San Agustín: Filosofía, Razón y Fe

San Agustín: El Punto de Partida de la Filosofía

Relaciones entre Razón y Fe

San Agustín centra su filosofía en las relaciones entre razón y fe. Afirma que la verdad es común a todos los hombres y que la razón y la fe son complementarias para llegar al conocimiento. Si bien cuestiona la razón con respecto a la fe, ya que esta última es un don de Dios, también reconoce que la razón humana es imagen de Dios.

Para San Agustín, la razón es una colaboradora de la fe: «comprender para creer y creer para comprender». Considera que la verdad del conocimiento se puede conocer, pues las ideas están inscritas en la mente humana y no proceden de la experiencia sensible. Si la verdad no se puede buscar en el exterior, solo cabe la propia interioridad del hombre para alcanzarla.

El Espíritu Humano y la Iluminación

El espíritu humano, aunque limitado, es el origen de las ideas. Dios interviene en el alma iluminándola, y así la inteligencia puede discernir ideas y obtener la verdad. San Agustín convierte las ideas en pensamientos de Dios y sustituye la reminiscencia por la iluminación. La autorreflexión supone desligarse de las ataduras de los placeres sensibles, y así se entrevé la presencia de Dios. Solo el alma que comprende este proceso de purificación e interiorización podrá obtener una mirada pura y conocer las ideas. La iluminación supone una manera indirecta de probar la existencia de Dios.

La Creación del Mundo

El mundo es eterno, resultado de un proceso de emanación: algo surge de algo. Dios crea todas las cosas de la nada. Dios es eterno, y los humanos desaparecemos; no está sujeto ni a espacio ni a tiempo. La realidad no puede preceder de una materia preexistente y surge de algo. La emanación supondría temporalidad en Dios, pero la creación es atemporal, no se le puede poner fecha y el tiempo empieza con ella. Procede de la nada porque Dios supone la posibilidad de la existencia.

Las cosas son contingentes por el hecho de haber sido creadas por Dios. La creación es un acto voluntario de Dios. Las nuevas formas de vida en la creación aparecen porque Dios posee en sí las ideas ejemplares de todas las cosas. Estas ideas ejemplares son las esencias. Al crearlas, quedan limitadas por la materialidad de las cosas.

Antropología: Alma y Cuerpo

La antropología de San Agustín está influenciada por Platón. El hombre es resultado de la unión de dos sustancias: el alma, que predomina sobre la corporal, y el cuerpo. El cuerpo es instrumento del alma y sus operaciones. Es algo bueno porque es creación de Dios. El alma es inmortal, pero no eterna. El alma no tiene partes ni divisiones. Dios es el creador del alma.

¿Cómo Crea Dios el Alma?

  1. Creacionismo: Si Dios crea el alma con el nacimiento, significaría que Dios crea esa alma con pecado original, el hombre está inclinado al mal, lo cual sería contradictorio porque Dios no puede ser la causa del mal.
  2. Traducianismo: El alma se transmite de padres a hijos, pero queda en entredicho la simplicidad del alma y la espiritualidad.

San Agustín no se decide por ninguna de ellas.

Libertad y Mal

San Agustín también trata el problema de la libertad y el mal. El creacionismo presenta a Dios que premia al hombre bueno al final de su vida. La gracia es la ayuda de Dios para que el obrar humano se adecue a la ley de Dios. San Agustín se pregunta: ¿la gracia determina la voluntad? Para resolverlo, distingue entre gracia y libre albedrío. El libre albedrío es la capacidad de elección del bien o del mal. Este mal se denomina mal metafísico ontológico.

También existe el mal moral, el pecado, consecuencia del pecado original. Este mal procede del libre albedrío y no de Dios. El mal físico hace referencia a sustancias como las enfermedades, la realidad del dolor y sufrimiento, y la muerte. Es consecuencia del mal moral. Estas situaciones encuentran un sentido desde la fe, ya que permiten al hombre purificarse.

Ética y Política

En ética y política, San Agustín comparte elementos de Platón. Todos los hombres buscan la felicidad, que se alcanza mediante la visión beatífica de Dios en la otra vida. La vida terrena es igual que la virtud: necesitamos la gracia de Dios porque el alma humana está dañada por el pecado original. La voluntad es necesaria, el corazón del hombre busca a Dios. Si el amor es profundo y limpio, el hombre encontrará a Dios.

A nivel individual, se pueden encontrar dos tipos de personas: las que optan por el amor propio (pecado) y las que optan por el amor de Dios (la beatitud).

Ciudad Terrenal y Ciudad Celestial

Las ciudades de Dios, terrenal y celestial, conviven juntas en una misma sociedad. La historia se inicia con la creación y se desarrolla bajo los designios de Dios. El Estado no puede ofrecer modelos de perfección, por eso San Agustín se inclina hacia criterios morales. El Estado debe procurar la paz y no contradecir las leyes eternas de Dios.

Para San Agustín, la división entre dos ciudades no equivale a una separación absoluta entre Iglesia y Estado, ya que pueden existir hombres en la Iglesia que pertenezcan a la ciudad terrenal y hombres terrenales que estén llamados a la salvación. Dios respeta la libertad del hombre. Es un Dios ajeno a los problemas y vicisitudes de la humanidad.

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