La vigencia de un pensador actual es siempre patente. Teniendo en cuenta que Ortega murió en 1955, podemos decir que su pensamiento sigue estando en plena actualidad. Los finales del siglo XX y los comienzos del XXI se han distinguido, entre otras cosas, por una preocupación por lo vital o lo existencial, y ahí, la influencia de Ortega es decisiva. Basta con pasearse por una librería o ver los catálogos especializados en publicaciones para comprobar como hay un interés enorme sobre las cuestiones del vivir cotidiano, desde libros de autoayuda, hasta nuevas filosofías vitales. En ese sentido, el raciovitalismo de Ortega sigue estando vigente. Ortega hizo patente filosóficamente hablando lo que todo en nuestro interior conocíamos o sospechábamos. Él explicitó en el discurso filosófico las categorías de la vida, y esas categorías tienen hoy plena actualidad.Pero otros temas centrales de la filosofía orteguiana siguen estando vigentes, su interés por relacionar cultura y vida han influido de manera decisiva en la valoración actual de la cultura. En un mundo que cada vez está más globalizado y donde se hace más necesario el diálogo intercultural, el perspectivismo orteguiano se constituye como un fuerte anclaje para evitar posturas maniqueistas y un claro referente para combatir el relativismo cultural. El perspectivismo orteguiano permite una integración de formas culturales si caer en el menosprecio ni en la sobrevaloración pueril que permitan comprender otras formas de entender la cultura, y en definitiva la vida.Las reformas educativas ocurridas en nuestro país destacan también la importancia que se le da en nuestro sistema educativo al interés por lo vital, dichas reformas han alejado los contenidos no significativos de la práctica docente sustituyéndolos por un ejercicio de comprensión y de autocomprensión del ser humano y del mundo que nos rodea y en el cuál vivimos.Otros aspectos filosóficos del pensamiento orteguiano siguen estando plenamente vigentes, tanto a nivel social como político. Sólo basta con echar un vistazo a la sociedad española actual, con sus botellones, la pasión futbolística, los macro conciertos, etc… para comprobar como su “ Rebelión de las masas” sigue estando plenamente vigente, o la situación política con sus disputas autonómicas y problemas de estatutos para ver la actualidad de “La España invertebrada”.La mayoría de sus compatriotas no le comprendieron. Sin embargo, bueno sería meditar ahora cuántos de los grandes avances que se están dando en los últimos años en nuestro país no vienen precisamente de donde Ortega demandaba: parece claro que nuestra entrada en la Unión Europea está produciendo profundos cambios en la sociedad española. La España de las últimas décadas, la España europeizada, resulta irreconocible. Asimismo, la otra gran revolución que proponía, la educativa, aunque no con los resultados deseados por las numerosas fuerzas que la contrarrestan (tv basura, indisciplina, etc.), también está proporcionando grandes cambios como la universalización de la educación obligatoria hasta los 16 años o el que los proyectos de investigación españoles tengan cada vez un mayor reconocimiento internacional.
El concepto de razón no es unívoco, como muestra la historia de la filosofía. Existen diversas concepciones de ésta que se han dado históricamente:
razón pura, matemática, física (positivista), instrumental, histórica, vital, poética… rechazando Ortega concepciones anteriores y afirmando únicamente la razón vital e histórica.La concepción de la razón que ha predominado históricamente es la que podemos sintetizar como razón pura (en su sentido amplio incluiría pensadores como Platón, Descartes o Kant). El hombre ha puesto a la razón pura en el lugar que en otra época puso a los mitos o a Dios, es decir, le ha profesado gran fe, la ha considerado autosuficiente para el conocimiento (aunque en el caso de Kant, no olvidemos que también sensibilidad y entendimiento son facultades fundamentales). La consecuencia la vimos en el s. XIX: irrumpen los irracionalismos con fuerza, especialmente Nietzsche, ante una concepción asfixiante e insostenible de la razón: la pura. Ortega, por su parte, trata de sintetizar ambos extremos excluyentes. Ni irracionalismo (Nietzsche), ni razón pura (Platón o Descartes), sino razón vital e histórica (Ortega). No va, por tanto, contra la razón, como hiciera Nietzsche, sino contra el racionalismo.La razón pura ha de sustituirse por la razón vital, ya que el primer atributo del ser humano es el vivir, el sentirse vivir, el hacer su vida, que no está hecha. La vida es una acción continua con otros en el mundo, es convivir, coexistir. No existe, por tanto, el hombre en abstracto, como tampoco existe la razón en abstracto, puesto que “el hombre no tiene naturaleza… sino historia”. La filosofía tradicional, por tanto, ha errado. Tomemos un ejemplo de la filosofía moderna: una actitud cauta y precavida lleva a Descartes a intentar dudar de todo. Dudando de todos los contenidos del pensamiento se da cuenta de que hay una realidad de la que no puede dudar: de que estaba dudando, de que estaba pensando, y, por eso, su filosofía parte del hecho del pensamiento. La realidad radical en su caso fue el pensamiento, la conciencia, la subjetividad, como se manifiesta en la primera verdad clara y evidente a la que llega con la duda metódica: “pienso, luego existo”. En el caso de Ortega, sin embargo, será prioritaria la vida – realidad radical- de modo que podríamos decir: “vivo, luego pienso, río, creo, trabajo, coexisto,…”