El Contexto Vienés y la Formación de Wittgenstein
La primera mitad del siglo XX fue un periodo marcado por la Primera y la Segunda Guerra Mundial (Wittgenstein participó en ambas). En Austria, esta crisis se vio acentuada por la caída del Imperio. En la ciudad de Viena, la cultura expresó esta situación con la música de Schönberg, las novelas de Musil y el psicoanálisis de Freud. La tabla de salvación ante todo ello parecía estar en la ciencia. Este es el ambiente cultural en el que se formó Wittgenstein y del que manifestó su seguridad en la lógica y la imposibilidad de racionalidad en el ámbito de la vida.
El Tractatus Logico-Philosophicus: Lógica y Límites del Lenguaje
En su primera obra, el Tractatus Logico-Philosophicus, Wittgenstein enuncia siete afirmaciones:
- El mundo está formado por la totalidad de los hechos atómicos. Estos son las relaciones más simples que existen entre las cosas, imposibles de descomponer, que forman el mundo y no los objetos que hay en él.
- El pensamiento y las proposiciones en que se expresa son figuras de la realidad. Estas proposiciones representan o pintan hechos atómicos (teoría pictórica del lenguaje), compartiendo su misma estructura (isomorfismo). Así, cada proposición corresponde a un único hecho.
- El lenguaje es el instrumento a través del cual conocemos y expresamos la realidad. Este está constituido por la totalidad de las proposiciones y sus límites son los límites de la realidad.
- Una proposición será verdadera si la experiencia, los sentidos, confirman que describe los hechos; la proposición es una figura de un hecho.
- Las proposiciones que no representan hechos atómicos carecen de sentido, por lo que Wittgenstein rechaza la metafísica y la ética, ya que sus proposiciones son en realidad pseudoproposiciones. Las proposiciones auténticas son las relativas a las ciencias naturales. De esta manera, el papel de la filosofía es descubrir las falsas proposiciones y disolverlas.
- Las proposiciones lógicas son todas tautológicas. Por lo tanto, sentido y verdad no son lo mismo.
- De lo que no se puede hablar, mejor es callarse.
Para el primer Wittgenstein, las proposiciones metafísicas, éticas y estéticas son pseudoproposiciones, no dicen nada sobre el mundo. Las proposiciones éticas no hablan de hechos, sino de lo que debe ser, por lo tanto, no de lo que pertenece al mundo, sino a sus condiciones de posibilidad, son trascendentales. Las proposiciones metafísicas (el sentido de la vida, la inmortalidad del alma o Dios) no se refieren a hechos del mundo, pertenecen a la esfera de lo místico y, por lo tanto, ni dicen ni muestran nada. El valor lo aporta el sujeto, por tanto, no hay ningún sentido que seguir en la vida. El lenguaje y la ciencia solo pueden hablar de hechos y no de valores.
Las Investigaciones Filosóficas: El Giro hacia el Uso del Lenguaje
A raíz de comenzar a trabajar en una escuela infantil, este filósofo vienés se da cuenta de que los niños aprenden a utilizar el lenguaje sin conocer el significado de las palabras, aprendiendo su uso. Entonces, da un giro a su teoría y abandona el pensamiento referencialista, exponiendo las razones en las Investigaciones Filosóficas. Así, existen términos que no nombran a ningún objeto, por tanto, no son referenciales; y a veces utilizamos nombres que se refieren a un objeto, pero que, en función del contexto, la entonación o los gestos, adquieren un significado distinto.
Frente al anterior isomorfismo entre lenguaje y mundo, ahora la proposición forma parte de un juego del lenguaje y solo con respecto a este contexto puede entenderse correctamente. Su significado no le viene de una relación figurativa con los hechos, sino de su uso social, colectivo o público. El propósito último del análisis es entender correctamente el lenguaje, no corregirlo, ya que no hay que perfeccionar el lenguaje ordinario, ni sustituirlo por otro ideal. El lenguaje aparece como una caja de herramientas con múltiples usos o como una ciudad: cabe usar bien o mal una herramienta, pero nunca considerarla falsa o incorrecta; o compara el lenguaje con una ciudad que se ha ido haciendo poco a poco. Por ello, los lenguajes funcionan como juegos en los que cada uno tiene sus propias reglas. Estos juegos no tienen ninguna característica común a todos, únicamente mantienen un aire de familia.
La Filosofía como Terapia del Lenguaje
La tarea de la filosofía consiste en evitar malentendidos lingüísticos, pues todo problema filosófico surge del mal uso del lenguaje, no porque ignoremos su lógica, sino porque no encontramos en nuestra caja de herramientas desordenada la que necesitamos. Cuando no se encuentra el uso adecuado de la herramienta precisa, es como una enfermedad que desordena nuestra lógica comunicativa. Así, el segundo Wittgenstein asegura que la filosofía asume una función terapéutica: la de curar y disolver las enfermedades del lenguaje, indicando a la mosca el camino de salida de la botella.