Relativismo
Tesis epistemológica, moral y política que sostiene que las verdades, valores y leyes dependen de las condiciones, momentos y circunstancias en que son formuladas. Niega la existencia de verdades absolutas, universalmente válidas e independientes. Protágoras de Abdera es conocido por defender la teoría que luego se denominó homo mensura: “el hombre es la medida de todas las cosas; de las que son, en cuanto son, y de las que no son, en cuanto no son”.
Agnosticismo
Postura filosófica que considera imposible el conocimiento de lo divino, aunque no niega ni afirma su existencia, y a menudo el ateísmo (negación de la existencia de lo divino).
Convencionalismo
Las leyes que regulan la convivencia o la moral no proceden de los supuestos dioses, pero tampoco de la propia naturaleza, sino que son el resultado de meras convenciones humanas y, por lo tanto, pueden cambiar. Es habitual entre los sofistas la distinción physis (lo que es por naturaleza) / nomos (lo que es por acuerdo). Algunos sofistas no concederán valor alguno a la ley, mientras que otros la defenderán por su utilidad.
Retórica
Arte de utilizar el lenguaje con fines estéticos, persuasivos y comunicativos. La erística, es una especie de lógica del engaño y la falacia para el mismo propósito. La sofística supuso un fuerte impacto en la mentalidad conservadora de la época y lugar, y cosechó simultáneamente un rotundo éxito entre muchos jóvenes atenienses y una fuerte oposición por parte de autoridades y sociedad en general. Esta ambivalencia se debió a que la filosofía sofista se manifestó en tres grupos desiguales. Por un lado estaba la 1ª generación de sofistas (especialmente Protágoras y Gorgias), que, aun dentro de la polémica, evidenciaban una clara independencia de criterios y solidez moral, parcialmente respetados incluso por su feroz crítico Platón. Luego estaban los eristas, sofistas de medio pelo especializados en juegos de palabras y palabrería más bien vana y que se quedaron con lo más superficial del movimiento sofista. Y finalmente tenemos a los políticos educados en la sofística, ciertamente nocivos para un sistema democrático porque buscaban su propio beneficio y arrastraron objetivamente a Atenas a más de una desgraciada aventura. Aunque en fechas recientes se han señalado las virtudes de este movimiento hasta el extremo de denominar al siglo V, Ilustración griega (humanismo, pedagogía, laicismo, libertad), durante mucho tiempo el juicio mayoritario fue negativo, en la tradición de los tres grandes filósofos clásicos (Sócrates, Platón y Aristóteles).
Mayéutica
Sócrates rechaza el escepticismo y el relativismo sofistas: la verdad objetiva existe y está al alcance de cualquiera, porque no proviene del interior. Todo hombre tiene en su alma la verdad, aunque de una forma latente que puede manifestarse si es adecuadamente conducido. El papel del maestro no consiste en dar discursos y persuadir al auditorio, sino en dirigir el diálogo, las preguntas y respuestas que permiten al oyente alumbrar por sí mismo la verdad. La palabra mayéutica viene de la palabra griega que significa “obstetricia”, la rama de la medicina encargada de asistir los nacimientos. Precisamente de alumbrar se trata. Sócrates aprendió este método del oficio de su madre (comadrona): al igual que ella ayuda a parir a las jóvenes aunque ella misma ya no esté en edad de procrear, él decía de sí mismo que nada sabía, pero que podía ayudar a los demás a alumbrar la verdad, y este es el motivo de que anduviese por la ciudad “como un tábano”, para despertar a Atenas. Este procedimiento era precedido (aunque puede tener lugar sin ella) con una muestra de la ironía socrática, un falso reconocimiento de la propia ignorancia frente a la sabiduría del adversario en el sentido de que realmente es más ignorante quien cree equivocadamente saber. La ironía abre el ánimo del oyente y le invita a expresarse sin reservas, lo que da lugar a contradicciones y al descubrimiento de la ignorancia, paso imprescindible para salir de ella. El objetivo de la mayéutica es obtener una definición universal, una respuesta definitiva a “qué es x”, donde x es la virtud, la justicia, el bien, la belleza… Es decir, precisamente aquello que los sofistas consideraban, por el contrario, relativo o convencional. La inducción es la forma concreta de hallar definiciones, partiendo de casos particulares para obtener la ley general. Durante el diálogo se examinan y rechazan las definiciones preliminares que revelen sus limitaciones, y aunque muchas sesiones puedan terminar sin éxito, se entiende que es cuestión de tiempo o esfuerzo dar con la definición adecuada.