Teoría del Deber, Autoridad, Justicia y Virtudes: Fundamentos de la Ética

Teoría del Deber

La teoría del deber ocupa un lugar central en nuestro lenguaje moral. Nos referimos con ella a las normas que modifican nuestra conducta y, en general, al conjunto de exigencias que conforman nuestra vida moral. Implica introducir un factor diferenciador esencial: se trata ahora de una auto-obligación. El individuo, sin coacciones externas, se enfrenta solo a las sanciones internas derivadas de su propia conciencia de las responsabilidades. El deber moral limita el ámbito posible de elección y, por tanto, de actuación. ¿Por qué ser moral? Esto es, ¿por qué actuar moralmente? Tras estas cuestiones, la acción que caracteriza al autor humano se basa en:

  • Libertad: Actuar oportunamente sin restricciones, pero con respeto.
  • Paciencia: Espera serena mientras se encuentra la solución a una crisis.
  • Providencia: Prever, estar preparado para superar las pruebas y cumplir adecuadamente con los objetivos.
  • Nobleza: Reconocer con gusto los aciertos ajenos y los errores propios.
  • Paz: Concordia y amistad consigo mismo y con el entorno.
  • Prudencia: Calma, previsión, discreción y aplicación de la sabiduría y experiencia personal.
  • Probidad: Ser concreto en el cumplimiento de los deberes hacia los demás. Respeto por el ordenamiento político y social.
  • Salud: Mantener el vigor, la limpieza y claridad en sí y en el entorno.
  • Pureza: Actuar con corrección.

¿Qué es Autoridad?

Es la potestad, facultad o poder que tiene una persona sobre otra que le está subordinada. Es la persona revestida de algún poder o mando. La autoridad, por lo tanto, se relaciona directamente con la posición del titular dentro de la organización y no tiene nada que ver con la persona en forma individual. La autoridad permanece con el cargo y con su nuevo titular. Cuando se ejerce autoridad, se espera el cumplimiento intrínseco de las órdenes emanadas del titular de la autoridad.

Origen de la Autoridad

Las necesidades de supervivencia obligaron a los hombres a establecer unas reglas de juego que les permitieran afrontar los peligros y contratiempos de un medio hostil, como son los demás hombres y la naturaleza. En esas épocas, la autoridad era el derecho de un superior al cumplimiento exacto por parte de los subordinados, se desarrollaba en la cima y bajaba a través de toda la comunidad. Actualmente, la aceptación de la autoridad viene de abajo hacia arriba. Por ejemplo: un nuevo gerente de producción es integrado en la plantilla de la empresa X, desde el momento de su nombramiento adquiere la autoridad que el cargo tiene asignada. Esa autoridad tendrá la efectividad necesaria siempre que los subordinados la acepten como tal. Veamos algunos requisitos para que la autoridad sea aceptada por los subordinados:

  1. Los subordinados deberán ser capaces de entender la comunicación.
  2. El subordinado tiene que tener muy claro que lo que se le pide no es inconsistente con los propósitos generales de la organización.
  3. El subordinado tiene que tener claro que lo que se le pide es compatible con sus principios éticos y morales; las peticiones inmorales o faltas de ética deben ser desobedecidas.

Delegar significa más trabajo. Una delegación bien administrada significa precisamente lo contrario. Al delegar, se debe ayudar a los empleados en su nueva tarea. No se les debe dejar solos, al menos al comienzo. Poco a poco, ellos comenzarán a solucionar los problemas menores y el jefe tendrá un apoyo y una descarga en este sentido, pudiendo dedicarse a sus propias labores con mayor intensidad y concentración. La responsabilidad de los jefes abarca también el diseño e implementación de los controles necesarios para proveerles de una retroalimentación constante sobre el desempeño de sus subordinados. Obviamente, si la empresa no cuenta con esos controles, entonces la delegación sí les reportará una mayor carga de trabajo.

Autoridad – Responsabilidad

La autoridad consiste en el derecho de mandar y en el poder de hacerse obedecer. Se distingue en un jefe la autoridad legal inherente a la función y la autoridad personal formada de inteligencia, de saber, de experiencia, de valor moral, de aptitud de mando, de servicios prestados, etc. En un buen jefe, la autoridad personal es el complemento indispensable de la autoridad legal. No se concibe la autoridad sin la responsabilidad, es decir, sin una sanción, recompensa o penalidad que acompaña al ejercicio del poder. La responsabilidad es un corolario de la autoridad, su consecuencia natural, su contrapeso indispensable. En cualquier lugar donde se ejerza la autoridad, nace una responsabilidad. La necesidad de sanción, que tiene su fuente en el sentimiento de justicia, es confirmada y acrecentada por la consideración de que, en beneficio del interés general, es menester alentar las acciones útiles e impedir las que no tienen este carácter. La sanción de los actos de la autoridad forma parte de las condiciones esenciales de una buena administración. En la práctica, dicha sanción es generalmente difícil de aplicar, sobre todo en las grandes empresas. Es necesario establecer primero el grado de responsabilidad de los actos de un obrero y la escala de sanciones correspondientes.

Un buen jefe debe tener y expandir a su alrededor el coraje de las responsabilidades. La mejor garantía contra los abusos de autoridad y las debilidades de un gran jefe es el valor personal y, principalmente, su alto valor moral. Es sabido que ni la elección ni la propiedad confieren este valor.

La Justicia

Es la virtud que hace que el hombre dé a Dios y a cada persona lo que le pertenece y le es debido. La mejor manera de imaginarnos lo que es la justicia es una balanza; así, la justicia nos ayuda a dar a cada cual exactamente lo que le pertenece. Tener justicia con los demás es también:

  • No dañar a propósito a otra persona.
  • No encarcelar a alguien inocente.
  • No acusar a alguien falsamente o si tiene duda.
  • No cobrar más de lo justo por lo que vendes.
  • No pagar menos de lo justo cuando compras.
  • Tratar a todos de igual manera, tanto a los que están arriba de ti como a los que están abajo de ti.

La Justicia Social

Se refiere a las nociones fundamentales de igualdad de oportunidades y de derechos humanos, más allá del concepto tradicional de justicia legal. Está basada en la equidad y es imprescindible para que los individuos puedan desarrollar su máximo potencial y para que se pueda instaurar una paz duradera. Todas las personas tenemos necesidades básicas comunes, que se traducen en derechos humanos fundamentales: el derecho a la propia identidad, a la supervivencia, a la educación, a expresarnos con libertad y a ser tratados con dignidad y respeto.

La Justicia Distributiva

Procura que todas las personas puedan disfrutar de los bienes que son imprescindibles (la nutrición, la educación y la salud). La justicia distributiva tiene que ver con lo que es justo o correcto con respecto a la asignación de bienes en una sociedad. Los principios de la justicia distributiva son principios normativos diseñados para guiar la asignación de los beneficios y las cargas de la actividad económica. De esta manera, se le llama distributiva cuando reparte en forma equitativa, es decir, no en forma proporcional e igualitaria, sino de acuerdo a los merecimientos, derechos o necesidades básicas o esenciales de cada uno.

Justicia Retributiva

Será retributiva cuando le asigne un estipendio, beneficio o tributación a quien se lo merezca por una actividad o servicio realizado a la comunidad.

Justicia Restaurativa

Será restaurativa cuando pretenda colocar las cosas en el lugar y condición en que se encontraban en un principio, es decir, reparar daños emergentes del accionar injusto del estado o la sociedad.

La Prudencia

Es la virtud que nos impide comportarnos de manera ciega e irreflexiva en las múltiples situaciones que debemos sortear en la vida. Una persona prudente se caracteriza por su cautela al actuar, la cual es el resultado del alto valor que le da a su propia vida, a la de los demás y, en general, a todas las cosas que vale la pena proteger. Ser prudente significa ser precavido, es decir, tener conciencia de los múltiples peligros, inconvenientes e imprevistos de todas clases que nos acechan por doquier y anticiparse a ellos sin alarma ni pánico, guiados tan solo por un sano y legítimo instinto de conservación. Las personas prudentes se reconocen también porque saben cuándo hablar y cuándo callar, y cuándo actuar o abstenerse de actuar. Tal sentido de la moderación y el equilibrio es uno de los legados más valiosos que heredamos de los filósofos antiguos, para quienes la prudencia era la más auténtica expresión de la sabiduría natural de la vida.

Para aprender a ser prudentes, debemos tomar en cuenta que:

  • Evitemos tomar al pie de la letra todo lo que leemos o lo que oímos.
  • Tratemos siempre de pensar antes de actuar.

La Imprudencia

Es la incapacidad de prever las consecuencias que nuestras palabras o nuestros actos puedan tener en el mundo que nos rodea. Somos imprudentes cuando hablamos sin pensar o sin conocer, y también cuando no sabemos refrenar nuestra lengua y revelamos los secretos que nos confían.

Templanza

Es una virtud cardinal en los tratados de moral tradicional y que, junto a la justicia, la prudencia y la fortaleza, se consideraba uno de los cimientos de la construcción moral de la persona. Tener templanza es mostrar moderación y restricción, donde, en un mundo lleno de indulgencias, es a menudo necesario encontrar el punto medio; es la calma en el ojo del huracán. La templanza es la virtud moral que regula la atracción por los placeres y procura el equilibrio en el uso y disfrute de los bienes creados. La templanza es considerada una virtud especial en la mayoría de las clasificaciones de la ética tradicional. Aristóteles se ocupa de ella explícitamente, Santo Tomás de Aquino la incluye como una de las cuatro virtudes morales cardinales, después de la prudencia, la justicia y la fortaleza. Como toda virtud moral, se considera un justo medio entre dos extremos viciosos, en este caso, la insensibilidad y la intemperancia.

Valores Intrínsicos

Son principios que nos permiten orientar nuestro comportamiento en función de realizarnos como personas. Son creencias fundamentales que nos ayudan a preferir, apreciar y elegir unas cosas en lugar de otras, o un comportamiento en lugar de otro, a diferencia de los extrínsecos, que son aquellos que ya venimos con ellos y que son necesarios y esenciales ante la vida diaria.

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