El Origen del Conocimiento: Tomás de Aquino y Agustín de Hipona
PREGUNTA PAU: EL ORIGEN DEL CONOCIMIENTO SEGÚN TOMÁS DE AQUINO EN RELACIÓN CON AGUSTÍN DE HIPONA.
Tomás de Aquino se plantea un problema epistemológico: ¿cómo se origina el conocimiento? Aquino responde a esta cuestión aportando una explicación que podríamos llamar de corte empirista, porque para el aquinate el conocimiento tiene su origen en la experiencia, en la información que nos aportan los sentidos. Siguiendo a Aristóteles, nos dice que el ser humano tiene un entendimiento agente o activo, que observando las cosas concretas extrae de ellas las formas, a ese procedimiento lo llama abstracción. Además también posee un entendimiento paciente o pasivo, que aprovecha esas formas que le ha suministrado el entendimiento agente para hacer juicios, razonar, hacer posible la ciencia, etc.
La cuestión del origen del conocimiento ya había sido tratada anteriormente por Agustín de Hipona. La respuesta agustiniana es de carácter innatista. Siguiendo el platonismo, Agustín considera que el verdadero conocimiento radica en las verdades eternas, inmutables, que no se encuentran en los objetos sensibles. Dichas verdades hay que buscarlas en el interior del alma. No obstante, Agustín rechaza la teoría platónica de la reminiscencia. Para sostener la explicación innatista del conocimiento recurre a la teoría de la iluminación divina: las Ideas o perfecciones ya no están en la región inteligible sino que son los pensamientos de Dios, que sirven de modelos de las cosas mutables. Dios ilumina nuestra alma para que alcancemos el conocimiento de las verdades eternas, sin esta iluminación, sin la gracia divina, dado el carácter finito y pecaminoso del ser humano, no sería posible alcanzar la verdadera sabiduría.
¿Cuál es la postura tomista sobre el origen del conocimiento en relación al innatismo agustiniano? Tomás de Aquino rechaza la antropología agustiniana, que considera que el ser humano no es propiamente cuerpo, sino fundamentalmente alma. Para Aquino, sin embargo, el ser humano es indisolublemente cuerpo y alma. Por tanto, el entendimiento, como capacidad del alma, está ligado a un cuerpo dotado de órganos sensoriales. El conocimiento aportado por el entendimiento tiene, pues, su origen en el cuerpo (sensación). El entendimiento humano es como una “tabla rasa”, no posee conocimientos innatos. Tampoco requiere la intervención iluminadora de Dios, Dios ya nos dotó de razón, para alcanzar por nosotros mismos el conocimiento universal, la esencia común de los individuos concretos de una misma clase.
Vistas las dos posturas, queda claro que Santo Tomás defiende una visión más colaboradora entre la razón y la fe, mientras que San Agustín acentúa la primacía de la fe en la búsqueda de la verdad última.
Santo Tomás y la Inteligencia Artificial: Fe y Razón en la Era Digital
La conciliación entre fe y razón en Santo Tomás de Aquino es clave para el debate sobre la ética en la inteligencia artificial (IA). Santo Tomás sostiene que fe y razón no son opuestas, sino complementarias, pues ambas provienen de Dios y conducen al conocimiento de la verdad. Este marco permite analizar el desarrollo y uso ético de la IA.
El avance de la IA plantea interrogantes fundamentales: ¿cómo respetar la dignidad humana? ¿Qué principios deben guiar su implementación? Desde la perspectiva tomista, la razón tiene límites y puede ser iluminada por la fe en cuestiones trascendentales. Santo Tomás defendía que la razón, aunque poderosa, no basta por sí sola para responder a dilemas morales.
La IA también desafía conceptos como el libre albedrío y la responsabilidad moral. Santo Tomás afirmaba que el ser humano es responsable de sus actos porque posee razón. Sin embargo, si las máquinas comienzan a tomar decisiones autónomas, ¿cómo garantizar que respeten la dignidad humana? Aquí, la fe aporta una visión ética, recordando que ninguna creación humana puede sustituir el valor único de la persona.
Además, Santo Tomás defiende el orden natural y el bien común, principios que deben orientar el uso de la IA, evitando que se utilice solo para el lucro o el poder. Su pensamiento inspira un equilibrio entre fe y razón que puede guiar la regulación ética de la IA, asegurando que la tecnología sirva al bienestar humano, al respeto por la dignidad y al bien común.
Ética Científica y la Moral Cartesiana: Reflexiones sobre la Edición Genética
La ciencia moderna avanza a un ritmo vertiginoso, planteando dilemas éticos complejos. Uno de los más relevantes es la edición genética, como el caso de los bebés modificados genéticamente en China en 2018, donde se buscaba hacerlos resistentes al VIH. Este hecho generó un debate global sobre los límites éticos de la ciencia, ya que no se podía garantizar que esta modificación no tuviera un impacto negativo futuro en la salud de los bebés. René Descartes, con su moral provisional, ofrece un marco útil para reflexionar sobre estos problemas.
La moral provisional cartesiana propone actuar con cautela y basarse en principios racionales mientras se desarrollan fundamentos éticos más sólidos. En el caso de la edición genética, este enfoque nos invita a preguntarnos: ¿cuáles son las implicaciones a largo plazo? Aunque la intención inicial puede ser positiva, como prevenir enfermedades, los riesgos de desigualdad, eugenesia o abuso de esta tecnología no deben ignorarse.
Descartes también defendía el uso de la razón como guía para nuestras acciones, subrayando la importancia de evaluar las consecuencias de nuestras decisiones. Por ejemplo, la tecnología, utilizada en la educación, debe enfocarse en mejorar el aprendizaje sin sustituir habilidades humanas esenciales, como el pensamiento crítico o la creatividad.
El pensamiento cartesiano nos recuerda que el progreso científico debe estar al servicio del bienestar humano y no de intereses egoístas o descontrolados. Aplicar su moral provisional en debates como estos permite tomar decisiones responsables y éticas, asegurando que los avances tecnológicos beneficien a la humanidad en su conjunto.