Aristóteles (384 a.C- 322 a.C) nació en Estagira y fue enviado a la Academia de Platón en Atenas, de quien recibió una notable influencia, especialmente en su sentido teleológico, aunque rechazó la teoría de las Ideas de su maestro. La filosofía de Aristóteles pretende definir la naturaleza de las cosas y del hombre (ánthropos), hacer ciencia para descubrir el orden y la regularidad de mundo (a partir del conocimiento sensible) y hacer de la ética y la política ciencias prácticas.
Aristóteles concibe al ser humano como un animal social por naturaleza (zoon politikon), que tiende a agruparse en familias, casas y aldeas que al unirse componen la ciudad. La ciudad es un todo, y por tanto, es anterior a los elementos que lo forman y es autosuficiente (autárquica). La polis o Ciudad-Estado es el marco de la convivencia política, donde existe una organización de las leyes, del saber y su transmisión, del trabajo y de la propiedad. La filosofía/ciencia política de Aristóteles (mucho más realista y pragmática que la de Platón, ya que no busca soluciones ideales, sino factibles), propone el estudio del concepto de ciudadano y las condiciones y virtudes que este debe poseer, así como de los diversos regímenes existentes y sus características. Además, pretende encontrar el régimen político mejor, que para este filósofo clásico consistiría en una república entendida como una aristocracia constitucional controlada democráticamente y basada en una amplia y próspera clase media, y cuyo objetivo principal debe ser el bien común (la “vida buena”); lo que es lógico, ya que el Estado es la forma de convivencia suprema y su fin último coincide con el fin último de cada ciudadano.
La ética responde a la cuestión de cuál es esta finalidad (telos). Según Aristóteles, este objetivo, para los seres humanos, es la felicidad (eudaimonismo). A la consecución de la eudaimonía contribuyen tres tipos de bienes: los externos, los corporales y los del alma (o psíquicos), pero predominando los del alma (la felicidad es, pues, un bien del alma). Este autor entiende la felicidad como el desarrollo de la función que les es propia a los seres humanos (racionalidad), por lo que la forma de felicidad más perfecta es la actividad contemplativa (la investigación, el estudio, el conocimiento). Además de la posesión de los bienes anteriormente mencionados, para ser felices, los seres humanos deben contar con ciertas virtudes para regular sus tendencias propias y el trato con los demás (amistad, justicia). Dice Aristóteles que “la felicidad consiste en el ejercicio firme y constante de la virtud”, entendemos por virtud un habito selectivo (es decir, escoger bien) que consiste en un término medio referente a nosotros y determinado por la razón, y como el ejercicio constante y repetido de acciones buenas (para Aristóteles la ética es una cuestión práctica que busca hacer las cosas bien, no teorizar sobre el bien como hacía Platón). Aristóteles distingue dos clases fundamentales de virtud, las éticas (o morales), relacionadas con el comportamiento y los hábitos, que consisten en el dominio del alma irracional (apetitiva), que no surgen espontáneamente de la naturaleza humana, aunque la capacidad para desarrollarlas si es propia del ser humano (fortaleza, templanza); y las dianoéticas (o intelectuales), que se corresponden con la parte racional del alma, son propias del intelecto (nous) y del pensamiento (noésis) y no son innatas, sino que deben ser aprendidas. La virtud dianoética más importante es la sabiduría, porque en ella consiste la felicidad.
El ser humano pretende alcanzar la sabiduría a través del conocimiento (por medio del alma intelectiva).
La epistemología aristotélica niega la preexistencia del alma y afirma que todo aquello que está en nuestra mente es un reflejo exacto de lo que hay fuera de ella (este planteamiento se denomina realismo ingenuo, porque no tiene en cuenta que cada individuo interpreta la realidad de un modo distinto). El proceso del conocimiento según lo entiende Aristóteles, consta de observación, imaginación, memoria y entendimiento (que puede ser activo o pasivo). El talante científico de Aristóteles le llevó a afirmar que el conocimiento parte de lo particular para llegar a lo general. El conocimiento como actividad propia de la capacidad intelectiva del ser humano es muy importante, porque es la actividad propia de nuestra alma.
El ser humano, además de poseer un alma (principio vital, forma) está compuesto por materia, es decir, su cuerpo. Según la teoría hylemórfica de Aristóteles, la materia es aquello de lo que están hechas las cosas, y la materia prima es el sustrato que permanece tras los cambios y necesita de la forma para existir. La forma sustancial (para el ser humano, el alma) es aquello que hace a las cosas ser lo que son, y la accidental es una realidad de segundo orden cuyos rasgos no afectan a la verdadera esencia de las cosas.
La forma de las cosas es
el principio de actividad que las empuja hacia la perfección y hacia su
finalidad, por lo tanto, las cosas están en constante cambio y sujetas a
movimiento.
Las causas de este principio de movimiento interno son estudiadas
por la Física. En la Física aristotélica propone la teoría de la potencia y el
acto, según la cual las cosas son algo en acto (actualmente) y algo en potencia
(lo que pueden llegar a ser), es decir, el movimiento consiste en el tránsito
de la potencia al acto. Además, las cosas son movidas por una serie de causas
intrínsecas (material y formal) y extrínsecas (motriz o eficiente y final).
Para explicar las causas del movimiento Aristóteles separa el mundo en la
región sublunar (la Tierra) y la región supralunar (los astros y planetas, de
naturaleza más elevada). En el mundo sublunar la causa motriz y la causa final
del movimiento reside en los propios seres, y coincide con su forma o alma. En
el mundo supralunar, en cambio, existe un motor inmóvil, causa motriz y final
de toda realidad, que se trata de una forma perfecta que transmite el
movimiento a todo lo demás.
La Física estudia el cambio de los seres, la Antropología la naturaleza del ser humano, la Ética sus tendencias naturales, y la Política su manera de agruparse; pero Aristóteles consideró que se necesitaba una ciencia aparte que no estudiase un aspecto concreto del ser, sino el “ser en cuanto ser”, a la que denominó Filosofía primera (denominada posteriormente Metafísica). Esta se dedica a clasificar la realidad en modos de ser o categorías, de las cuales la más importante es la sustancia primera, y a definir el ser a través de la sustancia segunda.