“¿Qué es Filosofía?” Ortega expone las nuevas categorías con las que debe ser apresada esa realidad radical que persigue. Así, la primera palabra que elegirá del lenguaje coloquial para referirse a esa coexistencia radical entre el pensamiento y la cosa pensada, y en torno a la cual girarán todas las demás, será el término “vida”. A través de él, Ortega desea expresar la coexistencia de mi yo con el mundo, pues lo más fundamental, antes que la cosa en sí o la idea de la misma, es el estar yo ahí en relación directa con la cosa que propiciará mi pensamiento. Entre la cosa en sí y mi pensamiento hay una interdependencia, una dependencia recíproca, una correlación, una coexistencia, a la que Ortega se refiere con el término “vida”.A partir de aquí, expone cuáles son las características más básicas, las nuevas categorías que nos pueden permitir una concepción articulada y más profunda de este dato radical. En ese sentido, Ortega afirmará que el primer atributo esencial que debemos tener en cuenta cuando hablamos de la “vida”, como dato radical, es que ésta consiste en un coexistir del yo junto a la cosa, pero en el que al yo le acontece un enterarse, un darse cuenta, un advertirse, un saberse y comprenderse de que se está ahí con la cosa. Se trata de un encontrarse a sí mismo en el mundo y, en tanto que así se sabe, se advierte en plena relación con la cosa, en plena ocupación con ella, haciéndose cargo de ella y de todos cuantos seres le rodean a ese yo y configuran su mundo circunstancial.Otra característica que Ortega saca a la luz es el carácter súbito e imprevisto que posee la vida, al encontrarnos con ella de manera inesperada, de forma sobrevenida, sin haberlo elegido, como habiendo sido arrojados a la vida.Ello conllevará que, al vernos así viviendo y teniéndonos que ocuparnos de lo que nos circunda, deberemos elegir, entre las posibilidades que se nos abran, qué hacer. No podremos evitar hacer uso de nuestra libertad, decidiendo en todo momento qué vamos a elegir, cómo nos vamos a ocupar con lo que propiamente no somos nosotros, pero nos configura y mediatiza irremediablemente. Vivir es un constante decidir qué vamos a ser y, en ese sentido, es también un constante proyectarse en el futuro, con lo que encontramos que el tiempo, en el que transcurre nuestra vida, resulta un atributo inherente a esa realidad radical.Todas estas nuevas categorías articularán la lógica de esa razón vital, a saber, encontrarse en el mundo, ocuparse, estar arrojado, libertad, proyección en el tiempo, de ese raciovitalismo que Ortega propone como alternativa al racionalismo tradicional, ineficaz a la hora de dar cuenta de la nueva concepción de ser básicamente dinámico que propone el filósofo español.
3.La vida humana, histórica y social
En su obra “Historia como sistema”, Ortega llega a integrar el tema de la razón vital con el de la razón histórica. Tras volver a dejar claro que la vida humana es para este filósofo la realidad radical indubitable, recuerda que la vida no nos es dada, que precisamos hacérnosla a nosotros mismos en cada instante, decidiendo sin cesar cuál será nuestro próximo movimiento.
Ahora bien, la opción adoptada debe comprenderse en el marco de las convicciones previas que la condicionan. Todo hombre se encuentra siempre en alguna creencia y la estructura que su vida acabe tomando se encontrará condicionada por ese conjunto de creencias, por ese conglomerado de convicciones previas, que vienen a configurar su repertorio espiritual.
Estas creencias no deben ser confundidas con las ideas que el hombre posee, con lo que el hombre piensa, bien sea en sentido general o con respecto a cuestiones concretas. La creencia es producto del desempeño de la vida misma, del acto de vivir, que se establece como fundamento de cualquier ulterior decisión. Las creencias constituyen el estrato básico, el más profundo de la arquitectura de nuestra vida. Vivimos en ellas, pero no solemos reparar en ellas. A diferencia de las ideas, que las hemos alumbrado y las tenemos, las creencias, más que tenerlas, somos.
Se encuentran ordenadas jerárquicamente y el descubrimiento de su orden secreto posibilitará la comprensión de las ideas y las decisiones que los hombres, en sus particulares circunstancias históricas, han venido adoptando. De ahí que para Ortega resulte vital sacar estas creencias a la luz.Una de las creencias más arraigadas de la modernidad es la fe en la ciencia.
Sin embargo, denuncia que en el siglo XX el racionalismo, la razón físico-matemática, esa fe en la ciencia ha entrado en crisis. Para este pensador, la causa estriba en el fracaso que esta modalidad de raciocinio muestra a la hora de sacar a la luz la naturaleza humana. “Lo humano se escapa a la razón físico-matemática como el agua por una canastilla”, dice Ortega. Pero esta crisis se manifiesta también en que la ciencia moderna ha perdido todo referente real, se ha quedado en puro intelecto, en puro juego lógico, y sólo conserva ya una dimensión pragmática.De ahí que para Ortega resulte vital sacar estas creencias a la luz.Una de las creencias más arraigadas de la modernidad es la fe en la ciencia. Sin embargo, denuncia que en el siglo XX el racionalismo, la razón físico-matemática, esa fe en la ciencia ha entrado en crisis. Para este pensador, la causa estriba en el fracaso que esta modalidad de raciocinio muestra a la hora de sacar a la luz la naturaleza humana. “Lo humano se escapa a la razón físico-matemática como el agua por una canastilla”, dice Ortega. Pero esta crisis se manifiesta también en que la ciencia moderna ha perdido todo referente real, se ha quedado en puro intelecto, en puro juego lógico, y sólo conserva ya una dimensión pragmática.
Ello ha dejado al hombre huérfano de realidad y éste no sabe ahora a qué atenerse, en qué basarse, qué es lo que posee auténtico valor y qué no. No encuentra una razón que le lleve a lo auténticamente real y le sirva al hombre de referente, de horizonte en pos del cual canalizar su vida.