1. Método y Conocimiento
El tema central de la filosofía de Descartes es el conocimiento. Su gran objetivo es construir una filosofía totalmente segura y libre de error. Adopta el modelo matemático, la ciencia más segura, y pretende conseguir su mismo grado de validez y seguridad en la filosofía. Piensa que la clave de la validez de las matemáticas radica en el método, desembocando en un racionalismo radical que otorga un predominio absoluto a la razón sobre los sentidos (las matemáticas prescinden de la experiencia).
Resume el método matemático en cuatro reglas:
- Regla de la evidencia: Aceptar sólo lo absolutamente evidente y rechazar aquello de lo que quepa duda. Es evidente si es clara y distinta.
- Regla del análisis: Descomponer las cuestiones complejas en los elementos más simples, pues son los más fáciles de conocer con evidencia, para que sirvan como axiomas.
- Regla de la síntesis: Construir las teorías partiendo de lo simple hacia lo complejo, aplicando la deducción, relacionando los elementos simples con orden, proporción y medida.
- Regla de la enumeración: Enumerar todos los pasos del proceso y someterlos a revisión y comprobación para evitar cualquier posibilidad de error.
Las dos operaciones cognoscitivas básicas implicadas serán la intuición intelectual y la deducción.
La duda metódica
La aplicación del método a la filosofía lleva a Descartes a la duda metódica. Es la aplicación de las dos primeras reglas (evidencia y análisis) en el afán de encontrar verdades absolutamente seguras y simples. Es un instrumento metodológico en su búsqueda de la verdad. Debe emplearse con la máxima radicalidad y universalidad.
Establece tres niveles de aplicación de la duda como método:
- Hay que dudar de los sentidos.
- Imposibilidad de distinguir el sueño de la vigilia.
- Descartes inventa la hipótesis de un genio maligno que podría engañarnos aún en las verdades que creemos conocer con toda seguridad: las verdades matemáticas.
La primera verdad
Aunque exista un genio maligno, no puede haber ninguna duda de que: yo existo. Encuentra por fin la primera verdad indudable, que será el fundamento de toda su filosofía, e incluso de toda la filosofía posterior: «Pienso, luego existo». Esta primera verdad no debe ser entendida como el resultado de un razonamiento deductivo, sino como una verdad simple, captada por medio de una intuición directa. Ha acabado la fase de análisis. Necesitamos construir la nueva filosofía. Ya sé que yo existo. ¿Qué más puedo conocer con toda seguridad? Todo el resto de conocimientos se elaborará a partir del análisis del yo.
El criterio de verdad
Claridad y distinción. En el análisis del «yo pienso», encuentra características del yo como sustancia pensante independiente del cuerpo, y lo que es muy importante: el criterio de certeza. Esta primera verdad es evidente por una única razón: porque la concibo con claridad y distinción. Establece como criterio de verdad, que será verdad lo que se perciba con claridad y distinción. No obstante, este criterio no adquirirá toda su potencia hasta no ser garantizado por un Dios veraz, pues puede existir un genio maligno que me engañe en conocimientos que considero evidentes.
2. Construcción deductiva del conocimiento y la realidad
El contenido del Yo: las ideas
Tenemos únicamente el yo pensante y el criterio de verdad. Descartes analiza estas ideas para ver si encuentra un fundamento para salir del yo. Clasifica las ideas del yo en tres clases:
- Ideas adventicias: Las que parecen venir de fuera, representan objetos exteriores.
- Ideas facticias: Producto de la imaginación y combinación de ideas.
- Ideas innatas: Son un tipo especial de ideas, ni vienen de fuera, ni son producidas por mí, sino que son connaturales al yo.
Las ideas adventicias y facticias son poco fiables y además yo mismo puedo ser su causa, no me fundamentan un mundo exterior.
La existencia de Dios
Se centra en la idea innata de un ser infinitamente perfecto, de Dios. La idea de Dios va a llevar a Descartes a demostrar la existencia de Dios, un Dios veraz que garantice la validez del criterio de certeza y del mundo material. Utiliza varios argumentos. Uno centrado en la idea de infinito y en su teoría de la «realidad objetiva». Según Descartes, la idea de infinito no es una idea adventicia, ni facticia. Es una idea que tiene un grado de «realidad objetiva» «infinito» que exige una causa proporcionada infinita, distinta de mí, que soy limitado. Yo no puedo ser su causa, se requiere una causa infinita que sólo puede ser Dios. La idea de un ser infinito requiere una causa infinita. En segundo lugar, argumenta en base a la contingencia del yo pensante y en la imposibilidad de una serie causal infinita como causa de mi yo, para llegar a la necesidad de un Dios necesario. En tercer lugar, se apoya en el argumento ontológico.
La realidad exterior: las tres sustancias
Dios es absolutamente perfecto y por lo tanto bondadoso. No es posible el genio maligno engañador, Dios es veraz y no lo permite. Dios no permite que esté en un continuo engaño respecto a las cosas que percibo con claridad y distinción, cuando percibo el mundo. El mundo material, por lo tanto, existe; pero el Dios veraz no garantiza que mis sentidos sean perfectos, siguen sin ser fiables; sólo garantiza lo esencial que concibo racionalmente. Y lo que yo concibo de la materia con claridad y distinción como indispensable y esencial es únicamente la extensión y el movimiento. En conclusión, Descartes afirma la existencia de tres sustancias, cada una de ellas con un atributo esencial: La sustancia infinita (Dios), la sustancia pensante (el yo), y la sustancia extensa (el mundo material).
3. Antropología
La concepción cartesiana del ser humano conduce a un dualismo radical: El ser humano es la unión de dos realidades totalmente distintas e independientes: el cuerpo material y el alma pensante. Son concebidas de forma clara y distinta como independientes, entonces es evidente que son independientes. El cuerpo es una máquina inerte. El alma no es un principio vital, su esencia es pensamiento, es res cogitans. El yo pensante se entiende en sentido amplio, como un yo que piensa, duda, afirma, niega, incluso que siente. Posee el yo dos facultades básicas: el entendimiento es la facultad de conocer y la voluntad la facultad de querer. La libertad es una de las nociones primeras e innatas, absolutamente evidente, una de las perfecciones fundamentales del ser humano. La independencia del yo espiritual respecto de la materia, permite salvaguardar la libertad de la voluntad y los valores espirituales frente a la concepción mecanicista y determinista del cuerpo, que Descartes comparte. Además, el alma es inmortal, porque es simple, indivisible e independiente del cuerpo, no necesita de él para existir. Se plantea el grave problema de la comunicación de las sustancias: ¿Cómo es posible que dos realidades totalmente distintas e independientes se mantengan unidas y se influyan y comuniquen mutuamente?
4. Ética
Se descubre el racionalismo cartesiano. Afirma como valores supremos la libertad de la voluntad y el dominio de la razón sobre las pasiones. Las pasiones son percepciones o sentimientos que afectan al alma pero que tienen su origen en el cuerpo. Son irracionales e involuntarias. El ser humano, por ser libre, puede dominar y dirigir sus pasiones. La tarea del alma es someter y ordenar las pasiones conforme al dictamen de la razón. La libertad no es entendida como indiferencia o ausencia de racionalidad, sino como la facultad de elegir lo que la razón propone como bueno, lo cual se convierte en el ideal moral de perfección. El elemento clave es el conocimiento. A mayor conocimiento, mayor libertad. El pecado es la ausencia de conocimiento, el error en que la voluntad prefiere algo confuso (inferior) a algo claro (superior). Moral provisional.