1. El Cogito y el Criterio de la Verdad
Para entender mejor la filosofía de Descartes, es fundamental comprender un concepto clave surgido en su juventud y que marca el abandono de las matemáticas en favor de la filosofía: la mathesis universalis (“matemática universal”). Parece seguro que Descartes ingresó en la secta conocida como los rosacruces; un grupo de escritores, científicos y filósofos del siglo XVI que buscaban, cada uno según su disciplina, la verdad o el secreto de la naturaleza, es decir, querían hallar la explicación al origen y naturaleza de la realidad. Por ejemplo, Descartes estudió música (escribió obras sobre ello), porque creía encontrar en ella, escrito en secuencias matemáticas, mensajes o fórmulas para describir el funcionamiento de la realidad. Descartes quiere entonces descubrir la “matemática universal”, es decir, el lenguaje oculto según el cual funciona la realidad, y ese lenguaje (como también dirá Galileo) es el lenguaje de las matemáticas.
Pero éstas se le presentan como insuficientes, por ello da el salto a la filosofía; tal vez no puedo encontrar las fórmulas matemáticas que explican todo lo que sucede en la realidad, pero tal vez sí pueda encontrar cuál es la verdad, aquello que es absolutamente cierto, la base verdadera de todo, para construir sobre ella el edificio de la “mathesis universalis”.
Otro aspecto a tener en cuenta es que Descartes es el primer filósofo moderno, y lo es, entre otras razones, porque su filosofía tiene lo que podríamos llamar un “carácter existencial”. Descartes no es un “filósofo profesional”, su dedicación a la filosofía forma parte de una búsqueda personal (El Discurso del Método nos lo dice así); para él, la filosofía no es una profesión sino un “camino en la vida”, una forma de ser en el mundo.
2. Duda y Certeza
Tal y como nos dice Descartes en su obra Meditaciones metafísicas (y vuelve a ello en El Discurso del Método), descubre la necesidad de detenerse y reflexionar (de hecho, el título de esa obra es curioso, porque “meditar” supone detener la marcha de la existencia cotidiana para reflexionar sobre uno mismo, sobre el camino que ha recorrido y que le resta por hacer). Pero reflexionar, ¿sobre qué? Descartes quiere encontrar la certeza absoluta, es decir, quiere encontrar aquello sobre lo que se está absolutamente seguro de su verdad, de modo que para ello hay que desechar todo lo falso y lo que no ofrece certeza completa.
Descartes va a iniciar así un “camino de la duda”, esto es, la duda es la herramienta para lograr la certeza (esta es una de las razones por las que Descartes es el primer filósofo moderno). La duda ya no es el enemigo de la fe o la que destruye la verdad, como en la Edad Media, sino la que hace posible eliminar el error y obtener la verdad. Es el método moderno, el de la filosofía ilustrada e incluso el del psicoanálisis. Pero para ‘jugar’ es necesario seguir un procedimiento, un método, y este requiere unas reglas. En su primera obra, Reglas para la dirección del espíritu (y después en El Discurso del Método), Descartes expone cuatro sencillas reglas.
En estas nos dice que el “buen sentido” (la inteligencia) es lo mejor repartido en el mundo, es decir, todos somos seres inteligentes capaces de pensar, pero no todos lo hacemos correctamente. Este es el objetivo del método: mostrar la forma correcta de usar nuestro “buen sentido”, la forma correcta de pensar. Las cuatro reglas son las siguientes:
- Regla del análisis: Cuando se quiera estudiar o comprender una cuestión o problema complejos, debemos separar las diferentes partes o elementos que lo componen; simplificar para así resolver cada parte más pequeña antes de enfrentarse al problema completo.
- Regla de la síntesis: Una vez resuelta y comprendida cada parte pequeña, debemos unirlas para analizar así el problema o la cuestión al completo.
- Regla del “criterio de certeza”: El problema es determinar cuándo nos hallamos ante una idea verdadera, es decir, reconocer una idea verdadera de otras falsas. Pues bien, Descartes nos dice que una idea es verdadera cuando es una idea “clara y distinta”. Por ‘clara’ podemos entender una idea que comprendemos perfectamente, de la que no guardamos sospechas o duda alguna, es decir, nos resulta transparente o evidente. Por ‘distinta’ podemos entender una idea que no se confunde con otras, que podemos distinguirla de otras ideas y ocupa su lugar en el proceso de un argumento o pensamiento. Las afirmaciones básicas de geometría (expuesta por Euclides) son ejemplo de idea clara y distinta (por ejemplo, una línea une dos puntos).
- Regla de precaución: Una vez terminado todo lo anterior, una vez que hemos analizado la cuestión o problema planteados, debemos revisar de nuevo todo el proceso hasta estar seguros de no cometer ningún error.
¿Y por qué necesitamos un método? Porque poner en duda lo requiere, es decir, poner en duda todo lo que sabemos hasta encontrar aquello de lo que estamos absolutamente seguros de su verdad, es lo mismo que pensar correctamente (esto para Descartes es fundamental), y estas reglas nos marcan la forma de hacerlo.
La duda va a seguir unos pasos, unos niveles de intensidad, un camino de la duda que es el siguiente (los llamados “niveles de la duda”):
- Descartes pone en duda todo lo que ha aprendido en los libros y que sus maestros le han enseñado. Atención: Descartes no está diciendo que todo sea falso, que no haya que leer libros; lo que afirma es que no podemos estar absolutamente seguros de la verdad de todos estos conocimientos recibidos. Luego, si esto es así, los ponemos en duda y los dejamos a un lado; debemos seguir caminando (pensando) sin la ayuda de esas enseñanzas. Dudar, pensar correctamente, es un camino solitario.
- Lo siguiente que pone en duda Descartes es todo aquello que percibimos por los sentidos y que en ocasiones consideramos cierto (“debo verlo para creerlo”). Pues bien, ¿realmente estamos seguros de que nuestros sentidos no nos engañan? Muchos animales tienen sentidos (vista, olfato, oído) mucho más desarrollados y fiables que nosotros. Vamos a quedarnos con un ejemplo que saldrá más adelante: el sol que perciben mis ojos (una bola de luz del tamaño de una moneda). Sabemos que el sol no tiene ese tamaño y esa apariencia que me muestran mis ojos, como luego los sentidos nos engañan, y tenemos muchos ejemplos de ello. Debemos seguir dudando y pensando correctamente sin la ayuda de toda la información de los sentidos, porque no podemos confiar en ellos, no estamos seguros de ellos.
- Pero si los sentidos me engañan, si todo lo que he aprendido hasta ahora no es seguro, entonces he llegado a un punto crítico (esto se denomina “duda hiperbólica”): ya no estoy seguro de nada, porque tampoco estoy seguro de que lo que veo, oigo o toco sea verdadero (hasta ahora lo he supuesto, pero no estoy seguro de que sea verdad). Puede que ahora mismo no esté aquí, despierto, haciendo este examen con un bolígrafo medio roto. Tal vez esté soñando; estoy dormido y sueño que estoy aquí (mientras soñamos creemos percibir las cosas con la misma intensidad que cuando estamos despiertos), porque no somos conscientes de que estamos soñando hasta que despertamos. Los sueños son tan “reales” como la vida “real” mientras dura el sueño. Luego, ¿estoy seguro de que no sueño? Puede incluso que un genio maligno (como en el Quijote) me esté engañando, esté jugando conmigo, haciéndome creer que estoy despierto y que la realidad es así, cuando en verdad estoy durmiendo. Pero Dios, que es bueno, no puede permitir que esto ocurra, dice Descartes. Pero una cosa sí está clara: ahora mismo dudo de que todo sea así, no puedo tener certeza absoluta de todo lo que me rodea. Hemos llegado al límite de la duda, a dudar de todo; ¿o no?
A pesar de la duda, o más bien como resultado de esta, sí tengo una cosa clara: si dudo es porque estoy pensando, y si estoy pensando, existo (“cogito ergo sum”). Esta es una idea clara y distinta, es el resultado del proceso de la duda: podemos dudar de todo, pero es indudable que yo soy una cosa que piensa, soy algo cuya actividad y naturaleza esencial es pensar (“res cogitans”), porque si pongo en duda esta idea, la estoy confirmando (cuanto más dudo que sea algo que piensa, más confirmo que al menos pienso, porque dudo, y si pienso debo existir de alguna forma).
3. Res Cogitans y Res Extensa
La duda nos ha llevado al fondo de un pozo, pero ahí hemos encontrado la certeza absoluta: soy algo que piensa. El problema ahora es el “de alguna manera”, es decir, soy cierta existencia dotada de pensamiento capaz de dudar y buscar la certeza. Esta afirmación “cogito ergo sum” es un ejemplo de idea clara y distinta, es decir, es una idea verdadera. Pero ahora tenemos un problema: ¿soy algo más que una res cogitans? Este es un serio y difícil problema filosófico, es decir, determinar si además de pensar soy algo más. Está claro que los sentidos nos engañan, pero aunque nos engañen, aunque lo que percibimos sea falso o algo de lo que no podemos estar seguros, está claro que percibimos cosas, que tenemos sentidos, y si esto es así es porque fuera de mi pensamiento hay algo que produce esas percepciones equivocadas.
En definitiva, si tengo sentidos es porque debo tener también una res extensa, un cuerpo o algo que no sólo es pensamiento sino que “ocupa una extensión”, un espacio. De modo que, aunque no estoy seguro de mis sentidos, sí debo poseer algo parecido a un cuerpo (res extensa). Entonces el ser humano se compone de pensamiento y cuerpo (res cogitans y res extensa). Y, de hecho, Descartes realizó estudios de anatomía (del ojo, de la circulación sanguínea, etc.) con el fin de analizar el funcionamiento de nuestra res extensa.
Pero junto a esto, tenemos dos problemas: ¿existe la realidad fuera de mi pensamiento?, ¿existe Dios? Porque hasta ahora solo estamos seguros de dos afirmaciones: soy una cosa que piensa y dispongo de un cuerpo; el resto sigue siendo una duda.
Si soy una res extensa y mis sentidos me engañan, esto significa que tengo cuerpo y que ahí fuera hay cosas que son captadas engañosamente por mis sentidos. Puesto que estos me engañan, no sé con exactitud cómo es esa realidad fuera de mí, pero sí está claro que hay algo más aparte de mí mismo y mi pensamiento; hay una realidad exterior que hay que descubrir (de ahí viene el interés de Descartes por la anatomía, la astronomía, etc.). Y en cuanto a Dios: la duda también ha afectado a Dios, ¿existe o no? Como hicieron San Anselmo y Tomás de Aquino, también Descartes se propone demostrar la existencia de Dios.
4. Obras
- Obras de juventud: Corresponden a la época en la que Descartes forma parte de los rosacruces; se trata de opúsculos sobre música y matemáticas.
- Obras científicas: Descartes escribe El Mundo para defender y divulgar la teoría heliocéntrica de Copérnico (prohibida en aquel momento); asimismo, escribe pequeñas obras sobre óptica y anatomía (estudios sobre la circulación de la sangre y el funcionamiento de los órganos y músculos).
- Obras filosóficas: Su primera obra es Reglas para la dirección del espíritu. Pero su obra más importante es, evidentemente, las Meditaciones metafísicas, obra prohibida por la Inquisición, que será secuestrada y destruida. Posteriormente, publica su obra más famosa, El Discurso del Método, una obra de divulgación de su filosofía, que le dará cierta fama en Europa.
5. Influencias
Descartes es el primer filósofo moderno por las diversas razones que hemos visto. Una de ellas es que Descartes no tiene ninguna deuda o influencia con filósofos anteriores. No es un filósofo profesional y su filosofía supone una ruptura total con el pasado, y especialmente con la filosofía medieval. El proceso de la duda y la autoconciencia como fundamento de la realidad suponen dos aspectos modernos de Descartes con los que rompe con el pasado.
5.1. Influencias de Descartes sobre otros autores
a) LEIBNIZ: Si Descartes no logra resolver el problema de qué hay fuera de la afirmación “pienso, luego existo”, es decir, qué es exactamente la “res extensa” (si hay cosas fuera de mí) y si hay otros “cogitans” aparte de mí mismo, Leibniz se va a proponer ampliar la filosofía de Descartes, intentando descubrir qué es la res extensa, analizar qué hay fuera de mí: fuera hay “mónadas”. Una mónada es una existencia única, aislada de los demás; aunque percibe el mundo exterior, está encerrada en sí misma. Cada mónada es un yo, al que le llegan ecos de otras mónadas situadas fuera de ella.
b) KANT: Kant estudió con Wolff; este era un gran divulgador de la filosofía de Descartes, de ahí que durante su juventud Kant fuera un admirador de la filosofía de Descartes. Aunque esto cambiaría, ya que Kant desarrolló su propia filosofía original, heredera de Descartes pero muy diferente y crítica con él. Kant va a conseguir analizar cómo conocemos la realidad que nos rodea, es decir, la relación entre el yo y el mundo, problema que Descartes no pudo resolver.
c) Tal vez no sea exagerado decir que Descartes y la tradición de filósofos de los que acabamos de hablar inspiraron de alguna forma el origen de la psicología a finales del siglo XIX. El gran hallazgo de Descartes es la conciencia, la actividad autorreferida de nuestro pensamiento, que se busca a sí mismo. Y en este sentido, establece la dirección que va a seguir la psicología.
d) En el siglo XX, varios filósofos han rescatado a Descartes, no para defender aspectos concretos de su filosofía, sino para reivindicarlo como el filósofo moderno que es: HUSSERL escribió un libro titulado Meditaciones cartesianas, en donde trata de descubrir el funcionamiento de las res cogitans. La egología es el proceso mediante el cual creamos ideas, abstrayendo cualquier rastro de la realidad exterior, es decir, una idea es el resultado de complejos procesos de abstracción o universalización de una realidad que al final desaparece para dar origen a una idea acerca de esa misma realidad. LACAN: Este famoso psiquiatra de los años setenta vio en el proceso de la duda cartesiana y en los sueños que nos relata Descartes un ejemplo de manifestación del inconsciente como una forma en la que éste se muestra y trata de autorizarse mediante el lenguaje.
6. Foucault y Derrida
“Nos sucede lo mismo que a esos locos que creen que es real lo que sus mentes imaginan”.
- Foucault: Acerca de “los locos” hay un cambio: en la antigüedad, la locura era bien vista, era una transmisión del otro mundo, de los dioses. Actualmente, la locura es peligrosa, hay que excluirla (nosotros estamos en la zona del sentido común, la razón y debemos delimitar a los locos).
- Derrida: La locura es un aspecto (riesgo) de la razón: a veces, al pensar se sale fuera de lo racional y se piensa en contra de la razón (duda). Cuando piensas, a veces te sales fuera de los límites del pensamiento: dudas, lo que hasta ahora considerabas formal, racional.