1. Dialéctica
En los primeros diálogos no es sino el método socrático de preguntas y respuestas. Pero a partir de la República experimenta una notable transformación: se convierte en el procedimiento por el que el filósofo accede al “mundo inteligible” y conoce cómo las Ideas se encuentran relacionadas entre sí.
En un famoso pasaje de la República llamado “el pasaje de la línea” Platón distingue dos formas generales de conocimiento:
La opinión y la ciencia. Esto no es una novedad pues tal distinción se hallaba ya en Parménides. La opinión o doxa es el conocimiento sensible de las cosas de este mundo (el mundo visible) y está sujeta a falsedad y error. La ciencia o episteme sólo se ocupa del mundo de las Ideas (o mundo inteligible)
Y sus enunciados nos conducen siempre a la verdad. La ciencia se divide en dos grados de conocimiento: son la dianoia y nóesis. Dianoia es la razón discursiva del matemático que se apoya en imágenes visibles, y nóesis es la inteligencia intuitiva propia del dialéctico, que alcanza el verdadero “conocimiento” de las Ideas de forma directa sin el uso de imágenes. La física, nuestro mejor ejemplo de ciencia hoy día, no fue considerada por Platón como verdadera “ciencia”, pues versa sobre objetos sensibles.
Al final del libro VI de la República Platón explica con cierto detalle en qué consiste la dialéctica, estableciendo la diferencia entre el modo como proceden el matemático y el dialéctico. Las matemáticas emplean un método discursivo descendente: parten de una hipótesis y deducen conclusiones, ayudándose de imágenes visibles (dibujos de figuras geométricas). En cambio, la dialéctica emplea un método discursivo ascendente: las hipótesis son – y ése es su sentido etimológico: “peldaños” (algo su-puesto, “puesto-debajo”)- aquello en lo que el dialéctico se apoya para “llegar a un principio no hipotético“. Y para ello no recurre en absoluto a imágenes. Parte de una Idea y asciende hasta la Idea suprema. Ello supone que el Mundo de las Ideas se encuentra jerarquizado, y que la Idea suprema es el primer “principio” cuyo conocimiento hace verdaderamente inteligibles las demás Ideas. En la República esta Idea es la Idea del Bien (la cual es, así, “el sol del mundo inteligible“). Finalmente, el dialéctico emprende el camino inverso: desciende desde la Idea suprema encadenando con ella todas las demás Ideas. De este modo, el dialéctico consigue establecer la comunicación y la trabazón entre las Ideas, adquiriendo una “visión sinóptica” del Mundo inteligible.
En realidad, Platón no nos dice cómo se llega a conocer las Ideas. Únicamente dice que el alma tiene capacidad para ello, y que se trata únicamente de “aprender a mirar en la buena dirección”. Y que como hay que prepararse para una ascensión, las matemáticas son el “preludio de la melodía que hay que aprender”. En efecto, “dan un fuerte impulso hacia la región superior”, ya que arrancan del mundo del devenir e introducen en la contemplación de objetos inteligibles. Sin embargo, el matemático todavía está atado a las imágenes sensibles. Abandonarlas y penetrar en el mundo de las Ideas, ésa es la tarea del dialéctico, es decir, del filósofo.
2. Idea de Bien
Frente al relativismo sofista expresado claramente en el aforismo de Protágoras “el hombre es la medida de todas las cosas”, Platón defiende la existencia de esencias inmateriales y eternas que se corresponden con la Belleza o la Justicia en sí misma. A estas esencias las llamó Ideas. Las ideas están jerarquizadas de modo que la Idea del Bien es la idea suprema. Dependiendo de ella se encuentran las ideas éticas, estéticas, matemáticas y, finalmente, de las cosas.
Platón no alcanza a definir la naturaleza del bien en sí. Sin embargo, en la República, afronta el problema recurriendo a una alegoría conocida como la alegoría del Sol. La contemplación, en la dialéctica platónica, es la función espiritual que permite ver en lo múltiple la unidad de la idea. Pero como el camino dialéctico que conduce a la idea del bien, al llegar a su última parte, ya no puede ponerse por escrito, lo sustituye por una analogía con el mundo visible. Lo eternamente bueno, nos dice, revela su esencia en su hijo, el supremo dios visible del cielo, Helios, el Sol. En este mundo visible, el sol es la fuente de luz y, por tanto, la causa de toda visión o conocimiento. En el mundo inteligible la Idea del Bien es la causa del conocimiento y la verdad: sólo nos apartamos de la oscuridad de las opiniones cuando la luz del Bien ilumina nuestro conocimiento. Además, del mismo modo que en el sol en el mundo visible es causa del nacimiento, el desarrollo y la nutrición, en el mundo inteligible el Bien otorga el ser a las demás Ideas.
La Idea del Bien es la que debe guiarnos tanto en los asuntos “privados como públicos“. Esto quiere decir que tanto en los asuntos de la moral individual, de la virtud, como de la política la Idea de Bien debe ser nuestra guía. Aquellos que llegan a conocer la idea del bien, mediante la dialéctica, llegarán a ser virtuosos y, por tanto, gobernantes ideales.
Platón hace un planteamiento teleológico del mundo (el mundo se ajusta a un diseño adecuado a la Idea del Bien) que contrasta con el mecanicismo y el azar presentes en la cosmovisión de Demócrito.
Las interpretaciones acerca de la entidad de la Idea de Bien son diversas. Los pensadores griegos anteriores a Platón habían concebido a su principio supremo, ya fuese material o espiritual, como una divinidad. Aunque la filosofía griega con su descubrimiento de la physis es el origen de la ciencia no conviene olvidar también su componente religioso. Especialmente, la Idea del Bien sólo es entendible sobre este trasfondo teológico.
Otra característica interesante de la Idea del Bien está relacionada con la influencia pitagórica. Llama la atención la relación que existe entre la Idea del Bien y la “medida justa“. El bien es la medida de todas las cosas. La belleza de una estatua se debe a su respeto a una proporción matemática adecuada, la sección áurea.
3. Mundo inteligible.
Según el mito de la caverna, este es el mundo de las Ideas que gozan de las características del Ser de Parménides: cada Idea es única, eterna e inmutable. El alma, antigua habitante del mundo inteligible, puede acceder al conocimiento de las Ideas y alcanzar así la ciencia verdadera.
Se opone al mundo sensible que es un mundo aparente, en continuo devenir, como expone Platón en su diálogo Crátilo siguiendo los planteamientos de Heráclito. De este mundo sensible sólo podemos alcanzar a tener opiniones y no verdades absolutas.
4. Opinión
En un famoso pasaje de la República llamado “el pasaje de la línea” Platón distingue dos formas generales de conocimiento: la opinión y la ciencia. Esto no es una novedad pues tal distinción se hallaba ya en Parménides. La opinión o doxa es el conocimiento sensible de las cosas de este mundo (el mundo visible) y está sujeta a falsedad y error. La ciencia o episteme sólo se ocupa del mundo de las Ideas (o mundo inteligible) y sus enunciados nos conducen siempre a la verdad. Platón distingue dos grados de conocimiento en la opinión: Primero, la conjetura o eikasia que se ocupa de las imágenes del mundo: quizá la literatura, la historia y las bellas artes. Lo que todos deben aprender. Segundo, la creencia o pistis, el estudio de las cosas naturales: la física.
5. Reminiscencia o anámnesis
Según Platón, conocer es recordar (anámnesis). Esto supone que el alma tuvo que conocer las Ideas en una existencia anterior “separada” del cuerpo y que dado que las cosas “imitan” a las Ideas, el conocimiento sensible sirve como ocasión para el recuerdo.
En el diálogo Menón se plantea la posibilidad del conocimiento como recuerdo. La respuesta de Sócrates es la siguiente: En primer lugar, hace una deducción la doctrina de la reminiscencia a partir de la creencia mítica en la preexistencia y transmigración del alma. En segundo lugar, hace una demostración de la reminiscencia mediante una experiencia de corte mayéutico (reconocimiento de la propia ignorancia y descubrimiento del saber dentro de uno mismo) llevada a cabo con la intervención de un esclavo. Sócrates pide a Menón que llame a uno de sus esclavos y, a base de hacerle preguntas, sin transmitirle conocimiento alguno, consigue que el esclavo descubra por sí mismo la solución de un problema geométrico. . Por tanto, este conocimiento habitaba en el alma del esclavo previamente a su nacimiento. La reminiscencia y la inmortalidad del alma están inseparablemente unidas: por vía mítica se deduce la reminiscencia a partir de la creencia en la inmortalidad del alma, y por medio de una constatación empírica se infiere, a partir de la reminiscencia, la inmortalidad o preexistencia del alma.
En el Fedro Platón desarrolla el mito del alma alada según el cual el alma mientras vive en el mundo de las Ideas posee unas alas pero cuando cae a la Tierra pierde las alas. La contemplación de las cosas bellas hace que sus alas renazcan y se oriente hacia las Ideas.
La doctrina de la reminiscencia emparenta directamente a Platón con la teoría de las ideas innatas de Descartes y es objeto de críticas por parte tanto filosofías empiristas tales como las de Aristóteles y Hume.
6. Rey-filósofo
En la ciudad ideal que Platón presenta en la República la sociedad está dividida en clases atendiendo a la función que cada uno de ellos desempeña en el Estado: los labradores y artesanos producen los bienes (alimentos, vestidos o instrumentos,…) que todos los hombres puedan necesitar; los guardianes o guerreros se encargan de defender el Estado y de mantener el orden interno y, finalmente, los gobernantes deberán promulgar las leyes y establecer justicia. En esta propuesta no democrática y clasista La República entra en una detallada descripción de cómo debe ser la ciudad ideal y, especialmente de como debe ser la educación de los futuros gobernantes. Los gobernantes deben educarse siguiendo un estricto plan de estudios: a) gimnasia y música en la juventud, ambas educan el alma: la gimnasia, su lado fogoso, y si se combina con música, que cultiva la dulzura, produce, en lugar de la fuerza bruta, la valentía e incita a filosofar. La música incluye, además de los ritmos y armonías, los mitos de Homero. Platón es muy crítico al igual que Heráclito y Jenófanes con la religión oficial pues los dioses de los que habla son demasiado humanos. b) matemáticas y astronomía como iniciación al conocimiento de las Ideas hasta los treinta años y c) dialéctica, conocimiento de las Ideas y de la Idea del Bien, otros cinco años. A partir de aquí se ocuparían del estudio práctico del gobierno durante quince años de modo que estarían preparados para gobernar a los cincuenta. Los gobernantes-filósofos, que pueden ser tanto mujeres como hombres, vivirían en comunidad de bienes, parejas e hijos de modo que no tendrían posesiones privadas ni familia, harían las comidas en común como soldados en campaña y podrían dormir con quien quisieran. Deberían proteger las diferencias entre las distintas clases sociales no permitiendo los emparejamientos de individuos de clases diferentes y siendo honestos respecto a la raza de sus propios hijos arrojando entre los artesanos a los propios si así lo mereciesen y ascendiendo a los virtuosos aunque hubiesen nacido de labradores. Además deberán controlar el tamaño de la ciudad de manera que no sobrepase un determinado tamaño y se vuelva incontrolable. Su función principal sería la correcta educación de las otras partes del Estado de modo que los guardianes sean valientes y los trabajadores moderados y todos obedezcan al bien común. Al carecer de intereses privados Platón confiaba en que los gobernantes-filósofos dedicarían su vida al bien común y no al enriquecimiento personal como ocurre en la mayoría de los Estados. Entre esta élite gobernante se elegiría al jefe del Estado, al filósofo-rey. Como dice en el libro V de la República, no habrá justicia en los Estados hasta que no gobiernen los filósofos o los reyes se conviertan a la filosofía.