Sentidos, Conceptos y Arte Trágico en la Filosofía de Nietzsche

Los Sentidos y el Cuerpo

Nietzsche critica la actitud despectiva que muestran los filósofos frente a los sentidos y al cuerpo. La realidad vital para Nietzsche se caracteriza por el devenir, y no por el ser, “lo que es”. Cuando los filósofos buscan el ser, buscan un culpable, un responsable que explique por qué se les escapa el ser. Este responsable es la sensibilidad, pues los sentidos nos muestran una realidad cambiante. El mundo que crea la razón es venerado por los filósofos como la veneración de las momias por los egipcios, que pretendían desafiar el cambio, la vejez y la muerte en busca de una eternidad y una universalidad que es fruto de una mente enfermiza y recelosa frente a la auténtica realidad como devenir. El ejemplo más claro de esto es la actitud socrática ante la vida y la metafísica platónica y cristiana que dividía la realidad en un mundo sensible y un mundo inteligible. Los sentidos están vinculados con el cuerpo y, además de ser engañosos, los sentidos corporales son inmorales, tal como insinúa Platón. Todo lo corporal es fuente de una mala vida, de inmoralidad, del mal; mientras que el alma tiende hacia el bien y la vida sabia o santa. Nietzsche se propone revalorizar ambas categorías filosóficas, los sentidos y el cuerpo, tan injustamente denostadas por la filosofía. Critica la consideración platónica, neoplatónica, cristiana y racionalista del conocimiento sensible que ha sido calificada de:

  • Poco fiable: pues Platón solo nos mostraba el mundo sensible como una copia imperfecta de la verdadera realidad. También el propio Descartes desconfiaba de los sentidos.
  • Relacionado con el pueblo: pues nuestra tradición filosófica ha considerado el conocimiento conceptual, accesible solo a unos pocos, como algo superior a los sentidos y al cuerpo.
  • Fuente de inmoralidad: pues todo lo corporal encierra el vicio y el mal.

Los Conceptos Supremos y el Concepto de Dios

Para Nietzsche, los conceptos son un producto del lenguaje y de la razón. Con los conceptos supremos, nos referimos a los grandes conceptos metafísicos y filosóficos. Con el concepto «Dios» nos referimos al concepto supremo teológico y filosófico por excelencia, que dota de sentido al mundo y a la existencia humana. Nietzsche critica en el texto a los filósofos que colocan los conceptos abstractos y generales como la causa de todo. Lo primero para Nietzsche es lo particular, lo concreto, lo cambiante que se nos muestra a través de la sensibilidad. Confundir lo último con lo primero es uno de los rasgos idiosincrásicos de los filósofos. Estos consideran los conceptos superiores, y el devenir lo consideran inferior, gran error según Nietzsche, pues se vengan de la vida, de la realidad, sometiéndola y esclavizándola a sus conceptos. El conocimiento para Nietzsche es un instrumento humano para la vida que brota en nosotros para dominar la realidad y ponerla a nuestro servicio. La verdad es, por tanto, una ficción creada por la filosofía. Estas ficciones del lenguaje, cuanto más generales y abstractas sean, menos realidad tendrán. Los filósofos olvidan esto y le otorgan realidad, incluso lo consideran como lo más real a “Dios”, el concepto supremo por excelencia. Por tanto, los conceptos supremos o conceptos metafísicos no son categorías del entendimiento, como mantenía Kant, sino categorías gramaticales del lenguaje. Los metafísicos niegan la única realidad existente: el devenir sensible. Los conceptos metafísicos son completamente vacíos. El concepto de Dios ha dado sentido y cobijo a la humanidad hasta ahora, porque con Nietzsche vivimos la época de la muerte de Dios, la muerte de los grandes valores occidentales, es el ocaso de los dioses, de los conceptos supremos.

El Arte Trágico y lo Dionisíaco

En su primera obra, El nacimiento de la tragedia, Nietzsche afirma que el nacimiento de la tragedia griega se debe a la fusión de dos principios contrapuestos, pero ambos presentes en el espíritu griego: lo apolíneo y lo dionisíaco. Estos dos principios le sirven para explicar la actitud ante la vida:

  • El primero, encarnado en el dios Apolo, es el símbolo de la serenidad, es el dios del sol. Representa la belleza, la medida, el equilibrio, la racionalidad.
  • El segundo, encarnado en el dios Dionisos, es el símbolo de lo impulsivo y lo enérgico, de todo lo problemático y duro que tiene la vida. Dionisos es el símbolo divinizado de la postura tomada por Nietzsche de la aceptación de la vida. Este espíritu dionisíaco es lo opuesto a la aceptación resignada de la vida. Dionisos es el dios de la embriaguez, de la alegría, el dios que canta, ríe y danza.

El equilibrio entre lo apolíneo y lo dionisíaco y su síntesis más perfecta se identifica con el arte y la tragedia griega, que nacieron de ambos impulsos contrapuestos, representados con Edipo y Prometeo, ambos conocedores de lo terrible de la existencia; ambos condenados por los dioses, sin la menor conciencia de pecado. Esta conciencia heroica se rompe, según Nietzsche, hacia la mitad del siglo V a. C. con la aparición de una nueva forma racional de ver el mundo y los hechos humanos inaugurada por Sócrates. Con esta visión socrático-platónica, el espíritu y la cultura griega entran en decadencia. En adelante, lo racional-abstracto se primará sobre lo vital-instintivo; en Sócrates reconocemos al gran adversario de Dionisos.

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