TEMA I: TEORÍA DEL CONOCIMIENTO
El Empirismo se desarrolló en las islas británicas y sus principales representantes están de acuerdo en que nuestras ideas tienen su origen en la experiencia sensible, en que la única manera de saber si algo es verdadero es confrontarlo con los datos de la experiencia. Hume añade que solo es real aquello que resulta accesible a los sentidos.
Hume llevará los postulados empiristas a sus últimas consecuencias. El primero de dichos principios, el empirista, afirma que todo nuestro conocimiento proviene de los sentidos, y niega la existencia de ideas innatas. En nuestra mente hay dos tipos de contenidos, las impresiones, que son datos inmediatos de la experiencia, y las ideas que son copias/imágenes de las impresiones (principio de copia).
Las impresiones provienen directa e inmediatamente de los sentidos y pueden ser: externas si provienen de sensaciones o internas si provienen. Las impresiones son inmediatas, más vívidas que las ideas, actuales (presente) y previas a las ideas. En cambio las ideas son las representaciones mentales de las impresiones, son, por tanto, mediatas, débiles y poco vivaces. Las ideas pueden ser simples y complejas. Las simples corresponden a impresiones, las complejas se forman por asociación de otras ideas debido a la memoria y la imaginación. Las combinaciones que se llevan a cabo para formar ideas complejas a partir de ideas simples obedecen al principio de asociación. Esas leyes explican el modo como el ser humano organiza sus ideas y son: la de semejanza (tendemos a asociar ideas semejantes en algún aspecto), la de contigüidad (tendemos a asociar ideas contiguas en el espacio o en el tiempo) y la de causalidad (tendemos a establecer una relación causa–
efecto entre ideas contiguas).
Hume niega la existencia de ideas propiamente universales. Las ideas o conceptos universales son meros nombres, no reflejan una esencia universal común presente en seres individuales, tal como entendía Aristóteles. Según Hume, los términos universales son, por tanto, «etiquetas» que añadimos a un conjunto de ideas simples, asociadas en razón de su semejanza.
según Hume todos los objetos de la razón se dividen en dos clases: En primer lugar las Relaciones entre ideas, obtenemos esas verdades analizando las ideas que guardan entre sí una determinada relación, no necesitamos acudir a la experiencia empírica para descubrirlas. Son necesariamente verdaderas. Su negación es imposible. En segundo lugar están las cuestiones de hecho, que se construyen a partir de los datos obtenidos por la experiencia y su verdad sólo puede ser conocida mediante una comprobación experimental. No expresan una necesidad lógica, su negación es posible. El problema es que los razonamientos sobre cuestiones de hecho utilizan el principio de causalidad, que va a ser objeto de crítica.
Resumiendo, el Empirismo de Hume sólo considera legítimas las ideas que derivan de las relaciones entre ideas y de las cuestiones de hecho. Por ello hace una crítica a dos conceptos fundamentales en la metafísica: En primer lugar al concepto de causa, ya que no hay evidencia empírica de conexión entre causa y efecto; En segundo lugar al concepto substancia. Desde Aristóteles se entiende que la substancia es el sujeto que está por debajo de los accidentes, y no se percibe directamente, sino a través de los accidentes. Sin embargo, Hume, concluye que, si no es posible tener una impresión de la substancia no podemos afirmar que ésta existe. Todo lo que podemos decir es que tenemos impresiones, no que hay una realidad que es la causa de esas impresiones.
Esta crítica al concepto de causa afecta también al concepto de alma o yo.No hay impresión concreta de la que procede la idea del «yo». Todo lo que captamos empíricamente de nosotros mismos es una sucesión de estados psíquicos que se suceden unos a otros. La idea del «yo» surge al asociar con la imaginación y la memoria unificando ese flujo de estados psíquicos, pero que exista realmente el «yo» no es demostrable; Por último crítica a la idea de substancia infinita o Dios, puesto que no puede señalarse la impresión de la que deriva esta idea, hemos de concluir que la existencia de Dios no es demostrable racionalmente.
La idea de causalidad es una idea compleja constituida por dos ideas muy distintas: la de causa y la de efecto. Son distintas porque el análisis a priori de la causa no permite deducir el efecto. El efecto se descubre por experiencia, a posteriori. La relación entre causa y efecto no es, por tanto, una relación entre ideas. Entonces, debe ser una cuestión de hecho. Por lo que nuestra idea de la relación entre un efecto y su causa se basa en la observación de la contigüidad espacio-temporal y la sucesión, primero es la causa y luego el efecto. Ambas son hechos objeto de una impresión, sin embargo, no son suficientes para establecer una relación causal entre dos fenómenos. Luego tiene que haber algo más, un nexo necesario entre causa y efecto. Sin embargo, esto último no puede observarse ya que no proviene de ninguna impresión. Por lo tanto, la causalidad es una idea sin fundamento empírico.
A pesar de ello Hume se ve obligado a dar una explicación. Concluye que el hábito, la costumbre de ver dos hechos sucederse siempre en el mismo orden produce en nosotros una creencia de que el primero causa el segundo. En conclusión el principio de causalidad es un sentimiento irracional que se instala en el hombre y le hace creer ciegamente en la regularidad de la naturaleza. Según Hume la aplicación del principio de causalidad debería restringirse al ámbito de la experiencia sensible.
La negación del principio de causalidad afecta a la naturaleza de las leyes científicas. Hasta Hume supóníamos que las ciencias nos permitían hacer predicciones sobre el futuro. Ahora, sin embargo, lo más que podemos decir es que hasta ahora, a un fenómeno (causa) le ha seguido siempre otro fenómeno (efecto). Es decir, seguimos un razonamiento inductivo: observamos que un fenómeno causa-efecto ha ocurrido siempre en el pasado e inducimos el principio universal de que siempre será así. Según Hume, si no podemos afirmar que cierto fenómeno ocurre invariablemente como resultado de ciertas causas, no podemos predecir que vaya a ocurrir en el futuro. Todo lo que sabemos es que hasta ahora ha ocurrido así. Las leyes científicas expresan cierto grado de probabilidad, pero no necesidad. De todos modos, no hay inconveniente en seguir utilizando el principio de causalidad y seguir suponiendo que las leyes científicas son necesarias, siempre que estemos dispuestos a revisarlas y limitar su aplicación al ámbito de la experiencia sensible.
Sus principios epistemológicos conducen a Hume a conclusiones escépticas: no podemos saber qué son las cosas, solo lo que se nos manifiesta de ellas. Es la postura que se conoce como fenomenismo: no podemos saber si existen las cosas representadas por nuestras impresiones e ideas, sólo sabemos que tenemos impresiones e ideas. No se sabe, sino que «se cree» que existen el mundo y el yo. Y la existencia de Dios sólo es cognoscible por la fe, no por la razón. Este escepticismo es valorado como un antídoto contra el dogmatismo y el fanatismo.