Contexto Histórico y Filosófico de Nietzsche
La vida y el pensamiento de Friedrich Nietzsche (1844-1900) se enmarcan principalmente en el siglo XIX. Este siglo se caracterizó por una contradicción fundamental: el vertiginoso despliegue de los conocimientos y el desarrollo tecnológico frente al crecimiento de una población europea cada vez más empobrecida. Fue una época de revoluciones obreras, del surgimiento de movimientos internacionalistas de trabajadores, del socialismo y el anarquismo. La cultura reflejó la confrontación entre los valores aristocráticos del Antiguo Régimen y los emergentes valores democráticos.
A finales del siglo XIX, el Imperio alemán, liderado por Prusia bajo el reinado de Guillermo I y con Otto von Bismarck como canciller, experimentaba un auge económico significativo. Tras la victoria en la guerra franco-prusiana, en la que Nietzsche participó como enfermero voluntario, Alemania se consolidó como una potencia mundial.
Nietzsche se desenvolvió en el contexto del Romanticismo, un movimiento que exaltaba la pasión frente a la razón ilustrada, lo tradicional frente a lo nuevo, y que se manifestaba en la música, la pintura y la poesía, provocando a la burguesía. Estos artistas, a menudo bohemios, mostraban un talante aristocrático y elitista.
En esta época surgió el Impresionismo pictórico, rompiendo con la tradición anterior. La música de Richard Wagner alcanzaba su apoteosis con su concepción del drama musical como la unión de todas las artes.
El Positivismo dominó la filosofía de la segunda mitad del siglo XIX. Nietzsche utilizó este positivismo para reducir toda manifestación metafísica a una explicación científica. Los avances científicos en física, biología y medicina generaron un ambiente de cientificismo y fe en el progreso.
Desarrollos Filosóficos Post-Hegelianos
Tras la filosofía de Hegel, surgieron diversos movimientos, los «ismos», que afianzaron aspectos argumentativos anulados por el edificio conceptual hegeliano. Entre ellos, el existencialismo, el materialismo y el vitalismo. El vitalismo, en particular, afirmaba la vida como el eje central de la realidad. Esto condujo al irracionalismo, que sostenía que la razón no es capaz de conocer ni experimentar el mundo, siendo necesario acudir a otras instancias. En la filosofía de Nietzsche, vitalismo e irracionalismo se unen, constituyendo un sistema filosófico propio. Nietzsche no ocultaba su pasión por el «todo fluye, nada permanece» de Heráclito.
«El Ocaso de los Ídolos»: Una Crítica Radical
El crepúsculo de los ídolos, también traducido como El ocaso de los ídolos, subtitulado por Nietzsche «Cómo se filosofa con el martillo», fue escrito en 1888. Esta obra presenta una crítica demoledora a la tradición occidental, abarcando la ciencia, las religiones, la moral y la filosofía. Los «ídolos» a los que se refiere el título son las verdades establecidas hasta entonces. El título sugiere el fin de la vieja verdad. Su estilo, lleno de metáforas, dota a la obra de una riqueza lírica que la hace atractiva incluso para neófitos.
Nietzsche Frente a Platón: Un Contraste Filosófico
Nietzsche y Platón compartieron un cierto estilo poético y la defensa del sentido de la existencia. Sin embargo, mientras Platón abogaba por una aristocracia del conocimiento, Nietzsche defendía una aristocracia de los creadores de nuevos valores.
Nietzsche rechazaba los valores objetivos y eternos que, según él, paralizan la vida como creadora de valores y anulan la libertad del hombre. Frente a la Idea del Bien única de Platón, Nietzsche proponía una pluralidad de significados; frente al monoteísmo, el politeísmo; frente a la verdad, la interpretación; frente a la unidad, el devenir y la diferencia.
Nietzsche responsabiliza a la filosofía socrático-platónica de la creación de una verdad racional inmutable que ha causado la «decadencia» de la cultura occidental, considerándola el origen del nihilismo. Para Sócrates y Platón, la felicidad se alcanza en una vida verdadera que no es esta, lo que para Nietzsche supone un resentimiento frente a la única vida, que es esta. La exaltación de la razón y la virtud, según Nietzsche, ha llevado al hombre a una vida descendente, degenerada y al nihilismo.
A diferencia de Platón, Nietzsche defiende el carácter relativo de los valores, considerándolos meros sistemas de preferencia. Según él, somos nosotros quienes, en función de nuestros intereses y necesidades, establecemos lo que es bueno. Toda moral es la afirmación de un tipo de vida, ya sea noble o débil, ascendente o descendente. Platón, por otro lado, defiende una concepción intelectualista de los valores morales. Para Nietzsche, los valores están vinculados al sentimiento y a la vivencia. La ecuación socrático-platónica desemboca en un determinismo moral: si conozco el bien, no puedo dejar de seguirlo; la ignorancia genera el mal. Para Nietzsche, los valores nacen de la voluntad de poder, de la fuerza instintiva y afirmadora de los creadores de valores.
Platón defiende el dualismo ontológico y epistemológico. El hombre está compuesto de alma y cuerpo y debe seguir un proceso dialéctico: dejar de lado lo sensible y ascender gradualmente mediante la razón. Para Nietzsche, ese mundo verdadero es un engaño; los signos distintivos de las Ideas, del ser, muestran su falsedad, son signos del no-ser: eternidad, inmutabilidad, perfección, unidad, etc. Nietzsche busca nuevas formas de expresar el conocimiento, alejándose de la identificación platónica con la luz y la claridad, y acuña una nueva metáfora no óptica: la de la fuerza, la voluntad de poder.
La Influencia de Nietzsche en la Cultura Contemporánea
La Realidad como un Perpetuo Devenir Caótico
La concepción nietzscheana de la realidad como un devenir caótico ha tenido una notable influencia en la cultura contemporánea. Músicos, pintores y escritores como Pío Baroja y Unamuno han encontrado inspiración en ella. Hermann Hesse, en «El lobo estepario», refleja esta influencia. Incluso una parte significativa de la física contemporánea ha seguido esta línea, pensando la realidad en términos de procesos energéticos e introduciendo el azar en sus teorías, como se observa en la teoría del caos.
Lo Superior Proviene de lo Inferior
Existe una tendencia a menospreciar el valor de una verdad cuando se descubre su origen. Por ejemplo, si se encuentran predecesores de un escritor, se tiende a desvalorizarlo. Si el comportamiento ético tiene una base biológica, parece quedar desacreditado. Esto compromete la integración de los instintos animales, dificultando que nos sirvan como propulsión.
Los Sentidos como Fuente de Verdad
El éxito del método científico ha consagrado el prestigio del conocimiento basado en la experiencia sensible. Hoy en día, es inconcebible un conocimiento sobre la realidad que no parta de la información de los sentidos. En el siglo XX, el neopositivismo llegó a negar que una proposición sobre lo real que no pueda ser verificada pueda tener significado.
El Lenguaje Embaucador
El análisis del lenguaje ha recibido una atención preferente en el siglo XX y sigue gozando de un interés destacado. Este interés se justifica por fenómenos como el fascismo y sus oradores, la sociedad de consumo y la propaganda, la expansión del modelo democrático y la necesidad de los partidos de persuadir al electorado. Es imposible reflexionar sobre la sociedad contemporánea sin atender a esta dimensión comunicativa. Corrientes como la hermenéutica han puesto de relieve que «el hombre es lenguaje».
El Perspectivismo
La idea de que todo conocimiento está mediatizado por las peculiaridades de la subjetividad es un aspecto de la filosofía de Nietzsche plenamente vigente. Ha influido en numerosos ámbitos culturales: en las ciencias naturales se ha asumido un punto de vista perspectivista y falsacionista, y en la teoría de los valores ha contribuido a criticar el modo intelectualista y etnocentrista con que la sociedad occidental justificaba los valores morales.
La Actitud de Sospecha ante las Verdades Establecidas
A Nietzsche se le considera, junto con Marx y Freud, uno de los «filósofos de la sospecha», descubridores de las falsificaciones de la conciencia. Esta sospecha no recae ya sobre las cosas tal como aparecen, sino que se duda de la conciencia misma, de su capacidad de fabulación y autoengaño.
Crítica a la Metafísica
Ha habido muchos intentos en la filosofía contemporánea de superar, abatir o ignorar la metafísica. Feuerbach la consideraba una «psicología esotérica», una proyección de categorías humanas a una realidad trascendente imaginada (Dios). Heidegger consideró a Nietzsche el «último metafísico». Para el neopositivismo, las proposiciones metafísicas tienen un significado puramente emotivo.