Conciliación entre Aristotelismo y Cristianismo en Santo Tomás de Aquino
Justificación
Uno de los objetivos fundamentales de Santo Tomás de Aquino es, como ya hemos dicho, conciliar aristotelismo y cristianismo. En particular, le interesa encontrar una solución al problema de las relaciones entre razón y fe.
En la tradición agustiniana (tendencia dominante durante la mayor parte de la Edad Media) se había defendido la subordinación de la razón a la fe, de la filosofía a la teología. Averroes, por otra parte, había defendido el predominio de la razón sobre la fe.
Ambas posiciones son inaceptables para Aquino. Razón y fe no pueden ser opuestas. Tiene tres afirmaciones que son:
- Fe y razón son distintas: la razón conoce sólo a partir de la experiencia, de abajo a arriba. Puede ser válida para enfrentarse a los problemas que nos plantea la realidad, pero no puede ir más allá de la misma sin la ayuda de la fe. Ésta, conoce de arriba abajo, partiendo de la revelación. Eso no significa que no necesite de la razón; al contrario, puede ser un instrumento muy valioso en la tarea de defensa de la fe.
- Hay verdades de razón y verdades de fe. Existen también verdades comunes: una muestra más de la posible colaboración de razón y fe es la existencia de tres verdades comunes, que podemos conocer por la razón o por la fe. Estas tres verdades son para Tomás la existencia de Dios, la inmortalidad del alma y la ley ética natural. Estas verdades son lo que llama “preámbulos de la fe”: vendrían a ser verdades accesibles a la razón y que nos sitúan ya en una posición abierta a las verdades de la fe.
- Lograr este tipo de verdades implica un esfuerzo que no todo el mundo puede realizar, y por ello son también conocidas por la fe.
- El conflicto entre ambas es imposible: en caso de que surja un conflicto entre una verdad de fe y una verdad de razón, tal enfrentamiento será sólo aparente. Para disolver esta oposición cabe considerar dos posibilidades: o bien la razón se ha excedido en sus funciones (tratando de explicar algo que escapa a sus capacidades) o bien la fe ha sido mal interpretada.
La Demostración de la Existencia de Dios según Santo Tomás de Aquino
En cuanto a la existencia de Dios, Aquino piensa que ésta es evidente por sí misma, aunque no para nosotros, debido a las limitaciones del conocimiento humano. La existencia de Dios es demostrable, y además se puede hacer de dos maneras:
A) Demostración “propter quid” (“por lo que”): Sería una demostración “a priori”, que parte de la esencia del ser supremo y desemboca en la existencia como una de sus propiedades. Sería una demostración de corte racionalista, como la que se puede encontrar, por ejemplo, en Anselmo de Canterbury.
B) Demostración “quia”: aunque la existencia de Dios no sea verdad evidente respecto a nosotros, es, sin embargo, demostrable por los efectos que conocemos.” Es una demostración «a posteriori»: se parte de los efectos conocidos para llegar a su causa, Dios. Santo Tomás opta por este tipo de demostración, en lo que se deja notar el carácter aristotélico de la filosofía tomista, donde el conocimiento empírico será siempre una condición necesaria para que podamos operar con la razón.
Las Cinco Vías de Santo Tomás de Aquino
La existencia de Dios se puede demostrar de cinco maneras distintas, las famosas Cinco Vías de Tomás de Aquino: la del movimiento, la de la causalidad eficiente, la de la contingencia, la de los grados de perfección y la de la finalidad o del orden cósmico, que es la que encontramos en el fragmento que estamos analizando.
La conclusión a la que llega después de desarrollar estas demostraciones es que Dios es motor inmóvil, causa incausada, ser absolutamente necesario, ser perfectísimo y ser inteligentísimo.
Relación con Aristóteles
Podemos relacionar este tema con Aristóteles, gran inspirador del pensamiento de Aquino. En este autor encontramos un argumento en favor de la existencia del Primer Motor. El paso de la potencia al acto requiere la intervención de un motor, de una causa eficiente. De ahí el famoso principio aristotélico: “todo lo que se mueve es movido por otro”. Si esto es así, ha de haber un Primer Motor inmóvil, causa primera de todos los movimientos. Si no aceptamos la existencia de este Primer Motor inmóvil, nos veremos obligados a remontarnos hasta el infinito en la cadena de las causas eficientes. Todas las vías remiten más o menos directamente a esta argumentación.
Este Primer Motor es eterno, inmaterial e inmutable, es definido como “acto puro”, carece de cualquier tipo de potencialidad. Es la fuente eterna del movimiento. ¿Pero cómo puede producir movimiento siendo inmaterial? Lo hace como objeto de amor, de deseo. Aristóteles concibe el universo como un conjunto de esferas compuestas de éter (material cristalino) que se mueven circularmente y arrastran en su movimiento a los planetas y al sol. La última esfera es la de las estrellas fijas; las estrellas aspiran a lograr la perfección propia del primer motor, el reposo; al ser materiales, no pueden lograrlo, pero realizan aquel tipo de movimiento que más se parece al reposo, el movimiento circular eterno.
Diferencias entre la Teleología de Aristóteles y Santo Tomás de Aquino
Encontramos, pues, una visión teleológica del universo como la que aparece en esta Quinta Vía. Esta visión en Aquino tiene una base más profundamente teológica. En Aristóteles el argumento prueba la existencia de un Primer Motor, que de ninguna manera puede identificarse con el Dios de Aquino, pues no es el creador del universo. Como es bien sabido, en Aristóteles el universo es eterno. Además, el Primer Motor es un “pensamiento que se piensa a sí mismo”, no conoce nada fuera de sí mismo, mientras que el Dios de Aquino es un ser omnipotente que no sólo ha creado el mundo sino que lo ha ordenado de forma consciente. En Aristóteles la finalidad que encontramos en el universo es inconsciente, mientras que en Aquino es producto de la voluntad divina.