Relaciones Fe-Razón en Santo Tomás de Aquino
El cristianismo ofrece respuestas a preguntas que el hombre se formula sobre el mundo y la vida, existiendo una aparente contradicción entre razón y fe. Partimos de que la información proporcionada por la razón y los sentidos se plasma en la filosofía y en la ciencia, mientras que las verdades reveladas se plasman en la teología. Inicialmente, se pensaba que la filosofía estaba al servicio de la teología; por lo tanto, la razón tenía como finalidad comprender las verdades reveladas. El averroísmo latino formulará la teoría de la doble verdad, que afirma que ante un mismo tema la razón y la fe pueden dar respuestas diferentes.
Santo Tomás de Aquino opina que nuestro entendimiento parte de los sentidos, que el objeto propio del entendimiento humano son las realidades materiales sensibles; por lo tanto, la filosofía se constituye de abajo hacia arriba. Las realidades suprasensibles, como Dios, las puede conocer de una forma imperfecta. Con esto, se replantea el problema de las relaciones sobre las bases del platonismo y el neoplatonismo, que recibirán diferente interpretación:
- Para Aquino, existen unas verdades accesibles a la razón que son relativas al mundo sensible, constituyendo la filosofía y la ciencia.
- Existen otras verdades cognoscitivas naturales del hombre que están más allá de los límites de nuestra capacidad intelectual y que han sido reveladas por Dios: son los artículos de fe, correspondiendo a la Teología Sagrada basada en la revelación de las escrituras, que interpreta la Iglesia.
- Existen verdades accesibles a la razón humana, pero reveladas por Dios.
Para él, razón y fe son dos fuentes de conocimiento distintas e independientes, pero que no pueden contradecirse porque ambas proceden de Dios. En caso de contradicción, puede ocurrir que lo que se considera verdad de fe no lo sea, o que la razón se haya equivocado.
La razón colabora con la fe en las verdades reveladas como los preámbulos de la fe: que Dios existe, que ha hablado a los hombres a través de profetas y que se ha encarnado en Cristo directamente, revelando la inmortalidad del alma y otras verdades que la razón está capacitada para conocer, recurriendo a la dificultad que entraña llegar a ellas.
La razón también colabora con la fe en verdades exclusivas de la fe, haciendo ver su racionabilidad: que no son contradictorias, aunque sí incomprensibles.
La fe colabora con la razón, sirviendo de criterio negativo a la razón, señalando las metas de la actividad racional.
La Ley Eterna, Natural y Positiva
Tema encuadrado dentro de la ética tomista, trata la ordenación del hombre hacia Dios, que es el principio de todas las cosas y también su fin último. Aquino hace un análisis subjetivo de las relaciones del hombre con Dios y con los demás seres. Así, la moral consistirá en un proceso de perfeccionamiento del hombre en conformidad…
El Problema del Método en René Descartes
Para Descartes, la cuestión del método es la de encontrar un conocimiento verdadero sobre la realidad. Es el método justamente lo que nos permitirá llegar a la verdad. Pero ante todo y para ello, el método debía ser fiable y no dar posibilidad de error, pues la búsqueda de un conocimiento verdadero a través de un método sometido al error sería inútil. Él quiere hacer una filosofía absoluta, una filosofía universalmente válida; está convencido de que es la mejor. La llamó «filosofía primaria». Aparece la lógica deductiva en su filosofía. Crea una filosofía científica para que sea cierta, utiliza las matemáticas. El método que más utiliza es el deductivo. Las características del racionalismo que él presenta son: confianza excesiva en la razón y desconfianza en los sentidos, acepta las ideas innatas, mecanicismo (el universo funciona como una máquina programada en un principio por Dios) y las matemáticas.
Definición de Análisis
Cuando nos encontremos ante proposiciones complejas, hay que comenzar a reducirlas a las simples. Descartes renuncia a la lógica clásica, a la que le reprocha ser puramente formal; lo que utiliza es su método: la deducción. Crear un sistema filosófico universalmente válido e irrefutable. Para ello, utiliza un método científico. La capacidad de razonar es igual para todos los hombres, y la diversidad de opiniones humanas se origina en los diferentes modos de guiarla y la diversidad de los objetos a los cuales se aplica. Descartes señala cuatro reglas como fundamentales:
La Evidencia
Clara (fácil, lo entiendes perfectamente) y distintamente (diferente, no se confunde con otra cosa). No hay que admitir nada que sea dudoso. La evidencia es contrapuesta a la conjetura (cualquier sistema que me permita llegar a la evidencia que no sea la intuición), que es aquello cuya verdad no aparece a la mente de un modo inmediato. El acto por el cual el alma llega a la evidencia es la intuición (facultad mental que me permite captar la cosa a la primera). Descartes entiende por intuición «una concepción del espíritu (mente) puro y atento, tan fácil y distinta, que no quede en absoluto duda respecto de aquello que pensamos».
El Análisis
Consiste en dividir cada una de las dificultades que se han de examinar en el mayor número posible de partes para resolverlas mejor. Análisis significa dividir las ideas complejas en simples.
La Síntesis
Consiste en conducir los pensamientos por orden, empezando por los objetos más simples y fáciles de conocer, para ascender poco a poco hasta los conocimientos más complejos. Esta regla supone un procedimiento, la deducción, resolución de cada parte simple empezando por lo más fácil a lo más complejo.
La Enumeración
Se trata de revisar todo el proceso para estar seguros de no omitir nada. «Consiste en hacer enumeraciones tan complejas y revisiones tan generales que estemos seguros de no omitir nada». La enumeración comprueba el análisis y la revisión la síntesis. Todas estas reglas se reducen a la evidencia: hay que lograr encontrar una verdad primera evidente a partir de la cual se deduzcan todas las demás.
Duda Metódica y la Primera Verdad
Una vez establecido el método a seguir, Descartes se propone edificar una Filosofía perfectamente estructurada, al modo de las ciencias matemáticas. Para ello, será necesario partir de una verdad absolutamente indubitable, y de la cual se pueda derivar todo el edificio filosófico. Para encontrar esa primera verdad, es preciso borrar, con anterioridad, todo conocimiento que no esté debidamente fundamentado. Por lo tanto, hay que hacer caso omiso, o mejor, dudar, de todo lo que percibimos por los sentidos, y de todos los conocimientos científicos.
Descartes duda de:
- Los sentidos: A veces, cuando vemos algo de lejos nos parece una cosa, pero cuando se acerca es otra, por lo que los sentidos nos engañan. Así, eliminamos los sentidos y todo lo que se apoye en ellos.
- El mundo exterior: debido a la falta de criterio para distinguir entre la realidad y el sueño, y porque se capta con los sentidos.
- De sus propios razonamientos: «mi entendimiento se puede equivocar cuando razona». Descartes elimina los juicios como conocimiento verdadero.
- De sí mismo: «puede que exista un ‘duendecillo’ o ‘genio maligno’ en mi interior que me induce continuamente a error». Así, todas las verdades que pueden haber quedado en pie con los criterios anteriores, se destruyen.
Descartes pretende llegar a una verdad que pueda ser creída por sí misma, independientemente de todo conocimiento anterior.
La duda que propone Descartes tiene como finalidad la fundamentación de la nueva filosofía sobre bases indubitables. Por lo tanto, no se trata de una duda escéptica, en donde el fin es dudar por dudar. Es una duda metódica, puesta solamente como un método o medio, para llegar a un principio completamente evidente.
En estas condiciones, con una cierta ambigüedad respecto a la seriedad de la duda metódica y universal, Descartes se lanza a la búsqueda de su primer principio. Si dudo (reflexiona así en la Cuarta parte del Discurso del Método), es que pienso, y si pienso, es que existo. De esto modo llega a lo que le parece su primer principio fundamental: «Pienso, luego existo».
El Problema de la Veracidad Divina
Descartes no explica con precisión esta noción. Parece referirse con ella, y de un modo genérico, a todo lo que hay en la mente, tanto las sensaciones como los objetos de la memoria, de la imaginación, los del pensamiento e incluso las emociones. De todos modos, en los textos identifica más las ideas con los contenidos mentales que tienen la capacidad de representar cosas (las sensaciones, las imágenes de la fantasía, los conceptos del pensamiento) que con otros contenidos mentales como los actos de voluntad o las pasiones. Divide las ideas en ideas adventicias, facticias e innatas. Hay que recordar que este uso de la palabra “idea” ya no tiene nada que ver con el platónico, y será el aceptado posteriormente por los empiristas, trasladándose finalmente hasta el lenguaje corriente.
Ideas Innatas
Son las ideas que se encuentran en nuestra mente antes de cualquier experiencia o percepción del mundo. La más importante es la idea de Infinito o Dios. Han sido implantadas en nuestra mente por Dios.
Ideas Facticias
Aquellas ideas consecuencia del poder de nuestra imaginación. Las construye la mente a partir de otras ideas. Si me imagino un ser formado por el cuerpo de un perro y la cabeza de un dragón, el pensamiento o idea de esta entidad fantástica pertenecería a este grupo.
Ideas Adventicias
Las ideas consecuencia del influjo del mundo exterior sobre nuestros sentidos. Son las ideas (las sensaciones, imágenes y conceptos) que pueden explicarse a partir de la experiencia perceptual que tenemos del mundo. Son, por lo tanto, las ideas que dan lugar al conocimiento empírico.
La Idea de Sustancia
En Descartes, la idea de sustancia no es una idea evidente; más bien, se desprende de la estructura de la afirmación. «La hipótesis de sustancia no se identifica con ninguna de las tres substancias, ni siquiera con la res extensa. Pero tampoco es la idea universal de sustancia, ya que en Descartes no hay un sentido unívoco de la sustancia.» Como podemos observar, la idea de sustancia no es, ni puede ser, ni una idea objetiva, ni la realidad en cuanto tal: «la idea de sustancia es una hipótesis de realidad. La idea de la sustancia es puramente programática e hipotética. No es a ella, en cuanto que hipótesis, a lo que se liga el atributo, sino a la sustancia real y afirmada.» En otras palabras, no debemos entender la hipótesis genérica de sustancia como lo que Descartes denomina sustancia infinita, porque esta última corresponde a una sustancia real cuya existencia es demostrable. Además, la idea de sustancia infinita es, según Descartes, la más evidente de todas las ideas, porque, incluso, ni siquiera la evidencia es un elemento que pueda remitir al sujeto cognoscente humano, y el contenido no queda reducido a la situación de objeto. Con todo esto, podemos concluir en primera instancia que «la comparación de la sustancia infinita y la sustancia finita desde el punto de vista de su realidad objetiva es improcedente.» Podemos dudar de todo, menos de que en tanto pienso, soy. Según Descartes, entonces, yo soy una sustancia pensante, es decir, una cosa cuya propiedad fundamental, esencial, definitoria, consiste en pensar. Además, este yo o cosa pensante, o alma, es independiente del cuerpo, y más fácil de conocer que éste, pues en efecto, no sé si tengo cuerpo o no, pero en cambio de mi alma o yo es absolutamente indubitable. Hay tres pruebas mediante las cuales Descartes prueba la existencia de Dios. Las tres parten del mismo punto: la idea de Dios, es decir, la idea de un ser perfecto, independientemente de que crea o no: esa idea de Dios que yo tengo ha de haber sido producida por algo o alguien, necesita una causa, porque de la nada, nada sale. Esa causa, además, no puedo serla yo, porque yo soy imperfecto (la prueba está en que dudo), e imperfecto no puede ser causa de lo perfecto, ya que en tal caso habría falta de proporción entre la causa y el efecto, y el efecto no puede ser nunca mayor que la causa. Es preciso entonces que esa idea me la haya puesto alguien más perfecto que yo, a saber, Dios; por lo tanto, Dios existe. Tengo la idea de un ser perfecto. Ahora bien, siendo este ser perfecto, no le puede faltar nada, porque si le faltase algo sería imperfecto; por tanto, tiene que existir, porque si no existiese le faltaría existencia, sería inexistente, y es evidente que esto sería una imperfección. Ahora bien, Dios, que es una sustancia pensante infinita, y que es perfecto, no puede ser engañador, sino veraz; si nos ha hecho, pues, con nuestra razón, y las ideas innatas, esto quiere decir que ésta razón y éstas ideas son instrumentos válidos para el conocimiento. De manera que la veracidad de Dios es la garantía y fundamento de la verdad del conocimiento evidente, claro y distinto. Y si nos equivocamos, no ha de ser culpa de Dios, que nos ha hecho tan perfectos como pueden serlo los seres finitos, sino por nuestra propia culpa, que nos apresuramos a juzgar antes de haber llegado al conocimiento claro y distinto o nos dejamos llevar por los prejuicios.
La Nueva Ciencia o Revolución Científica
La revolución científica, iniciada en la primera mitad del siglo XVII, tuvo su campo de batalla más espectacular en el heliocentrismo. Junto con la astronomía, la nueva ciencia socavó los fundamentos y principios básicos de la física de Aristóteles: finitud del universo, heterogeneidad de las sustancias terrestres y las celestes (incorruptibles e inalterables), interpretación finalista del movimiento, uniformidad y circularidad del movimiento de los cuerpos celestes, distinción entre movimientos violentos o antinaturales, etc. El resultado fue la destrucción definitiva de la imagen aristotélica del universo.
A esta transformación científica, cuyo primer protagonista fue Copérnico, contribuyó la traducción y conocimiento de los científicos griegos, proporcionando una actitud platónico-pitagórica ante la realidad: estructura matemática de lo real. La configuración de la nueva ciencia y la primacía concedida a las matemáticas en la interpretación del universo determinaron, en fin, una nueva interpretación de la razón y un nuevo método científico.
El Sistema Copernicano
- El Sol es el centro del sistema planetario.
- La Tierra realiza tres movimientos: rotación diaria axial, movimiento anual orbital, movimiento cónico y anual del eje terrestre respecto al plano de la eclíptica.
- La naturaleza del movimiento terrestre es similar al de la concepción aristotélica-ptolemaica, es decir, uniforme y circular.
- La esfera de las estrellas fijas permanece inmóvil y en reposo.
Kepler: La Caída del Movimiento Circular y Uniforme
Galileo Galilei: Propulsor de la Revolución Copernicana
Consiguió notables descubrimientos: las concavidades y montañas lunares; las manchas y la rotación del Sol; los anillos de Saturno y los satélites de Júpiter (las estrellas mediceas); las fases de Venus y Marte; y que la Vía Láctea no es una región continua de luz, sino que se resuelve en una aglomeración de estrellas.
Estos descubrimientos significaron una nueva corroboración del heliocentrismo copernicano en contra del sistema ptolemaico y la inmutabilidad de los cielos, puesto que los cuerpos celestes, incorruptibles hasta ahora, estaban compuestos de una materia no cualitativamente diferente que la de la Tierra.
La Dinámica Galileana
A Galileo le interesan las propiedades del movimiento en cuanto tal, no las causas de que algo esté en movimiento ni las razones por las que deje de estarlo. Galileo no se pregunta por la esencia del móvil, del espacio o del tiempo, sino la proporción numérica entre estos últimos. Galileo distingue tres tipos de movimientos: el movimiento uniforme, el movimiento uniformemente acelerado (caída de los graves) y el movimiento de los proyectiles. Lo primero de que Galileo se cuida es de dar una definición, para cada tipo de movimiento, expresable matemáticamente, para incluir, luego de esa definición, un conjunto de axiomas.
El Método Galileano
- Papel de las matemáticas: la filosofía está escrita en el libro del Universo, pero no puede ser leído hasta que no hayamos aprendido el lenguaje en que está escrito: el lenguaje matemático.
- Diferencia entre “experiencia” y “experimento”: la experiencia es una observación ingenua, pretende ser fiel a lo que aparece, a lo que se ve y toca. Pero introduce subrepticiamente creencias y modos de pensar acríticamente asumidos, a través de la tradición y la educación. El experimento, por el contrario, es un proyecto matemático que elige de antemano las características relevantes de un fenómeno (aquellas que sean cuantificables) y desecha las demás.
- Autonomía y primacía de la razón: Una ley natural sólo lo será al verse confirmada en la prueba experimental. Pero, si esto no ocurre, sigue teniendo el valor de proposición consistente en sí misma. No se desecha, sino que queda en espera del avance experimental. La razón impone sus leyes a la experiencia, hasta el punto de que esta última se convierte en un mero índice de la potencia del intelecto. La razón se desliga de toda autoridad, sea la de la tradición o la de los sentidos.
Racionalismo y Empirismo
Definición de Empirismo
El empirismo es la tendencia filosófica que considera la experiencia como criterio o norma de verdad en el conocimiento. La repetición de ciertas situaciones nos ofrece un criterio (objetivo e impersonal) para conocer las cosas (o las situaciones).
El empirismo se caracteriza por:
- Negar la absolutización de la verdad o, como mínimo, negar que la verdad absoluta sea accesible al hombre.
- Reconocer que toda verdad debe ser puesta a prueba y, a partir de la experiencia, puede eventualmente ser modificada, corregida o abandonada.
- No se opone de ninguna manera a la razón, pero niega la pretensión de establecer verdades necesarias, es decir, verdades que valgan de una manera tan absoluta que se haga innecesaria, absurda o contradictoria su verificación o su control.
La mayor parte del tiempo actuamos o pensamos de manera empírica. Esperamos que sucedan las cosas más por hábito o costumbre que por razonamiento científico. En este sentido, el empirismo se contrapone al racionalismo.
Definición de Racionalismo
El racionalismo es la tendencia filosófica que considera la realidad gobernada por un principio inteligible al que la razón puede acceder y que, en definitiva, identifica la razón con el pensar. Los diversos tipos de racionalismo (cartesianos o no, platónicos o no, hegelianos o no) defienden todos la tesis de que la razón no es una facultad (psicológica), sino una concatenación de verdades necesarias.
En cambio, la tesis del empirismo es, como se ha dicho, que no hay verdad necesaria, que toda verdad puede ser puesta a prueba, controlada y, eventualmente, modificada o abandonada. Podría hablarse de una cuarta postura, en la que entrarían los principales representantes del racionalismo: René Descartes, Gottfried Wilhelm Leibniz y Baruch Spinoza, entre otros. Estos autores habrían tratado de introducir en la filosofía algunos métodos matemáticos.
Renacimiento y Reforma
La filosofía renacentista es la filosofía que se desarrolló en Europa desde el siglo XIV hasta el siglo XVI y que marcó el paso de la filosofía medieval a la filosofía moderna. Primero que todo, fue caracterizada por un giro humanista en contraste con la filosofía medieval. Ésta estaba caracterizada por haber tenido siempre a Dios en el centro, pues su principal objetivo era justificar la existencia de Dios. En el Renacimiento, Dios y el cristianismo dejaron de ser el punto central del pensamiento para dar paso al hombre como punto central. En el ámbito intelectual del pensamiento será el Humanismo, la nueva ciencia y la filosofía política: la realista por Maquiavelo (“El Príncipe”) y la idealista por Tomás Moro con “Utopía”. En el campo religioso, se pierde la unidad religiosa al producirse la Reforma Protestante, por ser un intento de reformar la Iglesia cristiana buscando la revitalización del cristianismo primitivo. Comenzó con la predicación del sacerdote católico agustino Martín Lutero, que revisó las doctrinas medievales según el criterio de su conformidad a las Sagradas Escrituras. En particular, rechazó el complejo sistema sacramental de la Iglesia católica medieval, que permitía y justificaba exageraciones como la «venta de indulgencias», según Lutero, un verdadero secuestro del Evangelio, el cual debía ser predicado libremente, y no vendido. Muchos consideraron esta práctica como un abuso escandaloso y la culminación de una serie de prácticas anticristianas fomentadas por el clero católico, pero será Lutero el primero que expondrá públicamente su opinión contraria a la venta de indulgencias y a toda la doctrina que la sustentaba. Para Lutero, la venta de indulgencias era una estafa y un engaño a los creyentes con respecto a la salvación de sus almas. En 1517, Lutero clavó sus 95 tesis, en las que atacaba la venta de indulgencias y esbozaba lo que sería su doctrina sobre la salvación solo por la fe. La principal oposición vendría de Carlos V, que terminara firmando la Paz de Augsburgo, donde cada uno podía profesar la religión que quisiera. Humanismo al sentimiento individual y colectivo de una civilización en la que destaca de manera prominente la admiración, exaltación y elogio de la figura humana y el hombre, entendido éste no como figura masculina, sino como género humano, en que florecen la cultura, el deporte, el arte y todo el quehacer humano se vuelve trascendente. Su objetivo es enaltecer la dignidad humana. El Humanismo dará paso al antropocentrismo, naturalismo, individualismo y optimismo.
Contrato Social
John Locke recoge su visión del contrato social en su principal obra, Tratados sobre el Gobierno Civil. La idea de naturaleza humana en Locke es cristiana: el hombre es una criatura de Dios, por lo que el hombre no puede destruir su vida ni la de los demás hombres, pues no le pertenece, sino que le pertenece a Dios. El hombre tiene el derecho y el deber de conservar su vida. Así mismo, el hombre no es súbdito de ningún otro hombre, sino que es libre.
Si la naturaleza humana lleva inserta el derecho y el deber de preservar su vida, ¿para qué hace falta una comunidad? Para Locke, puede darse que nadie cumpliera ese derecho y ese deber, y en caso de conflicto en su cumplimiento la naturaleza humana no cuenta con la existencia de una autoridad que lo dirimiera, por lo que la comunidad trata de suplir esas carencias del estado de naturaleza: la existencia de una autoridad que juzgue en caso de conflicto. Se trata, pues, de hacer un contrato que funde un orden social o civil que atienda exclusivamente a suplir esas carencias del estado de naturaleza, es decir, aplicar una justicia o una autoridad que diga, en caso de choque entre dos individuos, qué se debe hacer. El pacto social es en sí bastante limitado, tratándose de lograr el establecimiento de un juez que dirima las controversias que vienen de la propia ley natural. Se dictan unas normas que sean la continuidad de las leyes naturales y que consistirán en el reconocimiento de los fines de la naturaleza de hombres libres e iguales, a asegurar los derechos de la libertad, la igualdad, la vida y la propiedad.
Sólo una sociedad será civil o política cuando cada uno de los individuos renuncia al poder de ejecutar la ley natural. Lo ejecutará la comunidad y los órganos de la comunidad. En el estado de naturaleza, es cada individuo quien juzga las leyes de la naturaleza. En la sociedad civil, por el contrario, es una autoridad, un juez, quien las juzga y quien dictamina quién se ha saltado las leyes. Y esa autoridad ha de ser un parlamento que represente al conjunto (no se entienda parlamento en su sentido moderno, sino como un conjunto de representantes de la comunidad). Si hubiera un poder absoluto por encima de la comunidad, para Locke, realmente no se habría salido del estado de naturaleza, pues en la monarquía absoluta, al confundirse los poderes, no hay imparcialidad por parte de éste y no hay manera de apelar o recurrir su sentencia, con lo que su existencia es incompatible con la existencia de una sociedad civil. Para que haya sociedad civil, tiene que haber un juez separado del poder ejecutivo (al considerarse todos los hombres como iguales, se entiende como el poder de ejecutar de cada uno de los individuos, considerándose al monarca absoluto como otro ejecutor más de poder) que sea imparcial respecto a los litigantes.
La Ley
Nuestra Constitución, o el Código Penal, son ejemplos de leyes positivas. A diferencia de nuestro punto de vista, que tiende a fundamentar la legitimidad de la ley positiva en el consenso democrático y la voluntad popular, Santo Tomás consideró que las leyes positivas deben ser expresión de la ley natural, la cual a su vez es expresión de la ley eterna. Así, aquellas leyes positivas que sean contrarias a las leyes naturales (que sean “contranatura”) no son leyes buenas y es justo que el ciudadano se niegue a cumplirlas, mientras que aquellas que son conforme a la ley natural son justas y buenas y el ciudadano está obligado a cumplirlas. Dado que la ley natural no establece con total claridad y precisión cada conducta que el hombre debe realizar para su vida comunitaria, el legislador debe utilizar su razón práctica para tratar de dar con la ley positiva acorde con los principios prácticos generales insertos en la naturaleza humana. Por ejemplo, la ley natural establece que el asesinato es moralmente incorrecto, pero no establece con detalle las distintas variantes que esta conducta puede tener, ni las penas que corresponden a cada una de ellas, de ahí que la función principal del legislador sea la de definir o hacer explícita la ley natural, aplicarla a los casos particulares y establecer los medios coercitivos para hacerla efectiva. La legalidad no siempre coincide con la moralidad: si el legislador promulga una ley contraria a la ley natural, y, en último término, a la ley divina, es legítimo o moralmente correcto –aunque no sea legal– que el súbdito se rebele y no la cumpla.
La Ley Eterna
Es la fuente primaria de todas las leyes y representa la norma suprema de toda moralidad. Se designa con este nombre a la sabiduría divina, en cuanto que ordena el mundo de modo que cada criatura cumple su fin -la gloria de Dios- de un modo peculiar y propio, según su naturaleza.
Ley Natural
El tema de la ley natural ha sido y es uno de los más debatidos, porque en él confluyen las distintas y, a veces, antitéticas concepciones filosófico-teológicas del hombre y del mundo. Tema siempre actual, cuando parece descartado, resucita con incontenible pujanza.