Teoría de las Ideas de Platón
1. Dimensión Ontológica y Gnoseológica de las Ideas
Los temas que aborda Platón le llevan a elaborar una teoría conocida como Teoría de las Ideas, cuya génesis consiste en la imposibilidad de responder a si la virtud es algo enseñable si no se determina antes qué es.
El deseo de garantizar la objetividad del conocimiento, tan seguro como las verdades matemáticas (influencia pitagórica), le lleva a concebir una serie de entes, las Ideas o Formas, cuya existencia es independiente de la mente y que, además, corresponden exactamente a las definiciones de los geómetras. No son cosas sensibles, no son accesibles mediante los sentidos; son inteligibles y trascendentes.
La Teoría de las Ideas se nos presenta como una respuesta al problema del conocimiento, pero también a qué son las cosas conocidas, a qué constituye la verdadera realidad (influencia de Parménides). Por lo tanto, las Formas son entidades inmateriales, absolutas, inmutables, eternas, únicas y simples. Constituyen el mundo inteligible, al que se accede a través de la inteligencia.
Las cosas concretas no constituyen la verdadera realidad, sino el mundo sensible, al que accedemos a través de los sentidos. La oposición y diferencia entre estos dos mundos fundamenta la tesis ontológica fundamental de la filosofía de Platón.
El mundo de las Ideas es el mundo verdadero, el de la esencia, modélico, donde se encuentran los arquetipos de todas las cosas. Pero las Ideas están jerarquizadas, no todas poseen la misma importancia; las fundamentales son la Belleza, la Justicia y, sobre todo, el Bien.
Frente a este mundo verdadero está el mundo visible, el de la apariencia, en el cual nos encontramos nosotros (mito de la caverna). Entre ambos mundos hay una relación de participación: las cosas sensibles, al no ser propiamente, son copias múltiples y concretas de los arquetipos. Los entes que vemos son reflejo de una Idea. Así que para conocer qué es un ente concreto tenemos que conocer su areté o perfección.
En definitiva, la causa de las cosas naturales no está en las cosas, sino más allá de ellas, en el mundo verdadero. Por ello, la filosofía platónica es el origen de cualquier idealismo.
2. Respuesta Epistemológica: La Ciencia Constituye el Verdadero Conocimiento Porque Tiene como Objeto a las Ideas
El dualismo ontológico supone la distinción también de dos tipos de conocimiento: el inteligible, basado exclusivamente en la razón, verdadero, perfecto y permanente (dicho conocimiento lo es de lo universal, necesario y objetivo, o sea, de las Ideas, por ello lo denomina ciencia o episteme –ciencia suprema–); y la doxa, basada en la información que aportan los sentidos, y que no es conocimiento propiamente puesto que en la apariencia no cabe la verdad, sino múltiples opiniones. La verdad es una y las opiniones son muchas. Platón también habla de las creencias verdaderas, aunque no pueden considerarse conocimiento.
En la alegoría de la línea, Platón explica la relación entre los diversos dominios de la realidad y los diversos grados de conocimiento. La episteme constituye un conocimiento intuitivo de las Ideas, al que se accede mediante el ojo del alma, es decir, la inteligencia. La dianoia es la facultad propia del conocimiento matemático, que también es verdadero, pero que es inferior comparado con la ciencia suprema, pues está basado en un conocimiento hipotético.
Por eso, la ciencia suprema corresponde al más real de los objetos: las Formas. Por eso es fundamental, porque se basa en los principios y no parte de hipótesis. A diferencia del conocimiento objetivo, el conocimiento de lo sensible no constituye ciencia, sino opinión, doxa. En la alegoría de la línea, Platón denomina al conocimiento de las cosas sensibles creencia. Pero por debajo, incluso de ésta, se encuentra la eikasia, la imaginación, ya que tiene por objeto las cosas menos reales: las imágenes, las copias de las copias.
Lo expuesto plantea preguntas como: ¿cómo se pueden captar las Ideas si el hombre vive en el mundo sensible, en la caverna?
3. Teoría de la Reminiscencia
La respuesta platónica al problema de cómo puede el hombre conocer las Ideas viene expresada en la teoría de la reminiscencia, la cual afirma que el conocimiento es posible porque las Ideas ya están presentes en nuestra alma, pero como olvido. El alma ha olvidado. Por influencia pitagórica, Platón considera al alma de naturaleza inmortal. En el mito del carro alado se cuenta cómo el alma vio las Ideas (preexistencia del alma) antes de caer en el mundo sensible. Por ello, Platón sostiene que el alma se encuentra presa en el cuerpo (dualismo antropológico).
El alma, al caer en el mundo sensible, olvida las Formas. Debido a esta concepción, para Platón conocer consiste en recordar. El conocimiento solo es posible como reminiscencia, hacerse consciente de algo que ya existía en nuestra psique. Ahora bien, recordar no consiste solamente en recobrar lo ya sabido, sino que es una manera de investigar.
La instrucción por la cual adquirimos conciencia de ese saber que llamamos aprender consiste en recordar, pero necesita algo que provoque ese recuerdo. En el Fedón, Platón prueba la inmortalidad del alma (la cual no es una Idea, pero es afín al mundo inteligible, es pura y simple); de ahí que esta teoría sea la prueba de la inmortalidad del alma, pues solo mediante el ejercicio de la inteligencia se libra el alma de la cárcel que es su cuerpo, volviendo a su lugar de origen. A esto se le denomina innatismo: el origen del conocimiento es a priori.
Antropología Platónica: La Unión del Alma y la Justicia en el Estado
La unión de la antropología y la justicia en el Estado, eje de toda filosofía práctica, se desarrolla en La República. La finalidad de la obra del autor es lograr que los hombres justos y buenos gobiernen el Estado. Muestra que el conocimiento del bien reside en el fundamento de la ciudad. De ahí se explica el paralelismo entre ética y política, pues el verdadero filósofo, el que sabe lo que es, es el más virtuoso y, por tanto, el llamado a gobernar.
Ahora bien, Platón revisa la concepción socrática del intelectualismo moral (conocer es amar el bien), ya que plantea dificultades. Según Platón, conocer el bien no lleva automáticamente a actuar de manera correcta. En el Fedón, el autor se preocupa de los argumentos de la inmortalidad del alma basándose en la separación alma-cuerpo. Pero es en La República donde matiza su concepción de alma y virtud, manteniendo la herencia socrática, pero afirmando que nuestros deseos pueden no coincidir con lo que dictamina la razón.
Platón habla de diferentes partes del alma; concretamente, posee una concepción tripartita de ésta:
- La razón: fuente de saber.
- El coraje: fuente de pasiones nobles, interesado en el honor.
- El apetito: fuente de pasiones innobles, interesado por los placeres.
El interés de Platón es la vida buena para el hombre, la cual está ligada a la mejora moral ciudadana. Es por esto que su ética va ligada a su política. La ética de Platón se considera eudemonista por buscar el Bien supremo para el hombre: la felicidad. Así, en conexión con su antropología, el filósofo amante de la verdad conseguirá la purificación en el Hades.
En La República reflexiona en qué consiste la vida buena. Se plantea interrogantes como: ¿qué es la virtud?, a los cuales responderá en el orden que las partes del alma requiere, además del conocimiento, el autocontrol, que es posible gracias a la voluntad, encargada de dominar los apetitos.
Cada parte realiza su virtud, siendo la de la razón la sabiduría y la prudencia. La virtud de la parte irascible es la valentía y la de la parte del apetito es la templanza. La virtud en sentido pleno se da en el alma que ha alcanzado todas estas excelencias, que juntas constituyen la justicia, entendida como una armonía de las tres partes. Por tanto, la justicia del alma consiste en el equilibrio entre las tres partes de ésta.
En consecuencia, la justicia del Estado consiste en el gobierno de la racionalidad. El Estado justo será aquel que esté en manos de los sabios. Así se entiende la preocupación platónica por la educación, porque piensa que existe una relación entre el alma del hombre y la organización del Estado.
Platón está convencido de que hay que seleccionar a los mejores hombres para que gobiernen, formados en la dialéctica. El estamento aliado a los gobernantes, para la seguridad de la polis, será el de los guerreros, cuya virtud es la fortaleza. Por último, el estamento de los trabajadores se ocupará de proveer a la polis de los bienes necesarios (su virtud es la templanza). Así, Platón entiende la justicia de la polis como una ordenada armonía de las partes que la componen.