5.2 El Alma:
El hombre tiene dos sustancias, una espiritual (el alma) y otra material (el cuerpo). San Agustín niega la preexistencia y la reencarnación del alma, en esto, sí que se diferencia de Platón, y para poder explicar el pecado original recurre sucesivamente a dos (2) teorías:
1.En primer lugar, defiende la teoría del traducianismo, según la cual, las almas de los padres son trasmitidas a sus hijos.
2.En segundo lugar, la teoría del creacionismo, según la cual Dios crea un alma diferente para cada individuo.
5.3.- La creación del mundo
Para los griegos, el hecho de que algo pudiera surgir de la nada resultaba absurdo, por eso ellos nunca defendieron esta hipótesis, preferían pensar que el mundo era eterno (Aristóteles).
Platón en cambio, cree que el mundo fue creado por el demiurgo, un Dios de segundo orden (un Dios hacedor) que tomando como modelo las Ideas, construye el mundo material.
Los neoplatónicos tienen una concepción emanantista, es decir, consideran que el mundo emana de Dios, lo cual la diferencia entre Dios y el mundo desaparecen, pues el mundo no deja de ser la manifestación material de Dios (por eso esta teoría es un panteísmo).
San Agustín defenderá la Teoría Ejemplarista, que consiste en lo siguiente:
-Dios creó el mundo siguiendo sus propias ideas que sirvieron de arquetipo o ejemplo de las cosas creadas. Pero Dios no creo el mundo de forma completa y de una vez, si no que creó un mundo donde es posible el desarrollo, la evolución, y esto lo hizo Dios depositando en la materia las teorías ejemplares o bien las ratio seminales que hacen evolucionar a la materia en líneas determinadas cuando las condiciones ambientales son propicias.
6.- EL MAL, EL PECADO Y LA LIBERTAD:
6.1.- El problema del mal y el pecado
Es evidente que en el mundo existe el mal, pues a nuestro alrededor constantemente percibimos fenómenos dañinos y perjudiciales. Para explicar la existencia del mal, antes de San Agustín, ya habían aparecido diversas teorías:a)Que Dios no existe y que el mal aparece por sí mismo.
b)Que Dios existe y es el causante del mal.
c)Que existen dos principios en permanente lucha, y a veces prevalece el bien y a veces el mal (maniqueísmo).
La explicación agustiniana del mal tiene un fundamento antropológico, somos seres duales, es decir, estamos compuestos de cuerpo y alma, y es el elemento material, con sus apetitos y deseos, el causante del mal. Además San Agustín apoya su teoría sobre el mal en el pecado original.
Este surgíó como consecuencia de la soberbia humana, teñíéndolo todo quisimos ser como Dios y este pecado nos hace propensos al mal (esta es nuestra naturaleza). San Agustín mantuvo una polémica con el Obispo Juliano al respecto, acusando este a San Agustín de habérselo inventado. La Iglesia, no obstante, siguió la orientación agustiniana.
El problema se plantea en que, si en nuestra naturaleza, tenemos una marcada inclinación hacia el mal, podría decirse que el hombre no es libre de hacer el bien, puesto que esto no está en su naturaleza. San Agustín salva muy inteligentemente este escollo mediante la Teoría de la Gracia, según la cual Dios puede apiadarse los hombres y concedernos su gracia, es decir, su ayuda para poder orientarnos hacia el bien. No obstante, aquí se plantea otro problema, ¿por qué Dios concede su gracia a unos pocos y a otros no? Y además, el problema de que aquel que recibe la gracia divina, prácticamente no es libre de hacer el mal. Es este punto, san
Agustín, también tuvo arduos debates con otras facciones del cristianismo, especialmente con Pelagio, que defendía la posibilidad de orientarnos hacia el bien, y obtener la salvación con la sola fuerza de la razón y de la fe, sin necesidad de recibir la gracia divina.
6.2.- La Libertad
Para todo cristiano es evidente que Dios ha creado al mundo y al hombre en él, pero nos ha creado dándonos una voluntad libre, por ello el hombre puede decidir acercarse a Dios o alejarse de él orientando su vida a conseguir bienes mundanos.
-San Agustín se pregunta: ¿Cómo sabemos qué nuestro bien reside en Dios?
-Y responde: porque los hombres buscamos la felicidad, y pronto comprobamos que esta no reside en nosotros, por eso la buscamos fuera, tratando de conseguir siempre lo que nos falta. Tampoco reside en otras personas, pues nos provocan estados de felicidad transitorios, luego la auténtica felicidad debe consistir en la total auto-trascendencia, es decir, en Dios, lo absoluto trascendente.
Esta tendencia de encontrar la felicidad en Dios no la pone el hombre, si no que es algo natural, es decir, puesta por Dios en nosotros. A pesar de ello podemos dejarnos arrastrar por lo mundano y alejarnos de Dios. En cualquier caso, esa es nuestra responsabilidad.