La Relación Fe-Razón
Como hemos visto, en el s. II d. C. algunos cristianos comienzan a usar la filosofía en su favor, pero otros muchos se muestran recelosos con ella. Así pues, podemos constatar la existencia de dos tendencias opuestas:
- La filosofía puede y debe estar al servicio de la fe, teniendo claro que el cristianismo posee la única verdad, y la filosofía tendrá el papel de un mero apoyo comprensivo.
- El desprecio por la filosofía porque no es necesaria en absoluto para alcanzar las verdades del cristianismo.
Según San Agustín, tenemos que seguir el siguiente proceso:
- En primer lugar, la razón ayuda al hombre a alcanzar la fe presentándonos algunas verdades como legítimas de creer.
- A continuación, la fe orientará a la razón para que esta no se extravíe.
- Finalmente, la razón ayudará al esclarecimiento de los contenidos de la fe.
En conclusión, este planteamiento agustiniano concuerda plenamente con su famosa cita: creer para entender, entender para creer.
Después de San Agustín, el otro gran filósofo cristiano, Santo Tomás (s. XIII), también tendrá una actitud conciliadora entre fe y filosofía, pero en el s. XIV los averroístas latinos y los nominalistas defenderán la ruptura radical entre ambas.
Teoría del Conocimiento
Los grados del conocimiento
San Agustín distingue tres grados o niveles:
- Conocimiento sensible: el más bajo, el que compartimos con los animales y no otorga ninguna certeza.
- Conocimiento racional (o razón interior): es específico de los seres humanos, viene a coincidir con lo que llamamos ciencia, y este necesita aún de los datos de los sentidos.
- La sabiduría (o razón superior): que es un conocimiento intuitivo, totalmente independiente de los datos sensibles, y nos permite alcanzar verdades inmutables y eternas.
Es decir, en la Teoría Agustiniana, el conocimiento tiene un marcado acento platónico; no obstante, San Agustín no admite la preexistencia del Alma ni la reminiscencia.
La introspección
San Agustín desdeña los dos principales niveles de conocimiento, él aspira a alcanzar el primero y para ello sabe que la percepción sensible no sirve para nada. Para intentar alcanzarlo será necesario seguir el método de la introspección o autoconciencia, que consiste en un análisis íntimo de uno mismo en una profundización en el alma propia para encontrar allí nuestra verdad. Recordemos la famosa cita: No salgas de ti mismo, como en el interior del hombre habita la verdad.
Algo parecido defenderá muchos siglos más tarde nuestro gran poeta Antonio Machado, al que se le ve en el libro Soledades buscándose a sí mismo en las galerías del alma.
La Teoría de la Iluminación
¿Dónde están las Ideas inmutables y eternas? Platón mantenía que su lugar natural era el Cosmos Noétos, para Aristóteles las Ideas o conceptos son meras abstracciones que solo existen en las cabezas de los seres pensantes. Para los neo-platónicos, las ideas eran modelos o arquetipos de las cosas presentes en la mente de Dios y esta última concepción, sería la que defienda Agustín.
El problema que se planteaba era el siguiente: ¿cómo siendo nosotros seres finitos limitados puede nuestra mente captar verdades inmutables o eternas? San Agustín cree que para que esto sea posible, necesitamos una ayuda desde lo alto, necesitamos que Dios nos ilumine (la labor de Dios sería como la del sol sobre los objetos sensibles). En conclusión, sólo Dios es capaz de hacer sensibles a nuestra mente dichas verdades eternas.
Dios, Alma y Mundo
La existencia de Dios
San Agustín aporta algunas pruebas de la existencia de Dios recurriendo al mundo sensible, pero les da poca importancia, dado que el conocimiento sensible es poco fiable. Entre estas destacaremos el argumento del orden en el mundo (el mundo no es caótico, sino que todo parece responder a ciertas leyes rígidas de la naturaleza y dicho orden debe proceder de una mente ordenadora). En segundo lugar, recurre al argumento del consenso, es decir, Dios existe porque la mayoría de las personas creen que existe.
La verdadera prueba agustiniana de la demostración de la existencia de Dios es aquella que parte del carácter inmutable y necesario de las ideas. Las ideas no puede haberlas creado el hombre, puesto que somos seres mutables y contingentes (no necesarios), deben proceder de un ser a su vez inmutable y necesario: Dios.
Además San Agustín distingue tres (3) partes en Dios, es una trinidad de tres personas: el Padre (Dios), el Hijo (la mente) y el Espíritu Santo (el amor).