La Visión Aristotélica de la Justicia y la Ciudadanía
Para Aristóteles, la función principal del ciudadano era participar en la política y defender la ciudad en tiempos de guerra. Esto requería la virtud de la justicia, que implicaba obedecer las leyes y tratar a todos los ciudadanos como iguales. La desobediencia a las leyes y la desigualdad eran consideradas injusticias. Aristóteles enfatizaba la importancia de leyes buenas y duraderas para mantener el orden y evitar la sedición. Para lograr esto, proponía una sociedad con una clase media fuerte, que equilibrara el poder político y económico.
El Contrato Social y la República en Kant
Immanuel Kant, por otro lado, abogaba por una constitución republicana basada en un contrato social entre el Estado y los ciudadanos. Este contrato permitiría la transición del estado de naturaleza al estado de derecho, garantizando la libertad, la igualdad y la sumisión a las leyes. Kant consideraba la guerra como un obstáculo para la moralidad. El estado civil, establecido mediante el contrato, implicaba la sumisión a una autoridad común que aseguraba la seguridad y el derecho. Kant veía el contrato social como la base para el derecho público y la garantía de los derechos naturales, especialmente el derecho a la libertad, del cual derivaban la igualdad y la autonomía. La voluntad pública, aunque similar al concepto de Rousseau, representaba para Kant la garantía de la libertad individual y el fundamento del Estado.
Rousseau y la Voluntad General
Jean-Jacques Rousseau creía que el hombre nacía libre pero vivía en cadenas. Su objetivo era garantizar la libertad natural y evitar la esclavitud. Para él, el hombre era bueno por naturaleza, pero la sociedad lo corrompía. El estado de naturaleza era un estado de paz donde los hombres vivían guiados por el amor propio y la compasión. El contrato social se hacía necesario debido a las dificultades para sobrevivir en el estado de naturaleza. A través del pacto social, los individuos se sometían a la voluntad general, una ley dictada por el pueblo soberano reunido en asamblea. El Estado, bajo este sistema, debía asegurar el bien común y la libertad, garantizando la libertad política y las propiedades de cada individuo.
El Leviatán de Hobbes y el Miedo como Motor del Pacto
En contraste con Rousseau, Thomas Hobbes argumentaba que el hombre era egoísta y estaba motivado por el instinto de conservación y el deseo de poder. El estado de naturaleza, según Hobbes, era una guerra de todos contra todos, donde no existía ley ni autoridad. El miedo a la muerte impulsaba a los hombres a pactar y crear un Estado (el Leviatán) al cual cedían su libertad y sus derechos a cambio de seguridad. El soberano, ya fuera un monarca o una asamblea, poseía un poder absoluto e incuestionable. Solo la incapacidad de mantener la seguridad justificaba la resistencia al soberano.