La ilustración del siglo XVIII abandonó las ideas dogmáticas de tradición y religión reivindicando el libre uso de la razón.
El lema de Kant » Atrévete a saber» ilustra el espíritu de esta época que creyó que el libre uso de la razón conduciría al progreso, al avance no sólo científico sino también político y ético acercando a la sociedad a la utopía.
Evidentemente nada de eso ocurríó. Los inicios del Siglo XX vivieron el estallido de dos guerras mundiales, la bomba atómica, los campos de exterminio…. Dejando claro que la humanidad estaba más cerca de desaparecer que de la utopía.
La pregunta que se plantea entonces es .¿Cómo es posible que la razón ilustrada haya llevado a la barbarie nazi, al totalitarismo de Stalin…?
A partir de los años 30 un grupo de intelectuales judíos crearon la Escuela de Frankfurt que trato de responder a esta cuestión.
El análisis de las sociedades occidentales de la primera mitad del Siglo XX les llevó a la conclusión de que existía un mal de fondo que las corrompía, este es el triunfo de la razón instrumental. La razón ilustrada que aspira la emancipación del ser humano bajo los principios de la revolución francesa ha fracasado porque ha olvidado el lugar del papel del ser humano en el mundo, ha olvidado su propia esencia y ha mutado en afán de dominio, llegando al sometimiento de la propia humanidad. La razón se ha convertido en razón tecnológica, por lo tanto, represiva y deshumanizada, lo que interesa son los beneficios, pero no el ser humano. Éste queda reducido a un mero objeto, sin dignidad alguna.
Esto supone el Imperio del cientifismo que sostiene que sólo la ciencia es una forma auténtica de conocimiento, haciendo inviable una ética, ya que los valores morales se consideran subjetivos y dando lugar a una democracia desarragiada puesto que sus valores clave (igualdad,libertad.
….) quedan debilitados al ser considerados subjetivos y relativos.
En 1951 Hannah Arendt publica los orígenes del totalitarismo en el que estudia los totalitarismos (el mal radical) refiriéndose particularmente al nazismo y el estalinismo del Siglo XX. Para ella el totalitarismo tiene antecedentes claros en el antisemitismo europeo de los siglos XVIII y XIX y en el imperialismo del Siglo XIX. A todo ello se le une la precaria situación económica dejada por la 1º Guerra Mundial que atrajo a las masas sin ideología con la propaganda de un futuro mejor.
Estos movimientos totalitarios, una vez conquistado el poder, empezaron a cambiar las leyes ejerciendo una nueva forma de dominación que no sólo destruye la libertad de los ciudadanos sino que controla las instituciones culturales, las relaciones sociales e incluso, la esfera privada de los individuos para privar a la población de su identidad personal y social.
«Todo es posible» Tres pasos en el proceso de deshumanización:
-Muerte de la persona jurídica – Se le niega el derecho a tener derechos a grandes grupos de la población. Quitar colectivos enteros sus derechos
-Muerte de la persona moral – Se destruye la unidad entre los seres humanos y se organiza un tipo de sociedad que aprueba la violencia. La conciencia no sería la herramienta para valorar los actos humanos. Elegir el bien se convertiría en algo imposible.
-Destrucción de la individualidad de los seres humanos. Los campos de exterminio convierten a los presos en números, en anónimos.
El totalitarismo introduce en la Historia el concepto de «mal absoluto», pretende suprimir para algunos colectivos todo indicio de humanidad de manera organizada. Anula al sujeto, le convierte en un ser pasivo que ejecuta órdenes dictadas por un líder, incluso aunque carezcan de sentido. De este modo se elimina toda su capacidad reflexiva, toda su condición de ser racional. Elimina todo rasgo humano del individuo y convierte a los seres humanos en
Hannah Arendt trata de descubrir las estructuras fundamentales de la experiencia política para explicar la situación política de su época y señalar medidas para mejorarla. Para ello en su obra «la condición humana» analiza la vida activa, es decir, el conjunto de actividades que realiza el ser humano en su hacer (diferencia de las del pensar que constituyen la vida contemplativa) dividíéndola en tres ámbitos:
-Labor: son las actividades orgánicas que satisfacen las necesidades básicas del ser
humano, aquellas necesarias para mantener la vida.
La condición humana correspondiente sería la VIDA.
-Trabajo: son las actividades de producción propias del mundo artificial que nos
permite controlar la naturaleza y construye el mundo.
La condición humana correspondiente sería la MUNDANIDAD.
-Acción: son los asuntos sociales, la forma de estar en el mundo con otros
La condición humana seria la PLURALIDAD.
Esta actividad nos permite decidir qué queremos hacer, quiénes queremos ser. Nos proporciona una identidad, una forma de estar en el mundo que compartimos con otros.
La política es lo propiamente humano.
El ámbito de la acción es el ámbito humano porque es el que corresponde a la libertad,
al sujeto libre y por lo tanto, responsable.
Cada uno de las actividades de la vida activa (labor, trabajo y acción) se desarrolla en un ámbito propio.
La distinción de las esferas privada y pública se basa en la tradición griega que distingue oikos(lo doméstico, lo privado) de polis (lo público)
-La esfera de lo privado se identifica con el hogar, engloba las necesidades básicas de
supervivencia. En esta esfera no hay libertad ni igualdad
-la esfera de lo público es el espacio de la acción y diálogo. Lo público se refiere al mundo de apertura e interacción con lo que nos rodea.
Lo público se refiere a un mundo compartido creado por objetos fabricados y acciones que crean objetos no tangibles como las leyes, instituciones o la cultura. Contiene, por lo tanto, interés público.
Esta distinción se ha desdibujado con la aparición de otra esfera, la de lo social, que hace que intereses que eran públicos se conviertan en privados, debido a la entrada de la economía en el espacio público que hace que el individuo se preocupe de sus propios intereses y la seguridad de los suyos. Los intereses privados ocupan el lugar público de lo común.
La política deja de ser un proyecto común, deja de ser un espacio de interacción entre iguales en el que las personas pueden ser libres. Este individuo es contrario al ciudadano que mantiene un compromiso activo con el mundo. Es el perfecto caldo de cultivo del totalitarismo.
Por ello H. Arendt reivindica la recuperación del espacio público, de la idea de Bien común, de la libertad compartida.
En 1961 H. Arendt, cubríó el juicio al criminal de guerra A.Eichmann lo que le llevó a escribir su libro «Eichmann en Jerusalem. Un estudio acerca de la ´´banalidad del mal», que supone una síntesis de su pensamiento anterior.
Eichmann era uno de los más altos cargos del partido nazi que diseñó el Holocausto. Al finalizar la guerra huyó a Argentina, donde fue secuestrado por un comando del Mossad y trasladado en avión a Jerusalén en 1960. Al año siguiente fue juzgado siendo declarado culpable y condenado a muerte, condena que se ejecutó en 1962. En su obra H. Arendt parte del presupuesto de que Eichmann es un ser humano común y a partir de ahí se plantea la pregunta de cómo es posible que una persona común ordene las muertes de miles de personas. Para responder a ello Arendt se fija en dos argumentos utilizados por la defensa de Eichmann. El primero es que Eichmann actuó por orden de la Razón de Estado. Según este argumento, la ética individual y la ética del Estado no están al mismo nivel, por lo que los Estados pueden considerar como excepciones decisiones que los individuos no adoptarían Para Arendt, sin embargo, el Estado totalitario convierte estas excepciones en algo cotidiano. El segundo fue que Eichmann actuó siguiendo órdenes. De alguna manera, mediante una interpretación interesada del imperativo de Kant, quiso acusar a Hitler de toda responsabilidad. Él se limitaba a someterse a las normas, desmarcándose de toda responsabilidad. El Estado totalitario se caracteriza por normalizar los asesinatos administrativos. En ella, el individuo puede decidir legalmente el asesinato de miles de personas. Esta es la banalidad del mal. Eichmann encontró en el sistema la comodidad de dar órdenes que supusieron la destrucción de miles de individuos. El estado totalitario le dio comodidad para actuar sin reflexión. Por eso no vivíó ningún conflicto. Pero es precisamente esta falta de reflexión la que, según Arendt, hace culpable a Eichmann. Aunque actuó en nombre del Estado y siguiendo la ley, tenía libertad para reflexionar y decidir sobre las consecuencias de los asesinatos administrativos. No darle importancia a esto y convertir el mal en banalidad es su mayor crimen. El mal, en su caso, es la ausencia de pensamiento.