Rousseau: El contrato social y la voluntad general
En El contrato social, Rousseau plantea la recuperación del ser humano natural mediante el establecimiento de un nuevo orden social. A diferencia de su Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres, donde investiga el origen de la organización social, en El contrato social parte de la premisa de que el Estado existe y no puede destruirse. Para Rousseau, es imposible que los seres humanos regresen a la vida salvaje: “No es cosa de volver a vivir en el bosque junto a los osos, y de quemar las bibliotecas”.
Con El contrato social, Rousseau se adhiere a las teorías contractualistas del siglo XVII, negando el origen natural del Estado y sosteniendo que este es fruto de una convención o pacto social. Este pacto transforma los derechos naturales individuales en derechos de la comunidad. El hombre natural se convierte en ciudadano, participando con su voto en la asamblea que legisla según la voluntad general. Esta voluntad general, distinta a la suma de voluntades particulares (que persiguen intereses privados), considera el bien común y, en ese sentido, es siempre justa.
La soberanía popular de la asamblea, enfocada al bien común, se puede plasmar en distintas formas de gobierno, como la democracia directa, un modelo que Rousseau consideraba viable solo en sociedades pequeñas, como su Ginebra natal. Al someterse a las leyes de la voluntad general, el hombre abandona la libertad natural y accede a una libertad superior: la del ciudadano. Para fortalecer este compromiso, Rousseau propone una religión civil que dicte las normas sociales.
Otras teorías contractualistas
Además de la de Rousseau, destacan las teorías contractualistas de Hobbes y Locke.
Marx: El hombre, la alienación y la lucha de clases
El hombre como ser natural e histórico
Según Marx, el hombre es un ser natural inmerso en un proceso histórico y social. La praxis, la producción material, es su característica fundamental. El trabajo transforma la naturaleza mediante los medios de producción, resultando en un producto. En este proceso, el trabajador se desposee de su fuerza de trabajo, una alienación que puede ser positiva (cuando reconoce el producto como suyo) o negativa (cuando no le pertenece ni el producto ni su actividad productiva).
La alienación y la plusvalía
La relación de dominación se perpetúa por la plusvalía: la diferencia entre el valor de la fuerza de trabajo (salario) y el valor que produce para el capitalista (beneficio). Este excedente, acumulado por el patrón, genera desigualdad. El trabajo alienado surge al convertirse el trabajo en mercancía, por la división del trabajo y la propiedad privada de los medios de producción.
La distinción entre valor de uso (satisfacción de necesidades) y valor de cambio (intercambio en el mercado) convierte el trabajo en mercancía. La división del trabajo produce alienación porque:
- Separa los aspectos manuales e intelectuales del trabajo.
- La mecanización determina el ritmo del trabajo.
- Genera la lucha de clases, al concentrar los medios de producción en una minoría.
No es la propiedad privada en sí, sino la de los medios de producción, lo que genera explotación y alienación. Marx distingue tres formas de alienación:
- Económica (trabajo alienado): Causa de las demás, se supera eliminando la propiedad privada y la división del trabajo.
- Política: Los derechos políticos son formales, sin igualdad real (económica).
- Religiosa: Refugio en un mundo imaginario para escapar de la miseria económica.
Marx: La religión como opio del pueblo
La alienación religiosa, relacionada con la ideológica, sostiene el capitalismo. Según Marx, la religión justifica el orden social prometiendo compensación trascendente por la injusticia terrenal. Es consecuencia de una vida miserable, creando la ilusión de un mundo con paz. Así, disuade la rebelión y justifica los privilegios de las élites.
Para Feuerbach, la alienación religiosa surge al no reconocer el hombre que la idea de Dios es una proyección suya. Ve a Dios como algo externo que exige adoración. Ante discursos que justifican la realidad, Marx propone una teoría crítica para transformar el mundo: el materialismo histórico.
Marx: La lucha de clases y la revolución social
La lucha de clases, motor del desarrollo histórico, debe llevar a una revolución social que transforme el capitalismo. Esta revolución implica que la clase obrera se enfrente al poder para cambiar el sistema. Según Marx, la revolución que sustituirá el capitalismo por el comunismo tiene varias fases:
- La clase obrera se rebela contra la burguesía, instaurando la “dictadura del proletariado”.
- Se suprime la propiedad privada de los medios de producción, socializándolos (fase socialista).
- Se instaura la sociedad comunista, sin propiedad privada de los medios de producción. Al desaparecer la plusvalía, los beneficios se reparten entre los trabajadores. Esta sociedad sin clases elimina la explotación y la alienación. El hombre deja de ser mercancía, convirtiéndose en un fin en sí mismo.
Para que los países capitalistas no obstaculicen el proyecto comunista, la revolución debe ser internacional.