Sustancia, Dualismo Cartesiano y Relación Razón-Fe en la Filosofía

La Teoría de la Sustancia en la Metafísica Cartesiana

En la teoría de la sustancia, situada en el terreno de la metafísica, Platón demuestra su visión de la realidad como un intento por establecer la estructura de la realidad, qué es lo que existe y de qué manera se relacionan entre sí las diferentes estructuras de lo real. De este modo, se presenta la sustancia como aquella porción de la realidad que no necesita de otra para existir, es decir, una porción de lo real que, debido a sus peculiaridades y características propias, cobra total independencia, existe por sí misma. Todas ellas poseen un atributo, esta es la cualidad que comparten todos los componentes de un modo de manifestarse, siendo este el modo de manifestación que posee un atributo.

Descartes se refiere a tres sustancias como las formantes de la realidad: res cogitans, res extensa y res infinita. Las dos primeras son independientes entre sí, pero dependientes a su vez de la res infinita. Para completar este mapa de la realidad, Descartes se refiere a un atributo específico de cada sustancia (rasgo distintivo) y, a su vez, los atributos se pueden manifestar. El atributo de la res extensa sería la extensión, que cuenta además con diferentes modos como la figura o el volumen; el de la res cogitans es el pensamiento y, como modo, podemos referirnos a la duda, la ira, la melancolía… Por su parte, la res infinita tiene como atributo la perfección. En este caso, no podemos hablar de modos, pues sólo hay una forma de ser perfecto.

La res cogitans es una sustancia cuyo atributo es el pensamiento, y sus modos las emociones, etc. Podemos distinguir también entre res extensas, cuyo atributo es lo material y, por último, la res infinita, esta tiene por atributo la perfección y no tiene modos. Aunque la res cogitans cobra un lugar primordial en la obra de Descartes, este es el punto de partida para escapar de la duda metódica. La existencia del cogito como sujeto pensante se presenta como absolutamente evidente, una verdad tan clara y distinta que queda fuera de toda duda.

El Dualismo Cartesiano y la Glándula Pineal

Al proponer que pensamiento (alma) y materia (cuerpo) pertenecen a ámbitos independientes entre sí, presenta al ser humano como el único que comparte dos sustancias. El dualismo cartesiano se encuentra así con el problema de explicar cómo es posible esto, debido a que el cuerpo influye en el pensamiento y viceversa. Descartes escapará de este problema argumentando que la glándula pineal (ubicada en el centro del cerebro) servía como puente entre ambas sustancias.

Razón y Fe: Un Recorrido Histórico

Nos limitaremos a apuntar algunas ideas acerca de esta cuestión, refiriéndonos brevemente al modo en que fue entendida por algunos de los autores más representativos de este periodo:

Tertuliano

“Creo porque es absurdo”. No hay relación alguna entre razón y fe. La grandeza de la fe se encuentra fuera del alcance de la razón, que se presenta así como facultad humana, reflejo de nuestra pequeñez. Aquel que aspire a alcanzar la luz de la verdad la encontrará exclusivamente como regalo de la gracia divina.

San Agustín (Siglo IV)

“Creo para comprender”. Aumenta la confianza en la capacidad de la razón humana, pero solo podemos esperar algo de su uso cuando actúa bajo el influjo de la iluminación divina. La razón habrá, pues, de desarrollar su tarea siempre al servicio de las causas propuestas desde la teología. La tarea de la filosofía será, pues, demostrar la existencia de Dios y las verdades de la religión.

Santo Tomás y el Averroísmo Latino

La introducción de la filosofía aristotélica, el Aristóteles que nos llega desde la Universidad de París está pasado por el tamiz de las interpretaciones, por lo que será conocido como averroísmo latino, supondrá una revisión y fortalecimiento de la actividad racional y el quehacer científico y la experimentación.

Crisis del Aristotelismo y el Surgimiento del Método Científico Moderno

En el siglo XVII, el aristotelismo comienza a entrar en crisis. Por un lado, la llamada revolución copernicana, al suponer el abandono de su modelo astronómico (geocentrismo) dominante hasta el momento. Un segundo golpe al predominio de la filosofía aristotélica vendrá del cuestionamiento de su propuesta metodológica: el silogismo.

Aristóteles es el padre de la lógica. A través del silogismo, el investigador pretende seguir un razonamiento riguroso con el fin de preservar su pensamiento del error. El silogismo está compuesto por dos premisas, cuya verdad y fundamento se obtiene de la observación. Partiendo de las premisas y siguiendo las pautas que la lógica nos proporciona, podemos deducir la conclusión, libre de errores.

Ejemplo:

  1. Todos los hombres son mortales (1ª premisa).
  2. Sócrates es un hombre (2ª premisa).
  3. Sócrates es mortal (Conclusión).

Con el resurgir de la Nueva Ciencia, el método aristotélico deja de resultar válido, absolutamente fiable. La razón fundamental de esta desconfianza radica en que las premisas de las que parte han sido obtenidas a partir de la información proporcionada por los sentidos, esto resulta insuficiente, pues los sentidos pueden fallar. Se hace, pues, necesario diseñar un nuevo método de investigación que cumpla con los requisitos de una nueva forma de entender el conocimiento que pretende alcanzar la verdad de forma definitiva, sin fisuras, un método que garantice al que lo utiliza correctamente la liberación del error. El rigor y precisión de este nuevo método lo buscará Descartes en la seguridad del saber matemático.

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