El Problema de la Realidad, el Conocimiento y Dios en Santo Tomás de Aquino
Si la metafísica (o filosofía primera, como la llamaba Aristóteles) es la ciencia que estudia los primeros principios o causas del “ser en general”, y Dios es el creador y primer principio de todo lo que existe, la metafísica debe apoyarse en la teología, y viceversa, para la verdadera comprensión de la realidad, del ser y de la existencia de Dios. Es así como fe y razón, teología y filosofía, son dos caminos que tienden al mismo fin. Para hablar del ser o la realidad hay que basarse en el estudio de los entes o sustancias que lo componen, partiendo de un estudio empírico, de lo sensible y real (realismo), como defendió Aristóteles.
Según Aristóteles y el filósofo árabe Avicena, en la realidad, lo primero que conocemos los seres racionales son los entes/sustancias. Ente es todo aquello que tiene ser y puede ser objeto de conocimiento. Partiendo de la realidad sensible, tenemos conocimiento inmediato de que hay entes muy diferenciados: naturales (como el árbol), intelectuales (la idea de árbol), así como de las cualidades de las cosas (su color, hermosura o fealdad). El ente es algo que tiene ser, por lo que lo común a todos los entes es el ser. El ser es lo que el conocimiento percibe primero, de forma inmediata; es una realidad objetiva que no depende de nosotros.
Del ente se deriva el primer principio de la realidad, el principio de no contradicción (Aristóteles) y, por tanto, también del pensamiento: si el ente es lo que es, no puede no ser (“no se puede afirmar y negar a la vez una misma cosa”).
A partir de los estudios aristotélicos sobre la composición de los entes o sustancias, estos son compuestos de materia/forma, acto/potencia, sustancia/accidente. Mediante su composición se explicaba su devenir, sus cambios. No hay ente que no sea compuesto y, por tanto, que no sea cambiante. Solo el ser de Dios es sin composición: la esencia de Dios es absolutamente simple, acto puro sin potencialidad pendiente de esa realización.
Santo Tomás adoptará del pensamiento de Avicena dos distinciones acerca de los modos de ser. La primera distinción es entre los conceptos de esencia y existencia, y la segunda distinción es entre seres contingentes y ser necesario (solo puede haber uno).
Respecto a la primera distinción, esencia/existencia, dirá Santo Tomás que la esencia (quidditas) es lo que corresponde a la definición del ente que se estudia, es decir, el conjunto de propiedades y características. La existencia (esse), en cambio, se corresponde con el ser de algo en acto en la realidad. Esto quiere decir que la esencia de un ente es pura potencia y para que exista realmente hace falta su actualización. Aquino utiliza la distinción esencia/existencia para justificar la acción creadora de Dios, por la cual, infinidad de esencias posibles pasan a tener realidad efectiva en el mundo. Esta distinción diferencia profundamente a Tomás de Aristóteles. Para el griego, la esencia y la existencia no se diferenciaban, de tal modo que en su universo solo tenían sentido los entes reales.
Respecto a la segunda distinción, seres contingentes/ser necesario, los seres contingentes son los que existen debido a la acción de una causa exterior a ellos; pueden existir o no (son potencias que pueden realizarse o no), es decir, en ellos su esencia no implica necesariamente la existencia (ej: las criaturas). El ser necesario es aquel que no requiere de nada que lo explique ni lo justifique, en el que coinciden esencia y existencia (es acto puro, ej. Dios).
Las criaturas, además, están organizadas de forma jerárquica, basada en sus grados de perfección según la potencialidad de sus esencias y su semejanza (participación, concepto adoptado de la tradición platónico-agustiniana) por ser creados a imagen de Dios: los seres serán más o menos perfectos de acuerdo a su mayor o menor semejanza con Dios. Las criaturas manifiestan el ser de Dios y reflejan su bondad, su verdad y su belleza. También es agustiniana la concepción tomista de las ideas: Dios creó según los modelos (las ideas) que existen en su mente.
Tomás de Aquino también defiende que Dios, ser perfecto e inmutable, se piensa a sí mismo, como decía Aristóteles respecto al primer motor inmóvil, pero al ser el creador del mundo, en su pensamiento también está cuidar y amar a su creación: el mundo y sus criaturas.
La Síntesis entre Fe y Razón
¿Cómo se puede saber que la esencia y la existencia de Dios son verdades si Dios no forma parte de la realidad visible natural, si no es evidente? Para resolver esta cuestión, Aquino se apoyará en la síntesis entre fe y razón, las dos vías para alcanzar una única verdad.
El filósofo escolástico hace una importante distinción entre las verdades a las que se llega por la razón o por la fe: las Verdades naturales (ej. los principios lógicos, las leyes matemáticas, las leyes de la física…) y las Verdades reveladas (sobrenaturales, ej. la Trinidad divina, la virginidad de María, la encarnación de Dios en Jesús… ).
Las verdades naturales son aquellas a las que el ser humano puede acceder por medio de la luz de la razón natural. Son los contenidos de la razón y tienen como resultado la Filosofía. La filosofía debe moverse con su propia lógica racional, siempre con rigor y dando argumentos lógicamente construidos. Recordemos que para Agustín y los agustinistas, la razón no podía encontrar por sí sola la verdad y necesitaba de la “iluminación” de la fe. En cambio, las verdades reveladas (sobrenaturales), solo se reciben gracias a la revelación divina. Son los contenidos de la fe. A algunas verdades, como la de la Trinidad o la encarnación de Dios, nunca podremos llegar sin la luz de la revelación porque exceden lo que la razón alcanza. En aquella época, la revelación era considerada necesaria para la salvación del ser humano. Su ciencia propia es la Teología.
También existen verdades que pertenecen a ambos ámbitos. La existencia de Dios, por ejemplo, es una verdad revelada, pero también es una verdad a la que el ser humano puede acceder utilizando todas sus capacidades racionales. A estas verdades se las conoce como Preámbulos de la fe.
La Demostración de la Existencia de Dios: Las Cinco Vías
Así pues, a través de la teología natural, Tomás considera una de las tareas fundamentales de la razón la demostración de la existencia de Dios (no se refiere a demostrar si es bueno, perfecto, omnipotente, etc. Sólo quiere demostrar que existe como ser), pues esta es una proposición evidente en sí misma, pues Dios es un ser necesario, pero no es evidente para nosotros.
Para demostrar algo se puede hacer de dos modos: a priori (fijándose en las causas y llegando a concluir los efectos de dichas causas) o a posteriori (partiendo de los efectos observados se demuestran la/s causas). Aquino afirmará que sólo es posible demostrar la existencia de Dios utilizando la demostración a posteriori, pues conocemos el efecto (la creación) y buscamos su causa (Dios).
Crítica al Argumento Ontológico de San Anselmo
Para ello, partirá de la crítica al Argumento Ontológico de San Anselmo de Canterbury (s. XI). El argumento ontológico es un argumento a priori, es decir, parte del concepto o idea de Dios como un ser que posee todas las perfecciones en grado sumo. Existir es una perfección y, por tanto, la existencia forma parte de las perfecciones divinas y extrae deductivamente consecuencias lógicas (no demostramos la existencia de Dios a partir de otras existencias constatadas por los sentidos, sino a partir de la propia idea de Dios).
Con su argumento, Anselmo quiere demostrar que el ser humano que no tiene fe es un insensato, porque todos los seres humanos (incluso el necio que en su corazón afirma que Dios no existe) tienen una idea o noción de Dios, entendiendo por “Dios” un ser tal que es imposible pensar otro mayor que él. Ahora bien, un ser tal ha de existir no solamente en nuestro pensamiento sino también en la realidad, ya que en caso contrario sería posible pensar otro mayor que él (a saber, uno que existiera realmente) y, por tanto, caeríamos en contradicción. Por tanto, Dios existe no solo en el pensamiento sino también en la realidad.
Según Tomás, el argumento es falaz, porque si partimos de la esencia pensada de Dios, solamente podemos concluir su existencia pensada, pero no su existencia real, fuera del pensamiento. Aquino propondrá que sólo es posible demostrar la existencia de Dios utilizando la demostración a posteriori, pues conocemos el efecto (la creación) y buscamos su causa (Dios). Esta demostración es necesaria y es posible. Necesaria porque la existencia de Dios no es evidente para nosotros. El ser humano no posee de forma natural, innata, un concepto de lo infinito, de Dios (vs. agustinismo). Posible, porque el ser humano, apoyándose en las cosas sensibles, que son de una naturaleza proporcionada a la suya, puede encontrar un apoyo para, basándose en él, demostrar la existencia de Dios.
Las Cinco Vías
Su demostración de la existencia de Dios se compone de cinco pruebas o vías. Son argumentos que parten de observaciones empíricas de los fenómenos sensibles cotidianos, los cuales requieren una explicación, una causa, por lo que el principio de causalidad se convierte en el fundamento sobre el que se basa toda la demostración.
Cada una sigue cuatro pasos:
- Constatación de un hecho de la experiencia sensible.
- Aplicación del principio de causalidad.
- Afirmación de la imposibilidad de una regresión infinita de causas, debiendo haber una causa primera.
- Afirmación de la existencia de Dios.
Las cinco vías son:
- Primera vía (movimiento): Parte del movimiento de los seres para afirmar la existencia de Dios como primer motor inmóvil.
- Segunda vía (causalidad): Parte de la existencia de causas causadas para demostrar la de Dios como primera causa incausada.
- Tercera vía (contingencia): Parte de la existencia de seres contingentes para afirmar la de Dios como ser necesario.
- Cuarta vía (grados de perfección) (de influencia platónica): Parte de la existencia en los seres de distintos grados de perfección para afirmar la de Dios como ser perfectísimo.
- Quinta vía (teleología): Parte del orden y finalidad en el comportamiento de los seres naturales para afirmar la existencia de Dios como inteligencia ordenadora.
Estas cinco pruebas vienen a confirmar que la reflexión racional sobre la experiencia no contradice el contenido de la fe, sino que lo confirma. Según la lógica puramente racional, nada puede haber en el mundo sin un principio adecuado que lo explique, porque no sería lógico afirmar que el ser viene de la nada. Y no hay nada más lógico para el creyente que ese principio sea Dios.
Una vez demostrada su existencia, la naturaleza y atributos (características) de Dios también pueden ser conocidos racionalmente. Se le atribuyen todas las perfecciones de las que tenemos noticia a través de nuestro conocimiento natural de lo que observamos en la realidad, si bien se debe considerar que, en Dios, están presentes en grado máximo: Dios es sumamente bueno, único, simple, inteligente, omnisciente, libre, todopoderoso…
El Problema del Conocimiento
Siguiendo el modelo de conocimiento empírico de Aristóteles, Tomás también defiende que todo saber se inicia con el conocimiento sensible de la realidad (a partir de los sentidos) y mediante la abstracción da lugar a un conocimiento intelectual (sobre conceptos). El proceso es el siguiente: primero, a través de los sentidos, que perciben objetos/fenómenos de la realidad, se generan impresiones sensibles; después, la imaginación forma una “imagen interior” o representación, la imagen intelectual, que los escolásticos llaman phantasma. Esta imagen no es concepto, porque en la imaginación o memoria se da una imagen o representación particular, individual. Finalmente, la actividad del entendimiento reconoce las imágenes formadas por la imaginación, para abstraer de ellas el concepto universal de los diversos objetos o cosas.
Tomás, utilizando la distinción aristotélica entre entendimiento agente y paciente, dirá que el entendimiento agente abstrae las características comunes creando el concepto universal y el entendimiento posible (Tomás no lo llamará paciente) aplica los conceptos universales a lo concreto para hacer juicios. La abstracción como método generalizado tiene como consecuencia que incluso el conocimiento de Dios y su existencia deben partir de la experiencia sensible. Su existencia no es una intuición; por eso será objeto de “pruebas” a partir de experiencias (los efectos que remiten a la causa: Dios).
El Problema del Ser Humano
Para abordar este problema, se basó en la doctrina cristiana y en la tradición griega procedente de Platón y Aristóteles. El ser humano es un compuesto sustancial de alma y cuerpo, y ambos interactúan de modo inseparable, tal como se proponía en la teoría hilemórfica del ser humano de Aristóteles. El ser humano constituye una única sustancia cuyos principios constitutivos son el alma y el cuerpo. Por eso puede asumir la teoría cristiana de la resurrección de la carne. El alma es una sola y su función es ser forma sustancial del cuerpo, esto es, constituye el principio vital y determinante de todas las operaciones humanas. Tomás acepta la definición aristotélica del alma como principio de vida y como forma y acto del cuerpo. El alma, siendo única, tiene cinco potencias específicas con otras tantas funciones: vegetativa, sensitiva, apetitiva, motriz e intelectiva. La función más específica es la intelectiva, quedando las demás supeditadas a su dominio. A través del entendimiento, que permite al ser humano juzgar, y la voluntad, que nos permite decidir sobre nuestros actos, disponemos de libertad. Además, es creada por Dios individualmente para cada ser. No se hereda ni se transmite. Eso quiere decir que es una sustancia que puede subsistir por sí misma con independencia del cuerpo después de la muerte. La teoría del ser humano de Aristóteles negaba la inmortalidad del alma. El alma es forma del cuerpo, pero es inmortal por ser espiritual. Y sabemos que es espiritual porque el alma se conoce a sí misma.
El Problema de la Ética o la Moral
Tomás tiene claro que la acción humana se realiza con sometimiento a la acción previsora y providente de Dios, que creó y ordenó el mundo hacia fines a los que tiende el universo en su totalidad y los seres en su individualidad, cada uno según su naturaleza. A partir de este principio teleológico y teológico, fija los principios fundamentales de su ética: la felicidad perfecta como contemplación de Dios y la ley natural como reflejo de la ley eterna, la libertad humana y las virtudes.
En sintonía con Aristóteles, Tomás propuso una ética teleológica, en la que todo lo creado tiende a un fin o bien propio, y efectuó un amplio análisis de las virtudes como el camino que conduce al fin del ser humano. Además, completó su análisis de la conducta humana con el concepto de ley, para el cual se inspiró en la tradición agustiniana.
Tomás de Aquino incorpora conceptos de la ética aristotélica, como el de fin último o el de felicidad, pero considera que en esta vida la felicidad perfecta no se puede conseguir: solo en una vida futura podremos llegar a la felicidad perfecta, que consiste en la contemplación de Dios (intelectualismo teológico). La felicidad perfecta y verdadera (la bienaventuranza) es un fin sobrenatural, que excede las fuerzas naturales del ser humano y está reservada para después de la muerte (salvación). Para lograr la bienaventuranza es necesario que los actos libres del ser humano sean ayudados por las virtudes, por la ley y la gracia, la cual otorga Dios. En la existencia terrena, la felicidad solo se puede obtener de un modo imperfecto.
La Ley: Eterna, Natural y Positiva
La ley, en general, es una ordenación de la razón, dirigida al bien común de una comunidad y promulgada por una autoridad legítima, sea esta humana o divina. Distinguió tres tipos de ley:
- La Ley eterna: Consiste en el orden que Dios (Inteligencia Creadora) ha dado al universo para que todo tenga una finalidad (Divina Providencia, según los estoicos). La sabiduría divina es eterna y ordena los movimientos de todas las criaturas hacia sus fines correspondientes. Este concepto de ley eterna estaba ya en Agustín de Hipona.
- La ley natural: Equivale a la forma moral en que Dios ha impuesto en el alma humana la ley eterna, respetando su libertad. La ley natural tiene varios preceptos (normas) que se fundamentan en uno primero: el deber de desarrollar la esencia humana realizando el bien y evitando el mal. De éste se derivan tres preceptos primeros en relación al desarrollo de las facultades del alma: el deber de conservar la vida, que desarrolla la facultad vegetativa; el deber de procrear y educar a los hijos, que desarrolla la facultad sensitiva; y el deber de respetar la justicia social y de buscar la verdad (el conocimiento de Dios), desarrollando así la facultad racional.
- Ley positiva No se menciona en el texto original, pero se infiere que es la ley creada por los humanos.
Para Santo Tomás, los preceptos de la ley natural son evidentes, todos podemos conocerlos por estar en nuestra alma; universales, válidos igualmente para todos los seres humanos; e inmutables, no cambian nunca por estar implícitos en la esencia humana. Los seres humanos tienen una capacidad natural para descubrir y tender al cumplimiento de la ley natural de forma espontánea, denominada sindéresis. Igualmente, a través de la conciencia podemos deducir de estos preceptos generales unos preceptos secundarios, concretos para las distintas situaciones cotidianas, que sí pueden admitir excepciones. El ser humano puede querer o no dirigirse hacia el bien, pero lo que no puede es decidir lo que es bueno. Igual que Aristóteles, Tomás da importancia a los hábitos y virtudes. En el ser humano hay hábitos naturales, como la captación de los primeros principios lógicos y los primeros principios morales, que podrían asimilarse a lo que hoy llamamos “derechos humanos” fundamentales (respeto a la vida, a la dignidad, a la propiedad).
Pero los hábitos fundamentales son las virtudes, adquiridas mediante repetición de actos que disponen hacia el bien. Imitando el modelo aristotélico, diferenció entre:
- Virtudes intelectuales o dianoéticas: la inteligencia, la ciencia, la sabiduría y la prudencia.
- Virtudes morales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.
- Virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad, procedentes de las creencias cristianas y necesarias para alcanzar la felicidad, que es la contemplación de Dios.