FILOSOFÍA DE SÓCRATES
1. Giro antropológico. Sócrates quedó pronto decepcionado con los planteamientos de los primeros filósofos y decidíó dedicarse a reflexionar sobre sí mismo y sobre la vida del hombre en la ciudad. Los problemas éticos eran los más urgentes e hizo suya la máxima escrita en el templo de Delfos.
2. Entiende la filosofía como una búsqueda colectiva y en diálogo. No pretende poseer la verdad ni poder encontrarla por sí solo. Cada hombre posee una parte de la verdad, pero debe descubrirla con la ayuda de los otros. Así se explican las dos partes del método socrático:
IRONÍA: es el arte de hacer preguntas tales que hagan descubrir al otro su propia ignorancia: el que cree saber cae en la cuenta -acorralado por las preguntas de Sócrates- de que no sabe nada.
MAYÉÚtica: consiste en el arte de hacer preguntas tales que el otro llegue a descubrir la verdad en sí mismo.
3. Según Aristóteles: la pregunta fundamental que hace Sócrates es «¿Qué es…?» y espera que el otro le conteste con una definición. El método socrático se encamina a la construcción de definiciones, las cuales deben encerrar la esencia inmutable de la realidad investigada. Así se opone al relativismo de los sofistas e inaugura el camino de la búsqueda de las esencias. El procedimiento para llegar a la definición verdadera (finalidad de la mayéÚtica) es inductivo: examen de casos particulares y ensayo de una generalización que nos dé a la definición buscada.
4. El interés de Sócrates se centró en la ética, sobre la esencia de la virtud y la posibilidad de enseñarla. Decimos que Sócrates defiende el «intelectualismo moral»: el saber y la virtud coinciden, el que conoce lo recto, actuará con rectitud, y sólo por ignorancia hace el mal. Esta doctrina sólo puede ser comprendida si tenemos en cuenta que Sócrates defiende también un utilitarismo moral: lo bueno moralmente es lo útil. Todo el mundo busca la felicidad y la utilidad, y la virtud consiste en discernir qué es lo más útil en cada caso. Este saber del que habla Sócrates no es teórico sino saber práctico acerca de lo mejor y más útil en cada caso. Este saber-virtud puede ser enseñado y aprendido; no bastan las disposiciones naturales para ser bueno y virtuoso
Heráclito de Éfeso (540 a. C.- 480 a. C)
Nacido en Éfeso, conservamos de él varios fragmentos breves de difícil interpretación. Introducirá un grado de abstracción y profundidad desconocidos, hasta el punto de ser junto a Parménides el presocrático de mayor peso en la historia de la filosofía. Cuatro ideas básicas de su pensamiento son:
1. Un principio básico: todo fluye. Heráclito no se admira tanto de la composición del primer principio de la naturaleza sino de su movimiento, el cambio continuo, un fluir incesante. «No es posible meterse dos veces en el mismo río».
2. Hay una clave para interpretar lo que sucede: la dialéctica. Lo que sucede en la naturaleza se puede explicar mediante la contraposición de contrarios: frío y calor, cielo y tierra, dioses y hombres, etc. La naturaleza se explica por un juego de oposiciones una lucha de contrarios que recibirá el nombre de dialéctica. Esta tensión de contrarios está presidida por la inteligencia o logos que reúne lo que está separado. El conocimiento de esta unidad es el objeto de la sabiduría.
3. Una inteligencia que reconcilia. Ese logos es identificado a veces por Heráclito con el fuego pues es movimiento constante y fuerza productora y destructora.
4. La verdad ama ocultarse. Heráclito considera que el oscuro y escurridizo devenir significa que a la physis le gusta ocultarse y que por ello al filósofo le corresponde el papel de desvelador.
Además de buscar la unidad de los contrarios, filosofar es descubrir, desvelar aquello que aparece oculto, la unidad profunda que se esconde tras las contradicciones.
Parménides de Elea (530 a. C.- 460 a. C)
Parménides es el fundador de la escuela eleática. Nacíó en Elea y al parecer fue el legislador de esta ciudad. Parménides escribíó una sola obra que se conserva parcialmente se conoce como el poema de Parménides. El poema es considerado el inicio de la metafísica occidental
En él relata que existen tres posibles caminos, o supuestos de los que tenemos que partir a la hora de investigar o conocer :
-A. Lo que es, es, y no es posible que no sea. Es la VÍA DE LA VERDAD, y es la que va a seguir Parménides.
– B. Lo que no es, no es, y no es posible que sea. Esta vía del NO SER también es verdadera, pero al ser negativa, es intransitable.
– C. La tercera vía mezcla el ser y el no ser, es decir, cree que lo que es puede llegar a no ser, y que lo que no es puede llegar a ser. Este es el camino que lleva al error, el camino de la OPINIÓN O DOXA . Es el mundo que los seres humanos percibimos por los sentidos, cambiante y mezcla de ser y no ser.
La Vía de la Verdad tiene como punto de partida una exigencia lógica de nuestro pensamiento el principio de identidad, formulado de la siguiente manera: El ser es y el no-ser no es.
Este principio, que resulta evidente, le sirvió para deducir como propiedades del «ser» las siguientes:
-En primer lugar, que el Ser es Uno o único, pues si afirmamos que hay dos Seres. Pero decir esto significa afirmar que el no-ser, es; y esto es contradictorio. Por tanto, concluimos que el Ser es único, Uno.
-En segundo lugar, que es Eterno. Pues si no lo fuera, tendría principio y tendría fin.
-En tercer lugar, es Infinito: el Ser no puede tener límites, porque si los tuviera. Por tanto, el Ser es único, eterno e infinito.
-Y en cuarto lugar, el Ser es Inmóvil, no se mueve, porque moverse es dejar de estar en un lugar para estar en otro, pero, como sabemos, el ser es infinito y no podría moverse hacia donde ya está.
Parménides es consciente de que la realidad que nos muestran los sentidos es plural, caduca, finita y en continua transformación y movimiento, es decir, completamente distinta de ese
Ser Inmutable y Único que el pensamiento racional concibe con lógica implacable. Por tanto, Parménides saca dos conclusiones muy importantes:
• que esa pluralidad y movimiento del mundo sensible, es una apariencia, es como un sueño irreal.
• Y que además de este mundo sensible que percibimos, existe un mundo inteligible, que no percibimos con los sentidos, pero que es el verdadero y que comprendemos con nuestra razón o logos.
Pitágoras de Samos:
Nacíó en la isla de Samos, pero hubo de huir de allí bajo la tiranía de Policrates, instalándose en Crotona donde fundó la escuela pitagórica. Los pitagóricos fueron una escuela a la vez científica y religiosa
Como científicos observaron que muchas propiedades de los seres pueden formularse matemáticamente; por ello afirmaron que los números son el principio (arjé) de todas las cosas. Un fragmento que nos ha llegado de la escuela pitagórica dice: «y todas las cosas que se conocen contienen un número, pues sin él nada sería pensado ni conocido». Concibieron los números espacialmente, es decir, identificaron el ‘uno’ aritmético con el ‘punto’ geométrico; de manera que la línea sería el producto de la uníón de dos ‘unos’, la superficie estaría producida por tres ‘unos’, y el volumen por cuatro ‘unos’.
De este modo, las cosas resultan ser diferentes agregados de unidades-puntos.
La Tetraktys es para ellos un número mágico suma de los 4 primeros números (1+2+3+4). Es un símbolo místico muy importante para los pitagóricos pues la consideraban la clave de todas las armónías que gobiernan el mundo.
Por otra parte, los pitagóricos admitieron la existencia del no-ser, del vacío, que identificaron con el ‘cero’ matemático. Asimismo, su cosmología afirmaba que el Universo era el producto de una armónía matemática y que el movimiento de las estrellas produce una música perfecta que no oímos por estar acostumbrados a ella desde nuestro nacimiento. También relacionan música y matemáticas y son los inventores de las escalas musicales.
Como escuela religiosa, los pitagóricos profesaban:
-la creencia en que el alma es de origen divino e inmortal, tiene sucesivas reencarnaciones y puede ser purificada por el conocimiento;
-un sistema de vida ascético basado en principios morales estrictos, cuyo objetivo era también la purificación del alma; tal purificación persigue que el alma alcance una armónía interior capaz de integrarse en la armónía cósmica y evitarle el doloroso ciclo de las reencarnaciones.