San Agustín: Trayectoria Filosófica y Teológica

Tras nueve años como adepto, San Agustín escribe importantes documentos contra el maniqueísmo. Desilusionado por la imposibilidad de conciliar principios contradictorios, se adhiere al escepticismo.

El Escepticismo en la Filosofía de San Agustín

Es fundamental sintetizar el escepticismo, ya que influye en la obra de San Agustín. El escepticismo, del griego «examinar», niega la posibilidad de conocer la realidad fuera de la percepción humana. La duda, inherente al escepticismo, atrae a San Agustín en su búsqueda de la verdad. Esta corriente cuestiona el alcance y validez del conocimiento humano.

Los escépticos argumentaban que existen razones válidas tanto a favor como en contra de cualquier proposición filosófica. Aunque ninguna idea puede probarse de manera concluyente, algunas se consideran más probables que otras.

Transición al Neoplatonismo

San Agustín se traslada a Italia, primero a Cartago y luego a Milán, donde trabaja como retórico. Se inclina hacia el neoplatonismo, doctrina que postula que el alma universal puede mantener su perfección o degradarse por la ignorancia. Esta ignorancia crea una falsa sensación de distancia e independencia, llevando al alma a la depravación.

El neoplatonismo sostiene que la salvación del alma se logra mediante la libertad de la voluntad, que permite elegir entre el bien y el pecado. El alma alcanza el éxtasis a través de la experiencia mística. Se habla del Uno, el Nous y el alma universal, que transmiten el poder divino al mundo sensible.

Influencia del Cristianismo

Los elementos no mundanos del neoplatonismo interesaron a la iglesia cristiana, y San Agustín establece la conexión. Tras conocer a San Ambrosio, se siente atraído por el cristianismo.

Según su relato, escuchó la voz de un niño que le decía: “toma y lee”. Interpretando esto como una señal divina, leyó un pasaje de las escrituras: “…nada de comilonas y borracheras, nada de lujurias y desenfrenos, nada de rivalidades y envidias. Revestíos más bien del Señor Jesucristo y no os preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias.”. San Agustín se convierte al cristianismo, bautizándose junto a su hijo por Ambrosio.

Confesiones y Teoría del Conocimiento

San Agustín escribe varios libros, destacando Confesiones, una obra autobiográfica donde expone su pensamiento teológico y filosófico, incluyendo su teoría del conocimiento.

Utiliza símiles para explicar la relación entre los sentidos y la memoria: “…ni como el perfume que pasa y se pierde en el viento y que, afectando al sentido de la memoria, por la que puede ser reproducida…”. Las imágenes de las cosas se almacenan en la memoria y emergen al recordarlas. Las sensaciones están incorporadas al alma, que las reconoce tal como son.

Obispo de Hipona y Batallas Religiosas

Con una doctrina definida, regresa a África y es ordenado sacerdote, luego obispo de Hipona. En esa época, el cisma y la herejía amenazaban la unidad de la iglesia. San Agustín combate el maniqueísmo, el donatismo (que invalidaba los sacramentos administrados por eclesiásticos pecadores) y el pelagianismo (que negaba el pecado original).

Doctrinas Clave

En estos conflictos, San Agustín desarrolla las doctrinas del pecado original, la gracia divina, la soberanía divina y la predestinación.

La predestinación, según San Agustín, no niega el libre albedrío, sino que se refiere al destino final de la persona. La teología cristiana se basa en gran medida en sus doctrinas.

Controversias con el Maniqueísmo y el Pelagianismo

La doctrina de San Agustín se opone al maniqueísmo y al pelagianismo. Contra el pelagianismo, afirma que la desobediencia espiritual del hombre se produjo en un estado de pecado que la naturaleza humana no puede cambiar. La salvación se logra por la gracia divina. Contra el maniqueísmo, defiende el libre albedrío, aunque la causa primera sea Dios. Un acto de libre albedrío es un acto inmotivado fuera de la cadena causal, pero la gracia divina permite la santificación.

En su conflicto con Pelagio, San Agustín afirmaba que cada persona es libre de obedecer o desobedecer a Dios, pero que todos incurren en pecado, haciendo necesaria la gracia divina. Pelagio consideraba la salvación como recompensa por una vida de obediencia elegida libremente. San Agustín sostenía que el pecado original se transmite de generación en generación, haciendo a la humanidad incapaz de no pecar. Solo la gracia de Dios, dada en Cristo, puede liberar del pecado, adquirida mediante el bautismo y otros sacramentos. Los elegidos por Dios alcanzarán la salvación por su gracia.

San Agustín veía el conocimiento como una participación en el conocimiento divino, considerando las ideas platónicas como emanaciones de la sabiduría de Dios. Para él, Dios premia nuestros méritos, afirmando así sus dones.

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