La verdad en Kant
La teoría de Kant se basa en la existencia de formas a priori como condiciones del conocimiento de los objetos de la experiencia. El giro copernicano indica que los objetos se rigen por la facultad de conocer. A priori no puedo conocer nada acerca del objeto empírico (a posteriori), pero sí acerca de las condiciones trascendentales del conocimiento de los objetos de la experiencia. Kant llama trascendental, no tanto al conocimiento de los objetos, sino al modo de conocerlos en tanto ha de ser posible a priori. Dice: «todo nuestro conocimiento comienza en la experiencia, pero no todo él procede de ella, el conocimiento resulta de lo dado a la experiencia y lo opuesto por el sujeto».
Primero aplicamos las intuiciones sensibles a los objetos y luego conocemos intelectualmente aplicando las categorías. «Lo que no es intuido no puede ser pensado». Esto quiere decir que no existen ideas innatas, pero además, la experiencia no es la única fuente del conocimiento. Y dice: «el entendimiento no puede intuir ni la sensibilidad pensar, los conceptos son vacíos sin intuiciones y las intuiciones ciegas sin conceptos». Las categorías son conceptos puros.
La verdad como propiedad de la realidad
La verdad se refiere a las cosas, a su ser, a lo que las cosas son. Para los filósofos de la época clásica, la verdad es la adecuación de las cosas consigo mismas, es la realidad misma de las cosas. Parménides escribe: «la misma cosa existe para el ser y para el pensar» y Platón afirma que el mundo de las ideas es la «verdadera realidad».
Y si la verdad es la realidad, la falsedad es la irrealidad o la apariencia, lo que aparenta ser, pero no es realmente: de manera que conocer la verdad consiste en ir más allá de lo aparente quitando lo que oculta la realidad. Pero, la verdad (la realidad) no puede ser simplemente lo que se muestra a los sentidos, ya que la «realidad material» está en continuo cambio. La «realidad auténtica» que permanece estable y sin cambio, está oculta y solo se puede conocer a través de la razón.
La verdad como propiedad del juicio
Entre griegos y escolásticos medievales se dio una concepción epistemológica de la verdad, porque, en sentido estricto, las cosas no son ni verdaderas ni falsas. Lo verdadero o falso es lo que se afirma o se niega de ellas, lo que se dice o lo que se piensa: el juicio acerca de algo. O, lo que es lo mismo: la verdad no es una propiedad de la realidad, sino de los enunciados. Por eso, la definición tradicional de verdad, de alguna manera anticipada por Aristóteles, aunque elaborada por Tomás de Aquino es: «la adecuación entre la cosa y el entendimiento», esto es, la coincidencia o correspondencia entre lo que se dice (o escribe o piensa) con los hechos (o con la realidad). Esta concepción de la verdad ha dado lugar a lo que se conoce como teoría de la correspondencia o teoría del reflejo.
La verdad como correspondencia
La teoría de la correspondencia afirma que un enunciado es verdadero si lo que describe corresponde a los hechos tal como se conocen. Pero no todo es tan sencillo. Por una parte, porque la correspondencia puede entenderse en un sentido fuerte: como identidad o como igualdad total entre lo que se enuncia y lo que es; y en sentido más flexible: como algún tipo de relación entre lo enunciado y el conocimiento que se tiene de los hechos. Por otra, porque el conocimiento de los hechos ya supone una cierta verdad en lo conocido: lo que se dice es verdadero si corresponde con lo que se sabe que es verdad que ocurre. Por ejemplo, se puede decir que es verdad afirmar que la nieve es blanca porque coincide con lo que se sabe.
La teoría semántica de la verdad
Tarski propuso el nombre de teoría semántica para designar una concepción de la verdad «materialmente adecuada y formalmente correcta» que precisa las condiciones formales que debe cumplir un lenguaje para poder definir la verdad en el sentido tradicional de correspondencia. Se trata de un intento de determinar las condiciones lógicas que debe tener toda definición de verdad para evitar las contradicciones y paradojas que surgen de la definición tradicional.
La teoría pragmática de la verdad
Propuesta por Peirce y, sobre todo, por Williams James, afirma que una proposición es verdadera si en la práctica tiene consecuencias útiles y es aceptada como verdadera por todo aquel que tiene suficiente información sobre lo que en ella se dice. Una proposición científica, por ejemplo, es verdadera si efectivamente funcionan sus consecuencias y si es aceptada por la comunidad de científicos de la especialidad a la que pertenece, aunque esto no es obstáculo para que esa misma proposición sea considerada falsa si es sustituida por otra que funcione mejor.
La teoría de la verdad como consenso
Para esta teoría, cuyo mayor defensor es J. Habermas, la verdad no es exactamente una propiedad del enunciado, sino una exigencia ideal, de cualquier enunciado, que consiste en pedir de todos un cierto asentimiento o consenso de lo que se afirma, una vez expuestas todas las argumentaciones y justificaciones pertinentes. Los seres humanos no tienen otra forma de acceder a la verdad que no sea aduciendo razones, escuchando las de otros y viendo si pueden llegar a un consenso.