Contexto histórico-cultural de Ortega
Europa
El asesinato del heredero del Imperio austro-húngaro dio lugar a la Primera Guerra Mundial; una guerra de trincheras, gases asfixiantes, tanques y aviación que causó millones de muertos. Finalizó con el Tratado de Versalles y con la derrota y humillación de Alemania, lo que sembró la semilla de la Segunda Guerra Mundial.
En 1917, los bolcheviques tomaron el Palacio de Invierno y se formó el Consejo de Comisarios del Pueblo, presidido por Lenin. Tras una guerra civil entre zaristas y bolcheviques, vencieron los comunistas, que constituyeron la URSS con una reorganización política, social y económica. A partir de 1918, se centralizó el poder en el gobierno de Stalin, convirtiendo a la URSS en un Estado totalitario.
Tras la invasión de Polonia por la Alemania de Hitler, estalló la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), que implicó a las grandes potencias del mundo, agrupadas en los Aliados (EEUU, Inglaterra, Francia, URSS…) y las Potencias del Eje (Alemania, Japón, Italia…). Presentó más de 100 millones de militares movilizados, muerte masiva de civiles, el Holocausto judío, el uso de armas nucleares y más de 60 millones de muertos.
España
Los gobernantes de la Segunda República trataron de impulsar la regeneración de España, promoviendo la educación pública y la instauración de un Estado laico promotor de nuevos derechos civiles, pero no se pudo evitar la inestabilidad social y la radicalización de la vida política.
En 1936, tuvo lugar la Guerra Civil Española. El régimen dictatorial de Franco, vencedor de la guerra contra la República, era una mezcla de autoritarismo militar, catolicismo conservador, falangismo revolucionario, nacionalismo hispánico y represión de los opositores políticos. En los años cincuenta, con el apoyo de la Iglesia católica y de EEUU, la dictadura franquista logró salir del aislamiento internacional.
Avances científicos y artísticos
En el siglo XX, la física tuvo un gran desarrollo. La Teoría de la Relatividad de Einstein sostiene que la materia y la energía son convertibles y que el espacio, el tiempo y la masa son relativos. La Mecánica Cuántica de Heisenberg y Schrödinger defiende que la realidad es indeterminista y que las leyes que rigen los fenómenos cuánticos son estadísticas.
En matemáticas, Frege fundamenta la aritmética en la lógica y critica el psicologismo. Russell y Whitehead, en su Principia Mathematica, pretendieron reducir las matemáticas a la lógica.
En biología, se desarrolla el neodarwinismo, incorporando las aportaciones de la genética, la embriología, la inmunología, la paleontología y la antropología biológica.
En el arte, destacan el fauvismo (Matisse), el expresionismo (Munch), el cubismo (Picasso), el surrealismo (Dalí), etc.
Contexto filosófico
El pensamiento de Ortega se sitúa dentro de la crisis de la razón que se produce en la cultura europea a finales del siglo XIX y principios del XX. La confianza que la Edad Moderna había depositado en la razón, a través de sus diversas formas (razón cartesiana, empirista, romántica, positivista…), entra en crisis debido a las críticas de algunos filósofos como Marx, Freud y Nietzsche. Empieza a sospecharse que la razón no sirve para comprender la realidad.
En la elaboración de su respuesta a esta crisis, Ortega recibe diversas influencias de la filosofía continental europea. Sin embargo, sorprende la falta de influencia anglosajona (neopositivismo y filosofía analítica). Las influencias más importantes, además del neokantismo, son:
- Fenomenología: Fundada por Husserl, continúa el ideal cartesiano de hacer de la filosofía una ciencia, pero sin las separaciones que hacía Descartes entre sujeto (noesis) y objeto (noema); entre estos existe una relación intencional. Toda conciencia es siempre conciencia-de, pero no tiene que ser algo real, como pensaba Descartes (res cogitans), ni el objeto. La conciencia es solo el polo subjetivo de la acción intencional y el noema, el correlato de la intención del sujeto. Sin intención no hay noema; sin perspectiva no hay realidad.
- Historicismo: Le viene de Dilthey, Simmel y Spengler. El historicismo afirma el carácter histórico de la realidad. Dilthey establece una distinción entre las ciencias de la naturaleza, que se basan en la explicación, y las del espíritu, que se basan en la comprensión. Hay una relación muy fuerte entre vida e historia. La historia es la vida concebida desde el punto de vista de toda la humanidad. De Dilthey toma la idea de que la vida es realidad radical y de que las ciencias de la naturaleza no son adecuadas para explicar lo que es el ser humano.
- Vitalismo: Se concreta en Nietzsche y Bergson. Nietzsche ataca el concepto tradicional de verdad y el valor excesivo que ha tenido la razón en la filosofía, sobre todo a partir de Sócrates y Platón. Se trata de una razón teórica que reprime los instintos de la vida. No hay verdades ni cosas en sí, sino interpretaciones y perspectivas. Para Bergson, la realidad es devenir, vida. Esa vida no se conoce a través de la inteligencia, que inmoviliza y fracciona la realidad, sino a través de la intuición.
- Existencialismo: Representado por Heidegger y Sartre, trata de hacer una ontología a través del estudio del Dasein o ser humano existente; el único ente capaz de preguntarse por el Ser. La investigación sobre el Ser se convierte en el análisis existencial del Dasein, que descubrirá sus estructuras ontológicas fundamentales, siendo la más importante la temporalidad. Ortega considera que ese análisis está superado por su concepción raciovitalista. Coincide con Sartre en la idea de que el ser humano es un náufrago en la existencia, que continuamente tiene que decidir la vida que ha de vivir y que el hombre, por tanto, no tiene naturaleza; pero alejándose del nihilismo y de la angustia vital del existencialismo.
Actualidad de Ortega
Ortega argumenta una crítica a la concepción racionalista de la cultura. Según él, la cultura debe surgir de las inquietudes e intereses vitales de los hombres o se convertirá en un elemento vacío que los individuos abandonarán. El racionalismo perpetúa unos contenidos culturales, olvidando que estos son fruto de una sensibilidad concreta y que, a medida que se alejen de ella, se vacían de sentido. La cultura debe ser un contenido vital que el hombre de cada época sienta como fruto de su verdad, bien y belleza.
El interés orteguiano sobre la relación de la cultura con la vida sigue vigente. Actualmente, estamos ofreciendo unos valores culturales atrofiados que deberíamos comprobar si están conectados con la vida y si resultan significativos. Esto puede dirigirse a los criterios que sigue la administración para elegir los contenidos que deben trabajarse en el instituto, muchos de ellos insignificantes.
La filosofía de Ortega se propone como una solución a la crisis de la modernidad. La vida política de su tiempo, oligárquica y fundada en un sistema caciquil, no ofrece respuestas a la sociedad ni la deja participar. Actualmente, se ha difundido la expresión “clase política”; unos “profesionales de la política” que parecen ocuparse más de sus asuntos que de los que preocupan a la sociedad.
La consecuencia es el desinterés de los ciudadanos por la política, lo que prueban los bajos índices de inscripción en los partidos políticos y la baja participación en las consultas electorales. Otra consecuencia es el auge de organizaciones políticas alejadas de los partidos tradicionales, que se presentan como alternativas que “realmente” responden a las necesidades de los ciudadanos. Por tanto, las críticas de Ortega a la política de su tiempo permanecen vigentes.
Según Ortega, la verdad absoluta surgirá de la unión de las verdades parciales proporcionadas por todas las perspectivas. Esto es aplicable al complejo marco de las relaciones entre grupos, partidos, culturas, etnias… Cada uno, desde su perspectiva, tiene derecho a participar en el diálogo y en la toma de decisiones. Es necesario, por tanto, articular sistemas e instituciones que permitan la participación y el encuentro.