El Problema de Dios en Santo Tomás
a. La Relación entre la Fe y la Razón (este epígrafe también debe ser mencionado en el problema del conocimiento)
El primer problema del que debe ocuparse Santo Tomás es, como ocurre en todo el pensamiento de la Edad Media, el de la relación entre fe y razón. Por un lado, el cristianismo cuenta con una fuente de verdad: la autoridad de las Sagradas Escrituras que, desde el punto de vista cristiano, son, literalmente, la palabra de Dios. Por otro lado, también podemos obtener verdades a través de la razón. De acuerdo con Tomás de Aquino, la razón y la fe no son incompatibles, no pueden contradecirse entre sí, sino que son independientes la una de la otra. La razón y la fe son dos caminos distintos que llegan a un mismo punto, la verdad, que no puede ser más que una. El objeto de la filosofía serán las verdades de razón, a las que se accede por medio de los sentidos y el entendimiento. Las verdades de fe o reveladas, en cambio, son aquellas que estudia la teología revelada y solo accedemos a ellas a través de las Sagradas Escrituras.
Algunas de esas verdades reveladas son inalcanzables para la razón, esto es, no hay manera racional de demostrarlas, por lo que solo podemos asumirlas por fe: a ese conjunto de verdades inefables Santo Tomás las llama artículos de fe o misterios (por ejemplo, pensemos en el misterio de la Santísima Trinidad: Dios es padre, hijo y Espíritu Santo al mismo tiempo; o en la propia esencia de Dios, que para Tomás es incognoscible). Otras verdades, en cambio, solo son alcanzables por medio de la razón natural, puesto que Dios no ha revelado nada concreto sobre ellas: pensemos en las verdades matemáticas o en todo lo que sabemos sobre la naturaleza a través de la física. Hay todo un campo de verdades en las que la razón se vale por sí misma y no necesita la ayuda de la fe. Sin embargo, en este tipo de verdades, según Tomás de Aquino, la fe puede funcionar como criterio de verdad: si la razón encuentra una verdad incompatible con la verdad revelada, entonces debemos asumir que el razonamiento está equivocado en algún punto, pues la razón nunca puede contradecir a la fe. Por esta razón, por ejemplo, la Iglesia se resistió durante muchos siglos a aceptar que la Tierra girase alrededor del Sol, ya que, aunque era una teoría perfectamente racional, contradecía un versículo de la Biblia. En este sentido, la filosofía es esclava de la teología.
Finalmente, existe un conjunto de verdades comunes a las que es posible acceder por los dos caminos, verdades que han sido reveladas, pero que también pueden demostrarse a través de la razón. A estas verdades se las llama preámbulos de la fe y son especialmente importantes para Tomás de Aquino, ya que permiten evangelizar, convencer a otros de que la fe cristiana es la verdadera, a través de eso que todos compartimos: la razón. A esos preámbulos de la fe se dedica la teología natural, la parte de la filosofía que busca estudiar el problema de Dios. Lógicamente, el primer preámbulo de la fe, lo primero que Tomás de Aquino tendrá que demostrar para construir su sistema, es la existencia de Dios.
b. Las Cinco Vías para Demostrar la Existencia de Dios
Santo Tomás rechaza el famoso argumento ontológico de San Anselmo para demostrar la existencia de Dios. Dicho argumento consistía en una prueba a priori, es decir, una prueba que no partía de los sentidos, sino de la propia esencia o definición de Dios. Puesto que para Tomás de Aquino la esencia de Dios es algo inalcanzable por el conocimiento humano, y ese conocimiento parte de la experiencia sensible, sus cinco vías o pruebas de la existencia de Dios serán a posteriori, es decir, no parten de la idea o esencia de Dios, sino de un hecho comprobable por los sentidos. Veámoslas:
- 1. Vía del movimiento: mis sentidos captan movimiento en las cosas; todo lo que se mueve es movido por otra cosa; si no presuponemos algo que mueve sin ser movido, entonces la causa del movimiento regresa hasta el infinito, lo cual equivale a decir que no hay movimiento. Por tanto, debe haber un primer motor inmóvil, y eso es a lo que llamamos Dios.
- 2. Vía de las causas eficientes: mis sentidos observan que todo lo que existe es causado por algo, nada se causa a sí mismo; si no quiero remontar las causas hasta el infinito, debe haber una primera causa, y esa causa es Dios.
- 3. Vía de la contingencia: todos los seres que observo por los sentidos podrían no haber existido (son contingentes). Si existo es porque mis padres me engendraron, pero podrían no haberlo hecho, y lo mismo ocurre con el resto de seres. De hecho, todos los seres nacen y mueren, por lo que hubo y habrá un momento en el que no existan. Pero no puede haber ningún momento en el que no existiera nada porque entonces nada hubiera comenzado a existir. Para que el universo tenga razón de ser, debe haber un ser absolutamente necesario, es decir, un ser que no podría no existir porque su existencia forma parte de su esencia; ese ser es Dios.
- 4. Vía de los grados de perfección: mis sentidos muestran que hay seres más perfectos y seres más imperfectos; para que eso ocurra, necesariamente tengo que tener una idea de perfección con la que comparar a los distintos seres. ¿Cómo puede un ser imperfecto tener una idea de lo perfecto? Puesto que esa idea no ha podido salir de lo que observan mis sentidos (seres imperfectos), necesariamente debe haber un ser perfecto que ha puesto esa idea en nosotros: Dios.
- 5. Vía del orden cósmico: mis sentidos me muestran un universo en el que hay orden: todos los seres parecen estar diseñados con una finalidad (teleológicamente); como ese orden no puede ser casualidad, tengo que admitir que hay un ser inteligente que ha diseñado ese orden: Dios.
El Problema de la Realidad y el Conocimiento en Santo Tomás
a. Esencia y Existencia. Dios y los Seres Creados
Si bien Tomás de Aquino acepta en su mayor parte la explicación aristotélica de la realidad, se aparta necesariamente de ella al reconocer como verdadera la doctrina de la creación y la trascendencia de Dios respecto del mundo. Los seres creados son contingentes, es decir, existen, pero podrían no haber existido; por el contrario, Dios es un ser necesario, que existe y no puede no existir. Para comprender esta diferencia entre Dios y los seres creados es fundamental la distinción entre esencia y existencia (que Aristóteles no había necesitado hacer).
En todos los seres, salvo Dios, se distingue la esencia, aquello que una cosa es, de la existencia, el acto de existir en el mundo (no es lo mismo decir “una mesa es un mueble con una superficie lisa” que decir “esta mesa existe”). La esencia está en potencia de existir, tiene la posibilidad de existir, pero también de no existir: es contingente, no necesaria. Es preciso que algo o alguien la haga existir actualizando su potencialidad. Ese algo es Dios, el único ser necesario y simple cuya esencia coincide con su existencia. En Dios, esencia y existencia es la misma cosa, mientras que en las criaturas hay que separar ambas cosas.
b. Grados de Perfección y Jerarquía de los Seres
Según lo anterior, a cada esencia le corresponde una determinada clase de existencia, ya que el modo de existencia de cada sustancia depende de la capacidad limitada de ser propia de su esencia. Una semilla puede realizar su esencia y convertirse en un árbol, pero nunca podrá llegar a convertirse en un ser humano. Por esta razón, la existencia o «acto de ser» posee distintos grados de perfección según cuál sea la esencia que actualiza.
Entre los seres existe, por tanto, un orden jerárquico según la forma o esencia que los determina: las sustancias inorgánicas, las plantas, los animales, el ser humano, los ángeles y Dios. Ahora bien, mientras que Dios es el acto puro de ser, el ser absolutamente perfecto cuya esencia es existir, los seres creados existen porque reciben la existencia como participación del ser de Dios.
c. Sustancias Materiales y Espirituales
Otro matiz que Tomás de Aquino necesita añadir a la teoría de Aristóteles es que no todas las sustancias son un compuesto inseparable de materia y forma. Santo Tomás distingue entre sustancias materiales (compuestas de materia y forma) y sustancias espirituales (solo tienen forma). De esta manera, a diferencia de Aristóteles, Tomás puede sostener que existen los ángeles o que el alma es inmortal.
d. La Teoría del Conocimiento: la Abstracción Aristotélica (este epígrafe también sirve para el problema del ser humano)
Tomás de Aquino explica el conocimiento basándose en el tratado Sobre el alma de Aristóteles, por lo tanto, recurre a la ya conocida teoría de la abstracción (véase el tema de Aristóteles). Recordemos resumidamente: el conocimiento natural parte de los sentidos y a partir de ahí se abstrae la forma universal, la esencia de la cosa, que está contenida en la materia de cada ser. Los sentidos perciben la cosa individual (un árbol), la memoria registra esa imagen individual y acumula experiencias similares (imágenes de distintos árboles), el entendimiento agente extrae de esas imágenes aquello que tienen en común y rechaza las diferencias generando un concepto universal (la esencia o el concepto de árbol), el entendimiento paciente conoce ese concepto universal y vuelve a proyectarlo sobre las cosas individuales. Así, la verdad queda definida como la adecuación entre el entendimiento y la realidad (entre el concepto universal y la cosa particular).
El Problema del Ser Humano en Santo Tomás
Teniendo en cuenta la jerarquía de seres que hemos visto en el problema de la realidad, tenemos que ver cuál es el lugar del ser humano en esa jerarquía. El ser humano es un ser intermedio, que está por debajo de los ángeles (seres que son inteligencia pura) y por encima de los animales (seres que carecen de inteligencia). Como vemos, la concepción tomista del ser humano está basada en la de Aristóteles con las salvedades que exige la fe cristiana.
El ser humano, tal como estableció Aristóteles, es una sustancia compuesta de materia y forma. Ambos elementos son inseparables. El cuerpo es la parte material, dotada de órganos sensoriales (origen del conocimiento humano). El alma es la forma o esencia y es principio de vida. En el alma humana racional, se integran las capacidades del alma vegetativa propia de las plantas y del alma sensitiva propia de los animales.
Sin embargo, Tomás tiene que afirmar la inmortalidad del alma que Aristóteles había negado. Como hemos dicho, para ello Santo Tomás afirma que el alma, además de vivir en un cuerpo, forma parte de una realidad espiritual que no necesita a la materia. Así, el alma es una sustancia capaz de subsistir por sí misma, aunque en el mundo material aparezca unida a un cuerpo. Debe quedar claro, no obstante, que el estado natural del alma es estar unida con el cuerpo, y que el ser humano propiamente es el compuesto de ambas cosas.
Además, la racionalidad humana posee dos dimensiones fundamentales: la cognoscitiva, que hace posible el conocimiento de la realidad, y la apetitiva, que se caracteriza por la libertad de la voluntad humana o libre albedrío. Si bien el hombre desea necesariamente el fin último de la felicidad, posee la libertad de elección acerca de los medios.
El Problema de la Ética en Santo Tomás
a. La Ley Natural o Moral
Tomás de Aquino también se basa en las doctrinas aristotélicas para elaborar su ética, si bien las combina con la moral propiamente cristiana. El fin de la vida humana o bien supremo es la felicidad, que consiste en el cumplimiento de la naturaleza humana y alcanza su perfección en la contemplación de Dios, que sólo puede alcanzar su plenitud en la vida eterna. Por otro lado, como el ser humano es por naturaleza racional, la virtud moral consiste en el hábito de obrar bien que favorece que se actúe de acuerdo con la recta razón.
El ser humano conoce racionalmente las normas morales que se corresponden con su naturaleza. Estas normas constituyen lo que se denomina ley natural o moral. Los preceptos de esta ley son la expresión de la naturaleza humana y dictan los principios a través de los cuales la naturaleza del ser humano alcanza su propia realización. Por eso, sus preceptos primarios son evidentes, universales e inmutables.
Al tener todos los hombres la obligación de cumplirlos, son evidentes para que todos puedan conocerlos. Y, como se basan en la naturaleza humana, es decir, en lo que tienen en común todos los seres humanos a pesar de su diversidad y de su existencia histórica, son los mismos para todos y no pueden cambiar.
El primer precepto de la ley natural sostiene que se debe hacer el bien y se debe evitar el mal. A partir de este primer principio y teniendo en cuenta las tendencias propias de la naturaleza humana, se deducen los preceptos primarios o comunes:
- En cuanto sustancia, el ser humano tiende a conservar su propia existencia y, por ello, tiene el deber moral de conservarla y evitar su destrucción. Por eso, el primer deber es conservar la vida propia.
- De la inclinación a procrear que el hombre tiene como animal, se derivan las obligaciones relativas a la sexualidad y al cuidado de los hijos. Por eso, el segundo deber es conservar la vida de la especie, es decir, reproducirse.
- Por último, la tendencia a buscar la verdad y vivir en sociedad características de la naturaleza racional del ser humano es el origen de los preceptos de evitar la ignorancia y respetar las exigencias de la justicia.
De estos preceptos, además, pueden deducirse los diez mandamientos que conocemos a través de la revelación.
b. La Distinción entre la Ley Eterna y la Ley Natural: el Libre Albedrío
En realidad, la ley natural o moral no es otra cosa que la forma que tiene el ser humano de participar en la ley eterna: la ordenación o el plan divino del universo (la Providencia). La ley eterna no regula igual el comportamiento de los seres naturales que el comportamiento humano. El comportamiento de los seres naturales está regulado a través de leyes físicas de las que no pueden evitar participar (las cosas pesadas, por ejemplo, no pueden evitar caer al suelo si nada se interpone en su camino, porque hay una ley física que les dicta su naturaleza: moverse hacia el centro de la tierra). Sin embargo, el ser humano posee libre albedrío, por lo que puede evitar participar en la ley natural (la que dicta su finalidad: hacer el bien) y, por lo tanto, puede pecar. Por tanto, la ley eterna rige todo el universo y la ley natural es la prescripción concreta que Dios ha reservado a los seres humanos.
c. La Ley Positiva (este apartado también puede servir para el problema de la política)
Por último, Tomás de Aquino distingue la ley positiva: esta es la ley que regula la convivencia humana a través de los Estados, esto es, las leyes del derecho que se hacen efectivas en cada país y que son creación de los seres humanos. Esta ley positiva debería ser una prolongación de la ley natural, por lo que los estados deben legislar basándose en el derecho natural (siguiendo los preceptos que se deducen de la naturaleza humana) para el bienestar de la humanidad. Con esto, por tanto, nos introducimos en el problema de la política y la sociedad.
El Problema de la Política en Santo Tomás
a. El Origen Natural del Estado
Ya hemos visto que el tercer precepto de la ley natural indica que el ser humano, como ya sostenía Aristóteles, es un animal social (político) y, por tanto, es una necesidad humana que exista una organización social y alguien que la gobierne. Esto significa que el estado es una institución basada en la naturaleza del ser humano y su misión debe ser permitir que sus ciudadanos se ajusten lo máximo posible a la ley natural, es decir, conducir al pueblo a una vida buena y virtuosa, preservando el bienestar común y la paz.
b. La Monarquía como Forma de Gobierno Predilecta
Siguiendo a Aristóteles, existen formas legítimas de gobierno (monarquía, aristocracia y república) que pueden corromperse en formas ilegítimas (tiranía, oligarquía y demagogia). La legitimidad aquí también se basa en la búsqueda del bien común, pero en este caso el bien común coincide con la ley natural, que a su vez es un reflejo de la ley eterna. El poder legítimo, por tanto, tiene origen divino, aunque su organización le corresponda al ser humano. El gobernante legítimo es el que representa la ley de Dios en la tierra. Por tanto, si un gobernante crease una ley que no se ajusta a la ley natural, esa ley no sería una verdadera ley, sino una injusticia y, por tanto, el pueblo tendría derecho a deponer a ese gobernante (que se habría convertido en un tirano) y sustituirlo por otro.
Al contrario que Aristóteles, la forma de gobierno predilecta para Tomás de Aquino será la monarquía, ya que es la forma de gobierno que guarda mayor semejanza con el gobierno de Dios sobre la tierra y esta sería la forma más perfecta de gobernar (un solo Dios, un solo gobernante). El rey tiene que ser en su reino lo mismo que el alma en el cuerpo y que Dios en el mundo.
c. La Relación entre Iglesia y Estado
Por último, hay que señalar que el fin último del ser humano no es completamente alcanzable en su existencia terrena y temporal, ya que en este caso se persigue una felicidad sobrenatural (la gloria celestial). Esta tarea, por tanto, estaría por encima de la tarea de los estados (que son temporales) y correspondería a la institución de la Iglesia (cuya jerarquía representa más directamente a Dios en la tierra). Por tanto, el poder de todo monarca debe estar subordinado al poder del Papa, ya que los fines de la Iglesia son superiores a los de los estados.
TEXTOS
(Que existe la verdad…) Este texto trata el problema del conocimiento, en concreto de cómo el ser humano conoce a Dios. (La evidencia de algo…) En este texto, Tomás de Aquino reflexiona sobre el problema de Dios. (La segunda [vía] es…) En este texto, su autor reflexiona sobre el problema de la existencia de Dios.