Libro Primero: Teoría del Bien y de la Felicidad
El bien es el fin de todas las acciones del hombre. El fin supremo del hombre es la felicidad.
De la Idea general de la felicidad: El bien en cada género de cosas es el fin en vista del cual se hace todo lo demás. Imperfección inevitable de esta indagación de la felicidad. Justificación de la definición de la felicidad dada más arriba.
La felicidad no es un efecto del azar; es a la vez un don de los dioses y el resultado de nuestros esfuerzos. La virtud es la verdadera felicidad. Influjo del destino de nuestros hijos y de nuestros amigos sobre nosotros.
La felicidad no merece nuestras alabanzas: merecería más bien nuestro respeto. Para darse cuenta de la felicidad es preciso estudiar la virtud que la produce.
- El hombre virtuoso es el mejor de todos, que por sí solo comprende todas las cosas; es también noble el que sabe oír los buenos consejos: pero quien no comprende nada por sí mismo, ni retiene en su mente las palabras de otro, es un hombre absolutamente inútil.
- El bien propio del hombre es la actividad del alma en conformidad con la virtud. La felicidad se alcanza mediante la virtud y cierto aprendizaje o ejercicio que debe ser considerado como una cosa divina.
- Llamamos virtud humana no a la del cuerpo, sino a la del alma, y afirmamos que la felicidad es una actividad del alma.
Libro Segundo: Teoría de la Virtud
Existen dos clases de virtud: la dianoética y la ética. La dianoética tiene su origen principalmente (y también su incremento) en la enseñanza, por eso requiere experiencia y tiempo; la ética, en cambio, procede de la costumbre.
La virtud del hombre será también el hábito por el cual el hombre se vuelve bueno y, por el cual, realiza bien su función propia. La virtud, por tanto, es un hábito voluntario y electivo, que consiste en un término medio respecto a nosotros, determinado por la razón y específicamente por aquella razón por la cual decidiría el hombre prudente.
- La virtud es un término medio. Por todo aquello es trabajoso ser bueno, y ello es así porque es trabajoso hallar el término medio en todas las cosas. Por ejemplo, si se trata de dar y recibir dinero, el término medio lo constituye la generosidad, siendo la prodigalidad (el derrochamiento) el exceso y la tacañería el defecto.
De la distinción de las virtudes en intelectuales y morales: La virtud y el hábito. Un tratado de moral no debe ser una pura teoría, sino ante todo un tratado práctico. Inmenso influjo del placer y de la pena en el destino humano y en la virtud. Explicación del principio, según el que se hace uno virtuoso ejecutando actos de virtud. Teoría general de la virtud. De la naturaleza de la virtud. Aplicación de las generalidades que preceden a los casos particulares. Oposición de los vicios extremos entre sí y con la virtud que ocupa el medio. Dificultad de ser virtuoso, y consejos prácticos para serlo.
Libro Tercero: Continuación de la Teoría de la Virtud. Del Valor y de la Templanza
La virtud sólo puede aplicarse a actos voluntarios. Continuación del mismo asunto: segunda especie de cosas involuntarias. Teoría de la preferencia moral o intención. De la deliberación: El objeto verdadero de la voluntad es el bien. La virtud y el vicio son voluntarios. Del valor. De los objetos temibles. Especies diversas de valor. Estimación del valor. De la templanza. Más sobre la templanza. Comparación de la intemperancia con la cobardía.
- El hombre, dueño de sí mismo, por el contrario, actúa mediante elecciones y no impulsado por el hábito.
- La opinión se distingue por ser verdadera o falsa, jamás por ser buena o mala, mientras que la elección se distingue justamente por lo último, es decir, por ser buena o mala. Gracias a nuestras elecciones de lo bueno o de lo malo, tenemos un carácter determinado (personalidad y temperamento), pero nunca por nuestras opiniones.
Cuando tomamos una decisión después de haber deliberado, nuestros deseos concuerdan con esta deliberación. En efecto, el bueno juzga bien las cosas y en todas se le muestra la verdad. Lo que más diferencia al hombre bueno es su capacidad de ver la verdad en todas las cosas. Al afirmar que las virtudes son voluntarias, somos en cierto modo responsables de nuestros hábitos y, en consonancia con nuestra condición, proponemos un fin determinado.
- La virtud del intelecto es la sabiduría, o el conocimiento de los fines de la vida; la virtud de la voluntad es el valor, la capacidad de actuar; y la virtud de las emociones es la templanza, o el autocontrol.