Relación entre los Sofistas y Sócrates
Sócrates, figura central en la historia de la filosofía, no dejó obra escrita. Su pensamiento y enseñanzas nos llegan principalmente a través de su discípulo, Platón. La importancia de Sócrates radica en su enfoque en la moral. Sostenía que los hombres sabios podían ser buenos y que nadie haría el mal si supiera lo que es verdaderamente malo. Con esto, afirmaba que la bondad puede enseñarse, concluyendo que no hay hombres malos, sino ignorantes. También predicó la importancia de no cometer injusticias; es preferible sufrirlas antes que perpetrarlas.
En la época de Sócrates, existían los sofistas, maestros que cobraban por sus clases y ejercían gran influencia en la política. Sin embargo, Sócrates los criticó y ridiculizó, considerándolos charlatanes. Los puso en evidencia, atrayendo a los jóvenes a su propio círculo. Para denigrar a los sofistas, que se creían sabios, Sócrates declaraba: «Solo sé que no sé nada». Promovía que sus alumnos razonaran y obtuvieran el conocimiento por sí mismos. Esta postura le costó la vida. Sus acusadores, Anito, Melito y Licón, lo acusaron de pederastia, de conspirar contra el estado y de negar a los dioses. Sócrates se defendió solo, sin abogado. Esta defensa se relata en la «Apología de Sócrates», una magnífica obra literaria. Finalmente, Sócrates fue condenado a beber cicuta.
El Mito del Carro Alado en el «Fedro» de Platón
En el diálogo Fedro, Platón aborda la cuestión de la esencia y las partes del alma. Debido a la complejidad del tema, opta por una exposición alegórica, presentando el mito del carro alado. A continuación, se presenta un resumen:
El alma se describe como una fuerza natural que mantiene unidos un carro y su auriga, sostenidos por alas. Los caballos y aurigas de los dioses son buenos, pero los de los humanos no. El auriga humano guía una pareja de caballos: uno hermoso y bueno, y otro feo y malo, haciendo la conducción difícil.
El alma cuida de lo inanimado y recorre el cielo. Cuando es perfecta, vuela y administra el mundo. La que pierde las alas es arrastrada hasta que se apodera de algo sólido, tomando un cuerpo terrestre. Este conjunto de cuerpo y alma se llama ser viviente.
La fuerza del ala eleva lo pesado hacia donde habitan los dioses. Lo divino (hermoso, sabio y bueno) alimenta las alas; lo vergonzoso y malo las consume. Las almas, dirigidas por Zeus, marchan por el cielo. Luego, buscan alimento en el mundo supraceleste, donde se halla la Justicia y la esencia del ser verdadero, incoloro e intangible, solo visible por el entendimiento, el piloto del alma. Allí crece el verdadero Saber, la ciencia de lo que es, no de lo relativo.
Las almas de los dioses, con caballos dóciles, ascienden sin problemas. Su mente se nutre de saber puro, llenándose de contento. Las almas humanas suben con dificultad, pues el caballo malo es pesado y fatiga al auriga. La que mejor ha seguido al dios ve algo; otras se alimentan de la opinión. El pasto adecuado para el alma proviene de la llanura de la Verdad. Las almas que no vislumbran nada se llenan de olvido, pierden las alas y caen a tierra.
Interpretación del Mito del Carro Alado
- El alma es el principio de vida que permite a los seres vivos moverse.
- Las cosas naturales están dirigidas por la divinidad (provisión y teleología).
- El alma humana participa de la naturaleza divina, pero también de un principio opuesto que la hace caer.
- La parte más excelente del alma humana es semejante a la mente de los dioses y se nutre del conocimiento.
- Más allá de la Naturaleza, en el ámbito supraceleste, está la realidad verdadera, el ser inmutable, solo accesible al entendimiento (dualismo ontológico).
- Nuestro destino está en ese mundo perfecto, alcanzable mediante la filosofía o dialéctica, no mediante la opinión.
- Al encarnarse, el alma olvida lo vislumbrado en el mundo supraceleste (reminiscencia).
- Correspondencia de las partes del alma:
- Auriga: Parte racional, destinada a la dirección y al conocimiento.
- Caballo bueno: Parte irascible, permite acciones buenas.
- Caballo malo: Parte concupiscible, impulsa deseos y pasiones hacia lo sensible.