El Racionalismo de Descartes: De la Ciencia a la Filosofía
El racionalismo es un movimiento filosófico del Renacimiento que se contrapone al empirismo, otro movimiento de la misma época. Ambos replantean los problemas de la filosofía desde los supuestos de la cultura moderna. La principal diferencia entre ellos es que, aunque ambos toman como modelo de conocimiento el de la ciencia moderna, los racionalistas tratan de fundar la ciencia en la metafísica, mientras que los empiristas se orientan al análisis del conocimiento y su génesis en la experiencia.
Para el racionalismo, la única fuente de conocimiento válido es la razón, y solo considera ciertos los conocimientos adquiridos por esta. Según este movimiento, las ideas aparecen en nuestra mente independientemente de la experiencia sensible; son innatas. Los racionalistas creen que todo ser y suceso tiene una explicación racional y lógica. Creen en un conocimiento universal, en el que todo lleva a lo mismo. Por último, su modelo a seguir es el matemático. Ante estas características, se contraponen las del empirismo, totalmente opuestas.
Descartes: El Padre de la Filosofía Moderna
El filósofo más importante de este movimiento fue René Descartes. Nacido en una familia acomodada, fue considerado el padre de la filosofía moderna, creador del racionalismo e iniciador del idealismo moderno. Su filosofía, a la que intentaba desvincular de toda autoridad religiosa, trataba de alcanzar una explicación verdadera de la realidad y del ser humano que nos conduzca correctamente en la vida. También buscaba fundamentar la ciencia: si la razón es la misma para todos, todos podemos llegar a saber lo mismo. Trataba de buscar un método que le diera a la filosofía la misma seguridad que poseían las matemáticas.
Formas de Conocimiento: Intuición y Deducción
Antes de saber qué método debemos seguir, primero debemos saber qué formas de conocimiento existen. Para Descartes, son dos:
- Intuición: Según la cual, todos han de aceptar lo evidente que nace de la luz y la razón. Es la fórmula con la que entendemos las formas más simples de las matemáticas.
- Deducción: Es un proceso inventivo de la mente que sigue siendo intuitivo en todos sus pasos. Partiendo de unas premisas, obtenemos unas consecuencias.
El Discurso del Método: Reglas para la Dirección del Espíritu
En una de las obras de Descartes, El Discurso del Método, se presentan las reglas para la dirección del espíritu, unas reglas para llegar al conocimiento verdadero de manera fácil y segura:
- Regla de la Intuición: Trata de evitar cuidadosamente la precipitación y no ir demasiado rápido para no caer en error. Solo se debe tomar aquello que esté de manera clara y distinta. La pretensión de dicha regla es la intuición.
- Regla del Análisis: Consiste en dividir cada una de las dificultades y analizarlas por partes para obtener una solución.
- Regla de la Síntesis: Pretende conducir ordenadamente los pensamientos, partiendo de los más simples hasta llegar a los más complejos de solucionar, ya que si se intenta solucionar primero estos, es más probable caer en error.
- Regla de la Enumeración: Consiste en revisar y enumerar todo el proceso para estar seguro de no omitir nada y evitar el error. Estas tres últimas reglas tienen como pretensión la deducción.
Según Descartes, este método es el único que responde a la dinámica interna de la razón.
La Duda Metódica
Con el concepto de duda metódica, Descartes se refiere a nuestros conocimientos filosóficos y científicos. Plantea dudar de todo conocimiento previo, eliminar todos aquellos conocimientos que no sean ciertos. Es el paso previo a la búsqueda de la verdad absolutamente cierta, de la que es imposible dudar. Esta duda es metódica, puesto que se usa como método, y universal, ya que se da en todo aquello con lo que no se está de acuerdo y sirve para alcanzar los pilares de la filosofía. Además, tiene que ser teórica. Esta última característica se encuentra en sus máximas de la moral provisional, ubicadas dentro de su Discurso del Método. Estas afirman que la duda no afecta a sus creencias religiosas y no implica poner en cuestión el orden político ni las costumbres del país, ni conduce a la inacción.
Para justificar esta duda, planteó tres razones o momentos:
- En lo referente a los sentidos, explica que si estos alguna vez han llevado a algún tipo de error, no se puede diferenciar cuándo se está dormido y cuándo se está despierto; nunca se puede asegurar la existencia del mundo exterior.
- Por último, habla de un genio maligno, el cual es capaz de provocar que nos equivoquemos considerando evidente aquello que no lo es.
En conclusión, solo está seguro de una cosa: Pienso, luego existo (Cogito ergo sum). Podemos ser engañados por el genio maligno, ser confundidos por la información de los sentidos o no ser capaces de distinguir la vigilia del sueño, pero, en todo caso, eso implica que pensamos, por lo que existimos. Esta es la primera evidencia, la única verdad que podemos tener, clara y distinta.