El racismo es una actitud discriminatoria que tiene como base un conjunto de ideologías, estereotipos, creencias y prejuicios, fundamentados en la ignorancia, tendente a segmentar a la humanidad en grupos con carácterísticas diferenciales cuya explicación radica en un falso fundamento genético. El racismo sostiene que hay algunos grupos de población humana que por el hecho de tener unos determinados rasgos morfológicos y/o socioculturales son por ello inferiores intelectual, social o moralmente al resto de personas que no los tienen. Las actitudes, creencias e ideologías racistas establecen, abierta o veladamente, un orden jerárquico entre los grupos étnicos o raciales, utilizado para justificar la supuesta superioridad, privilegios o ventajas del grupo dominante. Bajo esta distorsionada valoración del ser humano podemos encontrar las siguientes ideas implícitas: Los grupos humanos pueden diferenciarse en función de carácterísticas genéticas; 7 Las diferencias raciales determinan las diferencias culturales y justifican las desigualdades sociales; Los factores genéticos sirven para identificar a las razas puras, y El comportamiento de los individuos viene determinado por los caracteres hereditarios. El racismo implica “sentimientos” de desconfianza, desprecio, amenaza, odio, rechazo, miedo, junto con actitudes (conductas) de estigmatización, agresión, segregación, violencia verbal, genocidio… Los primeros intentos por categorizar las razas humanas se dieron en el siglo XVII, época del colonialismo y posterior imperialismo europeo del Siglo XIX. Ambos dan lugar a la justificación de la dominación y la explotación por razones económicas. El colonialismo implica el control de una serie de territorios, explotados económicamente, que promueve relaciones de subordinación con los pueblos y culturas autóctonas. Por otro lado, el imperialismo cosiste en la conquista sistemática, por parte de un país determinado, de la mayor cantidad posible de territorios con el objetivo de alcanzar el rango de potencia mundial. Veamos a continuación algunos planteamientos “teóricos” que se han dado a lo largo de la historia: La primera obra publicada sobre la categorización de las razas humanas fue Nueva división de la Tierra por las diferentes especies o razas que la habitan, del médico francés Françoís Bernier (1625-1688). En el Siglo XVIII el botánico y zoólogo sueco Linneo (1707-1778) en su obra Tratado de las razas humanas trazó la primera taxonomía de las especies vivas, dentro de la cual puso al ser humano. El antropólogo, médico y catedrático de anatomía alemán J. Blumenbach (1752-1840) en su obra Variedades del género humano estudió la morfología de los diversos grupos humanos siguiendo el método de la anatomía comparada. Durante los siglos XVIII y XIX, época del imperialismo, fueron frecuentes los infructuosos y absurdos debates entre monogenistas y poligenistas por determinar las carácterísticas de las razas humanas. La discusión que interesa en esta época es sobre el origen de las razas, entre monogenistas y poligenistas, y, a otro nivel, sobre la legitimidad moral del sistema esclavista. El monogenismo es la creencia generalizada durante el Siglo XVIII basada en el libro del Génesis, que establecía a Adán y Eva como antepasados comunes a todos los hombres. Los principales defensores de esta creencia en el Siglo XVIII fueron Blumenbach y Leclerc. Ambos creían que Adán y Eva habían sido creados blancos a imagen de Dios. Por consiguiente, las razas humanas son producto de la degeneración que sucedíó a la idílica perfección del paraíso. Esta degeneración había sido mayor en la raza negra que en la blanca, establecíéndose de este modo una jerarquía entre ambas. Esta teoría, además, estaba matizada con la creencia en la perfectibilidad, según la cual la humanidad evoluciona a través de ilimitados estadios de progreso hacia la perfecta felicidad terrenal. El poligenismo, por el contrario, postula la existencia de diferentes linajes para las razas humanas. Entre los principales defensores de esta creencia destacan: El antropólogo alemán G. Klemm (1802-1867) propuso una división entre razas “activas” y “pasivas”. Entre las razas “pasivas”, incluía a los mongoloides, negroides, egipcios, hindúes y a las clases bajas de Europa, precisando que el linaje germánico representaba la forma más perfecta de las clases activas. Por otro lado, el antropólogo poligenista y médico inglés R. Knox se opuso a la doctrina de la perfectibilidad. Sosténía que la “raza” era la unidad principal y determinante y que 8 la literatura, la ciencia y la civilización en su totalidad dependían de ella. Su interpretación de la historia incorporaba una progresiva evolución física y cultural, que se producía principalmente por la “lucha” entre las razas de color y las blancas. En la primera mitad del Siglo XIX, las “teorías” sobre las diferencias raciales cobraron una fuerte relevancia, generalizándose la idea de que la raza blanca era “superior” a las demás. El trasfondo de estas creencias es el intento pseudocientífico de racionalizar determinados prejuicios propios del sistema capitalista. El auténtico debate del Siglo XIX no es sobre la veracidad de estos prejuicios, ya que la creencia en la desigualdad entre las razas humanas y la relación jerárquica entre ellas estaba muy difundida y era ampliamente aceptada. En definitiva, la división de la diversidad humana en el Siglo XIX, que enfatizó en la jerarquización, era consecuencia de la distorsionada ideología propia del contexto sociocultural occidental. De este modo, la existencia de razas “primitivas” y “derivadas” fue considerada, desde la más absoluta ignorancia, como un “hecho científico”. En el Siglo XX, como consecuencia lógica del horror vivido por la humanidad tras los dos guerras mundiales y el genocidio nazi, y en especial gracias al importante incremento en la concienciación sobre los valores y la dignidad humana, la educación, los avances en el conocimiento del genoma humano, el reconocimiento de los Derechos Humanos, la Convencíón Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial (O.N.U) y diversas legislaciones (Códigos penales), ha tenido lugar afortunadamente un notable descenso en la incidencia de la ideología racista.