TEMA 2. El estudio sobre Dios es el que ha de realizarse en último lugar, ya que el objeto propio de la inteligencia humana lo constituyen las cosas materiales. Y a propósito de Dios, lo primero que hay que preguntarse es si existe. Después vendrá la consideración acerca de lo que Dios mismo es. En cuanto a la existencia de Dios, no es algo evidente para nosotros, esto es, algo que no podamos negar, ni es una idea innata. La existencia de Dios requiere, por tanto, ser demostrada y esa demostración debe ser a posteriori y no a priori. Este segundo tipo de prueba no es válido para santo
Tomás, como pretendíó San Anselmo en su célebre argumento que Kant llamó ontológico, a partir de la sola idea de Dios como ser supremo o máximamente perfecto, pues la existencia no está incluida entre las propiedades que pueden atribuirse a algo partiendo de su definición. Frente a este intento de demostración a priori, que no tiene en cuenta la experiencia, santo Tomás entiende que las únicas demostraciones posibles deben hacerse a posteriori,esto es, partiendo de la consideración de los efectos causados por Dios: las realidades que existen o se dan en el mundo y de las que tenemos experiencia. Reflexionando sobre ellas intentaríamos remontarnos a su causa última, el mismo Dios. Por lo tanto, el conocimiento que podamos alcanzar sobre Dios tiene que obtenerse por reflexión sobre las criaturas y sobre la relación que éstas guardan con su Creador. De esta manera interpreta el Aquinate el célebre pasaje de la epístola de San Pablo a los Romanos (1, 20), donde se afirma que lo invisible de Dios puede ser conocido a partir de sus obras. Esto es lo que proponen precisamente las célebres cinco vías, que presentan en su conjunto una estructura básicamente similar: ) Se parte siempre de un hecho de experiencia, que puede ser observado en la naturaleza y que nos descubre un determinado modo de ser. ) Se procede a dar la prueba de que la causa de ese modo de ser no puede encontrarse entre las cosas naturales. ) Se prosigue argumentando acerca de la necesidad de afirmar la existencia de una primera causa, la única que es pensable precisamente como causa de esos modos de ser. ) En cuatro de esas cinco vías (no en la quinta) se nos asegura que no podemos remontarnos al infinito en una serie de causas intermedías. ) Se vuelve a afirmar la existencia de una primera causa del modo de ser en cuestión, aquélla a la que todos llaman Dios. Resumamos, para concluir este tema, lo esencial de cada uno de estos caminos de demostración. La primera vía parte del hecho del movimiento y postula la necesidad de un primer motor inmóvil para explicarlo, pues se sostiene que todo lo que se mueve es movido por otro y que no puede darse una cadena infinita de motores y móviles. Es evidente que Santo Tomás parte del principio de Aristóteles que interpreta el movimiento como el paso de la potencia al acto. Al Aquinate le parece la demostración más clara y fácil. La segunda vía es algo diferente de la anterior, pues su punto de partida lo constituye la causalidad eficiente y no sólo la causa del cambio o movimiento. Causalidad eficiente quiere decir aquí causa del ser de algo, por lo que está latente en la prueba la idea de creación. Si existen causas eficientes, debe haber una causa primera que dé el ser a todas las cosas, si no queremos remontarnos a un proceso infinito en la serie de las causas eficientes.La tercera forma de demostración parte de las nociones de lo posible y lo necesario. Mejor dicho, de la existencia de seres posibles, quepueden ser o no ser, empezar a ser y dejar de ser. Ahora bien, si existen cosas posibles tiene que haber un ser necesario: un ser que no haya empezado a existir y un ser que fundamente la posibilidad y la necesidad de los seres que dependen ontológicamente de él, pues de lo contrario ahora no existiría nada. Esta prueba remite al concepto de ser de Santo Tomás, a su diferencia entre el esse o acto de ser y la esencia. La cuarta vía toma en consideración los diferentes grados de perfección en las cosas. Pero los grados se dicen en relación a un máximo y esto es lo decisivo en la prueba, que se fundamenta en la idea platónica de participación. Los ejemplos que emplea Santo Tomás pueden no ser muy acertados, pero quieren expresar que los seres posibles o contingentes no sólo reciben su ser de otro superior, sino también el resto de sus perfecciones, que participan de un ser y perfección absolutos. Finalmente, en la quinta vía nos encontramos con el hecho del orden del mundo y con la constatación de que seres carentes de inteligencia obran como persiguiendo un fin. Excluyendo el azar, la regularidad en los fenómenos naturales y el comportamiento de entes que carecen de inteligencia y propósito requieren una causa inteligente que los explique y haga posibles. Se repite aquí, por tanto, el planteamiento básico de las vías anteriores: un tipo de ser, a saber aquél cuyas operaciones se dirigen a un fin, debe ser explicado por medio de una causa y esa causa es la que todos llaman Dios.
Tomás, como pretendíó San Anselmo en su célebre argumento que Kant llamó ontológico, a partir de la sola idea de Dios como ser supremo o máximamente perfecto, pues la existencia no está incluida entre las propiedades que pueden atribuirse a algo partiendo de su definición. Frente a este intento de demostración a priori, que no tiene en cuenta la experiencia, santo Tomás entiende que las únicas demostraciones posibles deben hacerse a posteriori,esto es, partiendo de la consideración de los efectos causados por Dios: las realidades que existen o se dan en el mundo y de las que tenemos experiencia. Reflexionando sobre ellas intentaríamos remontarnos a su causa última, el mismo Dios. Por lo tanto, el conocimiento que podamos alcanzar sobre Dios tiene que obtenerse por reflexión sobre las criaturas y sobre la relación que éstas guardan con su Creador. De esta manera interpreta el Aquinate el célebre pasaje de la epístola de San Pablo a los Romanos (1, 20), donde se afirma que lo invisible de Dios puede ser conocido a partir de sus obras. Esto es lo que proponen precisamente las célebres cinco vías, que presentan en su conjunto una estructura básicamente similar: ) Se parte siempre de un hecho de experiencia, que puede ser observado en la naturaleza y que nos descubre un determinado modo de ser. ) Se procede a dar la prueba de que la causa de ese modo de ser no puede encontrarse entre las cosas naturales. ) Se prosigue argumentando acerca de la necesidad de afirmar la existencia de una primera causa, la única que es pensable precisamente como causa de esos modos de ser. ) En cuatro de esas cinco vías (no en la quinta) se nos asegura que no podemos remontarnos al infinito en una serie de causas intermedías. ) Se vuelve a afirmar la existencia de una primera causa del modo de ser en cuestión, aquélla a la que todos llaman Dios. Resumamos, para concluir este tema, lo esencial de cada uno de estos caminos de demostración. La primera vía parte del hecho del movimiento y postula la necesidad de un primer motor inmóvil para explicarlo, pues se sostiene que todo lo que se mueve es movido por otro y que no puede darse una cadena infinita de motores y móviles. Es evidente que Santo Tomás parte del principio de Aristóteles que interpreta el movimiento como el paso de la potencia al acto. Al Aquinate le parece la demostración más clara y fácil. La segunda vía es algo diferente de la anterior, pues su punto de partida lo constituye la causalidad eficiente y no sólo la causa del cambio o movimiento. Causalidad eficiente quiere decir aquí causa del ser de algo, por lo que está latente en la prueba la idea de creación. Si existen causas eficientes, debe haber una causa primera que dé el ser a todas las cosas, si no queremos remontarnos a un proceso infinito en la serie de las causas eficientes.La tercera forma de demostración parte de las nociones de lo posible y lo necesario. Mejor dicho, de la existencia de seres posibles, quepueden ser o no ser, empezar a ser y dejar de ser. Ahora bien, si existen cosas posibles tiene que haber un ser necesario: un ser que no haya empezado a existir y un ser que fundamente la posibilidad y la necesidad de los seres que dependen ontológicamente de él, pues de lo contrario ahora no existiría nada. Esta prueba remite al concepto de ser de Santo Tomás, a su diferencia entre el esse o acto de ser y la esencia. La cuarta vía toma en consideración los diferentes grados de perfección en las cosas. Pero los grados se dicen en relación a un máximo y esto es lo decisivo en la prueba, que se fundamenta en la idea platónica de participación. Los ejemplos que emplea Santo Tomás pueden no ser muy acertados, pero quieren expresar que los seres posibles o contingentes no sólo reciben su ser de otro superior, sino también el resto de sus perfecciones, que participan de un ser y perfección absolutos. Finalmente, en la quinta vía nos encontramos con el hecho del orden del mundo y con la constatación de que seres carentes de inteligencia obran como persiguiendo un fin. Excluyendo el azar, la regularidad en los fenómenos naturales y el comportamiento de entes que carecen de inteligencia y propósito requieren una causa inteligente que los explique y haga posibles. Se repite aquí, por tanto, el planteamiento básico de las vías anteriores: un tipo de ser, a saber aquél cuyas operaciones se dirigen a un fin, debe ser explicado por medio de una causa y esa causa es la que todos llaman Dios.