye su existencia, puesto que un Dios inexistente, no sería perfecto.
En conclusión, demostrando la existencia de Dios, Descartes consigue:
- Eliminar la hipótesis del “genio maligno”.
- Garantizar la verdad de las ideas innatas (y en extensión, del conocimiento).
- Garantizar la existencia de la realidad exterior (un Dios perfecto y bondadoso no permitiría que nos engañásemos respecto a la existencia del mundo.
Fueron varias las críticas dirigidas a la idea de Dios, entre las que cabe citar la acusación de argumento circular (el método funciona gracias a la idea de Dios, pero para demostrar que Dios existe Descartes utiliza el mismo método). Una segunda crítica se basa en que Descartes acepta el principio de causalidad como evidente, a pesar de no serlo.
CONO Y META DESCARTES
La crisis del aristotelismo obliga a la filosofía a buscar nuevas certezas. Así Descartes, propondrá un método inspirado en el matemático. El método cartesiano consta de cuatro reglas: la primera regla es la evidencia, que exige rechazar cualquier idea que no sea clara; la segunda regla es el análisis, consiste en reducir lo complejo a sus componentes más simples; la síntesis constituye la tercera regla, mediante la cual, partiendo de los elementos simples conocidos por intuición, se construyen argumentos o deducciones más complejas; por último la cuarta regla, la de la revisión, en cuya aplicación se revisan todos los pasos dados. En resumen, que solo aceptaremos lo que es evidente, pero, ¿Cómo distinguir lo evidente de lo que no lo es? Para ello adoptará la duda metódica, que solamente la utilizará a fin de alcanzar la primera certeza incuestionable.
Para ello distinguirá tres niveles de duda:
1) Desconfianza de los datos aportados por los sentidos. Dado que en ocasiones los sentidos nos proporcionan datos engañosos.
2) Confusión entre sueño y vigilia. Los sueños no se distinguen a veces de la realidad.
3) Hipótesis del “genio maligno”. Dice Descartes que ni en sueños podríamos negar la validez de los razonamientos matemáticos. A menos que estemos bajo los designios de un ser poderoso pero engañador, de tal manera que nos engañemos siempre, incluso en los razonamientos que parezcan evidentes.
En este momento, la duda hiperbólica cartesiana cuestiona el funcionamiento de nuestra propia capacidad racional. Si todo lo que pienso es engañoso, ¿qué me queda? Pues que pienso, y en tanto que pienso, existo. Por fin llegamos a la primera certeza evidente, clara y distinta: el cógito (pienso luego existo; cógito ergo sum). Pero de la existencia de mi “yo pensante” no se deduce la existencia de mis pensamientos fuera de mí.
Por eso Descartes considera necesario reflexionar sobre el contenido del propio pensamiento, descubriendo en él tres tipos de ideas: adventicias (provienen de la experiencia), fácticas (construidas por la mente a partir de ideas adventicias), e innatas (producto del funcionamiento de la razón), y a menudo son erróneas. Sin embargo, formando parte del funcionamiento de la razón son necesarias, incluso algunas de ellas evidentes. Por eso únicamente las ideas innatas nos proporcionarán un punto de partida fiable. El innatismo cartesiano no implica la existencia de las ideas innatas desde el nacimiento, sino que la mente las va produciendo, formando, parte de su actividad. Dentro de estas ideas innatas, destaca la idea de sustancia, a la que define como la realidad permanente y estable que existe por sí misma. En su actividad, el pensamiento descubre tres tipos de sustancia: pensante (el cógito), extensa (objetos externos) y sustancia infinita (dios).
En este punto necesita demostrar la existencia de dios, dado que solo él eliminaría la posibilidad de que estamos siendo engañados. Son dos las demostraciones de la existencia de Dios a las que recurre:
– el argumento causal (como criaturas imperfectas y finitas únicamente se explica que conozcamos la idea perfecta de dios porque él mismo la ha puesto en nosotros)
– el argumento ontológico de San Anselmo (la idea de Dios incluye necesariamente su existencia, dado que un Dios inexistente ya no sería perfecto).
Una vez demostrada la existencia de Dios, queda garantizada la verdad de nuestras ideas, dotando por tanto de existencia a la realidad exterior.
ÉTICA ARISTÓTELES
En la filosofía antigua, el problema de la ética fue tratado especialmente desde un debate ético protagonizado por: el relativismo ético sofista y el universalismo moral socrático.
Es la misma línea de Sócrates, Platón primero, y Aristóteles después, defendieron la validez universal de los valores. Desde el punto de vista aristotélico, el fin de los seres humanos es alcanzar el bien supremo, es decir, la felicidad. Dicha felicidad es proporcionada mediante una vida dedicada a la actividad racional. Tal y como expone en su antropología, el ser humano es el único que posee la función intelectiva del alma, y por lo tanto, lo que define su naturaleza es la capacidad racional. De ahí que únicamente haciendo aquello que le es propio por naturaleza podrá el ser humano alcanzar la auténtica felicidad. Sin embargo, no todos contamos con actividad racional en el mismo grado y también hay que satisfacer necesidades materiales. Por ello distingue en el alma intelectiva dos tipos de virtudes: dianoéticas (que son fruto de la instrucción) y virtudes éticas (que son fruto del hábito). De esta manera, Aristóteles se distancia de Sócrates y Platón, defendiendo que no basta conocer la virtud para practicarla, es necesario habituar la voluntad. De aquí extraemos la definición de virtud aristotélica: es un hábito qué debe ser definido por la razón. Pero, ¿en qué consiste exactamente dicho hábito? En el término medio entre exceso y defecto que limita en cada acción.
El hombre sabio nos servirá de referencia y ayuda en el caso de no conseguir clarificar la conducta equilibrada.