Tomás de Aquino: Filosofía, Ética y las Cinco Vías

Contexto de Tomás de Aquino

Tomás de Aquino nació en 1225 en Roccasecca, un castillo cercano a Aquino, Italia. Su pensamiento se enmarca en la escolástica, corriente filosófica que se desarrolló desde el siglo IX hasta el XV. En el siglo XIII, la escolástica se caracterizó por la adaptación de las tesis aristotélicas al dogma cristiano.

El contexto histórico de Aquino se define por el dominio de la fe cristiana en todos los aspectos de la vida. En esta época surgieron las órdenes religiosas mendicantes (franciscanos y dominicos), el arte gótico y las primeras catedrales góticas. Además, se fundaron las primeras universidades europeas, como la de Salamanca en España. Finalmente, se introdujo el pensamiento aristotélico en Occidente gracias a la conservación de las obras aristotélicas por pensadores árabes como Averroes y Avicena, y su posterior traducción por la Escuela de Traductores de Toledo.

En el siglo XIII, se intentó desarrollar doctrinas filosóficas basadas en las nuevas perspectivas aristotélicas. Entre las obras más importantes de Tomás de Aquino destaca la Suma teológica, donde explica la existencia de Dios mediante cinco vías diferentes.

Debate entre fe y razón

Aquino distingue dos formas de conocimiento: la teología y la filosofía. La teología, basada en la fe, es entendida como un don divino que revela verdades incuestionables. La filosofía, por otro lado, se basa en la razón, la capacidad intelectual para comprender las verdades naturales.

Tertuliano afirmaba que el hombre debía renunciar a la razón y guiarse por la fe para alcanzar la salvación. San Agustín de Hipona, en cambio, consideraba la fe y la razón como caminos diferentes hacia la verdad, donde la fe prevalece por su capacidad iluminadora. El aristotelismo averroísta defendía la superioridad de la razón, pero posteriormente postuló la «doble verdad», la incompatibilidad entre fe y razón, imposibles de juzgar desde la perspectiva contraria.

Tomás de Aquino rechazó la idea de dos verdades distintas, validando ambas como caminos diferentes hacia una misma verdad. Similar a la postura de Agustín de Hipona, Aquino no atribuye a la fe un papel iluminador. Distingue dos tipos de verdades de fe: las que exceden la capacidad de la razón (misterios de la fe) y las que están al alcance de la razón (explicables a través de la existencia de Dios y la creación del mundo).

La cristianización de Aristóteles

Tomás de Aquino integró varios aspectos de la filosofía aristotélica, incluyendo la teoría hilemórfica (materia y forma), la teoría del movimiento (acto y potencia) y el empirismo. También aceptó la visión geocéntrica del universo.

Sin embargo, modificó la concepción aristotélica de la naturaleza, la ontología y la visión del alma. Para Aquino, a diferencia de Aristóteles, solo Dios es necesario y eterno. En cuanto a la ontología, separó sustancia y forma, conceptos inseparables para Aristóteles. Finalmente, coincidió con Aristóteles en que el ser humano es la unión de cuerpo y alma, pero para Aquino, el alma, creada por Dios, es inmortal y regresa a Dios tras la muerte del cuerpo.

Filosofía árabe y judía

En el siglo XII, el pensamiento aristotélico se introdujo en Occidente gracias a la conservación de sus obras por pensadores musulmanes y su traducción en la Escuela de Traductores de Toledo, junto con comentarios de sabios musulmanes. Averroes y Avicena fueron los principales autores musulmanes de este periodo. En el pensamiento judío, destaca Maimónides, quien escribió una obra de introducción a la lógica aristotélica y defendió la armonización entre fe y razón, argumentando que ambas provienen de Dios.

Ética y política

Al igual que Aristóteles, Aquino considera la felicidad (eudaimonia) como el fin último del ser humano. Sin embargo, para Aquino, la felicidad es sobrenatural, alcanzada mediante la búsqueda de Dios y la vida eterna con Él, lo que denomina Bienaventuranza.

Aquino, como Aristóteles, define la virtud como un conjunto de hábitos orientados al bien que se desarrollan con la práctica. El bien es el fin de la naturaleza humana, impulsada por la ley natural. Distingue tres tipos de leyes:

  1. Ley eterna: El orden divino establecido por Dios.
  2. Ley natural: La presencia de la ley eterna en el ser humano, que impulsa al bien.
  3. Ley positiva: Principios políticos que regulan la conducta humana.

Siguiendo a Aristóteles, Aquino prioriza el bien común sobre el individual y defiende la unión entre la Iglesia y los gobernantes para alcanzar la salvación colectiva, incluyendo la deposición del gobernante si se desvía de este objetivo.

Las cinco vías para demostrar la existencia de Dios

Las cinco vías de Tomás de Aquino para demostrar la existencia de Dios siguen una estructura lógica:

  1. Planteamiento del problema: Observación de un fenómeno natural.
  2. Principio de causalidad: Todo lo que existe tiene un origen.
  3. Imposibilidad de regresión infinita: No puede haber una cadena infinita de causas y efectos.
  4. Primer motor inmóvil: Debe existir una primera causa incausada, que es Dios.

1. Vía del movimiento

Inspirada en la Física de Aristóteles y en Averroes. Todo lo que se mueve es movido por algo. Al no poder existir una cadena infinita de motores, debe haber un primer motor inmóvil, que es Dios.

2. Vía de la causalidad

Inspirada en Aristóteles. Todo fenómeno tiene una causa. La imposibilidad de una cadena infinita de causas implica una primera causa incausada, que es Dios.

3. Vía de la contingencia

Inspirada en Avicena y Averroes. Todo en la naturaleza es contingente (podría no existir). Lo contingente requiere un ser necesario que lo haga existir, que es Dios.

4. Vía de la perfección

Inspirada en Platón y Aristóteles. La existencia de seres más o menos perfectos implica un ser perfecto como modelo de comparación, que es Dios.

5. Vía del orden

Inspirada en Aristóteles y la teleología. El orden en la naturaleza no puede ser producto del azar, sino de una inteligencia ordenadora, que es Dios.

Objeción a las cinco vías: la existencia del mal

La existencia del mal se presenta como una objeción a la idea de un Dios infinitamente bueno. Aquino interpreta el mal como subordinado a un bien mayor, un efecto secundario que permite el desarrollo de virtudes a través del arrepentimiento, el dolor y la culpa. Los males físicos y morales son, por tanto, oportunidades para el crecimiento personal dentro de un contexto de bien mayor.

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