La filosofia de Hegel surge, como toda verdadera filosofia, en estrecha dependencia con la
situación social, cultural y filosófica de su tiempo, y en un intento de respuesta racional y de
ultimidad a los problemas pendientes de dicha situación. La situación o marco en que se inscribe y
crece la obra de Hegel es singularmente compleja. Vamos a señalar los que quizá puedan ser
considerados momentos fundamentales de ese marco.
l. El marco histórico-sociaI
La filosofia de Hegel tiene, como pocas, una clara concreta y rica implantación político-social, se
alimenta y vive en estrecha relación con los acontecimientos de su tiempo, repiensa y reasume tocia
la tradición occidental y elabora una teoría o idea sobre la realidad eri la multiplicidad de sus
formas y aspectos, teoria encaminada a proponer e iniciar una más piena realización de la libertaci y
de la razón. Y es que la situación histórica dei tiempo de Hegel constituye, a su juicio, una falta de
Es preciso, pues, poner a la realidad en consonancia con las exigencias que impone la
razón. La situación histórica viene configurada por:
A. La situación de Alemania.
La Guerra de los Treinta Años dejó a Alemania muy atrasada «política y económicamente». No
existía en ella un estado moderno, sino antes al contrario un excesivo acantonamiento levantado
sobre un feroz despotismo feudal, tanto más fuerte cuanto se carecía de una jurisdicción
centralizada. Alemania no era un Estado. La libertad estaba sometida, y la censura privaba aun de la
expresión libre; se atacaba la cultura y en general todo lo que significaba «ilustración». Y, de otra
parte, había un numerosísimo campesinado, la industrialización era mínima y se carecía de una
clase media poderosa que pudiera tratar de transformar tal estado de cosas.
Hegel vivió la Alemania de su tiempo como un ataque a sus aspiraciones democráticas y a la
libertad, y concibió muy ciaramente la necesidad de un estado moderno y racional; y, en
consecuencia, la urgencia filosófica de una «idea o concepto de estado racional».
B. El ideal de la «polis» griega.
Como contrapunto de este estado de cosas, de esta atomización radical de la vida, la «polis griega»
aparece ante Hegel como un modelo crítico respecto al presente. En la polis griega se cumplía la
armonización del individuo con el «todo social», la vida del hombre consistía, discurría y se
agotaba en la vida y en el «espíritu» de la polis. Hasta el punto de que el individuo no era nada al
margen y separado (abstraído) de la comunidad cultural, social y política de la «ciudad». Muy
importante es al respecto el concepto de «espíritu del pueblo» (Volksgeist). Tal espíritu es el único
concreto y efectivo, ya que el otro, el espíritu individual, no es abstracto y, tomado en su
abstracción, irreal y sin vida. En el «espíritu del pueblo» se «constituye», realiza y plenifica el
individuo. Sin embargo, juzga Hegel, esta realización y armonía resulta deficiente y meramente
«formal», ya que el individuo todavía no ha descubierto la conciencia de su propia individualidad y
de su libertad. En la polis griega sólo algunos llegaron a ser realmente libres.
C.El cristianismo y el descubrimiento de la «subjetividad» y de la «conciencia».
El cristianismo viene a significar, con respecto a la «polis griega», negativamente, la disolución de
la vida armónica y en conjunción originaria e interna con la «comunidad» social; y, positivamente,
el descubrimiento del concepto de «subjetividad», que será interpretado por Hegel como un
momento absolutamente necesario para la realización plena de la libertad y el desarrollo y
perfección del espíritu. La religión constituye para Hegel un aspecto fundamental de la vida de un
pueblo.
El concepto de «subjetividad» vendrá a significar, en ultimo termino, una función crítico-negativa
con respecto a la positivización que de la vida religiosa y en general de la vida político-social puede
hacerse. El término «positividad» viene a significar la «constricción» que se le impone a la vida
desde o por una realidad impuesta de un modo «exterior» y por la fuerza de la tradición, sin estar
fundamentada y justificada ante la propia razón. «Positividad» vendría a equivaler a «alienación».
Pues bien, el hallazgo de la «subjetividad» y su carácter de principio racional y libre representará
por siempre, a juicio de Hegel, un principio rector en la organización social y política de la vida del
espíritu.
D. La revolución francesa.
Fundamentalmente la revolución significó para Hegel el hacerse valer y el triunfo de la razón:
enunciaba el valor supremo de la razón sobre la realidad. E] principio de la revolución establecía
que el pensamiento debe gobernar la realidad y el orden político-social; «todo lo racional es real»,
dirá Hegel, esto es, solo puede considerarse como verdadera realidad aquella que realiza las
exigencias y los fines de la razón. La revolución se proponía aunar la vida social-comunitaria con el
principio de la «subjetividad», en el sentido expuesto, con la realización de la libertad y el saberse
libre.
Sin embargo, la experiencia del terror, que Hegel interpretó como la exasperación del principio
subjetivo de la libertad (en la forma de una «virtud subjetiva» -Robespierre- y como «voluntad
interna», lo cual «trae consigo la tiranía más terrorífica»), la experiencia del terror, decíamos,
mostró a Hegel la tremenda dificultad de conjugar racionalmente la libertad del hombre y la
organización político~social en un equilibrio en el que ninguno de los polos o momentos sea
reducido y disuelto en el otro, pues en tal caso se acabaría con la libertad objetiva y con la vida del
espíritu.
2. El marco filosófico.
La obra de Hegel puede considerarse como la madurez filosófica y cultural de la tradición
occidental; su filosofía pasa por ser el último gran sistema filosófico, en el que confluyen y
conjugan prácticamente todas las filosofías anteriores. El propio Hegel ha concebido e interpretado
su sistema filosófico como la maduración y realización plenas, en una interna unidad, de todas las
filosofías anteriores, que serán así consideradas corno momentos que llevan a la obra o sistema
hegeliano, y que por consiguiente quedan recogidos -si bien transformados en él.
Por ello la detenida explicitación del marco filosófico de la obra de Hegel requeriría un
repaso de toda la filosofía occidental y su reasunción como un momento de la obra o sistema
hegeliano, tal y corno él mismo lo lleva a cabo en sus Lecciones sobre la historia de la filosofia.
Importa, sin embargo, sobremanera, y con ello bastará, hacer dos fundamentales indicaciones.
En primer lugar, que la filosofia de Hegel se propone pensar la relación entre los dos grandes
y fundamentales conceptos alumbrados en la tradición filosófica anterior: naturaleza y espíritu. El
primero, objeto principal de investigación por parte de la filosofia griega; el segundo,
descubrimiento del cristianismo y sobre e] que se apoyó y giró especialmente la filosofia moderna
(desde Descartes), bajo el nombre de conciencia o subjetividad. El proyecto filosófico hegeliano
consiste en pensar la interna unidad y conexión entre uno y otro, de modo que quepa elaborar
una teoría unitaria, total y cerrada sobre la realidad en su totalidad. Mas para ello se requiere
que Hegel lleve a cabo una crítica y superación de aquella filosofia que, a su juicio, había alcanzado
la mayor madurez «crítica y reflexiva» y que, sin embargo, ofrecía las mayores dificultades para ese
proyectado «sistema unitario, cerrado y total» en que debe consistir la filosofia. Aquella filosofia es
la filosofia de Kant.
A este respecto importa recordar cómo la filosofia kantiana había establecido y mantenía como
«insuperables» las siguientes distinciones y escisiones:
a) La distinción entre entendimiento y razón. El entendimiento era una facultad
cognoscitiva de lo «finito y limitado», que solo alcanza a saber de las cosas en cuanto simples
«fenómenos». La razón «tiende», es verdad, a lo infinito y absoluto, a lo incondicionado, que, en
caso de poder ser alcanzado cognoscitivamente, puede fundar y hacer posible un conocimiento o
saber absoluto y total; la razón se orienta y busca lo «absolutamente incondicionado», el «en sí»
absoluto. Sin embargo, en este su proyecto, queda en mera intención, sin que le sea dado a la razón
(al menos en la interpretación que Kant hizo de ella) alcanzar lo absoluto: la razón busca la
totalidad, pero sin poder alcanzarla. De ahí, aunque «formalmente» sea una razón absoluta,
«materialmente» y en su ejercicio es siempre finita y limitada. La distinción y escisión entre
«entendimiento» y «razón» trae consigo una no menor ni menos grave escisión, a saber:
b) La distinción en la realidad (o como Kant la denomina, la distinción de todos los objetos
en general) entre fenómeno y noúmenoo cosa en sí (utilizaremos en este contexto ambos términos
corno sinónimos). Esta radical distinción y escisión significa que, al menos para el saber y el
conocimiento, el orden de la realidad está dividido, sin que sea posible, en consecuencia, elaborar
una teoría una, absoluta y total sobre la realidad en su integridad, ni se pueda desechar, al menos, la
«hipótesis» de que no todo lo real es racional, es decir, en consonancia con la naturaleza y al
alcance de la razón humana, que en cuanto finita tiene que dejar un ámbito inalcanzable a su poder
y, por ende, incognoscible.
Las dos distinciones señaladas imponen, a su vez, una tercera, a saber:
c) La distinción y separación entre el ser y el deber ser . En esta tercera distinción cabe
señalar las «limitaciones» ya indicadas en las dos anteriores, pero además encierra, de un modo
especial y ello es lo más importante en su caso, la radical separación entre la «mera teoría» y la
«praxis», entre el «pensamiento» y la «acción», con la gravedad, a juicio de Hegel, de que tal
radical separación aboca al fracaso, en último término, tanto la tarea de la teoría corno la de la
praxis, pues su desajuste y separación es estructural y permanecerá siempre abierto , con la
consiguiente imposibilidad de «realizar» plenamente el «deber-ser», que, sin embargo, se presenta y
se quiere imponer como absoluto y plenamente «real y efectivo».
d)Las tres parejas de distinciones y escisiones señaladas pueden quedar recogidas en una
cuarta: la «escisión» entre lo finitoy lo infinito(o con otras expresiones, entre el «mundo» y
«Dios», la «naturaleza» y el «espíritu», etc.). Con la grave circunstancia, además, de que en un
«infinito» distinto y separado de lo «finito» se convierte, dice Hegel, en «finito».
Aristóteles concibió expresamente la idea de la filosofia como lo que su mismo nombre
indica: una «tendencia» (filo-) a la «sabiduría» (-sofía), es decir, la tendencia a un saber universal y
necesario de la totalidad de lo real. Para Kant, la filosofia, aunque ha de pugnar por conseguir
semejante saber absoluto y total (devenir un «sistema», dice Kant), sin embargo es una tarea
inalcanzable para la razón humana finita: por eso justamente la filosofia para Kant no puede ser sino
«crítica». Hegel anuncia que la filosofia tiene que dejar de ser «tendencia» al saber, para ser un
efectivo y pleno «saber», para ser ciencia (Wissenschaft, escribe é1). Es decir, no «crítica», sino
sistema: el sistema absoluto de la totalidad de lo real, un «sistema racional».
Este es, ni más ni menos, el proyecto hegeliano. Semejante proyecto tiene una clara
naturaleza y significación «teórica» o de interpretación de la realidad; pero surge desde un marco
histórico-social, se alimenta desde su implantación mundana y procura «iluminar» el sentido en que
la realidad, toda la realidad, y especialmente la realidad histórica y social, tiene que llegar a ser
plenamente racional. El adjetivo que mejor cuadra a la concepción hegeliana de la realidad es el de
«dialéctica».
l. Sentido de la dialéctica
El nombre de «dialéctica», que tiene una muy antigua tradición en la filosofia (desde Platón hasta
Kant), está especialmente unido al nombre de Hegel, hasta el punto de que el adjetivo «dialéctico»
sirve para caracterizar muy precisamente toda su filosofía (tanto su idea del conocimiento y del
método como su idea o teoría acerca de la realidad: así se habla de método dialéctico o de
naturaleza dialéctica de lo real). Dado este estrechísimo y total recubrimiento entre «filosofía de
Hegel» y “Dialéctica», la idea o concepto que se tenga de la primera modelará y teñirá el de la
segunda, o viceversa. Hegel es considerado corno un filósofo «idealista» (aunque no siempre se
sepa muy bien y claramente lo que este termino quiere decir en el caso de Hegel), y, en
consecuencia, la “dialéctica hegeliana» es considerada como algo sumamente abstracto, sin una real
referencia concreta a la realidad y a sus dimensiones histórica, social, política, etc. La «dialéctica»
sería entendida corno un mero e incontrolado juego entre «conceptos»; al igual que la filosofia
hegeliana sería entendida corno la ensoñación que reduce lo real y la multiplicidad de sus formas a
«meros» conceptos o ideas («idealismo»). Sin embargo, semejante modo de entender la cuestión es
excesivamente vago y desfigurante.
A. Carácter concreto e histórico de la dialéctica.
Ya señalábamos que la filosofia de Hegel surge en un preciso marco histórico y social, tratando de
interpretar muy real y concretamente la situación «escindida» y de «falta de libertad» del hombre.
El termino «dialéctica» es utilizado por Hegel para comprender y expresar la real situación del
mundo; en la «dialéctica» hegeliana alienta, pues, una voluntad de efectiva implantación en una
realidad escindida, alienada, contradictoria y que pugna por superar tal situación. La dialéctica
hege_ liana, como ha escrito el pensador marxista Ernst Bloch, «no es un parto virginal de la
supuesta vida propia de los conceptos»; antes al contrario, «hay en la dialéctica hegeliana algo de
viento de fronda, el hálito de la transformación de lo existente que sopla del lado de la revolución
francesa» (Bloch, El pensamiento de Hegel, F. C. E., Méjico, págs. 113 y 96, respectivamente). La
dialéctica hegeliana tiene, pues, una clara radicación concreta e histórica. La dialéctica expresa, de
una parte, la contradicción del mundo existente; y, de otra, la «necesidad» de superar los
límites presentes, movida esa exigencia de superación por la necesidad de una realización total y
de un modo efectivo ( en una organización y estructuración social y política) de la libertad y de la
infinitud.
b La diaiéctica como estructura de la realidad.
Y, en otro sentido, la dialéctica, en cuanto expresión de la filosofia de Hegel, significa la
radical oposición de Hegel a toda interpretación fragmentaria y atómica tanto de la realidad corno ‘
en consecuencia, del conocimiento. El carácter dialéctico de lo real significa que cada cosa es lo que
es, y solo llega a serlo, en interna relación, unión y dependencia con otras cosas, y, en último
término, con la totalidad de lo real. La filosofia hegeliana, en cuanto diaiéctica, ofrece así una
concepción relacional de la realidad y concibe la. realidad como un todo, sin que ello afecte para
nada a la relativa independencia de cada cosa en su singularidad. La concepción dialéctica de lo real
se opone al craso «positivismo» y a la interpretación empírico-fáctica de la experiencia. Frente a la
pretendida originariedad, autonomía e independencia de los «hechos» tal y como son “dados» de un
modo inmediato en la experiencia, la estructura dialéctica de lo real acaba por mostrar que los
«hechos» no son sino el precipitado y el resultado de un «subterráneo» juego de relaciones, que son
las que realmente, y en última instancia, constituyen y agotan a las cosas, a pesar de su presunta,
inmediata y aparente consistencia y autarquía individual. Para un pensamiento dialéctico «los
hechos no son, de por sí, en realidad, otra cosa que lo que el mar de los entronques dialécticos
hace salir, diluido, a la superficie asequible a los sentidos. Este mar, con sus corrientes, es lo que el
conocimiento científico tiene que sondear, sin limitarse a ver la simple inmediatez de los hechos;
éstos no son otra cosa que simples indicios para el verdadero conocimiento»(Bloch, o. c., pág.
283).
Pero además el carácter dialéctico de lo real no sólo significa su «naturaleza relacional»,
sino más originariamente incluso el que cada cosa sólo es lo que es, y llega a serlo, en su continuo
devenir y proceso; es decir, la realidad, en cuanto dialéctica, no es fija ni determinada de una vez
por siempre, sino que está en un inquieto proceso de transformación y cambio, cuyo motor es, a la
par, tanto su interna contradicción, limitación y desajuste en relación con su exigencia e intención
de totalidad, infinitud y absoluto, como la interna relación en que está con otra cosa o realidad, que
en este respecto aparece corno su contrario. La realidad en cuanto dialéctica es, pues, procesual,
regida y movida por la contradicción, internamente relacionada (inter-relacional), y
constituída como oposición de contrarios. De este modo, cada realidad particular remite a la
totalidad, al todo, y sólo puede ser comprendido y explicado en relación al lodo; y, de otra parte,
cada realidad, cada cosa no es sino un momento del todo, que se constituye en el todo, pero que
también queda asumida y disuelta en el todo. Con razón, pues, Hegel expresa, de un modo preciso y
breve, cuanto venimos diciendo, en la frase “Lo verdadero es el todo»: (Frase que puede sonar,
ciertamente, a abstracta, pero que en realidad tiene un significado muy concreto y unas
consecuencias de extrema importancia.
situación social, cultural y filosófica de su tiempo, y en un intento de respuesta racional y de
ultimidad a los problemas pendientes de dicha situación. La situación o marco en que se inscribe y
crece la obra de Hegel es singularmente compleja. Vamos a señalar los que quizá puedan ser
considerados momentos fundamentales de ese marco.
l. El marco histórico-sociaI
La filosofia de Hegel tiene, como pocas, una clara concreta y rica implantación político-social, se
alimenta y vive en estrecha relación con los acontecimientos de su tiempo, repiensa y reasume tocia
la tradición occidental y elabora una teoría o idea sobre la realidad eri la multiplicidad de sus
formas y aspectos, teoria encaminada a proponer e iniciar una más piena realización de la libertaci y
de la razón. Y es que la situación histórica dei tiempo de Hegel constituye, a su juicio, una falta de
Libertad
Es preciso, pues, poner a la realidad en consonancia con las exigencias que impone la
razón. La situación histórica viene configurada por:
A. La situación de Alemania.
La Guerra de los Treinta Años dejó a Alemania muy atrasada «política y económicamente». No
existía en ella un estado moderno, sino antes al contrario un excesivo acantonamiento levantado
sobre un feroz despotismo feudal, tanto más fuerte cuanto se carecía de una jurisdicción
centralizada. Alemania no era un Estado. La libertad estaba sometida, y la censura privaba aun de la
expresión libre; se atacaba la cultura y en general todo lo que significaba «ilustración». Y, de otra
parte, había un numerosísimo campesinado, la industrialización era mínima y se carecía de una
clase media poderosa que pudiera tratar de transformar tal estado de cosas.
Hegel vivió la Alemania de su tiempo como un ataque a sus aspiraciones democráticas y a la
libertad, y concibió muy ciaramente la necesidad de un estado moderno y racional; y, en
consecuencia, la urgencia filosófica de una «idea o concepto de estado racional».
B. El ideal de la «polis» griega.
Como contrapunto de este estado de cosas, de esta atomización radical de la vida, la «polis griega»
aparece ante Hegel como un modelo crítico respecto al presente. En la polis griega se cumplía la
armonización del individuo con el «todo social», la vida del hombre consistía, discurría y se
agotaba en la vida y en el «espíritu» de la polis. Hasta el punto de que el individuo no era nada al
margen y separado (abstraído) de la comunidad cultural, social y política de la «ciudad». Muy
importante es al respecto el concepto de «espíritu del pueblo» (Volksgeist). Tal espíritu es el único
concreto y efectivo, ya que el otro, el espíritu individual, no es abstracto y, tomado en su
abstracción, irreal y sin vida. En el «espíritu del pueblo» se «constituye», realiza y plenifica el
individuo. Sin embargo, juzga Hegel, esta realización y armonía resulta deficiente y meramente
«formal», ya que el individuo todavía no ha descubierto la conciencia de su propia individualidad y
de su libertad. En la polis griega sólo algunos llegaron a ser realmente libres.
C.El cristianismo y el descubrimiento de la «subjetividad» y de la «conciencia».
El cristianismo viene a significar, con respecto a la «polis griega», negativamente, la disolución de
la vida armónica y en conjunción originaria e interna con la «comunidad» social; y, positivamente,
el descubrimiento del concepto de «subjetividad», que será interpretado por Hegel como un
momento absolutamente necesario para la realización plena de la libertad y el desarrollo y
perfección del espíritu. La religión constituye para Hegel un aspecto fundamental de la vida de un
pueblo.
El concepto de «subjetividad» vendrá a significar, en ultimo termino, una función crítico-negativa
con respecto a la positivización que de la vida religiosa y en general de la vida político-social puede
hacerse. El término «positividad» viene a significar la «constricción» que se le impone a la vida
desde o por una realidad impuesta de un modo «exterior» y por la fuerza de la tradición, sin estar
fundamentada y justificada ante la propia razón. «Positividad» vendría a equivaler a «alienación».
Pues bien, el hallazgo de la «subjetividad» y su carácter de principio racional y libre representará
por siempre, a juicio de Hegel, un principio rector en la organización social y política de la vida del
espíritu.
D. La revolución francesa.
Fundamentalmente la revolución significó para Hegel el hacerse valer y el triunfo de la razón:
enunciaba el valor supremo de la razón sobre la realidad. E] principio de la revolución establecía
que el pensamiento debe gobernar la realidad y el orden político-social; «todo lo racional es real»,
dirá Hegel, esto es, solo puede considerarse como verdadera realidad aquella que realiza las
exigencias y los fines de la razón. La revolución se proponía aunar la vida social-comunitaria con el
principio de la «subjetividad», en el sentido expuesto, con la realización de la libertad y el saberse
libre.
Sin embargo, la experiencia del terror, que Hegel interpretó como la exasperación del principio
subjetivo de la libertad (en la forma de una «virtud subjetiva» -Robespierre- y como «voluntad
interna», lo cual «trae consigo la tiranía más terrorífica»), la experiencia del terror, decíamos,
mostró a Hegel la tremenda dificultad de conjugar racionalmente la libertad del hombre y la
organización político~social en un equilibrio en el que ninguno de los polos o momentos sea
reducido y disuelto en el otro, pues en tal caso se acabaría con la libertad objetiva y con la vida del
espíritu.
2. El marco filosófico.
La obra de Hegel puede considerarse como la madurez filosófica y cultural de la tradición
occidental; su filosofía pasa por ser el último gran sistema filosófico, en el que confluyen y
conjugan prácticamente todas las filosofías anteriores. El propio Hegel ha concebido e interpretado
su sistema filosófico como la maduración y realización plenas, en una interna unidad, de todas las
filosofías anteriores, que serán así consideradas corno momentos que llevan a la obra o sistema
hegeliano, y que por consiguiente quedan recogidos -si bien transformados en él.
Por ello la detenida explicitación del marco filosófico de la obra de Hegel requeriría un
repaso de toda la filosofía occidental y su reasunción como un momento de la obra o sistema
hegeliano, tal y corno él mismo lo lleva a cabo en sus Lecciones sobre la historia de la filosofia.
Importa, sin embargo, sobremanera, y con ello bastará, hacer dos fundamentales indicaciones.
En primer lugar, que la filosofia de Hegel se propone pensar la relación entre los dos grandes
y fundamentales conceptos alumbrados en la tradición filosófica anterior: naturaleza y espíritu. El
primero, objeto principal de investigación por parte de la filosofia griega; el segundo,
descubrimiento del cristianismo y sobre e] que se apoyó y giró especialmente la filosofia moderna
(desde Descartes), bajo el nombre de conciencia o subjetividad. El proyecto filosófico hegeliano
consiste en pensar la interna unidad y conexión entre uno y otro, de modo que quepa elaborar
una teoría unitaria, total y cerrada sobre la realidad en su totalidad. Mas para ello se requiere
que Hegel lleve a cabo una crítica y superación de aquella filosofia que, a su juicio, había alcanzado
la mayor madurez «crítica y reflexiva» y que, sin embargo, ofrecía las mayores dificultades para ese
proyectado «sistema unitario, cerrado y total» en que debe consistir la filosofia. Aquella filosofia es
la filosofia de Kant.
A este respecto importa recordar cómo la filosofia kantiana había establecido y mantenía como
«insuperables» las siguientes distinciones y escisiones:
a) La distinción entre entendimiento y razón. El entendimiento era una facultad
cognoscitiva de lo «finito y limitado», que solo alcanza a saber de las cosas en cuanto simples
«fenómenos». La razón «tiende», es verdad, a lo infinito y absoluto, a lo incondicionado, que, en
caso de poder ser alcanzado cognoscitivamente, puede fundar y hacer posible un conocimiento o
saber absoluto y total; la razón se orienta y busca lo «absolutamente incondicionado», el «en sí»
absoluto. Sin embargo, en este su proyecto, queda en mera intención, sin que le sea dado a la razón
(al menos en la interpretación que Kant hizo de ella) alcanzar lo absoluto: la razón busca la
totalidad, pero sin poder alcanzarla. De ahí, aunque «formalmente» sea una razón absoluta,
«materialmente» y en su ejercicio es siempre finita y limitada. La distinción y escisión entre
«entendimiento» y «razón» trae consigo una no menor ni menos grave escisión, a saber:
b) La distinción en la realidad (o como Kant la denomina, la distinción de todos los objetos
en general) entre fenómeno y noúmenoo cosa en sí (utilizaremos en este contexto ambos términos
corno sinónimos). Esta radical distinción y escisión significa que, al menos para el saber y el
conocimiento, el orden de la realidad está dividido, sin que sea posible, en consecuencia, elaborar
una teoría una, absoluta y total sobre la realidad en su integridad, ni se pueda desechar, al menos, la
«hipótesis» de que no todo lo real es racional, es decir, en consonancia con la naturaleza y al
alcance de la razón humana, que en cuanto finita tiene que dejar un ámbito inalcanzable a su poder
y, por ende, incognoscible.
Las dos distinciones señaladas imponen, a su vez, una tercera, a saber:
c) La distinción y separación entre el ser y el deber ser . En esta tercera distinción cabe
señalar las «limitaciones» ya indicadas en las dos anteriores, pero además encierra, de un modo
especial y ello es lo más importante en su caso, la radical separación entre la «mera teoría» y la
«praxis», entre el «pensamiento» y la «acción», con la gravedad, a juicio de Hegel, de que tal
radical separación aboca al fracaso, en último término, tanto la tarea de la teoría corno la de la
praxis, pues su desajuste y separación es estructural y permanecerá siempre abierto , con la
consiguiente imposibilidad de «realizar» plenamente el «deber-ser», que, sin embargo, se presenta y
se quiere imponer como absoluto y plenamente «real y efectivo».
d)Las tres parejas de distinciones y escisiones señaladas pueden quedar recogidas en una
cuarta: la «escisión» entre lo finitoy lo infinito(o con otras expresiones, entre el «mundo» y
«Dios», la «naturaleza» y el «espíritu», etc.). Con la grave circunstancia, además, de que en un
«infinito» distinto y separado de lo «finito» se convierte, dice Hegel, en «finito».
Aristóteles concibió expresamente la idea de la filosofia como lo que su mismo nombre
indica: una «tendencia» (filo-) a la «sabiduría» (-sofía), es decir, la tendencia a un saber universal y
necesario de la totalidad de lo real. Para Kant, la filosofia, aunque ha de pugnar por conseguir
semejante saber absoluto y total (devenir un «sistema», dice Kant), sin embargo es una tarea
inalcanzable para la razón humana finita: por eso justamente la filosofia para Kant no puede ser sino
«crítica». Hegel anuncia que la filosofia tiene que dejar de ser «tendencia» al saber, para ser un
efectivo y pleno «saber», para ser ciencia (Wissenschaft, escribe é1). Es decir, no «crítica», sino
sistema: el sistema absoluto de la totalidad de lo real, un «sistema racional».
Este es, ni más ni menos, el proyecto hegeliano. Semejante proyecto tiene una clara
naturaleza y significación «teórica» o de interpretación de la realidad; pero surge desde un marco
histórico-social, se alimenta desde su implantación mundana y procura «iluminar» el sentido en que
la realidad, toda la realidad, y especialmente la realidad histórica y social, tiene que llegar a ser
plenamente racional. El adjetivo que mejor cuadra a la concepción hegeliana de la realidad es el de
«dialéctica».
l. Sentido de la dialéctica
El nombre de «dialéctica», que tiene una muy antigua tradición en la filosofia (desde Platón hasta
Kant), está especialmente unido al nombre de Hegel, hasta el punto de que el adjetivo «dialéctico»
sirve para caracterizar muy precisamente toda su filosofía (tanto su idea del conocimiento y del
método como su idea o teoría acerca de la realidad: así se habla de método dialéctico o de
naturaleza dialéctica de lo real). Dado este estrechísimo y total recubrimiento entre «filosofía de
Hegel» y “Dialéctica», la idea o concepto que se tenga de la primera modelará y teñirá el de la
segunda, o viceversa. Hegel es considerado corno un filósofo «idealista» (aunque no siempre se
sepa muy bien y claramente lo que este termino quiere decir en el caso de Hegel), y, en
consecuencia, la “dialéctica hegeliana» es considerada como algo sumamente abstracto, sin una real
referencia concreta a la realidad y a sus dimensiones histórica, social, política, etc. La «dialéctica»
sería entendida corno un mero e incontrolado juego entre «conceptos»; al igual que la filosofia
hegeliana sería entendida corno la ensoñación que reduce lo real y la multiplicidad de sus formas a
«meros» conceptos o ideas («idealismo»). Sin embargo, semejante modo de entender la cuestión es
excesivamente vago y desfigurante.
A. Carácter concreto e histórico de la dialéctica.
Ya señalábamos que la filosofia de Hegel surge en un preciso marco histórico y social, tratando de
interpretar muy real y concretamente la situación «escindida» y de «falta de libertad» del hombre.
El termino «dialéctica» es utilizado por Hegel para comprender y expresar la real situación del
mundo; en la «dialéctica» hegeliana alienta, pues, una voluntad de efectiva implantación en una
realidad escindida, alienada, contradictoria y que pugna por superar tal situación. La dialéctica
hege_ liana, como ha escrito el pensador marxista Ernst Bloch, «no es un parto virginal de la
supuesta vida propia de los conceptos»; antes al contrario, «hay en la dialéctica hegeliana algo de
viento de fronda, el hálito de la transformación de lo existente que sopla del lado de la revolución
francesa» (Bloch, El pensamiento de Hegel, F. C. E., Méjico, págs. 113 y 96, respectivamente). La
dialéctica hegeliana tiene, pues, una clara radicación concreta e histórica. La dialéctica expresa, de
una parte, la contradicción del mundo existente; y, de otra, la «necesidad» de superar los
límites presentes, movida esa exigencia de superación por la necesidad de una realización total y
de un modo efectivo ( en una organización y estructuración social y política) de la libertad y de la
infinitud.
b La diaiéctica como estructura de la realidad.
Y, en otro sentido, la dialéctica, en cuanto expresión de la filosofia de Hegel, significa la
radical oposición de Hegel a toda interpretación fragmentaria y atómica tanto de la realidad corno ‘
en consecuencia, del conocimiento. El carácter dialéctico de lo real significa que cada cosa es lo que
es, y solo llega a serlo, en interna relación, unión y dependencia con otras cosas, y, en último
término, con la totalidad de lo real. La filosofia hegeliana, en cuanto diaiéctica, ofrece así una
concepción relacional de la realidad y concibe la. realidad como un todo, sin que ello afecte para
nada a la relativa independencia de cada cosa en su singularidad. La concepción dialéctica de lo real
se opone al craso «positivismo» y a la interpretación empírico-fáctica de la experiencia. Frente a la
pretendida originariedad, autonomía e independencia de los «hechos» tal y como son “dados» de un
modo inmediato en la experiencia, la estructura dialéctica de lo real acaba por mostrar que los
«hechos» no son sino el precipitado y el resultado de un «subterráneo» juego de relaciones, que son
las que realmente, y en última instancia, constituyen y agotan a las cosas, a pesar de su presunta,
inmediata y aparente consistencia y autarquía individual. Para un pensamiento dialéctico «los
hechos no son, de por sí, en realidad, otra cosa que lo que el mar de los entronques dialécticos
hace salir, diluido, a la superficie asequible a los sentidos. Este mar, con sus corrientes, es lo que el
conocimiento científico tiene que sondear, sin limitarse a ver la simple inmediatez de los hechos;
éstos no son otra cosa que simples indicios para el verdadero conocimiento»(Bloch, o. c., pág.
283).
Pero además el carácter dialéctico de lo real no sólo significa su «naturaleza relacional»,
sino más originariamente incluso el que cada cosa sólo es lo que es, y llega a serlo, en su continuo
devenir y proceso; es decir, la realidad, en cuanto dialéctica, no es fija ni determinada de una vez
por siempre, sino que está en un inquieto proceso de transformación y cambio, cuyo motor es, a la
par, tanto su interna contradicción, limitación y desajuste en relación con su exigencia e intención
de totalidad, infinitud y absoluto, como la interna relación en que está con otra cosa o realidad, que
en este respecto aparece corno su contrario. La realidad en cuanto dialéctica es, pues, procesual,
regida y movida por la contradicción, internamente relacionada (inter-relacional), y
constituída como oposición de contrarios. De este modo, cada realidad particular remite a la
totalidad, al todo, y sólo puede ser comprendido y explicado en relación al lodo; y, de otra parte,
cada realidad, cada cosa no es sino un momento del todo, que se constituye en el todo, pero que
también queda asumida y disuelta en el todo. Con razón, pues, Hegel expresa, de un modo preciso y
breve, cuanto venimos diciendo, en la frase “Lo verdadero es el todo»: (Frase que puede sonar,
ciertamente, a abstracta, pero que en realidad tiene un significado muy concreto y unas
consecuencias de extrema importancia.