San Agustín: Un Puente entre la Filosofía Clásica y el Cristianismo
San Agustín, figura clave en la transición del mundo grecorromano al cristianismo, establece paralelismos teológicos con filósofos clásicos. Así como Aristóteles influyó en Santo Tomás de Aquino, Platón dejó una profunda huella en San Agustín. Este último nos legó tres ideas fundamentales:
- El Mal: San Agustín concibe el mal no como una entidad en sí misma, sino como la ausencia del bien, que es Dios.
- Libre Albedrío: Dios otorga a los seres humanos la libertad de elegir entre el bien y el mal, permitiéndoles así ganarse el cielo o no.
- Tiempo: Basándose en el creacionismo, San Agustín sostiene que todo principio tiene un fin. Dios, por tanto, inicia el tiempo en un momento determinado y también lo concluirá.
Influencias Filosóficas en San Agustín
La filosofía de San Agustín está marcada por diversas corrientes. Cicerón, el maniqueísmo (que divide el mundo en bien y mal), el escepticismo (que cuestiona la posibilidad de alcanzar la verdad absoluta) y, por supuesto, el cristianismo, son algunas de ellas. Sin embargo, dos influencias destacan por su relevancia:
- Neoplatonismo: Esta corriente, liderada por Plotino, fusiona elementos del estoicismo, el aristotelismo y el platonismo. Plotino propone un alejamiento de la vida terrenal para dedicarse a la contemplación y la unión con lo divino.
Plotino postula tres realidades supremas:
- El Uno: Equivalente a Dios, la divinidad.
- El Intelecto Supremo: El pensamiento en sí mismo, la capacidad de pensar.
- El Alma: La parte que anima la realidad.
Para San Agustín y el cristianismo, estas ideas constituyen la base del pensamiento. La Patrística, por su parte, enfatiza la necesidad de consultar la tradición de la Iglesia. Los Padres de la Iglesia, como apologistas, defienden la fe frente al paganismo y buscan nuevas verdades de fe a través de una nueva doctrina filosófica, el platonismo.
Fe y Razón: La Doctrina de la Iluminación
San Agustín aboga por la unión entre fe y razón. La fe no anula la razón, sino que la promueve. «Creo para comprender, comprendo para creer», afirma. Propone un proceso de comprensión en tres etapas:
- La razón ayuda a encontrar la fe.
- La fe ilumina la razón para comprender lo oculto.
- La razón ayuda a la fe a extraer consecuencias derivadas de ella misma.
La razón accede al conocimiento gracias a la luz que proporciona la fe. Esta luz se produce porque la razón juzga las cosas con criterios inmutables y perfectos, reminiscentes del platonismo. Estos criterios, según San Agustín, no provienen del alma, sino que residen en la mente de Dios. Dios ilumina el alma humana para que pueda captar estos modelos inmutables.
Antropología Agustiniana: Un Viaje al Interior del Alma
San Agustín dignifica el cuerpo, considerándolo el templo del alma. El ser humano no es una abstracción, sino un individuo único e irrepetible. Nos invita a un viaje hacia el interior de nuestra alma, donde experimentaremos un desgarramiento. San Agustín plantea la existencia de Dios a través de varios argumentos:
- Interioridad: El alma, en su viaje interno, encuentra una verdad que la supera, proveniente de Dios (introspección).
- Perfección del Mundo: La perfección del mundo implica la existencia de un artífice.
- Consensus Gentium: El reconocimiento universal de Dios como creador prueba su existencia.
- Grados de Bien: La existencia de diferentes grados de bien implica la existencia de un bien superior.
Una vez establecida la existencia de Dios, San Agustín se adentra en su esencia. Aunque inefable, la razón humana puede conocer tres atributos divinos (la Trinidad):
- Ser (Padre): «Yo soy el que soy», la esencia pura.
- Verdad (Hijo): El verbo que se hace carne.
- Bien (Espíritu Santo): Dios como Espíritu Santo, la idea del amor.
Este misterio de la Trinidad se puede comprender a través de estas tres propiedades, presentes también en el alma humana.
Creación del Mundo y la Existencia del Mal
San Agustín se apoya en Platón para desarrollar su doctrina del creacionismo. Aunque no se conoce el cómo de la creación, sí se establecen dos requisitos esenciales: la creación debe haber sido atemporal e instantánea. La doctrina seminal sostiene que Dios creó el mundo en un solo acto, concediendo a algunas cosas la existencia y a otras la potencia de existir.
En cuanto al origen del mal, San Agustín lo define como la ausencia del bien y la privación de ser. Propone tres formas de acercarse al mal:
- Metafísica: Los seres inferiores padecen una privación de ser, que es el mal.
- Mal como Pecado: La mala voluntad humana que, mediante el pecado, nos conduce al mal.
- Mal Físico: Enfermedades, muerte, etc. El alma pecadora corrompe al pueblo.
Filosofía de la Historia: La Ciudad de Dios
La Ciudad de Dios marca el inicio de la filosofía de la historia. San Agustín describe dos ciudades metafóricas: la celestial y la terrenal. En la celestial, se ama a Dios hasta el desprecio de uno mismo; en la terrenal, ocurre lo contrario. Estas dos ciudades coexisten, y los momentos cumbre serán la primera venida de Jesucristo al mundo y su segunda venida, el fin de los tiempos.
La historia de la humanidad tiene una concepción lineal, con un comienzo en la creación. El final es el triunfo de la ciudad de Dios sobre lo terrenal, imponiéndose la idea hebrea del finalismo. El sentido de la historia es una revelación. Sin embargo, el fin no está predeterminado, ya que existe el libre albedrío.